Picasso, Delacroix y Goya: cómo sería el museo de Marivent que el franquismo usurpó al pueblo para cederlo a los reyes
“Marivent, palacio con aspecto de castillo, con todo el tesoro de arte que encierra entre sus muros, es trasunto fiel del que lo levantó, don Juan de Saridakis, hombre prócer, de señorial aspecto y espíritu sensible a toda inquietud artística e intelectual”. Cuando en Mallorca ningún otro museo público dedicaba su actividad a la difusión de las bellas artes, una morada situada sobre un terreno de 33.905 metros cuadrados y circundada por jardines y extensos pinares se consagraba a la cultura y al pensamiento, en cumplimiento de los deseos del mecenas y pintor egipcio de origen griego Ioannes Saridakis. En 1965, su viuda cedió la finca, el edificio y la colección de arte a la entonces Diputación Provincial de Baleares bajo la condición -dispuesta en el testamento de su marido- de que se transformara en un museo y una escuela de arte para disfrute de toda la ciudadanía.
El catálogo del ingente fondo del Museo Saridakis, al que ha tenido acceso elDiario.es, estaba compuesto por 1.300 obras de arte entre pinturas, esculturas, grabados y cerámicas. Es el legado de intensas décadas de coleccionismo por parte de quien desde los años veinte había sido propietario del palacio, quien lo quiso regalar a los mallorquines. Custodiado entre legajos y viejos volúmenes, el documento recorre parte de las estancias del palacio en el momento en que éste se encontraba abierto al público y da una idea de lo que, en la actualidad, podría haber sido.
Porque en 1972 todo se detuvo, se borró cualquier vestigio que pudiera quedar del museo y, a partir de ese momento, el devenir histórico de Marivent nada tendría que ver con los objetivos para los que había sido donado.
Contraviniendo lo estipulado por el mecenas, el patronato de la Fundación Museo de Arte Saridakis, creada por la franquista Diputación Provincial para dar cabida legal al traspaso de los bienes legados por su propietario original, acordaba ese día ceder la finca a los entonces “Príncipes de España”, Juan Carlos de Borbón y Sofía de Grecia, para que pudieran veranear en ella. Con el paso del tiempo, lejos de satisfacer las últimas voluntades del artista, Marivent acabaría convirtiéndose en la residencia privada de la Familia Real durante sus estancias en Mallorca, como lo continúa siendo en la actualidad a pesar de que en la isla ya cuentan -y contaban entonces- con una residencia oficial, el Palacio de la Almudaina, y de que numerosas voces claman, año tras año, por la devolución de su uso original para el pueblo mallorquín.
Una historia que habría sido diferente
La historia habría sido diferente si la dictadura no hubiera decidido ignorar lo establecido por el filántropo egipcio. Con toda seguridad, el palacio habría marcado un antes y un después en la historia cultural de Mallorca y se hallaría entre la cincuentena de museos y colecciones con los que cuenta Balears, aflorados, en buena parte, durante la última década del siglo XX al abrigo de la burbuja museística y la bonanza económica de esos años.
En Marivent, subraya el documento, Saridakis dio cabida a todo “cuanto eleva la condición humana”, plasmado en valiosas obras de arte que se erigieron en “la mejor evocación de aquel hombre selecto entre los selectos que vino, años ha, a Mallorca”. “El paisaje de la isla, su luz y su color, le cautivaron. Y aquí levantó este Palacio-Museo que hoy es de la Provincia”, añade el documento.
La infraestructura se promocionaba como acreedora de una pausada visita no solo por las obras de arte que encerraban sus paredes, y de las que en la actualidad poco más se sabe. Porque, más allá del catálogo, los al menos dos inventarios oficiales que se han hecho del contenido del Palacio de Marivent permanecen ocultos en algún archivo público o privado, o quizás entre los documentos del proceso judicial que los herederos de Saridakis impulsaron, ya en democracia, contra el Govern balear y la Fundación Museo de Arte Saridakis.
El catálogo hace especial mención a la disposición en que la piezas se hallaban dispuestas. Y es que quien se adentrara en el museo podía apreciar cuanto albergaba el palacio con arreglo a como lo había colocado en vida Saridakis.
Más de un centenar de muebles, espejos, cornucopias, lámparas, arcones, credencias y alfombras se mostraban a los ojos de quienes atravesaran sus puertas. Entre los preciados objetos, una sillería mallorquina “de la mejor época” -como señala el catálogo-, un espejo veneciano, una lámpara de Murano, un antiguo bargueño y numerosos elementos decorativos bañaban las estancias del esplendor del que el artista se rodeó mientras residió en Marivent.
Biblioteca con unos 2.000 volúmenes
Tras acceder al interior del edificio -si el museo permaneciera abierto en la actualidad, y, además, en las mismas condiciones que en sus primeros años-, el visitante se encontraría a mano izquierda con la biblioteca, “amplia, severa, con ricas y labradas estanterías” en las que reposarían unos dos mil volúmenes de inabarcables materias, principalmente arte e historia, dado que “nada que afectase al espíritu o al intelecto le fue indiferente” a Saridakis. “Griego por naturaleza y temperamento, revivía en él el espíritu de la Grecia clásica en el que la cultura se manifestaba en el conocimiento universal”, ponían de manifiesto entonces desde el museo gestionado por la Diputación Provincial. La biblioteca contaba, además, con raros ejemplares y una colección de cartas, documentos de distinta índole y autógrafos.
