La costa de Mallorca –unos 841,80 kilómetros, según el Institut d'Estadística de les Illes Balears, IBESTAT– parece no ser suficiente para refrescarse en verano. La isla, que desde hace años sufre de falta de recursos hídricos como el resto del archipiélago balear, ha visto una proliferación de las piscinas en los últimos años: desde 2015 hasta 2021, se han construido un total de 5.271 piscinas, es decir, una media de 880 piscinas cada año –unas 17 piscinas cada semana–, según un estudio llevado a cabo por la entidad ecologista Terraferida.
Las imágenes aéreas del la Infraestructura de Dades Especials de les Illes Balears (ideIB) son claras y permiten comparar cómo cada vez hay más piscinas en los distintos municipios mallorquines. La mayoría están en suelo urbano –3.506–, mientras que el resto están en suelo rústico –1.765–. Jaume Adrover, portavoz de la entidad Terraferida, asegura a elDiario.es que les llamó “mucho” la atención el tema de las piscinas porque “mires donde mires han surgido de manera muy rápida”.
Estos datos –5.271 piscinas nuevas desde 2015– son, sin embargo, de mínimos, ya que el estudio de Terraferida sólo ha tenido en cuenta las piscinas de obra –no las desmontables, que según Adrover se cuentan por centenares, sobre todo fuera de Palma– y no ha podido contabilizar las piscinas cubiertas ni aquellas que aparecen en imágenes de calidad insuficiente o si generan dudas –“No pudimos contabilizar las piscinas donde había obras”, comenta Adrover–.
En total, la isla tiene actualmente 48.968 piscinas –las 5.271 de nueva construcción que denuncia Terraferida y las 43.697 que ya existían antes de 2015–. La isla mayor es la que más piscinas concentraba hasta 2015: Mallorca tenía 43.697 de las 62.500 que había en total en Balears, contabilizadas por investigadores de la Universitat de les Illes Balears (UIB) y la Universidad de Salzburgo entre 2006 y 2015. “Actualmente se están construyendo piscinas a 25 metros del agua porque revaloriza la vivienda”, se queja el ecologista.
Consumo de agua y de territorio
El problema de las piscinas es doble: el consumo de agua y de territorio. Según el estudio de Terraferida, un tercio del total de las piscinas documentadas desde 2015 se sitúan fuera de los núcleos de población, lo que implica la construcción de mucha superficie a su alrededor (césped, edificios anejos, solárium, etc.) en una isla, cuya característica principal es probablemente el territorio limitado. En relación al consumo de agua, el estudio de la UIB y la Universidad de Salzburgo estableció que la construcción de piscinas hasta 2015 representaba cerca del 5% del consumo urbano –fue cuantificado en casi 5 millones de litros por año–. “Esta agua se evapora y se pierde para siempre, no se puede recuperar de ninguna manera”, dice Adrover.
Por municipios, Palma lidera el ranking –448 piscinas en los últimos seis años–, seguida de Santanyí –400–, Manacor –388–, Marratxí –366–, Llucmajor –318–, Calvià –314–, Campos –284– y Artà –151. Sin embargo, teniendo en cuenta el número de habitantes y el número de construcción de nuevas piscinas, Santanyí es el municipio que encabeza el ranking en cuanto a densidad, seguido de Campos, Sineu y Artà; municipios que “ya tienen graves problemas de agua” debido a “pozos salinizados, contaminados por nitratos, sobreexplotados o dependientes de las desaladoras, lo que supone un consumo energético muy elevado”.
Restricciones de agua
Este informe de Terraferida ha sido publicado en una época en que algunos ayuntamientos de la isla han ordenado medidas restrictivas ante la falta de lluvias y de agua potable, entre las que se incluyen la prohibición de llenar las piscinas o regar jardines, si bien “ninguna administración contempla restricciones en la construcción masiva de piscinas”, según los ecologistas. Para ellos, la solución pasa por una moratoria absoluta en la construcción de piscinas en Mallorca, salvo para las piscinas públicas en pueblos de interior –por su lejanía del mar–. Y, para las piscinas actuales, proponen instalar sistemas para taparlas –“Con el aumento de las temperaturas aumenta la evaporación del agua de las piscinas”, explica Adrover–.
