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Las organizaciones marinas lamentan la baja protección del mar balear: “Son zonas abiertas a actividades destructivas”

Un cabracho (Scorpaena scrofa), captado en aguas del islote de sa Dragonera, frente a la costa mallorquina.

Ángela Torres Riera

Eivissa —
23 de abril de 2025 09:40 h

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La sobrepesca, la contaminación y los efectos del cambio climático son la némesis de las especies del mar balear, que suspende, “estrepitosamente”, en protección estricta, según las organizaciones marinas. Menos del 2% de las aguas interiores, competencia del Govern balear, cuentan a día de hoy con la categoría de protección elevada. 

La cifra es baja, sí, pero desciende aún más si, además de las aguas interiores -las que dependen del Govern-, también se tienen en cuenta las exteriores, competencia del Estado. Entonces, el porcentaje de este tipo de protección descendería hasta un mísero 0,07%. Es decir, sólo 53 kilómetros cuadrados de los más de 72.000 que componen el mar de nuestras islas están protegidos estrictamente, según datos de la Fundación Marilles. Entre ellos están la reserva de es Freus, entre Eivissa y Formentera; la reserva de sa Dragonera, en Mallorca, o el norte de Menorca.

La perspectiva es importante: el porcentaje puede ser optimista o pesimista. Si nos fijamos en otras comunidades, como la Comunitat Valenciana o Catalunya, con un 1% y un 0,01% de protección, respectivamente, no estamos tan mal. “Desde Europa nos dan la enhorabuena -a la comunidad autónoma- por nuestro trabajo en el mar”, señala Iván Pérez, patrón mayor de la Cofradía de Pescadores de Formentera y vicepresidente de la Federación Nacional de Pesca. 

El fondo marino de la reserva natural de es Freus, situada entre Eivissa y Formentera.

Por su parte, las organizaciones marinas tienen la percepción de que las Baleares son el mejor alumno de una clase en la que todo el mundo suspende. La protección estricta incluye, a nivel nacional, tres tipos de espacios: los parques nacionales marítimo-terrestres, las reservas naturales y las reservas marinas de interés pesquero. Se persigue ahora, para el bien de los océanos, el compromiso del 30x30, firmado por algunos gobiernos europeos: el reto es que de cara al 2030 el 30% de las aguas estén protegidas. Una fecha que parece el futuro, pero en realidad está a la vuelta de la esquina. ¿Se está avanzando en su cumplimiento? 

Marilles publicó un informe que evalúa el progreso hacia el 30x30. El documento arroja que, tras el ambicioso objetivo, se esconde una “alarmante realidad”: solo un 2,8 % del océano está “bien protegido”. A la hora de la verdad, las aguas marinas tanto del mar Balear -y el Mediterráneo en general- son zonas abiertas a que se desarrollen en ellas todo tipo de “actividades destructivas”.

El reto es que de cara al 2030 el 30% de las aguas estén protegidas. Una fecha que parece el futuro, pero en realidad está a la vuelta de la esquina. Según Marilles, solo un 2,8 % del océano está 'bien protegido'

En el caso del archipiélago, negocios turísticos como el del chárter náutico dañan gravemente la diversidad. En realidad, cualquier huella humana es perjudicial para la diversidad. Fuera de la región, las prácticas van incluso más allá: es el caso del dragado, la extracción de petróleo o gas de fondos marinos o la pesca industrial. 

El mar balear: un concepto abstracto

El ambientólogo de la Fundación Marilles y doctor en Ciencias del Mar, Pablo Rodríguez, hace hincapié en una idea muy clara: la perversión de cualquier rincón marino, por lejos que esté, afecta al rincón más cercano. Forma parte todo del mismo organismo que se retroalimenta para bien y para mal y de ahí la importancia de cuidarlo. 

Rodríguez también ha participado en expediciones científicas en los océanos Atlántico, Pacífico, Índico y Antártico. Ahora, trabaja para que este objetivo 30x30 se cumpla. “Tenemos un gran reto, primero, y es preguntarnos: ¿de qué hablamos cuando hablamos de mar balear?”, dice. Cuando tiene que explicar la situación de los océanos lo hace con dificultad. No por falta de conocimiento o trayectoria profesional, ni mucho menos, sino porque el espectro es demasiado amplio como para abarcarlo todo.

Una pradera de posidonia en es Freus, donde desde hace años se hacen trabajos de conservación de las especies.
Un rorcual avistado en la zona norte de Menorca, donde se ha detectado un área de cría de cachalotes.

El informe que han desarrollado desde la Fundación Marilles ‘Los espacios marinos protegidos del mar balear’ tratan de indagar en este concepto de ‘mar balear’, aún bastante abstracto. Por otra parte, la organización ha denunciado que el Govern esté empecinado en mejorar la gestión de las aguas y haya abandonado otra tarea prioritaria: la de crear más espacios protegidos. 

Quince organizaciones en total, entre ellas, ANSE (Asociación de Naturalistas del Sureste), GOB Menorca, GOB Mallorca, Save the Med y Vell Marí, han firmado el ‘Acuerdo marino entre organizaciones ambientales para la protección efectiva de un 30 % del Mediterráneo español’. Algunos de sus representantes acudirán, entre el próximo 9 y 13 de junio de este año, a la Tercera Conferencia de los Océanos (UNOC 3), en Niza, para valorar cómo afecta cada una de las decisiones a este mar nuestro que queremos proteger aunque sea complejo de definir. 

