Salgo de casa. Muchos días doy un paseo temprano por el centro de Madrid, donde vivo. Hoy toca.
Al salir miro a la izquierda. No hay rastro del señor que duerme en la calle justo al salir de mi portal. Me asomo al callejón..., y sí, quedan restos. Cartones, una vieja manta... Ha dormido aquí. A veces veo como entra en la biblioteca a asearse, pero abre más tarde. Todavía no hace mucho frío por la noche, pero rápidamente se va enfriando la cosa. A los problemas se le suman otros problemas.
Sigo, paso por la iglesia de la c/San Justo. El subsahariano que se sienta en la esquina ya está ahí, pidiendo una ayuda e intentando establecer contacto visual y hablar contigo. Intentando que le veas como una persona. Intentando 'existir'. Todos los hacen. Hoy ha venido temprano. En una misma cuadra hay tres subsaharianos todos los días; ese, el de la puerta el DÍA y el que se pone en el kiosko en la Plaza de la Puerta Cerrada. Los otros todavía no están. Suelen llegar algo más tarde. Me pregunto dónde viven. Yendo en la otra dirección desde mi casa, llegas a la c/Segovia. Allí una docena de subsaharianos y otras personas viven debajo del viaducto y trabajan ayudando a aparcar en la misma c/Segovia o la Cuesta de la Vega. Me parece que han crecido en número.
Sigo. Llego a la Plaza Mayor, sí, esa plaza del “relaxing cup of café con leche”. Pues aquí, todas las noches, duerme alguna docena de personas en los soportales. Y no creo que estén muy 'relaxed' con su situación, la verdad. Cada mañana antes de las 8, los servicios de limpieza a veces acompañados de la policía municipal, les 'invitan' a dejar su cobijo y moverse, no vaya a ser que un turista, o, -Dios nos libre-, un miembro del COI vaya a ver algo... Mucha gente vive en la Plaza Mayor, aunque “nos los escondan”. A la que cruzo por aquí recuerdo aquella historia de los policías y la cena de Navidad. Momentos que te tráen algo de esperanza. Pero son momentos, sólo.
Llego a Sol por la calle Mayor. Giro a la derecha. Plaza de Jacinto Benavente. Como cada día, docenas de personas esperan para que les den algo que llevarse a la boca en un comedor que hay en la calle Doctor Cortezo junto al os cines Ideal. Paso mucho por aquí a esta hora y me da la impresión de que cada vez hay más gente. Hoy llega la cola a la esquina de la calle Atocha.
De vuelta a casa ya, paso por Tirso de Molina. En la esquina entre las calles Colegiata y Conde de Romanones, me impresiona mucho ver a una persona acurrucada durmiendo en una caja de cartón. Primero veo la caja grande de cartón en la acera. Es algo normal aquí con tanta tienda de mayoristas de ropa y tal, pero bajando por la acera veo como unos pies salen de la caja. Me quedo pizcueto... Veo unas sandalias y unas piernas con algunas heridas y algo que parecen quemaduras. Joder.
Me quedo ahí paralizado, hago una foto intentando respetar la intimidad de la persona, la tuiteo y no sé muy bien que hacer. Al final, cobárdemente sigo mi camino y aviso a un policía municipal de lo que he visto unas calles atrás. Me dice que “lo comunica”. Espero que el Samur Social se pase o algo.
Hago algo de tiempo para que abra el súper de la c/Toledo. Entro el primero en el establecimiento y salgo en pocos minutos. En la salida me encuentro ya a la persona que pide en la puerta de ese local. Miro enfrente y ya se están ubicando las personas que piden ayuda en la puerta de la iglesia Colegiata de San Isidro.
Vuelvo a casa con la compra. Saludo de nuevo al subsahariano de la c/San Justo y me refugio en mi hogar. Mi casa. Un sitio calentito, con comida. Un sitio seguro y acogedor.
Y me siento mal. Me entra una gran rabia.
Me conecto. Leo noticias actuales sobre el despilfaro y los costes de las cadidaturas olímpicas, la creciente pobreza en Madrid, la ola de desahucios que tenemos esta semana en Madrid, las dificultades de la vuelta al cole... Y para rematar, escucho en la radio a Arturo Fernández, presidente de la patronal madrileña, condenado y multiimputado en procesos judiciales decir que “no pasa nada por no tener las olimpiadas, siempre nos queda Eurovegas”. Me acuerdo de esa panda de sociópatas que nos gobiernan, incapaces de sentir la más mínima empatía para con sus semejantes. Joder... Y una vez más me pregunto, ¿qué hacer?
Y me lo sigo preguntando mientras acabo este texto. No lo sé. Me apena.
Salgo de casa. Muchos días doy un paseo temprano por el centro de Madrid, donde vivo. Hoy toca.
Al salir miro a la izquierda. No hay rastro del señor que duerme en la calle justo al salir de mi portal. Me asomo al callejón..., y sí, quedan restos. Cartones, una vieja manta... Ha dormido aquí. A veces veo como entra en la biblioteca a asearse, pero abre más tarde. Todavía no hace mucho frío por la noche, pero rápidamente se va enfriando la cosa. A los problemas se le suman otros problemas.