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Son Gotleu, un barrio que lucha contra la estigmatización

Vista tomada en la calle Indalencio Prieto, en Son Gotleu.

Carla Rivero

Mallorca —

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En la plaza de Fra Joan Ancina solo se escuchan los gritos de la chiquillería correteando de un lado a otro, entre los columpios del parque o chapoteando en la piscina de plástico verde, con su mono y su palmera, que está frente al portal de uno de los edificios que la rodean. Es verano y la brisa hace temblar las ramas de la más de veintena de árboles que se colocan en sus parterres cuadriculares, entre papeles y latas, dando sombra a las familias y a los hombres solitarios que se sientan en los bancos. Casi todos los comercios están cerrados y la ropa está tendida en los balcones de los edificios de color desvaído, una escena cotidiana en Son Gotleu, uno de los barrios que se encuentra dentro del 6% más pobre a nivel estatal con la renta media bruta por hogar de 2023, según los datos del Instituto Nacional de Estadística.

Esta misma plaza vivió hace un mes la concentración de alrededor de cincuenta personas que amenazaban con expulsar de la barriada a un grupo de argelinos que aseguraban que estaban delinquiendo en la zona. Días antes, habían atacado a varios de estos jóvenes en la calle Indalecio Prieto, saldándose el enfrentamiento con cuatro heridos y, posteriormente, con varios de los agresores detenidos por la Policía Nacional. La noticia saltó en todos los medios locales y despertó varias reacciones entre los dirigentes políticos, aunque, tras la tormenta, reina la calma, y los testimonios son varios. 

Un vendedor advierte que prefiere atender su negocio y olvidar lo que ocurre fuera, mientras que otro hombre de mediana edad que compra la lotería dice determinante: “Yo vivo aquí, qué más puedo decir”. En la conversación habla sobre la tranquilidad que le ofrecen sus calles, de cómo hay que saber moverse y, añade, “y desde hace unas semanas todo esto está mejor”. Se refiere a los chicos que fueron violentados y, en referencia a otros grupos étnicos, comenta: “Hacen sus trapicheos, están en el bar, y nadie les dice nada porque no molestan”. Al final, la lógica interna de la calle se impone y, en referencia a las noticias que salieron sobre que el grupo y su traslado a s’Arenal, añade “que tengan cuidado, que ahí sí que hay mafias”. A unos metros, una joven procedente de Nigeria, que vive desde hace nueve años en Palma, asegura que ha encontrado aquí su lugar y, sobre lo pasado, corta con la siguiente frase: “Yo llego a las ocho de trabajar y lo único que me interesa es mi familia”.  

Gestión intercultural

Remontándonos a los orígenes del barrio, Carlos Vecina, sociólogo, profesor de la Universitat de les Illes Balears (UIB) y experto en gestión sociocomunitaria, explica en la tesis ‘Representaciones sociales, prensa, inmigración y escuela. El caso de Son Gotleu’ la forma en la que el ‘boom’ turístico de la década de los 60 impulsó el desarrollo del ensanche norte de la ciudad, que estaba dedicado a la agricultura. 

Con la construcción de las primeras viviendas, se convirtió en un barrio dormitorio y, paulatinamente, la explosión demográfica dejó entrever las costuras de la planificación urbanística: el asentamiento de personas con dificultades económicas, añadido a la falta de inversión y gestión pública, provocaron un proceso de degradación, tal y como apunta el texto, que finalmente devino en un gueto. 

Con la construcción de las primeras viviendas, Son Gotleu se convirtió en un barrio dormitorio y, paulatinamente, la explosión demográfica dejó entrever las costuras de la planificación urbanística: el asentamiento de personas con dificultades económicas, añadido a la falta de inversión y gestión pública, provocaron un proceso de degradación, que finalmente devino en un gueto

Oriundo del barrio, Vecina habla en la actualidad de un territorio “muy estigmatizado” y, a priori, se pregunta si la repercusión de los sucesos que ocurrieron hace unas semanas hubiera sido la misma de pasar en otro sitio. “Nunca se ha mirado en positivo este territorio en cuanto a las relaciones sociales que existen, cuando hay profesionales que hacen un trabajo maravilloso y tienen una implicación muy fuerte desde el punto de vista del voluntariado y de las comunidades de vecinos”, recalca. 

Nunca se ha mirado en positivo este territorio en cuanto a las relaciones sociales que existen, cuando hay profesionales que hacen un trabajo maravilloso y tienen una implicación muy fuerte desde el punto de vista del voluntariado y de las comunidades de vecinos

Carlos Vecina Sociólogo y profesor de la Universitat de les Illes Balears

Aún así, reconoce que se han desarrollado muchos proyectos, generalmente de índole pública, que “no se han sostenido en el tiempo, llevados por el vaivén de las políticas”. Defiende, ante todo, la convivencia que existe en el barrio y apunta a que, lejos de ser la inmigración, hay dos principales tareas a abordar en la localidad: las dificultades urbanísticas -las condiciones estructurales de las viviendas o las barreras arquitectónicas del entorno- y la incapacidad para responder a las necesidades de una población en situación de vulnerabilidad. 

