La lucha de un palestino residente en Formentera por liberar a su familia del horror de los bombardeos en Gaza
“De todas las personas que conocía en Gaza, solo me queda mi primo y su familia. Han muerto más de treinta personas que conocía. No me queda ningún amigo”, explica Ramsy Albashiti, palestino residente en Formentera que está intentando ayudar desde la isla a la única familia que le queda en Gaza. Se encuentran en Rafah, hasta donde llegaron después de un largo periplo. Albashiti relata que tuvieron que dejar a su hijo bajo los escombros. “No hubo tiempo para eso. Imagina lo que es dejar a un hijo así”, lamenta.
elDiario.es se ha puesto en contacto con quienes están sufriendo en sus propias carnes el horror de los bombardeos, el hambre, la sed, el frío y las enfermedades. Cerca de 1,4 millones de gazatíes se encuentran en estos momentos hacinados en Rafah, el punto más meridional de Gaza que Israel aún no ha tomado por vía terrestre. Se mantienen en alerta y preparados para huir en caso de una ofensiva, aunque no saben muy bien dónde.
Ramsi, quien se dedica al sector del mantenimiento, envía dinero desde Formentera para aliviar el sufrimiento de los suyos. Asegura que el envío de dinero tampoco está siendo fácil. “En Palestina funcionan las oficinas de cambio, que es donde se hacen estos envíos y el cambio está muy alto. Hay que tener mucho cuidado con cómo se hacen estas cosas para que el dinero le llegue realmente a la persona. Pero es lo único que puedo hacer desde aquí”, asegura este palestino, quien da las gracias a todas las personas que están ayudando a su pueblo: “Muchísimas gracias, de verdad, muchísimas gracias por todo lo que estáis haciendo por mi país”.
Perder la casa, la tierra, el trabajo y a los seres queridos
Mohammed Imad e Ismael (nombre ficticio), por su parte, se encuentran en El Cairo y Rafah, respectivamente, esperando a poner a sus familias a salvo. Muerte, destrucción, hambre, enfermedades. Cuatro meses y medio durante los cuales han conseguido seguir vivos a pesar de perder sus casas, sus tierras, sus trabajos, a sus seres queridos. Toda su vida y sus raíces. Ismael se aferra a la esperanza de que Palestina siga permaneciendo en el mapa a pesar de la situación límite que están viviendo con la masacre hasta el momento de alrededor de 35.000 palestinos, además de todas las personas que se encuentran bajo los escombros a las que sus familias no han podido rescatar.
Mientras tanto, más de un millón y medio de personas originarias de Gaza se aglomeran en pésimas condiciones en tiendas de campaña frente al muro de la frontera de Egipto que se abre para algunos a cambio de dinero, entre 6.000 y 12.000 euros, que tienen que abonar a las autoridades egipcias. Pero la pesadilla sigue al otro lado de la frontera para Mohammed, donde espera recaudar el dinero suficiente para salvar a sus familiares, mientras el trauma psicológico se apodera de él.
“Estoy en El Cairo y vivo, no me lo puedo creer. Esto parece un sueño. No lo entiendo. No sé cómo me siento, nunca me había sentido así. Todavía oigo los aviones y sigo creyendo que me van a bombardear”. Son las primeras palabras que pronuncia Mohammed Imad, palestino que ha conseguido salir del infierno de la franja de Gaza, que desde el 7 de octubre está siendo masacrada por el Ejercito israelí en represalia por el atentado de Hamás que causó 1.400 muertos.
“Mi cabeza está a mil. No puede parar. Hay mucho tráfico y los pensamientos se cruzan. No os podéis imaginar las cosas que he tenido que vivir y ver”, asegura este joven de 27 años al que la vida le sonreía antes de comenzar “esta locura”, como relata a través de videollamada a elDiario.es.
