El fenómeno Greta Thunberg cristaliza en movilizaciones juveniles sin precedentes dos días antes de la cumbre del clima
A los 16 años ya no es una niña, pero Greta Thunberg cumple con dos criterios que se asocian con ellos: la persistencia y la claridad. Desde que el 20 de agosto de 2018 se sentó por primera vez en las escaleras del Parlamento sueco, no ha dejado de decir una y otra vez lo mismo: si no actuamos ya, nos encaminamos hacia una catástrofe climática.
Greta Thunberg se ha convertido en un gran icono mediático que retroalimenta el trabajo que llevan años haciendo organizaciones y activistas ecologistas. El resultado de esa combinación cristalizará en los próximos días, con más de 4.000 movilizaciones por el clima programadas en 150 países coincidiendo con la cumbre sobre la crisis climática que comienza el lunes 23 en la sede neoyorquina de Naciones Unidas.
Pese a las promesas hechas durante el Acuerdo de París para limitar a 1,5 grados el calentamiento global, las emisiones globales de dióxido de carbono alcanzaron un nuevo máximo en 2018 y los últimos cinco años han sido los más cálidos desde que hay registros, con incendios, huracanes y olas de calor alcanzando proporciones catastróficas. Esta misma semana, Thunberg se dirigía a los legisladores estadounidenses del Grupo de Trabajo de Cambio Climático en el Senado de EEUU: “No nos inviten para decirnos lo inspiradores que somos mientras siguen sin hacer nada al respecto”.
Fridays For Future, el movimiento que ha incorporado a millones de jóvenes de todo el mundo a la huelga semanal de Thunberg, ha cambiado el enfoque para las marchas que comienzan este viernes con una invitación a los adultos para que se sumen. “Durante la Revolución Francesa, las madres salieron a las calles por sus niños. Hoy somos los niños los que estamos peleando por nosotros mismos, con muchos de nuestros padres preocupados por nuestras notas, por una nueva dieta o por lo que pasó en el último capítulo de 'Juego de tronos”, dice el comunicado del movimiento firmado por Thunberg. “Ha llegado el momento de que todos ejerzamos una resistencia masiva, ya hemos demostrado que la acción colectiva funciona”.
Algunas instituciones ya han recogido el guante. Las autoridades de Nueva York han autorizado a los 1,1 millones de estudiantes de colegios públicos para faltar a clase este viernes. Y muchos sindicatos están invitando a sus miembros a participar, como la Internacional de Servicios Públicos, una federación de sindicatos que representa a 30 millones de trabajadores en 152 países o como el Trade Unions Congress, una confederación de sindicatos británica que agrupa a 5,5 millones de asalariados.
En la página GlobalClimateStrike.Net se puede ver la secuencia de protestas que habrá a lo largo de la semana, con el 20 y el 27 de septiembre como días clave. Caracas, El Cairo, Kuala Lumpur, Maputo, Moscú... De acuerdo con el mapa, prácticamente todos los países del mundo tienen manifestaciones programadas, salvo lugares en conflicto, como Siria; o desesperadamente pobres, como Haití.
En España también hay marchas a partir de este viernes aunque se espera que el gran día sea el 27 de septiembre, cuando está convocada la Huelga Mundial por el Clima. Entre las organizaciones convocantes hay ONG ecologistas, colectivos de escritores y sindicatos como UGT. España fue el país de la Unión Europea que más aumentó sus gases de efecto invernadero entre 1990 y 2015: crecieron un 16,6% mientras en Alemania y en el Reino Unido se reducían, según comunicó la Agencia Europea de Medio Ambiente hace dos años.
De acuerdo con Thunberg, si no estamos haciendo lo suficiente hasta ahora se debe a la falta de información. “La mayoría de la gente es buena”, dijo la semana pasada a un periodista de la cadena de televisión estadounidense PBS. “La mayoría de las personas simplemente no se da cuenta de la gravedad de la situación y no siente la urgencia, creo que una vez que nos demos cuenta de que esta crisis es una emergencia, la gente va a poder hacerse cargo de lo que está pasando”.