Continuando por los pasillos del palacio, el visitante accedería a la pinacoteca, integrada por obras antiguas y modernas, entre las que destacaban, además de 28 'Saridakis', 'Las tentaciones de San Antonio', de Guillermo Mesquida; 'Infante', de la escuela de Pantoja; 'El general Palafox', de Francisco de Goya; 'Cabeza de caballo', de Delacroix; 'Muchacha en la playa', de Joaquín Sorolla; 'Gitana', de Zuloaga; 'Niño', de Picasso'; 'Es Pontàs', de Bernareggi; 'Paisaje', de Antonio Ribas; 'Maja', de Benedito; 'Niño', de Pinazo; 'Jardín', de Puigdengolas; 'Flores', de Rebolledo; 'Golfo de Nápoles', de Pradilla; el retrato de Saridakis junto a su primera esposa, Laura Mounier, por parte de Sotomayor; además de retratos del propio Saridakis pincelados por Caprotti, también de Ana Marconi -su segunda mujer- y varios paisajes de Joaquín Mir, Anglada Camarasa, Ribas Prats, Alfredo Lobos y numerosos bodegones y dibujos de Pellicer, Martí Alsina, Vila Arrufat, Gimeno, Muntané, Foger, Gaubec y Ceferino Olivé.
La cerámica, la parte más relevante del museo
La cerámica, sin embargo, constituía la parte más relevante del museo, con cerca de mil piezas de gran valor. Como apunta el catálogo, destacaba la “magnífica” colección de mancerinas, “una de las mejores de España”, compuesta por más de trescientos objetos, además de una “rica colección de platos”, con más de doscientos. Entre las piezas de cerámica, lebrillos, cuencos, escudillas, tarros, jarrones, orzas, salvaderas, bacías, fruteros y tinteros. “La mejor cerámica extranjera está representada en esta colección, figurando muestras de las cerámicas de Manises, Alcora, Ribes Albes, Catalana, Teruel, Savona, Urbino, Faenza, Talavera, Paterna, Puente del Arzobispo, Castellana, Oriental, Inglesa, Francesa, Delft, Mallorquina, Sevillana, etc.”, especificaba el folleto de la galería.
Respecto a la escultura, la presidían varios bustos en bronce y mármol de Saridakis y Mounier. También 'Niño', de Juan Clard; 'Torso femenino', de Dimitriades', y un 'Desnudo' de Gargallo, además de varias tallas y relieves en madera policromada de los siglos XVII y XVIII y otras en alabastro, un Cristo de marfil del XVIII y una virgen en mármol del XVI.
En cuanto a grabado, figuran en el catálogo varias obras del propio Saridakis que recogen paisajes y costumbres españolas, entre ellas 'El Cristo de los faroles' de Córdoba y los 'Xeremiers' de Mallorca, así como grabados de Brangwyn, Goya, Durero y varios aguafuertes de Chabires y Lahoz. Y se citan, asimismo, varias muestras de cerámica talayótica, griega, romana y árabe, como también objetos de adorno peruanos y chilenos y unos braseros de cobre, “probablemente del siglo XVIII”, un plafón cerámico de Zuloaga, una extensa colección de cristal pintado, obra de J. Gol, Saridakis y Ana Marconi, “verdaderas muestras de esta especialidad”.
Entrada a 15 pesetas
Para acceder al museo, las conclusiones de los informes técnicos encargados en el proceso de socialización del Palacio arrojan un precio de 15 pesetas por persona, pago del que quedaban exentos los menores de diez años. También se regulaba que las visitas por parte de los colegios serían gratuitas y requerirían la previa autorización del presidente de la Diputación. Respecto al aparcamiento, se permitía la entrada de coches hasta Marivent con un coste de diez pesetas que se haría efectivo en la taquilla instalada junto a la puerta principal de la finca, que asomaba a la calle. “Se considera ponderada y justa la cuantía de dichas tarifas si se compara con las que rigen en otras Empresas existentes en esta Provincia”, abundaban los documentos consultados por este medio.
Los estatutos finales de la Fundación Museo Saridakis calculaban en 400.000 pesetas anuales el “sostenimiento del personal”, compuesto por el director del museo, los guías, administrativos, las “mujeres” de limpieza, el sereno, la taquillera y los encargados del jardín; 200.000 pesetas al año en gastos de conservación, ornato y policía del edificio así como en arreglos por el deterioro de las instalaciones; otras 200.000 en las reformas necesarias por un periodo de 25 años y 50.000 para imprevistos.