“Para un palestino, su casa significa todo”
Imad es farmacéutico, aunque hace unos años intentó estudiar medicina, un deseo frustrado por la negativa de Israel a dejarlo salir a El Cairo, la capital egipcia, donde ahora se encuentra. “A pesar de todas las restricciones por parte de Israel con las que vivíamos cada día, cuando me despierto, deseo que todo sea como antes”. Se refiere, entre otras restricciones, a los continuos cortes de agua y a las solo seis horas de luz eléctrica de las que disponían al día en el norte de Gaza, donde vivía en una hermosa casa. “Nos costó construirla 30 años, en Gaza no es fácil conseguir los materiales y todo se retrasa mucho”, cuenta.
Mohammed se encuentra arropado por amigos en El Cairo, estaba acostumbrado a viajar por su profesión, dado que trabajaba para un laboratorio farmacéutico: “Cada vez que tenía que salir tenía que pedir permiso y pagar. Justo dos semanas antes del 7 de octubre [día en que Israel declaró el estado de guerra tras el ataque sorpresa de Hamás] me encontraba en Europa. Pero cualquier situación es mejor que la destrucción total”. Su objetivo antes de que este conflicto se recrudeciera de este modo era irse a vivir al viejo continente. “Pero ya no hay planes, lo único que quiero es estar con los míos, lo demás me da igual”, afirma.
El joven es el sustento principal de su familia. “Vivíamos bien, teníamos nuestra casa, yo tenía mi coche, era como jefe en mi trabajo. Todos vivíamos juntos, felices a pesar de las circunstancias. Ahora no queda nada. Para un palestino, su casa significa todo. Es tu familia, tu hogar, es tu raíz. Mi familia ha vivido allí desde siempre. Y de un momento a otro, en cinco minutos, tuvimos que salir sin poder recoger nada. ¿Sabes lo que es eso? No lo puedes imaginar. En un momento te arrancan todo”. Se refiere Mohammed a los primeros momentos después del atentado de Hamás a los asentamientos de colonos israelíes.
“En minutos tuvimos que abandonar nuestras vidas”
La familia, formada por sus padres, hermanos y sobrinos, asumió la orden del ejército de abandonar sus casas: “Desde el primer momento nos estaban bombardeando, ni siquiera estábamos cerca de la frontera, donde hubo el problema. No nos dio tiempo a pensar, salimos bajo el fuego israelí. Creímos que en algún momento íbamos a volver. Subimos al coche con toda la familia y empezamos a huir. Éramos doce personas”. Los Imad no hicieron escalas en su camino al sur por la franja de Gaza. “No sé cómo llegamos allí y vivos”, explica angustiado, buscando la cordura en el sudor de su frente. “En un trayecto de 40 minutos tardamos 6 horas”. Seis horas que supusieron para toda la familia un terrible shock.
Y prosigue: “La carretera estaba atascada, había gente con carros, familias andando, niños, ancianos, destrucción, muertos”. Un verdadero apocalipsis. “En un momento de camino, íbamos detrás de un camión en el que había entre 150 y 200 personas que huían de los bombardeos. Y, de repente, un misil impactó contra el vehículo. Rápidamente nos metimos en un camino, creo recordar, porque la verdad es que no me acuerdo, no sé cómo llegamos al sur. No te puedes imaginar todo lo que tuvimos que ver”, asegura. El joven ha perdido a muchos amigos, vecinos, familia,. Otros no sabe dónde están. “También he perdido a mi novia. Bombardearon la casa con toda su familia dentro. Todos han muerto”, exclama.
Toda la zona donde vivía la familia, y que tenía el nombre de ‘La Dignidad’, ahora son montañas de escombros. “Nosotros no hemos podido volver a ver nuestra casa, pero le pregunté a un vecino que aún está allí. No queda nada. ¿Tú sabes lo que es eso? Nada”, lamenta.
Imad ya no ve vuelta atrás. Ya no tiene esperanza de recuperar su vida tal como era. Habla, además de árabe, inglés y castellano. “Yo fui el representante del Estado Palestino en Venezuela desde 2014 a 2016, por eso hablo muy bien español. Además, tengo muchos amigos en España. Mi trabajo era muy satisfactorio. Trabajaba en una buena empresa, pero cuando se disparó el conflicto dejé de trabajar, todos los medicamentos eran europeos o israelitas y su gobierno ha boicoteado cualquier venta de medicamentos en la franja de Gaza”, precisa.
