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“¿Quién puede pagar 1.200 euros por el alquiler de un piso cuando el sueldo no llega ni a 1.000?”, se pregunta Jesús. La falta de una vivienda asequible en Balears le ha llevado, como a decenas de familias, entre las que se cuentan niños y personas mayores, a instalarse en una caravana en los alrededores del polideportivo de Son Hugo, ubicado en el barrio palmesano de sa Indioteria. Es una zona apartada, de fácil acceso y próxima al polígono de Son Castelló, donde trabajan algunos de sus 'residentes'. Porque muchos de quienes duermen en estos vehículos son trabajadores, pero los elevados precios del mercado inmobiliario, atravesado desde hace años por la especulación, la voracidad de los fondos de inversión y la oferta turística ilegal, les impiden acceder a un hogar digno para vivir.
Habitar sobre el hormigón no es un fenómeno nuevo, pero se ha convertido en una alternativa habitacional cada vez más extendida en el archipiélago, donde alquilar una habitación puede llegar a costar más de 700 euros. Según un reciente estudio del portal inmobiliario Idealista, hasta 91 personas compiten en la actualidad por cada habitación que se anuncia en la capital balear. La imposibilidad para arrendar una vivienda ha disparado la demanda de este tipo de espacios, cuya oferta ha incrementado un 29% durante el último año. De acuerdo a los datos de Idealista difundidos este mismo martes, alquilar un estudio en Palma es hoy hasta un 90% más caro que una habitación en un piso compartido.
En Son Hugo, la lluvia arrecia -otoño ha dado comienzo con alerta naranja en Mallorca- y las familias se guarecen dentro de las furgonetas. Otros charlan mientras preparan la comida intentando no molestar a sus vecinos. “La administración se preocupa más por los turistas y los turoperadores. Por eso suben los precios. Están desorbitados y nos es imposible asumirlos, y eso que la mayor parte de la gente que vive aquí trabaja. Incluso hay chóferes de autocares que llevan a los turistas de un lado a otro”, comenta Jesús. Tiene 76 años y se jubiló hace diez. Lleva varios meses viviendo en su caravana, un vehículo que ya estaba para el desguace y que, poco a poco, repara con esmero. Jesús atiende a elDiario.es mientras realiza pequeños arreglos en su actual 'casa'. “Hace más de un año que tengo solicitada una vivienda de protección oficial. La trabajadora social me ha hecho un informe muy favorable. Pero aquí sigo esperando”, explica.
“Es vergonzoso cotizar y llegar a este nivel”
Caminando entre las furgonetas se aprecia la ropa tendida, las cortinas echadas, el llanto de algún niño y un can correteando alrededor de uno de los turismos, cuya ocupante, sin embargo, prefiere no hablar. Muchos guardan silencio. Junto a otra de las caravanas, Mircea [nombre ficticio] juega con su hija. Ella vive con su madre, pero pasa muchas tardes con él en este parking de las afueras de Palma. “Estoy aquí porque no me queda otra alternativa. Pero mi situación no es la peor. Hay gente que ha trabajado y cotizado 15 ó 20 años y llegar a este nivel es vergonzoso”, relata. Él mismo es conductor de autobuses en Mallorca.
“Tengo el carnet de autobús, de tráiler y de todo. Pero no me pasa solo a mí. Aquí hay un montón de personas mayores y niños. Y, bueno, nosotros somos privilegiados porque tenemos una caravana grande”, comenta Mircea, originario de Rumanía. La comparte junto a otro compañero que también está presente en el momento en que se lleva a cabo esta entrevista. Prosigue: “El problema es que hay gente que tiene coches pequeños y eso es más duro todavía”. No en vano, junto a las furgonetas conviven pequeños automóviles, muchos de los cuales se dirían de los años noventa. “Pero es que es imposible encontrar algo con alquileres que son más caros que un sueldo. Tampoco nos han ofrecido nada. Y, por otro lado, no te ponen facilidades cuando para entrar en un piso te piden de golpe 7.000 euros”, recrimina.
