Las siete horas de angustia que el buzo Miquel Perelló estuvo esperando en una cámara de aire a sus rescatadores
Durante siete horas y sin apenas visibilidad, el espeleobuceador Miquel Perelló permaneció atrapado este domingo en una de las burbujas de aire de la galería subterránea más extensa de Europa. Con 14.620 metros de recorrido, 13.720 de ellos sumergidos, la laberíntica red de cavidades Gleda-Camp des Pou, ubicada en el término municipal de Manacor (Mallorca), se erige en una de las zonas más deseadas para la investigación espeleológica. Perelló, junto a otros dos compañeros, se adentró en la intrincada red de pasadizos y ya no volvió a salir hasta que, tras un complejo y arriesgado operativo de búsqueda, fue localizado con vida pasadas las once de la noche.
Eran las 16.30 horas cuando los cuerpos de emergencias recibían un aviso. Tres buceadores habían accedido a la cueva para realizar exploraciones. Dos habían logrado emerger a la superficie, pero uno de ellos se quedó dentro. Uno de los acompañantes era el veterano buceador Xisco Gràcia, quien, precisamente, hacía cinco años había permanecido más de dos días en una cámara de aire en la cueva Sa Piqueta-Cala Romántica (también en Manacor) hasta que finalmente pudo ser rescatado. Algunos de los efectivos de búsqueda desplegados este domingo ya se habían enfrentado, por tanto, a una experiencia similar.
“Desconocíamos completamente lo que le había pasado [a Miquel Perelló], no teníamos ninguna información. La esperanza que teníamos era que, si había tenido algún problema, se hubiera refugiado en alguna burbuja de aire. Ellos conocen muy bien esa cueva y ese tramo lo tenían perfectamente cartografiado”, comenta, en declaraciones a elDiario.es, el técnico de los Bombers de Mallorca Enric Campins, quien siguió de cerca el rescate.
14 años de investigación y 400 inmersiones
No en vano, en 2010, Gràcia, junto a otros compañeros del Grup Nord de Mallorca, topografió, tras 14 años de trabajo y 400 días de inmersiones espeleológicas, el sistema de cavidades entre la gruta de Sa Gleda y la sima Camp des Pou, realizando nuevas e importantes contribuciones a lo estudiado durante las décadas anteriores. La labor de investigación llevada a cabo por los espeleólogos submarinos ha permitido determinar que, a nivel mundial, esta zona ocupa la decimocuarta posición en cuanto a superficie, por detrás de los grandes sistemas inundados de México.
A partir de ese momento, se activaron todos los servicios de emergencia. Junto al parque de bomberos de Manacor y el de rescate de montaña de Inca, hasta la zona se desplazaron de inmediato efectivos de Protección Civil, la Guardia Civil, la Policía Local de Manacor y Policía Nacional. No había tiempo que perder.
Movilización de especialistas con base en Madrid
Las labores de búsqueda se preveían tan complicadas que el Instituto Armado movilizó a sus especialistas de los Grupos Especiales de Actividades Subacuáticas (GEAS). Pero, dado que no se trataba de cualquier intervención, la Benemérita decidió activar incluso a dos equipos más compuestos por un total de siete agentes especializados en rescates en cuevas subacuáticas, pertenecientes a la Unidad de Actividades Subacuáticas (UAS), con base en Valdemoro (Madrid). El primer equipo llegaría sobre la medianoche a Mallorca a bordo de un avión de la Guardia Civil.
“Lo que se hizo mientras tanto fue empezar a prepararlo todo”, señala Campins, quien explica que el grupo de los Bombers se dedicó a acondicionar el entorno, puesto que el acceso a la cueva era relativamente fácil. “No hubo que hacer espeleología ni efectuar instalaciones, aunque sí colocamos la iluminación dentro de la cueva para que los intervinientes pudieran actuar con la zona perfectamente iluminada”, explica el técnico. Además, los efectivos de bomberos tuvieron que montar en el exterior una gran carpa para acoger a los familiares y tener listo el avituallamiento de los participantes en el rescate: “No sabíamos el tiempo que iba a demorarse la intervención”.
Subraya, además, que en este tipo de rescates las condiciones son “muy exigentes”. “Cualquier accidente tiene difícil solución y en el entorno de una cueva sumergida no cabe ningún imprevisto”, abunda.