“Normalmente mis vecinos, la familia, los que me conocían, si necesitaban algunas medicinas me pedían ayuda. No sabes cómo me he sentido ahora cuando no podía ayudar. Vinieron a pedirme una medicina para un enfermo de cáncer a quien antes había ayudado, busqué y busqué pero fue imposible, no pude encontrar nada y a las dos semanas los llamé para decirles lo que pasaba. No hizo falta, ya había muerto. También me ha pasado con familiares a los que no he podido ayudar”, cuenta desfallecido.
Llegada a Egipto y la sensación de “ver caer el agua caliente”
Como relata Imad, lo primero que hizo al llegar a la casa de El Cairo fue darse una ducha: “No sabes la sensación de ver caer el agua caliente, poder lavarte. No te puedes imaginar”. “Lo otro que me impresionó fue la luz eléctrica. No sé cuánto tiempo me quedé dándole al interruptor de la luz encendiendo y apagando la luz. ¡Es un sueño, aún no me lo creo!”, exclama.
Mohammed ha tenido que pagar 6.000 euros para salir de Gaza, pero no todas las personas pagan lo mismo, ni tener el dinero supone que uno pueda salir hacia Egipto por el paso de Rafah, la única frontera disponible en estos momentos para los gazatíes. “Cobran entre 5.000 y 12.000 euros. Primero pagas y te anotas en una lista. No es fácil acceder a ella. Cuando lo consigues pasa mucho tiempo y luego te dan un número y tienes que estar pendiente de que tu número salga. Cuando esto pasa te mueves prácticamente al día siguiente”, cuenta. En pocas horas uno atraviesa la frontera, pero no deja el infierno. Aunque lo cierto es que ya está en Egipto y físicamente a salvo. “Porque mentalmente todavía estoy allí”, precisa.
Toda la operativa de salida la llevó a cabo a través de las autoridades egipcias que son las que, según Mohammed, organizan las salidas, sin un protocolo determinado. “Todo cambia todo el tiempo, no hay una regla siempre igual, ni organización”. Otro de los palestinos (que no ha querido identificarse), quien espera su salida de Rafah con su madre enferma de cáncer, asegura que el precio que a él le han pedido oscila entre los 7.000 y los 12.000 euros. Aún no aparecen en la lista. Estudiaba periodismo en la universidad. No queda nada de ella. Lo único que quiere es salir cuanto antes. La salud de su madre empeora por momentos en el campamento de Rafah, donde no hay medicinas y es difícil conseguir agua y comida bajo las bombas. Sus vidas antes eran también buenas, su madre trabajaba… ahora no hay futuro ni salud.
De una vida “normal” a perder la esperanza
Instagram es un álbum de fotos de la vida de Mohammed. Viajes a Europa, Mundial de fútbol, madridista acérrimo. Incluso lo hemos visto en la vuelta al mundo de @Yosoyplex en 2022, donde el youtuber, a quien siguen en estos momentos 2,4 millones de personas, se encontraba con él y hacían sus elucubraciones sobre la final de ese año. “Yo digo Marruecos contra Argentina”, decía Plex. “No, no, la final será Marruecos - Croacia”, le respondía Mohammed, quien preguntaba al youtuber si conocía Palestina. “No, no la conozco, pero el año que viene voy a visitarla”, le responde Plex. Mohammed cerraba la conversación invitándolo a su país.