“Ahora mismo hay dos topics súper grandes en cuánto a océanos: el Tratado Internacional de los Océanos (sin relevancia para el Mediterráneo) y el tema de la protección estricta, del 10x30”, explica el ambientólogo.

Es decir: se reduce la protección del espacio marino de 30 a 20 kilómetros en beneficio de la actividad económica del sector pesquero artesanal y las relacionadas con la observación de peces. Un ejemplo, entre otros, es el de la creación de la nueva Reserva Marina de Ponent, en Mallorca, que sustituye a la Reserva Marina de las islas del Toro y las Malgrats, creada en 2022.

-¿Existe coordinación con otros países y entre las comunidades autónomas para cumplir este objetivo 30x30?

Es un compromiso de la Unión Europea (UE) firmado también por España, que, además, se ha comprometido este año a alcanzar el 25% de esa protección (25x25). El Gobierno se ha posicionado como un líder en protección oceánica, aunque hay dos grandes peros: uno es el plan de gestión de estas zonas -determinar qué se puede hacer y que no en estos espacios- y el otro es la protección estricta: si en las Baleares estamos en un 0,07%, a nivel nacional estamos en un 0,01%.

-¿Y por qué se persigue, justamente, este 30% de protección?

Detrás de lo que parece un simple plan político, hay en realidad un objetivo científico que se estableció en la década pasada. Un conjunto de expertos a nivel mundial definieron que con la protección del 30% del planeta podríamos hacer frente a la crisis de diversidad y climática a la vez: la del mar y la de la tierra. A veces se escucha ruido contra esta propuesta, como si se hubiera decidido en los despachos, cuando en realidad es una propuesta de la comunidad científica.

Un conjunto de expertos a nivel mundial definieron que con la protección del 30% del planeta podríamos hacer frente a la crisis de diversidad y climática a la vez: la del mar y la de la tierra

-¿Cuál es el motivo de que no se hayan declarado más zonas estrictamente protegidas?

Porque esto significa que no se permite ninguna actividad humana que tenga un impacto negativo para la biodiversidad, lo que lleva al conflicto social con algunos sectores que se oponen. Por otro lado, nosotros tenemos detectadas varias áreas que se podrían declarar como protegidas sin causar ningún problema a ninguno de estos sectores. 

Un submarinista observa un banco de barracudas en la reserva del Toro, en Mallorca.

Reducción de las zonas de pesca 

Iván Pérez estuvo presente el pasado diciembre en las reuniones de la Comisión Europea (CE) en las que se negociaron unas medidas que pedía Bruselas: reducir a 27 las jornadas anuales de los arrastreros en el Mediterráneo. Al final consiguieron flexibilizarlas, pero se han tenido que adaptar a las exigencias, lo que se ha traducido en pescado menos fresco para el consumidor de las islas.

“En Formentera los bous - arrastreros- antes trabajaban cada día. Ahora salen menos, pero se sigue pescando la misma cantidad”, detalla el patrón mayor. “La afectación que más podrían tener las medidas es que los salarios en algún momento se vean comprometidos y se vayan por no poderles pagar en condiciones, pero eso de momento no está sucediendo”, añade.

A Pérez le sorprende que las organizaciones marinas critiquen la escasa protección estricta del archipiélago (la más alta de España) y defiende que “mientras la gente coma pescado, siempre se hará daño en algún sitio”. Ya que, lo que deja de comercializar el sector pesquero local se empieza a importar, sobre todo, de países externos a la UE con normativas más laxas, como Mauritania, Marruecos o Argelia.

Por otra parte, señala que están “muy de acuerdo” con el establecimiento de medidas de protección, por las que ellos también trabajan junto con la administración balear y el Ministerio de Transición Ecológica. “Somos los primeros que necesitamos conservar el mar y hacer una buena gestión pesquera”, apunta. Aunque reconoce que aún queda mucho trabajo por hacer.

La náutica: enemiga de las especies

Una de las zonas que se está luchando ahora por proteger estrictamente es un criadero de cachalotes situado al Norte de Menorca y que desde 2019 estudia la entidad de investigación marina Tursiops. Se trata de la única zona de cría de este mamífero conocida en el Mediterráneo occidental.

Las amenazas, sobre todo ligadas al sector turístico, que hay en las Balears, han conducido a que Tursiops haya registrado ahora una petición ante el Ministerio de Sara Aagesen para que se cree un Área Marina Protegida (AMP) donde se encuentra esta guardería marina. Los límites de esta área demandada, de más de 34.000 kilómetros cuadrados, coincidiría con otras zonas de protección, como el Corredor de Migración de Cetáceos limítrofe.

La convivencia de estos animales con el ruido del motor y de las hélices de las embarcaciones es conflictivo y, aunque las praderas de posidonia sufren mucho estas actividades, los cetáceos, como las ballenas y los delfines, son los más dañados. Las consecuencias más notables son la alteración de las rutas migratorias y un aumento en los niveles de estrés de las especies.

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