Este mismo lunes, el Ajuntament de Manacor ha anunciado que, ante la prealerta por sequía, reducirá el riego de las zonas ajardinadas y de los lavapiés de las playas. Por su parte, el Govern ha aprobado este lunes, con carácter inicial, la revisión del Plan Hidrológico de la Demarcación Hidrológica, correspondiente al tercer ciclo (2022–2027), en el cual se establece que los futuros crecimientos urbanísticos están condicionados a la existencia de suficientes recursos hídricos. Es decir, que todos los municipios que quieran crecer deberán garantizar que pueden abastecer de agua a la población.
“La ley hasta ahora ha sido muy permisiva y se ha fomentado la construcción masiva de piscinas. Hace muchos años que en Mallorca se habla de limitar la construcción o el turismo, pero no se hace. Se está construyendo fuera de Palma más que nunca en la historia. Nos llevan al 'salvase quien pueda: quien pueda encontrar agua que la encuentre, quien pueda encontrar piso que lo encuentre. Esto parece un selva”, lamenta Adrover.
El impacto del turismo
El consumo de agua en el archipiélago está ligado también a la llegada masiva de turistas durante la época estival –según el IBESTAT, la población flotante en las islas llega a duplicar el número de la población residente–. Los datos de la Agencia Estatal de Meteorología indican que julio ha sido un mes seco en Balears, con una media de 0,3 litros por metro cuadrado, ante los 6,3 de media histórica. Las reservas hídricas de Balears se han situado en el 49% el mes de julio, cuatro puntos porcentuales menos que el mes anterior y con una situación igual a la del año pasado, mientras cuatro Unidades de Demanda se sitúan en escenario de prealerta de sequía.
La UIB publicó recientemente un estudio que determina que un 24,2% del total del agua utilizada en las islas durante los meses de temporada alta corresponden directamente a no residentes. En diálogo con elDiario.es, el profesor Celso García señaló que “es el turismo low cost el que genera masificación –y demanda de recursos– pero no deja ingresos. Hay que pensar en alternativas a este tipo de turismo que conduce a la saturación de las islas. Lo que señala nuestro estudio es que hay algunos municipios concretos donde el impacto de este turismo es mayor y donde hay que repensar el modelo”.
Alicia Morales, secretaria general de la Alianza por el Agua de Eivissa y Formentera, comentó a este periódico que el consumo máximo de agua por habitante en las Balears se sitúa, en estos momentos, en 303 litros por persona al día y que, aunque se reduzca a 250, “es muy alto”, ya que en otros lugares el consumo no supera los 180 litros por persona al día. Neus Prats, vicepresidenta de la entidad ecologista GEN–GOB Eivissa, se mostró muy escéptica en cuanto al cumplimiento del tope máximo establecido y pone como ejemplo una realidad que asegura que estaría ocurriendo en determinadas villas de lujo del municipio de Sant Josep, donde en algunos jardines se gastan ocho camiones diarios de agua.
Miquel Camps, ecologista, explicó que existe asimismo un gasto innecesario de agua potable en las urbanizaciones de la costa y los chalets con jardín en Menorca. “Los miles de metros cuadrados de jardines tropicales que hay en las casas de la costa consumen hasta seis veces más agua que una vivienda del núcleo urbano. Es un gasto innecesario en medio de la escasez. No podemos usar agua de acuífero para regar jardines”. “No hay que perder de vista la perspectiva del cambio climático, ya que la mayor irradiación solar fruto del deterioro de la capa de ozono genera y generará en los próximos años una mayor evaporación del agua”, añadió.