El turismo y la construcción acentúan la imparable erosión de las playas de Balears
Un 20% de las playas de Mallorca y Formentera están en peligro por retroceso. “Ha habido muchísimos esfuerzos por traer arena del mar, algo muy costoso e inútil”, comenta la experta Natalia Barrientos
Erigidos bajo tierra a partir de 1939 ante el temor de un desembarco de las tropas aliadas durante la Segunda Guerra Mundial, varios búnkeres militares asoman en la emblemática playa de Es Trenc, hoy enclave de referencia del turismo en Mallorca. La presencia en plena playa de estas construcciones defensivas se ha convertido en uno de los principales atractivos del paraje natural de Es Salobrar de Campos, uno de los sistemas litorales con mayor valor ecológico de la isla y de toda la costa mediterránea. Pero una amenaza se cierne sobre estos nidos de ametralladora: cada vez están más expuestos al aire libre (inicialmente se hallaban soterrados por razones de camuflaje) y más próximos al mar, lo que los convierte en el ejemplo que mejor ilustra el imparable proceso erosivo y la pérdida de superficie que sufre buena parte de las playas de Balears.
Construcciones de hoteles y otros edificios en línea de costa, inagotable incremento de usuarios en las playas, empeoramiento de la calidad del agua, extracción de áridos, explotaciones industriales... Las consecuencias de estas actividades y fenómenos son solo algunas de las problemáticas que ensombrecen las costas de Balears y comprometen su futuro. Pese a ocasionar unos importantes efectos tanto ambientales como económicos en el archipiélago, se trata, sin embargo, de una problemática global que afecta a numerosos litorales y cuyas secuelas se muestran con mayor crudeza en las zonas de playa. Las islas del Mediterráneo no son una excepción.
A lo largo de las últimas décadas, Es Trenc, declarado en 1984 Área Natural de Especial Interés a raíz de las intensas movilizaciones llevadas a cabo al grito de 'Salvem Es Trenc' -espoleadas, sobre todo, por la presentación seis años antes de un proyecto de construcción en toda el área- y en la actualidad epicentro del Parque natural marítimo terrestre Es Trenc-Salobrar de Campos, se ha visto sometido a una gran presión turística y recreativa, nunca ajeno a continuos intentos urbanizadores.
El impacto del desarrollo turístico y la actividad humana ha causado un acelerado proceso de degradación al que también han contribuido la apertura de accesos no regulados, la construcción de chiringuitos y de un restaurante en el frente dunar, la explotación de hamacas o la retirada indiscriminada y masiva de bermas de posidonia oceánica, unas extracciones que provocan que la playa vaya erosionándose y el pie de duna acabe destruyéndose, impidiendo así el normal funcionamiento de los ecosistemas litorales. En concreto, Es Trenc ha registrado un retroceso medio de -5,7 metros desde 1956, una retracción que es aún más acusada en las zonas más próximas al aparcamiento y en las más frecuentadas por el paso de los usuarios.
El problema es también especialmente visible en Cala Millor (Mallorca), una de las playas arenosas de mayor longitud de la Serra de Llevant cuyo antiguo sistema dunar lo ocupan hoy un paseo, hoteles y apartamentos. A finales de los años sesenta, Cala Millor aumentó 1,5 veces su área (de 4,4 a 6,9 hectáreas) como consecuencia de una rehabilitación dirigida al turismo y recreo y, desde entonces, la playa comenzó a retroceder para alcanzar el equilibrio sedimentario anterior a la regeneración.
Como explica a elDiario.es la investigadora de Informe Mar Balear, Natalia Barrientos, toda la arena “que les sobraba para hacer la cimentación la ponían en la playa. ¿Qué pasó? Que daba la impresión de que en esa zona había mucha arena, cuando en realidad era arena de la duna que había sido desplazada para la construcción de los hoteles. Con los años, la playa intenta volver a su equilibrio natural, topándose ahora con el muro del paseo. Eso sí que incrementa la erosión, porque tampoco hay una parte de mar que esté apoyando el balance sedimentario de esa playa. Las dunas ya no están y toda esa arena no es nativa de esa playa”.
