Vivir y trabajar bajo la amenaza de inundación: “El agua acaba pidiendo sus escrituras de propiedad”

Carlos Torres es camarero desde hace más de 30 de años del Bar Bosch. “Una hora de lluvia intensa basta para que el establecimiento se inunde, tenemos un canal dentro del bar”, explica. La pendiente de la avenida Jaime III, conocida como la Milla de Oro de Palma, hace que se convierta en un río que desemboca en la Plaza de las Tortugas, al final de la calle, y el primer lugar donde rompe es el Bar Bosch. Él es uno de los afectados que vive o trabaja en las zonas inundables de Palma: hasta 123.000 personas (el 25% de la población) residen en estos espacios y muchos de ellos ni siquiera lo saben.

Carlos cuenta que es tan frecuente que el agua se cuele dentro del bar que “hasta los extranjeros han estado aquí achicando agua”. Bromea y dice que “achicar agua es otra de sus tareas como camarero”. Pero también resalta que los turistas “alucinan con que esto pase en una ciudad como Palma, no lo entienden, ellos viven en zonas europeas donde llueve más y no se inundan los bares a la mínima”.

El Bar Bosch, además, tiene un sótano que sufre las consecuencias de cada lluvia intensa. Para eso, cuenta Carlos, tienen tablas de madera con las que bloquean “la entrada del bar, para intentar que no entre y siga calle abajo”. Este experimentado empleado achaca estos problemas a la falta de limpieza y retirada de las hojas secas del otoño en los imbornales, pero también “a la suciedad en general de la ciudad, que tapona las alcantarillas y, además, son tan estrechas que no pueden abarcar demasiado caudal”.

Asegura que su jefe se ha reunido en multitud de ocasiones con el Ayuntamiento de Palma, “pero da igual el partido que gobierne, esto no va de colores políticos, nadie hace nada”. Carlos dice que es incapaz de hacer recuento de las veces que ha entrado agua en el Bar Bosch y que “hasta los clientes más mayores cuentan historias de otras inundaciones porque ha ocurrido siempre y seguirá pasando”. El Consistorio es el responsable del mantenimiento del curso del torrente que discurre dentro del término municipal, el de Sa Riera, y el resto es competencia del Govern balear.

“Cuando hablamos de limpieza, significa que algo está sucio y, hablando de torrentes, salvo acumulación aportada por gente poco cívica, la vegetación no es suciedad”, explica Joan Estrany, profesor de Geografía Física de la Universitat de les Illes Balears (UIB) y director de RiscBal. Los torrentes constituyen uno de los ecosistemas más importantes en entornos mediterráneos porque son vías de comunicación de biodiversidad, de transporte de agua, de nutrientes, de sedimento y permiten completar el ciclo del agua y, “de ese ciclo, nosotros también extraemos beneficios ecosistémicos, por tanto, la vegetación que se encuentra dentro de los torrentes debe ser conservada”, explica Estrany. 

Pero no se ha conservado, y de ahí que la vegetación actual de los torrentes no cumpla una de sus funciones más importantes para el ser humano: frenar la fuerza con la que el agua llega a las zonas habitadas. La predominante en los torrentes de Balears a día de hoy es vegetación ruderal. El experto explica que “crece cuando no hay nada y entramos en el círculo vicioso de eliminarla cada vez, cuando se debería potenciar una vegetación de ribera para tener un equilibrio entre los sedimentos que transporta y que el agua se lamine por la propia vegetación, para que no corra más rápido y no llegue a las zonas urbanas con mucha más velocidad, porque hemos construido en zonas inundables y el problema será mucho mayor”.

“La solución no es el hormigón”

El libro La vegetación de Mallorca y Cabrera recoge una cita del maestro Oriol de Bolòs sobre la evidente expansión de la vegetación ruderal, vinculada al crecimiento humano, y asegura que “si el hombre no cambia radicalmente su modo de proceder y no realiza esfuerzos importantes encaminados a la conservación del patrimonio natural de que aún dispone, estas comunidades ruderales, menospreciadas a menudo como inmundas y banales, van a representar la vegetación del porvenir”.

Para Estrany, la vegetación óptima que se puede instalar son “árboles de hoja caduca o encinares, que proporcionan sombra que evita que en el propio lecho del torrente crezca esa vegetación ruderal, proporciona unas raíces que permiten mantener los márgenes para laminar esas crecidas, evitar que el agua corra demasiado rápido y vaya dispersándose antes de llegar a las zonas más bajas”.