Y es que las consecuencias de la inacción no podrían ser más graves. “En torno al año 2030, una fecha para la que quedan diez años, 252 días y 10 horas, podemos estar en una posición en la que hayamos desatado una reacción en cadena irreversible y fuera de nuestro control que probablemente signifique el final de nuestra civilización tal y como la conocemos”, afirmó Thunberg a los miembros del Parlamento británico durante su visita a Westminster el pasado 23 de abril.
“Rendirse no es una opción”
Con el objetivo de comunicar esa urgencia y participar el lunes en la cumbre del clima en Naciones Unidas, Thunberg llegó el 28 de agosto a Nueva York a bordo de un velero (dejó de tomar aviones por la cantidad desproporcionada de dióxido de carbono que emiten en comparación con otros medios de transporte). En su esfuerzo divulgador se ha entrevistado con Naomi Klein y con las principales cadenas de televisión del país. En Washington estuvo en el Senado y en la Cámara de Representantes, donde trató de inspirar a los políticos recordando el sueño de John F. Kennedy de poner a un hombre en la luna “no porque fuera fácil sino porque era difícil”. “Rendirse no es una opción”, indicó.
Thunberg es hoy una adolescente capaz de dejar sin palabras a los representantes políticos de las principales potencias del mundo, pero hasta hace 13 meses era solo la mayor de dos hermanas con estudios de piano, ballet y teatro. Su padre es actor y su madre una conocida cantante de ópera, pero Greta no se distinguía especialmente salvo por dos características: tenía asperger y estaba muy preocupada por el cambio climático.
A los once años la inquietud fue tan grande que entró en una depresión y dejó de comer. Perdió diez kilos y sólo hablaba con su familia y una de sus profesoras. Su crecimiento se resintió. Ella misma lo explicó durante una entrevista con el periódico The Financial Times: “Todo estaba tan equivocado que pensé que no tenía sentido vivir”.
De la depresión salió, pero no del temor por la vida en un planeta que se encamina hacia su autodestrucción. Como contó durante la misma entrevista, la idea de su protesta en los escalones del Parlamento sueco vino después de ganar el concurso de ensayos de un periódico sueco con un texto sobre la urgencia de actuar contra el cambio climático. Un grupo de jóvenes ecologistas la contactó entonces y Thunberg comenzó a reunirse con ellos para hablar sobre posibles medidas de protesta. Pequeñas huelgas en la clase, o durante el recreo, decían, pero Greta quería una huelga escolar en toda regla. “Traté de que los otros miembros del grupo se unieran a mí... pero ninguno estaba interesado. Así que decidí que lo iba a hacer sola. Aunque nadie viniera conmigo, lo iba a hacer”.
Lo que vino después ya es parte de su leyenda. La charla Ted, su participación en la cumbre del clima de Naciones Unidas en Polonia, en Westminster y en el Foro Económico de Davos en Suiza, su nominación al premio Nobel de la Paz y la portada de Time como una de las personas más influyentes del mundo. “Ahora hablo a todo el mundo”, tuiteó Thunberg cuando se publicó la foto.
Desde medios y sectores afines a la industria de los hidrocarburos la atacan diciendo que representa los intereses de empresas verdes, que no debía haberse comido el sandwich envuelto en plástico que aparece junto a ella en una foto de su Instagram, o que sus padres la están manipulando. Pero nadie se atreve a cuestionar el mensaje de fondo, que estamos cerca de desencadenar una reacción en cadena que podría cambiar radicalmente la vida en el planeta.
Thunberg no dice nada que no hayan dicho antes los científicos del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de las Naciones Unidas. Pero como demuestran las 4.000 movilizaciones por el clima que comienzan mañana en 150 países, cuando lo dice ella, tiene un efecto mayor. En varias ocasiones Thunberg ha dicho que estar en el espectro del autismo le ha permitido concentrarse en el problema y no seguir el comportamiento generalizado de actuar como si no pasara nada. También, que está cansada de que los adultos le hablen de las esperanzas que tienen en el movimiento de los jóvenes para solucionar el problema. “Somos demasiado jóvenes para arreglarlo, no tenemos tiempo para esperar a crecer y que lo resolvamos nosotros en el futuro”.
Para los que entienden lo que está ocurriendo pero se sienten paralizados por el miedo, también tiene una imagen: “Si tu niño está en medio de la carretera y los coches están llegando a toda velocidad, no miras a otro lado porque es demasiado duro ver eso sino, que sales corriendo para sacar a ese niño de ahí”.