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El mito de la asamblea como herramienta de izquierdas

Miércoles 3 de junio de 2015. En algún lugar del Estado español se está produciendo una asamblea de una entidad vinculada a la economía social. Asisten unas 30 personas. Varios de los temas se debaten de forma muy acalorada. En algunos casos, no se llega a tomar ninguna decisión, el espacio simplemente sirve para compartir reflexiones. Tras casi tres horas de asamblea, llega el siguiente punto:

- Presentación de la Comisión Feminista.

Una mujer toma la palabra y explica los motivos de su creación. Se han fijado en unas compañeras de otras latitudes que ya habían dado el paso de constituir una comisión de género. Se plantea estudiar las condiciones materiales de las personas que están militando para poder reflexionar cómo se sustenta dicho trabajo. Pero sobre todo, se dice expresamente que se pretende reflexionar e intervenir sobre el hecho de que la mayor parte de órganos de representación están copados por hombres y también sobre cómo se produce el uso de la palabra durante la asamblea.

Cuando la mujer que presenta la comisión termina su intervención (de no más de cinco minutos, por cierto) se produce un largo silencio. Las mujeres afines a la presentación y felices con la creación de la comisión lanzan miradas cómplices y de apoyo a la compañera que acaba de hablar. Algunos hombres, ya durante la intervención, parecían distraídos y más centrados en otras cosas. Cuando el silencio se hace demasiado incómodo, el moderador de la asamblea (otro hombre) propone pasar al siguiente punto si nadie está en contra de la creación de dicha comisión.

Esta situación está basada en hechos reales (aunque se haya planteado como un caso genérico) y probablemente no les resultará ajena a muchas de las lectoras que participan en movimientos o procesos sociales donde la asamblea es la herramienta más común. El 15M volvió a popularizarlas pero, ¿es la asamblea una herramienta de transformación social radical?

Partamos de la base de que cada grupo funciona de forma diferente y que generalizar resulta epistemológicamente inaceptable para un análisis de estas características. Pero sí parece de común acuerdo que los movimientos que se aglutinan bajo identidades de izquierdas (que aspiran a la transformación social, a la defensa de las comunidades más vulnerables, etc.) suelen utilizar la asamblea como herramienta para legitimar la toma de decisiones. “Si no tienes una asamblea no eres un grupo de izquierdas”, podría decir la camiseta.

La asamblea se fundamenta en el hecho de que es un espacio donde la toma de decisiones está democratizada: cualquiera puede hablar y ser escuchado. Por tanto, las decisiones se toman teniendo en cuenta a una mayoría de personas. Pero si volvemos a mirar al 15M resulta curioso interpretar la historia en unas claves distintas a las que lo hicieron posible: ¿nos imaginamos que hubiera habido una Coordinadora Estatal de Movimientos Por el Cambio Político que hubiera llevado a cabo una asamblea el mes de abril de 2011 para organizar una movilización como la que se produjo? Venga, imaginadlo. 200 personas, reunidas en Madrid, provenientes de más de 50 lugares distintos del estado español y un sólo micro. ¿Sabéis qué habría pasado? Que todavía estaríamos esperando a que el 15M sucediera.

Las intenciones de la asamblea son muy loables desde un prisma de izquierdas, pero en muchas ocasiones es una herramienta ineficiente que no responde a las lógicas de red que ha propiciado Internet. El 15M fue un fenómeno multicapa, asíncrónico y descentralizado que desbordaba continuamente cualquier intento de organización que se pretendiera sobre él. Por supuesto que había asambleas tratando de tomar decisiones, muchas. Pero cabe reflexionar que lo bonito del fenómeno tiene que ver con la expresión espontánea y descontrolada de una voluntad masiva más que de la coordinación de los diferentes actores en la organización de dichas voluntades.

Por otra parte, la asamblea es en muchas ocasiones la máscara bonita de un poder oculto que se legitima a través de ésta. No hace falta pensar en conspiranoias, ni pensar en élites lejanas y desconocidas que manejan los hilos de una determinada comunidad. El poder se ejerce en muchas situaciones de forma cotidiana, a veces de forma voluntaria y muchas otras de forma involuntaria. El caso que abre este texto es prueba de uno de los grandes dramas que el heteropatriarcado imprime en cualquier estructura que se autodenomina de izquierdas. El feminismo y las personas que lo promueven sufren en muchas asambleas. Por supuesto que ha habido, hay y habrá excepciones y un creciente movimiento que busca visibilizar estas cuestiones. Pero en muchas ocasiones siguen enfrentándose a los prejuicios, al rechazo y la falta de escucha.

La asamblea se concibe a veces como un espacio donde las voces diversas fluyen libremente, pero hay muchas formas de ejercer el poder y la palabra es uno de ellos. La forma en que se gestiona una discusión y en que se gestiona el disenso, cómo se empujan hacia unas u otras decisiones, qué legitimidad se le otorga a unas u otras personas...son múltiples los factores que configuran las relaciones de poder en una asamblea. Y por supuesto y como diría Jo Freeman en su texto sobre la tiranía de la falta de estructuras, no estamos abogando aquí por la no-estructura. La clave es que los espacios de transformación social estén dispuestos a preguntarse por esas reglas que configuran las relaciones de poder pero que están invisibilizadas. Y una vez esas reglas sean visibles, hay que pasar a rescribirlas. Quizás así descubramos que al igual que la “nueva política” está construyendo una gramática propia también nuestros cuerpos necesitan encontrarse en otros espacios donde el pensamiento colectivo sea verdaderamente emancipatorio. Una “nueva asamblea”. Una asamblea feminista.

Miércoles 3 de junio de 2015. En algún lugar del Estado español se está produciendo una asamblea de una entidad vinculada a la economía social. Asisten unas 30 personas. Varios de los temas se debaten de forma muy acalorada. En algunos casos, no se llega a tomar ninguna decisión, el espacio simplemente sirve para compartir reflexiones. Tras casi tres horas de asamblea, llega el siguiente punto:

- Presentación de la Comisión Feminista.