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Opinión - Volver a empezar. Por Rosa María Artal

La impunidad del millonario alemán cuyo yate mató a un joven en Mallorca: “Una persona normal acabaría en el calabozo”

Bote en el que se encontraba pescando Guiem Comamala, de 20 años, con el motor arrancado a raíz del impacto

Esther Ballesteros / Edu Ramos

Mallorca —

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“Una persona normal, esa misma noche, habría acabado en los calabozos”. En Cala Bona, un pequeño puerto pesquero situado en la costa noreste de Mallorca, la indignación se palpa entre sus residentes. Hace apenas una semana, una embarcación de lujo de 20 metros de eslora arrolló un bote en el que un joven de 20 años, junto a su tío y su primo, se encontraba pescando. Como consecuencia del impacto, el chico falleció en el acto, pero el yate, imperturbable, siguió su camino a la misma –y gran– velocidad a la que había impactado contra la lancha, según los investigadores. Su patrón, Dennis Viehof, de 35 años, piloto aéreo e integrante de una de las familias más acaudaladas de Alemania, se encuentra de nuevo en su país tras haber sido imputado por estos hechos y puesto en libertad con cargos.

No es el único suceso de estas características que se produce en Balears en menos de una semana. El pasado miércoles, una embarcación chárter se llevaba por delante la barca de otro pescador en Binissafúller, al sur de Menorca. El hombre logró saltar al agua y resultó finalmente ileso, pero su bote acabó hundido y destrozado por completo. “Últimamente, la gente, sobre todo mayor, tiene mucho respeto a la hora de salir a pescar. Uno ya no sabe si va a volver o no con vida”, comenta Pep Prieto, vecino de toda la vida de Cala Bona, quien subraya que en la zona “se han presenciado accidentes, como en cualquier otro lado; pero nunca habíamos visto algo así”.

A 71 kilómetros de Palma, la calma se cierne sobre esta colonia de pescadores cuya actividad se remonta a los años treinta. Cala Bona escapa de la masificación y los turistas que pasean por ella son, sobre todo, familias y parejas. En el muelle asoman pequeñas embarcaciones tradicionales conocidas como 'llaüts', utilizadas principalmente para la pesca de arrastre y testimonio de épocas pasadas en las que la vela latina impulsaba su navegación. Pocos barcos de gran eslora se aprecian en estas aguas, pero el pasado viernes, a una milla del puerto, un lujoso Riva Ribelle 66 apodado La Luna se cobraba la vida de Guiem Comamala Fiol. 

El yate, al que algunas webs de venta y alquiler de embarcaciones le atribuyen un “alma atrevida e inconformista” y cuyo precio oscila entre los 2,5 y los 3 millones de euros, lo patroneaba Viehof, de 35 años, hijo del multimillonario Klaus Viehof, fundador de una cadena de cosméticos de lujo, Allkauf, que vendió en 1998 por 2.400 millones de marcos que acabaron repartidos entre sus cuatro vástagos. Décadas antes, el patriarca de la familia, Eugen Viehof –abuelo del actual investigado–, había puesto en marcha la mayorista Selgross, repartida por varios países europeos y de la que más tarde surgiría Allkauf.

Fiesta por todo lo alto

Según las investigaciones, el viernes de la semana pasada, mientras Guiem pescaba calamares en Cala Bona, Dennis Viehof celebraba una fiesta por todo lo alto y decidió salir a navegar, junto a otros acompañantes, desde la Costa dels Pins hasta Portocristo, en el municipio mallorquín de Manacor, donde su padre posee una lujosa finca y una empresa, Sunset Group, dedicada a la construcción y venta de viviendas en la zona costera del levante mallorquín e integrada en Vibro Beteiligungs–GmbH & Co. KG., holding de inversión de la familia Viehof. En Portocristo fue, además, el lugar donde la Guardia Civil localizó y precintó el yate La Luna.

