¿Qué significado político tiene que sólo el 10% de las personas integrantes de una red participen? O, ¿qué hacemos con la ley de potencias?. La pregunta no es casual. De hecho, se trata de una situación muy frecuente. Estudios sobre la distribución de la participación en grupos apuntan hacia una recurrente tendencia a la concentración de la participación en un reducido porcentaje de personas. Esta tendencia se ha observado particularmente en comunidades en red, vinculado al hecho de que la interacción en entornos en línea deja “huellas digitales” en forma de datos que facilitan su análisis. Dichos análisis frecuentemente resultan en una distribución de la participación que se ha dado en llamar la “ley de potencias”. Esto es, un 1% de las personas involucradas tendrían una implicación muy fuerte, un 9% contribuirían esporádicamente, y un 90% aparentemente no contribuirían.
Gráfico: 1% contribuidor@s fuertes; 9% esporádic@s; y 90% “no participantes”.
Esta distribución generaría un bajo porcentaje de cuentas muy activas y una “larga cola” (long tail) de “no participantes”.
Que se le llame “ley” no debe llevarnos a pensar que es algo inevitable o inmutable. Hay excepciones, curiosamente casos como el de Facebook, en los que no se da.
Ante tal escenario, la primera reacción a la pregunta que da título al blog podría ser de horror. Esto es, que sólo el 10% de las personas participan puede ser interpretado como indicativo de un carácter fuertemente no democrático de estas comunidades. En este post, os invito a que le demos alguna vuelta más y consideremos varios de los múltiples aspectos que podrían estar detrás de la ley de potencias.
El refrán dice: “Las cosas se ven según el color del cristal con que se mira”“Las cosas se ven según el color del cristal con que se mira. Algo parecido sería aplicable en este caso. Dependiendo de la concepción de democracia de la que partamos interpretaremos como un signo democrático o no una determinada distribución de la participación. Las lentes de la democracia representativa tienen una visión de la participación que se resumiría por: Una persona, un voto. En otras palabras, una lectura a partir de la lógica representativa nos vendría a decir: Todas las personas integrantes de una comunidad tienen que participar y lo tienen que hacer de la misma manera. La igualdad en la participación es lo que hace democrático el proceso. Ahora bien, ¿tiene sentido interpretar de la misma manera la participación en aquellos procesos que no rige la lógica representativa?. ¿Cómo interpretamos la participación en el marco de una concepción de democracia participativa que vaya más allá del voto cada cuatro años, que siga una lógica abierta, en red, directa o/y continuada?. Y volviendo a la pregunta inicial, ¿qué significado le damos a la distribución de la participación en forma de ley de potencia presente en las formas emergentes de organización en red?.
Si los estudios coinciden en una fuerte recurrencia del fenómeno, quizás el primer elemento que hay que considerar respecto a la ley de potencias és que no basta con quedarnos con detectar su presencia para interpretar su carácter sino que hace falta ir más allá. Veamos qué más nos dicen las investigaciones que se han llevado.
Son varias las hipótesis y teorías que se han propuesto para explicar la ley de potencias en comunidades en red. Barabási uno de los mas destacados estudiosos de esta materia, ya en 1999 sugirió que la ley de potencia se alimentaria por una dinámica de “preferencias acumuladas”, esto es, la tendencia a la repetición de los seres humanos favorecería la concentración en pocas cuentas. Otra hipótesis sugiere que podría estar asociada al bajo coste de la participación que favorecería la presencia de muchas cuentas en la “larga cola” de “no participantes” que en realidad no son de personas que no participan sino cuentas inactivas o abandonadas.
Más allá de análisis que se han centrado en aspectos más “”“funcionales”“” (si algo de lo organizativo se puede encasillar como meramente funcional), bajo mi punto de pista, no es tanto que se dé o no la ley de potencias, sino que hacen las comunidades con ella lo que tiene significado político; en otras palabras, como la gobiernan. Mientras que hay comunidades cuyas prácticas generan una ley de potencias muy estática en la que las personas que contribuyen son siempre las mismas, lo que podría interpretarse como una “oligarquía anquilosada” en el proceso, hay otras comunidades que adoptan prácticas que resultan en una ley de potencias mucho más dinámica y cambiante. Esto es lo que resulta en estudios llevados a cabo en las diversas comunidades lingüísticas de la Wikipedia, en la que los editores más activos no son necesariamente siempre las mismas personas, sino que se da rotación en el proceso. Así mismo, estudios cross temporales de la red en torno al 15M han apuntado a que las voces más activas han cambiado desde el momento en que irrumpió el 15M y a lo largo de los años. De una red de voces mayoritariamente de cuentas individuales al principio se ha pasado a una mayor visibilidad de cuentas de carácter colectivo. En la misma línea, análisis de la campaña en Estados Unidos contra la ley SOPA también han observado dinámicas que favorecen la pluralidad con la ley de potencias. Además de que los nodos más activos no son siempre los mismos, en la campaña de SOPA también se da lo que el estudioso de este caso Yochai Benkler llama “palancas de atención”. Esto es, nodos en la red muy activos y visibles, pero que no sirven sólo a los intereses de dicho actor, sino que actúan como palanca de atención de una red de actores muy amplia y cuyos integrantes de otra manera difícilmente podría ganar tanta predominancia en el conjunto de la controversia a la red que incluye a actores muy poderosos.
A la hora de interpretar la ley de potencias, más allá de considerar qué hacen las comunidades con la ley de potencias, si la “usan” o gobiernan a favor de una lógica más dinámica y plural o para una lógica más estática y oligárquica hay muchos otros aspectos que podrían aportar elementos para repensar su significado. Por ejemplo en lo concerniente a la “multi-pertenencia” - un aspecto que es también característicos de las formas organizativas emergentes. La investigación desarrollada por Donatella dela Porta sobre movimientos sociales han mostrado la tendencia a que los y las activistas repartan sus recursos de participación en varias redes y colectivos en lugar de participar solo en un grupo. Al pertenecer a varios grupos a la vez, en un grupo la persona puede que adopte un perfil muy activa y en otro grupo un perfil más esporádico o no participar de forma activa. La suma acumulada de ello explicaría la ley de potencias en cada grupo.
aspectos críticos o problemáticosbalance de genero“ecologías” de formas y grados diversos de participaciónla enciclopedia que todos pueden editaigual acceso a la participaciónrenta básica
La cuestión de la distribución de participación es sólo uno de varios retos que plantean las formas organizativas emergentes en red, como expone Juan Luis Sánchez en el capítulo sobre tecnopolítica en el libro “Las Mareas del cambio”, y que ha dado pie a este post. Con el inicio mi colaboración con eldiario.es junto a la estimulante compañia en este blog de Amador Fernández-Savater, Stéphane M. Grueso (@fanetin), Felipe G. Gil, Silvia Nanclares, y Guillermo Zapata. Con este post, y los que les seguiran, tratarón Juan Luis Sánchez“Las Mareas del cambio”Amador Fernández-SavaterStéphane M. GruesoFelipe G. GilSilvia Nanclares Guillermo Zapataé de crear “Interferencias”, a partir de aunar observaciones desde la investigación tanto de carácter cuantitativo como cualitativo, que inviten a repensar el los logros, el potencial y las ambivalencias de las formas organizativas emergentes, así como problematizar lecturas de las mismas que por precipitadas, desenfocadas o descontextualizadas puedan caer en trampas como juzgar las formas emergentes desde los mismo parámetros que las formas tradicionales. Cuanto menos abramos el debate.écrear “Interferencias” los logros, el potencial y las ambivalencias de las formas organizativas emergentesabramos el debate