En este tipo de rescates las condiciones son muy exigentes. Cualquier accidente tiene difícil solución y en el entorno de una cueva sumergida no cabe ningún imprevisto
Mientras tanto, los GEAS de Mallorca, junto con Xisco Gràcia y varios especialistas de la Federación Balear de Espeleología, estudiaron en profundidad la topografía de la cavidad para diseñar un plan de actuación. Gràcia explicó que, a unos 1.500 metros en el interior de la gruta, donde había perdido la pista del espeleobuceador, había una sala de aire –la sala del Tub, denominada así debido a la presencia de un tubo de perforación de agua sobre el techo de la cavidad– en la que era posible que se hubiera refugiado Perelló ante cualquier eventualidad.
“Sangre fría y paciencia”
“Xisco [Gràcia] nos llamó directamente para contarnos lo que había pasado y entonces activamos la operación de rescate. Nos dijo que había una posibilidad de que Miquel estuviera vivo”, señala, por su parte, el cabo jefe de los GEAS en Mallorca, David García. Relata que lo primero que hicieron fue avisar a quienes ya se encontraban en los exteriores de la cueva para que paralizaran cualquier actuación que hubieran previsto hasta que su grupo llegara a la zona: “En estos casos hay que tener sangre fría y paciencia. De lo contrario, se pueden producir más accidentes”, asevera García a elDiario.es.
En estos casos hay que tener sangre fría y paciencia. De lo contrario, se pueden producir más accidentes
Al llegar al lugar, los GEAS vieron que “había mucha revolución” y “lo más importante a la hora de tomar decisiones es relajarse y hacer las cosas bien”, remarca. Una vez en presencia de Xisco Gràcia, éste le explicó que se encontraban explorando una zona a unos 1.500 metros de distancia que Miquel no conocía. En un paso estrecho, dejó de ver a su compañero, que iba por delante de él, debido al repentino levantamiento de sedimento y a la visibilidad cero en la que se quedaron. “Xisco se quedó esperando para ver si volvía su compañero, pero al ir a zona limpia y ver que no regresaba, vio que el aire que restaba en sus botellas únicamente le daba para volver a la superficie”. Una vez fuera, dio aviso inmediato a la Guardia Civil.
Aún faltaban varias horas para que los equipos de especialistas de Madrid arribaran a Mallorca, por lo que había que tomar una decisión. Finalmente, dispusieron que dos expertos de la Federación Balear de Espeleología realizarían una primera inmersión para llegar hasta la burbuja y cerciorarse de que Miquel se encontraba refugiado ahí. “Solo tenían que llegar allí, comprobar que estuviera y si se encontraba bien. Y si no estaba, tendríamos que volver a planificar otra actuación”. Con un plan sumamente trazado, la inmersión comenzó a las 20:25 horas. Según sus cálculos, la búsqueda de Perelló se prolongaría unas dos horas y media.
Luces que se mueven
Al cabo de dos horas y quince minutos, comenzaron a agitarse luces bajo el agua. Eran las de los dos espeleólogos y las del desaparecido, que regresaba con ellos. “Fue una alegría inmensa”, subraya el jefe de los GEAS. Al encontrarse cara a cara con el buceador, éste le explicó que había perdido visibilidad debido a la gran cantidad de sedimento que hacía imposible la orientación en la cavidad, por lo que, al no conocer la zona, decidió dirigirse a la burbuja y esperar el rescate, pues no estaba seguro de poder salir de la cueva con la cantidad de aire que le quedaba en las botellas. “Estaba muy tranquilo”, recuerda García.
El responsable de los GEAS reflexiona sobre lo ocurrido: “Hubo una gran colaboración por parte de muchos cuerpos, todo salió bien y bastante coordinado. Al final, la conclusión de esto radica en la importancia de tomar decisiones en el momento adecuado, con sangre fría y con tranquilidad”. García, incluso, se resta merecimientos para destacar la labor conjunta de su grupo: “Yo estaba allí como técnico en buceo y sí, llevaba la voz cantante, pero recibía información de todos mis compañeros. Hay gente que sabe mucho más que yo. Entre todos tomamos la decisión sobre quiénes debían entrar en la cueva y resultó ser un acierto”, sentencia.
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