En Cala Bona, Guiem, alumno de segundo de Matemáticas en la Universitat Politècnica de Catalunya –que señala que era “un estudiante brillante”–, se preparaba junto a sus familiares para la jornada vespertina de pesca. Colocándose a la altura del motor, soltó su cebo dentro del agua. Pasadas las 21.30 horas, y a gran velocidad, se dirigía hacia ellos el buque de Viehof, cuya lancha auxiliar, apenas minutos antes –y según diversas imágenes registradas por varios testigos–, había intentado amedrentar a los ocupantes de otra embarcación, como están ahora intentando esclarecer los investigadores. Guiem, su tío y su primo advirtieron la gran potencia a la que se les aproximaba el buque, pero cuando quisieron encender el motor para apartarse, la embarcación ya había pasado por encima por el lado de popa, donde se encontraba el joven, llevándose además por delante el propulsor del bote. Las hélices acabaron alcanzando al joven, que no pudo sobrevivir a la colisión.

Al parecer, la velocidad de La Luna era tal que apenas bastó un golpe del tamaño de un palmo para causar la desgracia. La nave ni siquiera frenó y continuó su trayectoria rumbo a Portocristo, allí donde la familia Viehof tiene parte de sus posesiones y donde inmobiliarias de nombre internacional ofrecen caras mansiones para quienes “buscan un estilo de vida exclusivo” –como anuncian en su web–, mientras la compra extranjera masiva y la especulación expulsan de la isla a los residentes locales. En el punto de la colisión, un pescador que se encontraba en las proximidades y que escuchó los gritos de auxilio ayudaba a sacar del agua el cuerpo del joven y amarraba el bote a su lancha para conducirlos hasta el muelle.

En libertad con cargos

De inmediato, los equipos de emergencias dieron inicio a una exhaustiva batida. “Buscamos un yate grande de color negro”, fue el mensaje que difundió la Guardia Civil. Finalmente, el buque fue hallado en Portocristo, donde, sin embargo, no había ni rastro de su patrón. Las investigaciones permitieron descubrir que al menos seis personas habían estado de fiesta en La Luna. Pasaron cinco días hasta que, estrechado el cerco sobre él y citado por la Guardia Civil, Viehof se personó en las dependencias del Instituto Armado. El empresario alemán se negó a declarar y, tras ello, quedó en libertad con cargos y tomó un vuelo de regreso a Alemania.

Fuentes de la defensa de Viehof, acerca del hecho de que su patrocinado ni siquiera llegase a pasar a disposición judicial, responden sobre ello a elDiario.es: “¿Tú sabes lo que pasó? ¿Quién es el culpable del accidente? ¿Si el bote llevaba las luces puestas? ¿A qué distancia de la costa se produjo? No se pueden criminalizar comportamientos sin tener datos objetivos. Ahora el asunto está en instrucción”, se limita a apuntar, apelando a la prudencia hasta que las pesquisas arrojen luz sobre lo ocurrido y determinen cuáles fueron las circunstancias exactas que provocaron el siniestro.

Por su parte, Prieto, conocedor de la familia Viehof, reflexiona: “Lo peor no es que una persona se pueda haber equivocado, sino que no se pare de inmediato tras el suceso, se vaya y pasen varios días hasta que se presente en la Guardia Civil”, recrimina respecto a la actitud de Viehof. “¿Te presentas con tu abogado, te niegas a declarar y te vuelves a Alemania? Esto no tiene ni pies ni cabeza. El poderío que este chico tiene detrás es enorme”, desliza.

“Es algo que ha chocado mucho, no estamos acostumbrados a que pase este tipo de cosas y siendo además un chaval joven. Basta ver el día en que se hizo el minuto de silencio”, reconoce, por su parte, el jefe de la Policía Local de Son Severa, José Luis Soler, quien estuvo presente en el operativo que de inmediato se personó en el lugar tras el suceso. Soler señala hacia el muelle: “Como puedes ver, aquí las barcas son pequeñas, de cinco o seis metros de eslora, alguna quizás de ocho metros. Pero no llegamos a más. Los grandes están en Portocristo”, explica a elDiario.es.

El regreso al muelle

El responsable policial relata cuáles fueron las primeras declaraciones de Andreu, el rescatista que se encontró con la tragedia cuando volvía de pescar y navegaba de vuelta a casa. En ese instante, escuchó unos gritos de auxilio en mitad del mar, a una milla del puerto, paró el motor y les exhortó a que “no pararan de gritar” para poder visualizar de dónde procedían las voces. Momentos después, Andreu encontró la embarcación y vio cómo uno de ellos sujetaba a Guiem, ya fallecido. Tras subirlo al pequeño 'llaüt', amarraron con cuerdas el pequeño bote a la embarcación del rescatista para lastrarlo al puerto y proceder a dar aviso de lo sucedido a familiares y autoridades.