Mohammed ha perdido la esperanza. “Todos dicen que quieren volver a sus casas. Pero ¿dónde?, no queda nada. Solo para retirar todos los escombros se tardarían años y luego hay que reconstruir todo, infraestructuras, carreteras, agua… Todo. No tenemos donde volver”, dice. “Todos piden el cese del fuego. Pero cuando esto ocurra, empezarán un montón de guerras: la de la salud mental, la de la salud física… darnos cuenta de la magnitud del genocidio, esas serán las guerras”. Y puntualiza: “Toda mi familia está a salvo, pero no sé por cuánto tiempo, no me explico como todavía estamos todos vivos”. Para conseguir el dinero necesario puso en marcha un gofundme, donde ciudadanos de todo el mundo están colaborando con él. “Nos quedamos sin nada. Ahora solo pienso en sacarlos de allí cuanto antes”, cuenta, aunque no es seguro que vaya a volver a verlos: “Ningún lugar es seguro en Gaza”.
“La mayoría piensa que ojalá hubiera muerto el primer día del conflicto”
“¿Sabes lo que piensa la mayoría de la gente? Que ojalá se hubieran muerto el primer día del conflicto para no haber tenido que sufrir tanto. La gente no quiere vivir así”, constata. Aunque Mohammed tiene muchos contactos fuera de Palestina, no ha querido publicar más información sobre lo que estaba pasando por el miedo a las represalias. “En Gaza están matando a todos los periodistas y a sus familias. Les mandan un dron directamente y los matan a todos. Por eso no me he atrevido a difundir más información”, cuenta.
En la franja de Gaza han sido asesinados, desde el 7 de octubre, 124 periodistas. Los trabajadores de organizaciones humanitarias también están siendo atacados así como los hospitales de Gaza y el personal médico. Esta semana, el ejército israelí acababa con la vida del profesor Nasser Abu Al Nour, decano de la facultad de Enfermería de la Universidad Islámica de Gaza, junto a siete miembros de su familia; la casa donde residían fue deliberadamente atacada con un dron.
¿Sabes lo que piensa la mayoría de la gente? Que ojalá se hubieran muerto el primer día del conflicto para no haber tenido que sufrir tanto. La gente no quiere vivir así
“Nos obligaron a salir el 13 de octubre, cuando el portavoz del ejército israelí ordenó abandonar de inmediato el norte de Gaza en dirección a Saba. Después fuimos a la zona de Dir Al Balah. Allí nos quedamos cuatro días, refugiados en un garaje. Después bombardearon la zona, murieron 32 personas y hubo cientos de heridos. Con otros supervivientes volvimos a Saba. Allí estuvimos treinta días pero, debido a los bombardeos continuos, a los que sobrevivimos, fuimos a Rafah. Ningún lugar es seguro”, recalca Ismael (nombre ficticio por miedo a represalias).
Ismael relata que vivían en la zona de Tal El Hawa, cerca del hospital Quds. “Cuando íbamos de camino hacia Rafah estábamos controlados por el ejército. Pasaban a todo el mundo por el control”, concreta en referencia a los corredores por donde todos han sido obligados a circular y donde el ejército israelí, según aseguran los palestinos, utiliza sus sistemas de reconocimiento facial para “fichar” a todo el que pasa por allí. “Los que son reconocidos como periodistas o médicos son detenidos. También muchos jóvenes”, explica. “El camino estaba lleno de cadáveres y coches con personas carbonizadas dentro” fruto de los ataques directos con misiles, asegura aterrorizado.
“Apenas podemos sobrevivir para comprar el pan”
Este hombre, “relaciones públicas de una organización”, se encuentra en estos momentos atrapado en Rafah con su madre, su mujer y sus cuatro hijos, dos niños y dos niñas, y su situación es extrema. “Apenas podemos sobrevivir para comprar el pan. Tengo que ir de madrugada para hacer una cola de ocho horas o para conseguir algo de agua contaminada. Llevamos cinco meses sin luz en toda Gaza y estamos pasando muchísimo frío, aunque la gente de Rafah ha repartido mantas de las suyas para los que venimos del norte; también la UNRW”, la agencia de las Naciones Unidas a la que USA y varios países han retirado su apoyo.
