El aire, la biodiversidad, el genoma, el lenguaje, las calles, Internet... Los comunes no nos rodean: nos atraviesan y constituyen, nos hacen y deshacen. De todos y de nadie, sostienen el mundo, son el mundo. En el cuidado y enriquecimiento de los comunes nos jugamos la vida misma. Es un asunto demasiado importante como para dejarlo en manos del Estado o del mercado. Nuestro desafío es hacernos cargo en común de un mundo común.
David Bollier es activista y una voz destacada dentro del movimiento de los comunes. Junto a Silke Helfricht, también activista de los comunes, han coordinado la antología Patterns of Commoning donde hacen hincapié en que los comunes no pueden definirse en términos de objetos, recursos ¡ni siquiera de bienes!, sino como estructuras, modelos y procesos sociales.
El libro recopila más de 50 ensayos provenientes de 20 países firmados por activistas, académicos y líderes de proyectos relacionados con los comunes. Los temas incluyen monedas alternativas, maquinaria agrícola de código abierto, bosques comunitarios, comunes de co-aprendizaje, comunes de teatro, proyectos de mapeado, el procomún urbano, los comunes digitales y mucho más. La revista Shareable entrevistó a Bollier sobre el libro y el futuro de los comunes, es la entrevista que puedes leer a continuación.
En el libro, Silke y tú hacéis hincapié en lo que describís como esa conciencia de pensar, aprender y actuar desde los comunes, algo vital para el movimiento del mismo nombre. ¿Qué supone esto para ti?
Supone la deconstrucción de algunas dicotomías que damos por sentadas, como las dicotomías entre lo público y lo privado, lo colectivo y lo individual, lo racional y lo irracional, ya que en la esfera de los comunes estas polaridades se confunden.
Tenemos que hablar del procomún como un todo orgánico, no como una máquina que podemos desensamblar o diseccionar. Es un organismo viviente y eso es, precisamente, lo que tenemos que estudiar: su vivacidad.
La ciencia moderna convencional se niega a explorar la vivacidad. Sin embargo, hace gala de muchas categorías reduccionistas incapaces de llegar a la esencia de -ya no sólo lo que es ser un ser humano- sino un ser humano vivo en un planeta vivo. Creo que el procomún quiere entablar un diálogo con esas preocupaciones. Por tanto, no es de sorprender que no tenga cabida dentro de las categorías intelectuales convencionales utilizadas por los investigadores, por poner un ejemplo concreto.
Una de las cosas que más me llamaron la atención del libro es que los políticos y expertos no pueden diseñar o construir comunes desde arriba y esperar que prosperen. ¿Cuál es la distinción entre un procomún orgánico y uno fabricado?
Cuando los comunes están patrocinados por las instituciones, no pueden disfrutar de ese mismo espíritu de dedicación, propiedad y creación mutua que surge desde abajo. En tal sentido, siempre serán objetos dentro de una obra ajena con directores externos, en vez de ser la expresión de un brote creativo surgido de las propias personas para satisfacer sus intereses, necesidades y vida interior
Las instituciones son marcadamente incapaces de evidenciar o expresar las necesidades interiores de las personas y sus anhelos, pero creo que los comunes pueden hacerlo y lo hacen. Ahí está la esencia de esa vivacidad a la que me refería. Los comunes contienen una energía y un entusiasmo propios capaces de perpetuarse a sí mismos. A veces incluso vemos destellos de auténtica belleza y eso es muy especial. Todo esto se entiende en el contexto de que el procomún es un fenómeno social, histórico y cultural único y propio del momento en el que surge para expresar las necesidades reales de las personas.
Esto dista mucho del análisis de asignación de recursos que algunos utilizan para intentar comprender los comunes. Lo cual no quiere decir que algunos de esos análisis de recursos no tengan su razón de ser, pero solo constituyen una parte del todo.
El libro explora una noción muy interesante: hay muy pocos aspectos de la vida o de la producción que no podrían reestructurarse desde los comunes. En estos dos últimos libros, has presentado una sorprendente variedad de proyectos relacionados con lo comunal. Describe tu visión de una economía o un mundo basado en los comunes.
En cierto modo, eso es como preguntar qué aspecto tendrá un niño de tres años llegado a los cincuenta o a los ochenta.
Hay muchísimas experiencias vitales que, a decir verdad, son contingentes, impredecibles. Hay todo un proceso de desarrollo que creo que tiene que desplegarse y emerger antes de que podamos hacer predicciones.
Dicho eso, no creo que se trate de algo que precise de una autoridad central para diseñarlo, apropiárselo y después construirlo. Creo que se trata de un proceso de desarrollo más bien biológico, o incluso evolutivo, que se verá animado por muchos principios y dinámicas a pequeña escala.