La situación ha suscitado las quejas de los turistas que se alojan en la zona. “Los clientes esperan ver una playa de arena suave y lo que se encuentran es una playa que empieza a tener rocas. Y no, no gusta. Uno quiere esa playa de arena suave y esto podría tener repercusiones para el turismo”, comenta Barrientos.
Una gestión de las playas pensada en el rédito económico
Sobre ello se muestra severamente crítico el conseller de Medio Ambiente y Territorio del Govern, Miquel Mir, quien subraya que el estado en el que se encuentran playas como la de Cala Millor refleja la falta de preocupación ambiental que durante décadas ha caracterizado la gestión de estos espacios, más enfocada en extraer a corto plazo un rédito económico y turístico de los mismos en una región marcada especialmente por el turismo de sol y playa y una acusada estacionalidad.
“En Balears, los sectores económico y político solo han pensado en la playa para la temporada que viene. La ausencia de una visión ambiental es la causa estructural que nos ha conducido hasta la situación actual y de la que se derivan todas las demás”, recalca Mir, doctorado en Geografía con Mención Europea gracias a su tesis doctoral 'Análisis, caracterización y dinámica de las formas erosivas 'blowout' en los sistemas dunares de Mallorca y Menorca'.
Entre las medidas adoptadas por el Ejecutivo balear para mitigar la degradación y erosión de las playas se encuentra la aprobación, en 2018, del Decreto para la conservación de la Posidonia oceánica en las Illes Balears, que, además de prohibir los fondeos incontrolados sobre las áreas ocupadas por esta especie protegida, regula desde el punto de vista ambiental la retirada de posidonia muerta de las playas. Tal como explica el conseller, antes de apartarla, los municipios deben solicitar un informe a la Conselleria que establezca cuándo y cómo extraerla, una labor que, además, debe llevarse a cabo de forma manual y no -como se ha hecho durante décadas -mediante la utilización de maquinaria pesada.
En el caso específico de Es Trenc, el Govern también ha ordenado en los últimos años la disminución exponencial de los servicios de temporada que eran explotados sobre la playa, procediendo al derribo de seis chiringuitos y reduciendo el número de hamacas de 900 a cerca de 300 en toda la playa. El conseller destaca, asimismo, un proyecto pionero: allí donde se ubicaban los restaurantes se han llevado a cabo procesos de renaturalización y recuperación de la primera línea de duna, “la parte más importante dentro del mecanismo de equilibrio sedimentario de estos sistemas”, apunta. Se trata de un procedimiento que también se ha aplicado en otros lugares como el parque natural de S'Albufera, en Mallorca, o el de Ses Salines, en Ibiza.
Informe Mar Balear, impulsado en 2018 por la Fundació Marilles, entidad que desde Balears se vuelca en proyectos e iniciativas dirigidos a la conservación del mar, presentó recientemente un estudio en el que alerta del importante retroceso sufrido principalmente por las playas de Mallorca y Formentera: en concreto, un 20% de estos espacios acusan los efectos de la erosión, una cifra que se sitúa en un 10% en el caso de Menorca e Ibiza.
Al respecto, Guillem Xavier Pons, experto en evolución sedimentaria de playas e investigador de la Universitat de les Illes Balears (UIB) y de la Societat d'Història Natural de les Balears (SHNB), subraya que, “evidentemente, cuando pierdes casi cinco metros de línea de costa también tiene consecuencias sociales y económicas, porque la playa queda más reducida y hay actividades que se desarrollan sobre este territorio y, además, menos gente puede poner la toalla si tienes menos superficie de playa. Como es natural, las consecuencias son múltiples”.