Son las llamadas soluciones basadas en la naturaleza, un concepto “muy en boga”, añade Estrany, “en los países más avanzados desde un punto de vista de gestión integrada de cuencas de drenaje” y “no soluciones basadas en el hormigón, en eliminar constantemente la vegetación, sino conseguir un equilibrio mucho mayor considerando que las zonas inundables que hemos ocupado con urbanizaciones están ahí y eso ya tiene poco remedio”.

El 25% de la población de Palma, en zona inundable

Para muestra, un botón. La ciudad de Palma. “En el año 1956, tenía 7 hectáreas de superficie urbana en zonas inundables, es decir, 7 campos de fútbol; en el 2012, eran 292 campos de fútbol”. Y Estrany añade un dato más, para visualizar su magnitud: “123.000 personas viven ahora mismo en zonas inundables, debemos aprender a convivir con ese riesgo”. 

Según los últimos datos del Ayuntamiento de Palma, a 1 de julio de este año, había 481.722 personas empadronadas. Es decir, el 25% de los habitantes de Palma viven en zonas inundables. El Observatorio de Riesgos Naturales y Emergencias de las Islas Baleares (RiscBal) publicará los cálculos de todas las personas que viven en zonas inundables en Balears en los próximos meses.

Desde los años 50, Palma se ha visto sometida a un crecimiento intensivo y expansivo y, el ocupar zonas inundables, aunque se intensificó con la revolución industrial, ya ocurría milenios antes. “Para la instalación de fábricas el recurso hídrico era importante y el boom demográfico generó la necesidad de ocupar mucho más territorio ocupando zonas que están en riesgo”, expone el profesor de Geografía Física. Desde el Neolítico, los patrones de distribución de los asentamientos humanos han estado relacionados con los sistemas fluviales, muchos de ellos ubicados en los cursos medios y desembocaduras de los ríos.

Los torrentes que atraviesan el casco urbano de Palma han sido determinantes en la evolución urbana de la ciudad y, a su vez, son los que entrañan un mayor riesgo. Son los torrentes de Sant Magí, Sa Riera, Na Barberà y Gros, con origen en la Serra de Tramuntana. Sus elevados caudales han provocado episodios significativos que han afectado a la ciudad, siendo el torrente de Sa Riera el que ha provocado más catástrofes a lo largo de la historia, hasta el punto de ser desviado. 

La más impactante y conocida, la del año 1403. Sa Riera se desbordó a su paso por Palma, dejando más de 5.000 muertos de una población de 25.000 personas. Estrany recuerda que no hay que viajar seis siglos en el tiempo para recordar un desbordamiento del torrente, basta con hacerlo seis décadas: “En 1962 todos los torrentes de la cuenca sufrieron inundaciones extremas, hasta el punto de que Sa Riera retomó su cauce natural, atravesando el centro de la ciudad”. El torrente fue desviado a su ubicación actual en 1613.

Los torrentes que atraviesan el casco urbano de Palma han sido determinantes en la evolución urbana de la ciudad y, a su vez, son los que entrañan un mayor riesgo. El de Sa Riera es el que ha provocado más catástrofes a lo largo de la historia. La más impactante y conocida, la del año 1403. Sa Riera se desbordó, dejando más de 5.000 muertos de una población de 25.000 personas

El especialista explica que, “cuando hay crecidas importantes, Sa Riera recupera muchas veces el cauce original, pero como hace 60 años que no ocurre, nadie se acuerda, pero puede volver a pasar”. Para Estrany, esas seis décadas que han transcurrido “no son lejanas desde el punto de vista histórico, pero sí humano, han pasado casi tres generaciones y el cambio social, cuando no hay transmisión oral, tampoco explica el entorno y se pierde la percepción del riesgo”.

Cuando hay crecidas importantes, Sa Riera recupera muchas veces el cauce original, pero como hace 60 años que no ocurre, nadie se acuerda, pero puede volver a pasar. No son lejanas desde el punto de vista histórico, pero sí humano, han pasado casi tres generaciones y el cambio social, cuando no hay transmisión oral, tampoco explica el entorno y se pierde la percepción del riesgo

El drama de Sant Llorenç

El último desbordamiento de un torrente que no olvidan los ciudadanos de Mallorca es el de Sant Llorenç, en la comarca del Llevant. Fue el 9 de octubre de 2018 y fallecieron 13 personas. No era la primera vez, la anterior fue en 1989. En la década de los 90 se amplió el cauce del torrente dando una “falsa sensación de seguridad a los vecinos”, considera Estrany. 