Esa es la gran evolución y el drama que planteamos. Hay quien dice que tenemos que aumentar la escala de los comunes, pero ya se ha señalado que la palabra “escala” es un término jerárquico. Creo que más bien se trata de reproducir y federar. Eso conlleva una estructura muy distinta, dado que conservaría la integridad y el compromiso del contexto local sin dejar de lado una solidaridad y apoyo más amplios.
Es algo que ya vemos en Internet, donde hay un sinfín de tribus digitales distintas. No hay autoridad central, aunque a veces se necesitan ciertas infraestructuras para avanzar hasta el nivel siguiente.
Lo que lo mantendrá unido, en gran parte, será cierto tipo de ética y cultura emergentes que se están empezando a hallar la una a la otra. Si vas a cualquier encuentro de especialistas, activistas y comuneros, normalmente verás mucha alegría, acompañada del placer de encontrarse y aprender unos de otros… Aunque tengan trasfondos distintos, todos comparten gran cantidad de principios éticos e inquietudes culturales.
Este acercamiento al procomún basado en los patrones o modelos da por sentado que los comunes son sistemas complejos y vivos y pone de relieve sus cualidades emergentes y su crecimiento. También celebra el hecho de que estos patrones constituyen nuestra herencia cultural. ¿Qué beneficios surgen al estudiar los comunes bajo este cariz?
Te permite captar la realidad de esa complejidad humana que caracteriza a lo comunal, sin comprimirlo en categorías reduccionistas ni en modelos que no reflejan las fuerzas que los suscitan. No quiero plantearlo en términos absolutos. Y no cabe duda de que necesitamos muchísimos estudios académicos centrados en el procomún pero, al mismo tiempo, hay otra realidad muy fértil más allá de lo que logran los modelos teóricos.
Existe un punto óptimo entre la anécdota base y los modelos excesivamente abstractos. El modelado basado en patrones es una manera de recopilar algunas de estas formas recurrentes, pero se trata de un proceso desde abajo, en vez de una imposición intelectual sobre la realidad.
El libro está concebido como un primer esbozo de estos “patrones de hacer procomún” a medida que fomentamos el desarrollo de un nutrido lenguaje de patrones derivado de los comunes y sus acciones asociadas. ¿Por qué es esto importante, y cómo sería ese lenguaje de patrones aplicado al procomún?
En su capítulo, Silke intenta describirlo mediante una aproximación: identificar ciertas temáticas notorias recurrentes surgidas a raíz de la experiencia vivida. Algunos ejemplos de estas temáticas serían: ¿cómo se protege el procomún? ¿Cómo creamos los sistemas legales o sociales para protegerlo?
Otro patrón podría ser: ¿cómo volvernos conscientes del propio procomún? ¿Cómo visibilizar mejor las dimensiones invisibles de los comunes? Silke ha intentado identificar algunos de estos patrones temáticos; son como hilos dorados que atraviesan gran parte de los relatos del libro, que aparecen en repetidas ocasiones.
Tenemos que empezar a educarnos para reconocer algunos de estos patrones y comenzar a entender la función interna de los comunes con una sensibilidad más sofisticada y mediante métodos más realistas. Todo ello sin caer en la rivalidad, la exclusividad y otros componentes propios del marco económico que rige el análisis.
Este es el segundo volumen de una trilogía en curso. ¿De qué tratará el tercero?
El siguiente libro, que apenas hemos comenzado, se pregunta qué significa todo esto a nivel macrodimensional, en términos políticos, económicos y de Estado.
En este libro nos hemos centrado en la dimensión interna de los gerundios del procomún y en la realidad vivida a pequeña escala. En el próximo queremos fijarnos en algunas de las macroimplicaciones y contemplar cuestiones como: ¿qué cambios necesita la ley para acomodar a los comunes? ¿Cómo habría que cambiar el rol del Estado para fomentar una sociedad centrada en el procomún? ¿Qué supone esto en términos de relaciones internacionales? De eso trata el tercer volumen.
Si te ha interesado esta entrevista, te interesará también saber que una red de publicaciones en castellano con licencias abiertas (Tinta Limón de Argentina, Sursiendo de México, La Libre de Perú, Guerrilla Translation y Traficantes de Sueños de España) acaban de traducir Pensar desde los comunes de David Bollier, un texto básico para entender el alcance y la importancia de los comunes. Hay en marcha una campaña de crowdfounding para colaborar en su publicación. Más información sobre el libro y la campaña. Más información sobre el libro y la campaña.