Pons hace hincapié en los daños que han provocado en las playas las construcciones erigidas en ellas, como los diques o los puestos de control, que modifican la dinámica litoral de las playas mediante procesos de erosión y acumulación. Del mismo modo, el investigador también atribuye estas consecuencias a los acontecimientos habituales de oleaje, régimen de vientos y a la gestión llevada a cabo sobre estos sistemas dunares.
La playa de Sa Ràpita, próxima a Es Trenc, tampoco escapa a los efectos propiciados por las actividades humanas. Como apuntan los investigadores José Ángel Martín, Francesc Xavier Roig, Antonio Rodríguez, Miquel Mir, Guillem Xavier Pons y Bernardí Gelabert en su estudio 'La erosión histórica de la playa de Sa Ràpita', la evolución morfosedimentaria de este espacio se ha visto especialmente perjudicada a partir de la construcción, en 1977, del puerto deportivo ubicado en el extremo norte de la playa. “La consecuencia más importante ha sido la modificación de la deriva litoral, ya que el puerto actúa como trampa sedimentaria. Este hecho impide que el sedimento pueda distribuirse a lo largo de la playa, como ocurría antes de su construcción. La playa ha sufrido procesos erosivos importantes a partir de 1977 hasta la actualidad”, subrayan.
El comportamiento morfodinámico de las playas
El estado de la playa, cuyo centro lo presiden otros dos búnkeres que prácticamente rozan el agua debido a la erosión, mereció la atención de la IV Reunión Nacional de Geomorfología así como la publicación del documento 'Análisis y causas del retroceso de la línea de costa del arenal de Sa Ràpita', de Jaume Servera, uno de los primeros trabajos realizados en el archipiélago en que se hacía referencia al comportamiento morfodinámico de una playa asociado de forma directa a la construcción de una gran infraestructura costera, en este caso la de un puerto deportivo. De acuerdo a las conclusiones del estudio, el levantamiento de la edificación provocó un giro de la playa, al alterarse la hidrodinámica marina, lo que condujo a un incremento notable de su superficie en el sector más próximo al puerto y a la erosión de la zona.
Informe Mar Balear pone el foco en otros casos similares, como el de la playa de S'Arenal (Mallorca), que registra avances en su parte norte (Ses Fontanelles y les Meravelles) como resultado de la creación de puertos que actúan atrapando sedimento. Cala Deià (Mallorca), por su parte, ha retrocedido desde 1956 debido a la intensidad de los oleajes y su elevada capacidad, en sus embates contra la costa, de arrastrar arena consigo.
En Menorca, estudios de las líneas de costa de 52 de sus playas muestran un mayor retroceso en Cala Blanca, en la playa de Llevant de Son Saura, Cala en Porter, Sa Caleta y en la playa de Son Saura. Las que más han avanzado, como señala Informe Mar Balear, son Es Canutells, Punta Prima y Es Grau.
La entidad conservacionista apela a la protección de las playas dado que éstas forman sistemas “complejos, dinámicos y muy frágiles” que aportan “beneficios ecológicos y económicos a la sociedad balear”. “Ayudan a proteger el litoral y son uno de los principales atractivos turísticos de las Islas. Las construcciones y una alta carga de usuarios amenazan su balance sedimentario”. Por ello, señalan que, para establecer una gestión adecuada de estos espacios, es necesario conocer su evolución sedimentaria, su frecuentación por tierra y mar y contar con un control sanitario de las aguas de baño.
Barrientos lamenta que algunas medidas llevadas a cabo como la generación de nuevos espacios arenosos mediante la creación de playas artificiales hayan supuesto un elevado coste en un intento infructuoso por devolver la arena a la costa. “Ha habido muchísimos esfuerzos por traer arena del mar, algo muy costoso y que a largo plazo resulta inútil porque cualquier temporal puede devolver la arena al mar. Es la playa contra nosotros”. En esta misma línea, el conseller de Medio Ambiente apela a “dejar de pensar que las soluciones son las regeneraciones artificiales, que pueden suponer un daño ambiental y un coste económico muy importante. Hay que comenzar a cambiar el paradigma de cómo gestionar las costas”.
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