Mientras explica cómo sucedió todo, Soler se muestra dubitativo ante la posibilidad de que el yate no viera la barca: “Cuando la gente está pescando, aunque estés muy despistado, puedes ver diez o veinte niveles diferentes de barquitas con luz”. En este sentido, los investigadores apuntan a que los tres ocupantes de la lancha, incluido Guiem, llevaban linternas frontales en la cabeza, pero tratan de determinar si el bote tenía algún tipo de iluminación.

Mientras tanto, el concejal de Policía, movilidad y modernización de Son Servera, Bernat Grimalt, quien junto a otras autoridades también estuvo presente en el muelle tras el suceso, recuerda la escena: “Estaba el rescatista con las cuerdas amarradas al bote, saliendo de su barco y empezaban las primeras declaraciones. Me quedé como representación del Consistorio y, a partir de ahí, permanecí a las órdenes del subinspector y en lo que necesitase. Mi función es dar apoyo logístico y económico en un momento delicado, como puede ser una muerte, un homicidio o un incendio”. Grimalt señala que, durante los últimos años, “ha habido muchos acontecimientos en Son Servera, pero que en un muelle tan pequeño suceda esto es algo que no había pasado nunca”. 

Los investigadores se afanan ahora en averiguar los pormenores del suceso y si Viehof incurrió en un delito de homicidio imprudente y en otro de omisión del deber de socorro. El pasado miércoles, agentes de la Guardia Civil se personaban en Portocristo para inspeccionar de nuevo el yate y reunir nuevas pruebas que les permitan avanzar en sus pesquisas. Al contrario que Viehof, sus acompañantes en el barco sí prestaron declaración en dependencias del Instituto Armado, donde reconocieron que habían consumido bebidas alcohólicas aquella tarde, pero negaron que estuvieran borrachos cuando se produjo la colisión, según publica Diario de Mallorca.

“Impunidad” en el mar

Mientras tanto, residentes isleños y ecologistas lamentan la “impunidad” con la que navegan algunos barcos de gran eslora cerca de la orilla. La entidades conservacionistas Mallorca Blue y Grupo de Ornitología Balear (GOB) han lanzado, de hecho, una campaña para reclamar que se endurezcan las limitaciones de velocidad de las embarcaciones y motos de agua en las zonas próximas a la costa, frecuentadas por bañistas y usuarios de kayacs o tablas de paddle surf y que sufren a menudo situaciones de peligro.

Hace un mes, además, se viralizó un vídeo en el que varios jóvenes, entre risas y alcohol de por medio, intentaban achicar el agua que inundaba su barca sin licencia en Mallorca hasta acabar prácticamente hundida, lo que puso en la picota una actividad sobre la que no dejan de sobrevolar las suspicacias: mientras unos atribuyen a la responsabilidad individual el manejo prudente de las embarcaciones, otros alertan de los riesgos que entraña salir al mar sin titulación alguna. “Es una gran temeridad”, advierten.

Tras el fallecimiento de Guiem Comamala, numerosas voces recriminan en redes sociales lo que en Balears consideran “un abuso desmesurado por tierra, mar y aire”, en alusión a la presión a la que se ven sometidas las islas y las consecuencias que ello acarrea. “Lo ve todo el mundo, pero nadie hace nada, es más, se apoya y se finanza para que así sea: cuarto carril, cruceros, ampliación puertos, aeropuertos, sembrado de placas solares... La Mallorca del Happy Hour, del dos por uno”, manifiesta Prieto en su perfil de 'X'. Otro usuario apela a “seguir luchando” para que el joven fallecido “no caiga en el olvido”: “Queremos justicia para Guiem. Que sea la última víctima de quienes creen que pueden hacer lo que quieren de vacaciones en Balears por mucho dinero y poder que tengan. Tienen que pagar en prisión lo que han hecho”.

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