M. R. B. es enfermera y también es usuaria del área de psiquiatría del mismo hospital donde trabaja. Tiene 24 años y, nada más salir de la facultad, empezó a trabajar como auxiliar en el Hospital Psiquiátrico de Sant Boi, en Barcelona. Ahora se desempeña en Urgencias en el Hospital Mateu Orfila (Menorca), donde, a veces, también permanece internada. La última vez fue entre el 15 y el 20 de enero de este año. Su diagnóstico clínico indica anorexia nerviosa desde la adolescencia, y desde 2021 también un Trastorno Límite de la Personalidad (TLP). “Yo sinceramente creo que un poco de TLP tenemos todos”, comenta en diálogo con este medio, y sonríe con timidez. El aumento de los cuadros clínicos y de padecimientos mentales se disparó tras la pandemia y M. R. B., que insiste en que ella no es un número más en esa estadística sino una persona, también forma parte de esa curva ascendente.
Ana Saiz, psicóloga y acompañante terapéutica residente en Menorca, subraya esta idea en diálogo con elDiario.es: “Efectivamente la pandemia ha sido una situación que ha fomentado la aparición y el aumento de síntomas como la ansiedad, el insomnio y el estrés, entre otros. En Menorca, además, al ser una isla, la situación ha podido agravarse al estar limitadas las salidas y entradas por un lado, y por otro porque una de sus principales fuentes de ingresos es el turismo, que al verse mermado puso en una situación económica difícil a muchas familias. Todavía a día de hoy algunas se siguen recuperando”. Y añade: “Aún tendremos secuelas unos cuantos años. Vivir bajo un ambiente de inseguridad de forma constante y durante tanto tiempo es prácticamente imposible que no deje algún tipo de huella emocional o mental”.
Según datos de Naciones Unidas, la pandemia ha incrementado entre un 25% y un 27% la prevalencia de la depresión y la ansiedad a escala mundial. “En el momento más álgido de contagios y muertes, de aislamiento y de pánico colectivo, yo trabajaba en Barcelona. Pasé esos meses junto a todo el personal sanitario del hospital recluidos en un hotel del que sólo salíamos para atender a los infectados. Cuando la pandemia fue remitiendo y los contagios bajaron, apareció otra ola, pero no de COVID, sino de intoxicaciones por drogas -legales e ilegales- y por cuadros psiquiátricos, de ansiedad y depresión”, señala M. R. B. “Fueron semanas en las que ni siquiera pensaba en mí o en mi salud porque no había tiempo”, afirma.
Regreso a la ¿normalidad?
Frente a esta situación, el regreso a la normalidad tras la pandemia se da en un marco de alta tensión para la salud mental y con elevados grados de consumo generalizado de sustancias, pero, ¿qué fue primero, el huevo o la gallina? Manuel Bruzzone, psicólogo y becario doctoral especializado en consumos, afirma a elDiario.es: “Efectivamente hay una relación entre el consumo de sustancias y el desarrollo de psicopatologías, aunque todavía los estudios realizados no arrojan certezas sobre en qué dirección se manifiesta esta relación. Quiero decir, hay investigadores que sostienen que el cuadro clínico aparece como consecuencia del aumento de consumos, y otros que sostienen que en realidad es el aumento de consumos lo que genera el cuadro clínico. Por eso no está clara la dirección. En cualquier caso, la relación entre ambas existe y la pandemia no hizo más que agravarla, ya que aumentó el consumo de todo tipo de sustancias, de alcohol y marihuana principalmente, pero también de otras”.
La pandemia aumentó el consumo de todo tipo de sustancias, de alcohol y marihuana principalmente
Por otro lado, y para mayor alarma, el informe de la OMS anteriormente citado, publicado en marzo de 2022, señala que estamos ante un “impacto severo en la salud mental y el bienestar de las personas en todo el mundo, que genera preocupaciones sobre el aumento del comportamiento suicida”. La nueva normalidad está hecha, entonces, de angustia, depresión, insomnio, ansiedad y luego -también- policonsumos legales e ilegales e intoxicaciones varias. Al final, muchas veces, también hay autolesión y suicidios. Y el rango etario es cada vez menor.
Cristina Ulldemolins, enfermera especializada en salud mental señala que “en muchos casos, las expectativas no cumplidas en la nueva normalidad, las dificultades económicas, la disociación emocional que muchos tuvimos durante la pandemia y que arrastramos durante meses, así como la incertidumbre de los meses posteriores, la ansiedad y los pensamientos intrusivos y recurrentes pueden acabar terminando en depresión, y si esta no se trata llega un momento en que la única salida que encuentran muchas personas es el suicidio”.
M. R. B. subraya esto desde su propia experiencia: “No sabría decirte cómo estaban las estadísticas antes de la pandemia, pero te aseguro que en el último año en el Hospital hemos recibido muchas, pero muchas alertas psiquiátricas para pacientes de entre 14 y 20 años con brotes y lesiones autolíticas”, se lamenta. Según datos del Instituto Balear de Estadística, entre 2019 y 2021 (no hay datos de 2022 todavía), 273 personas se suicidaron en Balears. En Menorca, en el mismo período, 18 personas de entre 14 y 30 años pusieron fin a su vida, la mayoría utilizando medicamentos o a través de autoasfixia o ahorcamiento. Sobre casos de lesiones autolíticas no suicidas no hay registros.
Un problema de salud pública
No quedan dudas de que los cuadros clínicos y psiquiátricos asociados a la pandemia, el eventual aumento de consumos y el aumento de la tasa de suicidios son un problema de salud pública. ¿Qué respuestas puede ofrecer el sistema de salud frente a esta situación? Ana Saiz plantea un horizonte posible: “Sobre todo el sistema de salud debe tomar conciencia de lo relevante que es la salud emocional, lo que es capaz de inhabilitar a un ser humano, el sufrimiento que puede provocar. Es imprescindible destinar recursos para que haya más profesionales a los que se pueda acudir de forma pública, dedicando la atención y el tiempo que se requiere para que realmente pueda acompañarse emocionalmente de forma adecuada a las personas que lo necesitan”.
Sobre todo el sistema de salud debe tomar conciencia de lo relevante que es la salud emocional, lo que es capaz de inhabilitar a un ser humano, el sufrimiento que puede provocar
Desde su experiencia como paciente-usuaria y como enfermera en Menorca, M. R. B. suscribe a la idea de Saiz: “No puede ser que toda la contención que brindemos en la Isla sea una visita psiquiátrica de pocos minutos y eventualmente ajustar medicación. Se necesita un acompañamiento integral, más profesionales, más recursos. La salud mental no es algo menor, es un asunto de salud pública”.