Ya lo apuntaba el Plan de Acciones Inmediatas para Son Gotleu del año 2011, impulsado por el gobierno municipal de Mateo Isern, que abordaba en varias fases la intervención urgente de los servicios públicos. Entre varios puntos, preveía agilizar la instalación de contadores individuales, mejorar las zonas ajardinadas, reforzar la seguridad policial, crear brigadas de mantenimiento y elaborar un censo de infraviviendas, así como poner en marcha un proyecto piloto para los menores de 0 a 3 años o impulsar las actividades deportivas para fomentar la participación de la juventud. Sin embargo, la gestión se diluyó y las elecciones municipales hicieron que el proyecto cambiara de rumbo.

En este punto, Mauricio Tejada, coordinador de proyectos de la ONG Thakhi Runa, señala que, a pesar de que núcleos como Pere Garau o Son Gotleu sean “barrios sobreatendidos por las instituciones, no hay una política de gestión de la interculturalidad de calidad”. Además, relaciona lo que ha ocurrido en este tiempo con la generación de “una narrativa de señalamiento cultural” por parte de los medios y determinadas corrientes políticas. “No se puede relacionar a la sociedad argelina con una sociedad delictiva, es muy grave y genera una estigmatización cultural”, asevera, aludiendo a que conoce casos en los que ha habido personas de esta nacionalidad que se han sentido atacados o señalados, sin ser responsables de los hechos.  

No se puede relacionar a la sociedad argelina con una sociedad delictiva, es muy grave y genera una estigmatización cultural

Mauricio Tejada Coordinador de proyectos de la ONG Thakhi Runa

Entre las cuestiones que hay que solucionar en el origen, critica que se dé cobertura habitacional a los menores no acompañados sin “una verdadera política de inserción social”. “Estos jóvenes luego salen sin ningún tipo de perspectiva, y ya la calle tiene sus dinámicas, y al final se dirigen a estos barrios donde hay unas condiciones socioeconómicas bastante discretas”, entiende. De esta forma, Son Gotleu encarna lo que llama “el barrio consecuencia”, donde su gente “merece una mejor atención”.  

Turistificación de Palma

Otro de los fenómenos que explican la condición del barrio es la turistificación de Palma, que dibuja una distribución vecinal según el poder adquisitivo de los residentes que ceden, mayormente, su espacio a los visitantes. Con un total de 1.231.487 habitantes en Balears, según las estadísticas del INE, el incremento en 21.581 residentes durante el año 2023 fue en un 85% compuesto por extranjeros, mientras que los récords de visitas se fulminaron al alcanzar los 17,8 millones de turistas. Volviendo al mapa de la renta media bruta por hogar de 2023, apenas separan 2,6 kilómetros a Son Gotleu de la zona de El Call, donde la renta media es de 71.504 euros, situándose entre el 5% más ricos de toda España. 

Así lo ve Irene Salamanca, portavoz de la plataforma ATTAC Mallorca, que recuerda que a partir del ‘boom turístico’ se proyectó al norte de la metrópoli la parte residencial de la clase trabajadora que tenía como ocupación principal el sector servicios. “Ahora mismo, el discurso preponderante es que ya está bien de masificación turística, un problema que afecta a Son Gotleu”, afirma. Recuerda que de niña contemplaba la llegada de peninsulares a la isla, a los que se denominaba ‘foraners’, con quienes, con el tiempo, se entremezclaron miembros de la etnia gitana, subsaharianos, magrebíes y sudamericanos, todos en busca de un futuro mejor. “Siempre ha sido un barrio popular, de clase obrera, e igual que se estigmatiza a determinados grupos, se ha terminado por estigmatizar el barrio”, apunta.  

“En el sistema capitalista neoliberal que tenemos, las clases se agudizan, así que gente que por origen de clase podían permitirse alquilar en Palma centro, ahora se trasladan a Son Gotleu, sobre todo jóvenes, pasando por encima del miedo infundado”, asevera. Sin soluciones mágicas, apunta a que el sistema, diseñado “para aislar a las clases y convertir a la ciudad, la nuestra en concreto, en una para turistas”, permite que todo pase dentro de unos límites, como que, “si hay conflictos, que se mantenga en ‘standby’, si hay droga, que se mantenga controlada”, para que la rueda siga girando.  

Entonces, el trabajo comunitario resulta ser la respuesta. Ese es el sentido que le da Andreu Grimalt, director técnico de la Red Europea de Lucha Contra la Pobreza y la Exclusión Social (EAPN) en Balears, quien explica que la interculturalidad se trabaja a través de los centros escolares, sanitarios, de las comunidades que están día a día trabajando en el barrio, más allá de las “subvenciones puntuales” que se dedican desde lo público, aunque insiste en que esta dinámica social debe tener una adecuada gestión. 

Con el deseo de que los equipos de gobierno en Balears no cedan ante “la ola de ultraderecha”, advierte con preocupación el calado de los discursos de odio y aporofobia entre la población joven y, al mismo tiempo, entre los grupos culturales que también fueron discriminados en el pasado. “Hay que analizar las causas en su contexto”, subraya, indicando que el camino está en “dar oportunidades a la gente, para permitirles soñar en un futuro”, junto a medidas que inviertan en educación, infraestructuras, dotación de espacios verdes o asegurar el derecho al empadronamiento, primera puerta de entrada para tantos recursos como la sanidad, “pero esto no puede ocurrir de un día para otro”, concluye.

Por parte del Ayuntamiento de Palma, se ha trasladado que en la actualidad hay algunos proyectos de intervenciones comunitarias y de mejora de la convivencia, sin embargo, no se ha podido detallar sus nombres o itinerarios. 

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