Aquí hay un montón de personas mayores y niños. Nosotros somos privilegiados porque tenemos una caravana grande. El problema es que hay gente que tiene coches pequeños y eso es más duro todavía. No te ponen facilidades cuando para entrar en un piso te piden de golpe 7.000 euros
En medio de esta situación, Mircea implora que, “por lo menos, se instale luz y un grifo de agua” en la zona para poder acceder a estos recursos básicos. “¿Es normal que estemos como animales?”, se pregunta. Explica que lleva apenas unos meses en la zona porque se acaba de separar. Con todo, admite que la suya es una historia diferente: “Con suerte saldré de esto, porque tengo un buen trabajo, pero hay gente que lo tendrá imposible en la vida. Ellos, sus hijos, y los hijos de sus hijos”, lamenta con resignación ante la cada vez más grave situación de la vivienda. Instantes después, vuelve a jugar con su hija.
Un vistazo al portal de Idealista permite comprobar cómo se encuentra la situación inmobiliaria en la capital balear. Los inmuebles más baratos son pequeños estudios ubicados en barrios periféricos y ofertados por 700 euros: un bajo interior de 38 metros y un tercero de 35. El último anuncio dado de alta antes de la publicación de este reportaje es el de un ático de 100 metros cuadrados con garaje: el precio, 1.950 euros al mes y por temporada.
“Te piden seis meses para entrar en un piso”
En otra caravana, Víctor, de origen peruano, no pide más que “agua, un desagüe y una línea telefónica, como en otros lugares”. “Porque al final esto es un gran gasto”, comenta. Mecánico naval, Víctor lamenta que, pese a su titulación, “igual no hay donde dormir”. “Ni un espacio, ni una casa. Es imposible. Te piden casi seis meses para poder entrar de alquiler. Es una locura y un abuso”, añade. Asegura que lleva cinco años viviendo en Mallorca, pero esta es la primera vez que no ha podido encontrar un sitio para vivir: “Y ahora he terminado aquí”.
Un caso singular es el de David, procedente de Colombia: “Si ganas 1.200 euros, pagas 600 de habitación y 300 ó 400 de comida, ¿qué te queda para vivir? No se puede vivir así, nadie puede. Y hemos llegado a esta vida porque no tenemos otra”. Respecto a él, sin embargo, asegura que le gusta “sentir el aire libre”: “Soy un poco hippie. Aunque yo tuviese un piso, lo alquilaría y seguiría viviendo aquí, siempre y cuando me dejen los que mandan”.
Si ganas 1.200 euros, pagas 600 de habitación y 300 ó 400 de comida, ¿qué te queda para vivir? No se puede vivir así, nadie puede. Y hemos llegado a esta vida porque no tenemos otra
El pasado mes de mayo, el colectivo de las autocaravanas se echó a las calles de Palma para reclamar “su derecho a vivir en paz” y que no se prohíba habitarlas teniendo en cuenta la grave coyuntura actual del mercado inmobiliario. Los afectados piden al Ajuntament de Palma “una solución” y que se les ofrezca “pisos a precios asequibles”. Desde el Consistorio señalan que pueden acceder a las ayudas sociales disponibles en la corporación municipal, el Consell de Mallorca o el Govern balear, tras lo cual “se les abre un expediente y se les ayuda en todo aquello que sea posible”, según señaló en su día la portavoz de Cort, Mercedes Celeste, a raíz de la manifestación.
Los autocaravanistas decidieron concentrarse con motivo de la reforma prevista en la ordenanza cívica municipal, que añade nuevos obstáculos a aquellas personas abocadas a vivir en este tipo de turismos. Entre otras medidas, la modificación, impulsada por el PP, exige a los propietarios cambiar de lugar de estacionamiento cada diez días y mantener el motor apagado, no permite instalaciones externas en las autocaravanas e incrementa el importe de las multas.
En declaraciones a este medio, fuentes municipales precisan que la ordenanza cívica está todavía en fase final de elaboración, pues se están incorporando las distintas alegaciones que hasta el momento han sido aceptadas. Desde el Ajuntament aseveran, además, que en la actualidad no se cuenta con parkings o espacios habilitados para las caravanas, que, añaden, “tienen que cumplir la normativa que rige para el resto vehículos”.
En medio de esta situación, David, quien trabaja seis meses intensivos al año en el sector del turismo, apela a su forma de vida en su caravana: “Aquí nadie se mete con nadie. Cada uno va a su bola y a veces es mejor esto que vivir en según qué sitios y te estén molestando todo el día. Yo tengo mi trabajo y estoy seis meses al año. Pero me viene bien. No necesito más. Porque me he llegado a hacer una pregunta: '¿Vivo para trabajar o trabajo para vivir?' Cuidado con eso. Yo prefiero trabajar para vivir”.