“La mitad del pueblo de Sant Llorenç está en la llanura de inundación del torrente, y, tras la tragedia de 2018, restauraron el cauce con hormigón, si hoy tenemos una crecida idéntica a la de ese año, será mucho peor, porque el agua correrá más y se concentrará mucho más rápido, es decir, ahora mismo el peligro es mucho mayor que hace seis años”, critica el director de RiscBal.

Sant Llorenç, en Mallorca, sufrió un desbordamiento de un torrente, por el cual fallecieron 13 personas. 'La mitad del pueblo está en la llanura de inundación del torrente, y, tras la tragedia de 2018, restauraron el cauce con hormigón, si hoy tenemos una crecida idéntica a la de ese año, será mucho peor, porque el agua correrá más y se concentrará mucho más rápido, es decir, ahora mismo el peligro es mucho mayor que hace seis años', critica el geógrafo Joan Estrany

Para este caso en concreto, Estrany propone “restaurar el bosque de ribera de la cabecera de la cuenca del torrente, muy bien desarrollado y, a nivel general, falta gestionar las cuencas de manera integrada, para que las crecidas generen los menores daños posibles y ahí la vegetación juega un papel fundamental”. Concienciar a la población que vive en zonas de riesgo es otro de los caballos de batalla, que combaten a través de sistemas de alerta temprana.

El Observatorio de Riesgos Naturales y Emergencias de las Islas Baleares (RiscBal), precisamente, tiene su origen en la tragedia de Sant Llorenç. Aquel 9 de octubre de 2018 cayeron 200 l/m2 entre las 19h y las 19:30h sobre Sant Llorenç. No fue hasta las 21h cuando la AEMET elevó la alerta a roja. “Todos los muertos, ya estaban muertos”, recuerda Estrany. “Ni siquiera emergencias sabía dónde estaba ocurriendo la inundación, cayeron todas las líneas de teléfono, no se sabía absolutamente nada porque no había ningún sistema de alerta temprana, nada que pudiera transmitir datos de lo que estaba lloviendo, dónde, del agua que estaba corriendo”. Para Estrany, Sant Llorenç marcó “un punto y aparte, y día de hoy sí estamos más preparados desde el punto de vista de prevención y comunicación, pero falta mucha concienciación y nuestros sistemas están en desarrollo”. 

El 9 de octubre de 2018 cayeron 200 l/m2 entre las 19h y las 19:30h sobre Sant Llorenç. No fue hasta las 21h cuando la AEMET elevó la alerta a roja. 'Todos los muertos, ya estaban muertos', recuerda Joan Estrany

RiscBal, según explica su director, “es un sistema de alerta temprana que permite a cualquier ciudadano acceder, a través del ordenador y del móvil, al estado actual de los torrentes o si, por ejemplo, un paso a nivel en cualquier municipio se verá afectado en las próximas dos horas por una crecida del propio torrente”. Matiza Estrany que están en “fase de pruebas” y, con cada episodio de lluvias intensas, ajustan “todos los parámetros para que los avisos no sean falsos positivos”. 

Sin olvidar que cada uno es responsable de sus propios actos. “Es importante saber qué hacer, en unas circunstancias de riesgo la toma de decisiones en segundos puede salvarte la vida, como no salir a coger el coche o subirse a una primera planta, pero lo primero es ser consciente de que vives en una zona inundable”. Para Estrany, “seguramente esas 123.000 personas que viven en zonas inundables en Palma lo desconocen, y tampoco conocen el nivel de peligrosidad del torrente con el que viven justo al lado”. 