La cesión a los “Príncipes de España”
El museo de Saridakis permaneció abierto a la ciudadanía hasta 1972, cuando, el 28 de julio, los miembros del Patronato de la Fundación Museo de Arte Saridakis fueron llamados a una reunión. El primer punto de la orden del día ya revelaba parte de las intenciones de la Diputación Provincial: 'Destino Residencia Príncipes de España'. A la cita están llamados el gobernador civil, el presidente de la Diputación y, entre otros, el heredero de Saridakis, José Carlos Herrmann Marconi, con asiento permanente en el Patronato como antes lo había tenido su madre. En la documentación relativa al encuentro consta cómo el representante de Herrmann manifiesta que por su parte “no hay inconveniente en que el Palacio de Marivent se destine a residencia del Príncipe de España, antes al contrario, tal destino es muy de su agrado”.
Sin embargo, proseguía: “Ahora bien, estaba también en el pensamiento de la fundadora anteriormente de su esposo, que la Casa-Palacio fuera precisamente una residencia-museo, con el carácter que la misma tuvo en vida de aquellos, debiendo conservar el doble carácter indicado, abierto al público en ausencia de los Príncipes de España”. El museo, sin embargo, nunca más volvió a abrir sus puertas y el hermetismo se ciñó sobre el palacio. Entremedias, un litigio judicial y un acuerdo: los herederos de Saridakis recuperaron los centenares de obras de arte. Pero el palacio, no. A Marivent renunciaron durante el proceso judicial, y por escrito, según consta en la documentación consultada por elDiario.es. El Govern renunció a la colección y le asignó un valor de 40 millones de pesetas, unos 240.000 euros.
A lo largo de los últimos años, varias de aquellas obras han aparecido en distintos anuncios de subastas, como publican varias casas dedicadas a las pujas. Entre ellas, puede comprobarse cómo salieron a subasta, por un precio estimado de 350 euros -aunque la puja más alta fue de 76-, tres soportes en hierro forjado de las primeras décadas del siglo XX, dos de los cuales, señalaba un folleto de Balclis fechado en diciembre de 2022 y al que ha tenido acceso elDiario.es, conservaban las cazoletas en latón. “Procedencia: Palacio de Marivent de Palma de Mallorca, heredados por el hijo del constructor y primer propietario”, añadía el anuncio. Por su parte, el diario 'Heraldo' de Aragón informaba en 2010 de la subasta, por 53.000 euros, del retrato de Palafox que Saridakis exhibió durante años en Marivent.
El museo permaneció abierto a la ciudadanía hasta 1972, pero tras ser cedido Marivent a los reyes, nunca más volvió a abrir sus puertas. Entremedias, un litigio judicial y un acuerdo: los herederos de Saridakis recuperaron los centenares de obras de arte
Más de ochenta pinturas de propiedad pública para disfrute de la Familia Real
Ahora, las obras que recubren las paredes nada tienen que ver con el patrimonio que el filántropo quiso regalar a la tierra que lo cautivó. No son Picasso, ni Delacroix ni Sorolla, pero sí Joan Miró, Antonio Ribas, Jeanne Moallic, Tito Cittadini, Blas de Ledesma o Bartolomé Seguí. De todas las pinturas que en la actualidad cuelgan en el interior de Marivent, más de ochenta son propiedad del Govern, como consta en el Inventario General de Bienes y Derechos de la Administración de la Comunidad Autónoma de les Illes Balears (CAIB), consultado por elDiario.es.
Junto a los cuadros, el Ejecutivo autonómico también posee la propiedad de buena parte del mobiliario del edificio, como varias camas mallorquinas de los siglos XVIII y XIX, un arcón gótico mallorquín, un banco neoclásico, un escritorio barroco e innumerables espejos y cómodas. Elementos de gran valor a los que ciudadanía, sin embargo, no tiene acceso.
Los jardines con las esculturas de Miró, abiertos al público
Por el contrario, los jardines de Marivent, que ocupan una superficie total de 9.155 metros cuadrados, sí se encuentran abiertos al público tras el acuerdo alcanzado en mayo de 2017 entre el Govern y la Casa Real para conjugar el proyecto de apertura de la zona exterior del complejo con el uso del palacio como residencia de la familia real. En ellos se exhiben doce esculturas en bronce que Joan Miró realizó entre los años 1969 y 1981 y que la familia del pintor cedió para dar un valor añadido a las visitas. Una iniciativa que pretende, además, poner de manifiesto el vínculo de la obra del artista catalán con el barrio de Cala Major, que él mismo escogió para vivir y trabajar.
El espacio, además, cumple las características de un jardín mediterráneo con un total de 40 especies vegetales distintas, la mayoría autóctonas, y a través del cual los visitantes pueden realizar diferentes recorridos a pie por caminos habilitados y contemplar la exposición permanente de Miró.
El interior del palacio, mientras tanto, luce con el estilo que, como informó en su día Vanity Fair, le dio en los años setenta la la reina Sofía. Enmoquetó varios salones, pintó puertas de blanco y en el hall colocó, además, una mesa de pimpón. Elementos que, al igual que sucede con las obras de arte propiedad del Govern, tampoco pueden contemplarse públicamente. El hermetismo continúa dominando el palacio de Marivent.
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