“Pero cuando llueve, dentro de la tienda se moja todo. Lo estamos pasando muy, muy mal”, lamenta. El hombre, de mediana edad, y su madre padecen enfermedades crónicas pero no pueden seguir tomando sus medicaciones. “Todos estamos sufriendo el máximo peligro, bombardeos, hambre y frío. Enfermedades infecciosas como meningitis, ictericia, impétigo, varicela, hepatitis y otras dolencias respiratorias se están extendiendo. Hay mucha falta de higiene, piojos, sarna…”, asegura a elDiario.es.
La población, incomunicada
En lo que se refiere a las comunicaciones, el ejército israelí bombardea constantemente las instalaciones, por lo que la población se encuentra incomunicada por largos periodos, perdiendo la conexión con familiares y amigos dentro y fuera de la franja. “De siete de la mañana a las once de la noche no se puede llamar ni hay Internet. Hay gente que vende conexión, pero también hay muy mala cobertura. Muchas veces nos quedamos más de diez o quince días incomunicados”, precisa.
Le preguntamos si quiere salir del país y nos asegura que sí, pero no a cualquier lugar. “Si tengo oportunidad de salir a un país que respeta los derechos humanos, como España especialmente, no lo dudo. Para que mis hijos puedan tener una vida digna como los niños de su edad en todo el mundo”, desea. La familia no sabe qué hay de su casa. “No se puede volver. Llevo cuatro meses y medio fuera, pero el ejército está con los cañones apuntando por todos lados”, expresa.
“No voy a aceptar otro país que no sea Palestina”
Lo que sí tiene claro es que la deportación al Sinaí, tal y como los medios internacionales y sobre todo los norteamericanos están asegurando, no es una opción para el pueblo palestino. “Por supuesto que no, no y no, y mil veces no, absolutamente no. Cueste lo que cueste. No lo voy a consentir, aunque me cueste mi vida y la de mis hijos. No me voy a ir de Gaza ni de Rafah. No voy a aceptar otro país que no sea Palestina. Y menos al Sinaí. Rechazamos el desahucio de nuestra tierra, de nuestra raíz. Aceptamos la muerte en nuestra tierra, Palestina. Prefiero morir antes de ir al Sinaí”, asevera.
Por supuesto que no, no y no, y mil veces no, absolutamente no. Cueste lo que cueste. No lo voy a consentir, aunque me cueste mi vida y la de mis hijos. No me voy a ir de Gaza ni de Rafah
Mientras esta situación continúa, Estados Unidos sigue vetando el alto el fuego en Gaza en el Consejo de Seguridad de la ONU. La madrugada del pasado miércoles, Médicos Sin Fronteras denunciaba, según informaba RTVE, que durante la noche las fuerzas israelíes llevaron a cabo una operación en Al Mawasi, Jan Yunis, donde han bombardeado un refugio que acogía a trabajadores de la organización y a sus familias. La Corte Internacional de Justicia (CIJ) de la ONU continúa escuchando argumentos sobre las consecuencias legales de la ocupación israelí de los territorios palestinos, aunque el gobierno de Netanyahu ha asegurado que no va a devolver todos los territorios anexionados por los colonos ilegalmente y ha avisado de que si antes del 10 de marzo (cuando comienza el Ramadán) no se ha producido la liberación de los rehenes secuestrados por Hamás el 7 de octubre, lanzará una ofensiva militar en Rafah.
Los bombardeos siguen, los drones dirigidos siguen, los francotiradores siguen matando a la población palestina, su tanques y buldozers arrasan sus casas. El terror está servido. Los rehenes secuestrados por Hamás el 7 de octubre se encuentran envueltos en la misma situación, sufriendo la extorsión de Hamás y las consecuencias del ataque israelí. La situación en el norte es extrema y se está solicitando con urgencia el lanzamiento aéreo de víveres, ya que los camiones de ayuda humanitaria se encuentran bloqueados en los pasos fronterizos. En los territorios palestinos donde no gobierna Hamás, en Cisjordania, se continúan apropiando tierras, hostigando a los palestinos y, en algunos casos, deteniéndolos, denuncian organizaciones de derechos humanos. El conflicto se extiende a Yemen, Líbano y Siria. Por eso piden actuar. Ya.
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