Es importante saber qué hacer, en unas circunstancias de riesgo la toma de decisiones en segundos puede salvarte la vida, como no salir a coger el coche o subirse a una primera planta, pero lo primero es ser consciente de que vives en una zona inundable. Seguramente esas 123.000 personas que viven en zonas inundables en Palma lo desconocen, y tampoco conocen el nivel de peligrosidad del torrente con el que viven justo al lado

“No alertan del peligro por más que pase cada 50 años”

A poco más de 100 metros del Bar Bosch donde trabaja Carlos está el Bar Alaska, otro punto de encuentro de los de ‘toda la vida’ para los residentes y atracción para viajeros. La plaça del Mercat también era el curso natural del torrente de Sa Riera. Hace unos seis años que Astrich Rolón, argentina de nacimiento, trabaja tras la peculiar barra del Alaska. Vive en Mallorca desde hace más de dos décadas. Y su percepción sobre las inundaciones es diferente, porque, asegura, en su país cuando hablan de inundación “es que el agua te llega a la cintura, aquí basta que te alcance los tobillos”. Pese a vivir en una de las zonas inundables de Palma, como es el barrio de Es Rafal, dice que no le ve “el peligro”. Coincide con su colega del Bosch en que “el problema es que no se limpien las hojas que taponan las alcantarillas”.

La Rambla es otra de las calles principales de la ciudad, por la que pasan a diario centenares de mallorquines y turistas. Sus bajos se destinan a restauración y comercios. Josefina Olivas, propietaria de la tienda de moda y decoración Alma Vintage, lleva una década al frente de este comercio. “Se inundan más los comercios de la acera de enfrente, porque están algo más bajos”, cuenta. Critica la limpieza de los imbornales, “al final los limpiamos cada uno para que no nos llegue al agua a nuestros negocios”, puntualiza. La Rambla es otra de las calles por las que transcurría el cauce natural de Sa Riera. Sobre si los residentes y trabajadores de la zona conocen los riesgos, Josefina asegura que “nadie informa”. “Yo soy muy curiosa y me gusta conocer la historia de dónde estoy, pero no alertan del peligro por más que pase cada 50 o 100 años”, concluye.

Si los bajos de la Rambla son comerciales, el eje de la calle es para las flores. Beatriz Aguiló es florista en Flors Natalia desde hace 14 años. Y recuerda cómo con frecuencia el agua sube más de un palmo por la Rambla. “Pero nunca de manera peligrosa”, matiza Beatriz. El conocimiento que tiene ella sobre el cauce natural de Sa Riera y otras inundaciones históricas es porque sus padres se lo “contaban”.

La primera administración de Lotería de Palma, la que luce el número 1, comparte la Rambla con las flores, las tiendas y los restaurantes. Se abrió tres años después de la grave inundación de 1962. Juan José Herráez, su actual propietario, explica a elDiario.es que “desconocía que poco antes de que existiera esta administración, hubiese vuelto el cauce de Sa Riera a su lugar original y que nadie informa ni advierte de los posibles riesgos de estar en esta zona”.

No solo el desvío de Sa Riera fue un elemento dinamizador de la urbe palmesana, también la desecación del Prat de Sant Jordi, donde se ubica el actual aeropuerto de Palma, el tercero del Estado en tráfico de pasajeros. El rey Sanç la propuso por primera vez en 1321, proyecto revisado en 1767 y que finalmente se ejecutó en 1846. Recuerda Estrany que “era una tendencia en toda Europa, desecar las zonas húmedas”. Las razones, explica el profesor, son dos: “Conseguir más suelo agrícola y erradicar enfermedades como el paludismo”. También se intentó con la Albufera, pero no se consiguió.

Explica el director de RiscBal que el aeropuerto “está en una zona húmeda, de manera natural estaría completamente inundado y por eso están extrayendo agua permanentemente”. La principal consecuencia es que no drena y, cuando llueve intensamente, el agua “queda cerrada como si fuera un lago y lo vimos el pasado mes de junio”.

El aeropuerto de Palma, el tercero más importante del Estado, 'está en una zona húmeda, de manera natural estaría completamente inundado y por eso están extrayendo agua permanentemente', explica Joan Estrany, geógrafo

¿Qué escenario tendría que darse para que se desbordase alguno de los torrentes que atraviesan el centro urbano de Palma? Estrany responde que “uno muy habitual”. “Acumulaciones de precipitaciones muy intensas en la zona de cabecera de la cuenca, es decir, en la Serra de Tramuntana, ya ha ocurrido y volverá a ocurrir, pero no sabemos cuándo”. “Lo que sí sabemos”, explica el experto, “es que en la última década la intensidad de precipitación es mucho más elevada y provoca que las puntas de caudal sean más importantes”. Concluye que serían “200 l/m2 en 24 horas, con esas circunstancias, las mismas que en Sant Llorenç, toda el agua que se concentra en los cauces, desbordaría la zona baja de Palma”. “El agua al final acaba pidiendo sus escrituras de propiedad”, concluye.