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Irán, un argumento más en la disputa entre Estados Unidos y Rusia

El presidente ruso, Vladímir Putin, junto al presidente de Irán, hassan Rouhaní.

Agustín Fontenla

Rusia y Estados Unidos están enfrentados en Medio Oriente por un asunto que salta a la vista: la guerra en Siria. Sin embargo, el curso que está tomando la relación de cada una de estas dos potencias con Irán, presagia una razón más para alentar la disputa. 

Desde que Hassan Rouhaní fue elegido por primera vez presidente de Irán en 2013, Rusia ha estrechado su alianza con el país persa como no sucedía desde la caída de la URSS. 

Semanas después de que fuera electo, Rouhaní se encontró con Putin en el marco de la cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghai. Allí, en un mensaje dirigido más a la comunidad internacional que al propio Irán, Putin dejó en claro la importancia del vínculo entre persas y rusos. 

“Somos conscientes de las muchas opiniones que rodean el problema nuclear iraní en los asuntos mundiales, pero nosotros, Rusia, también somos conscientes de que Irán es nuestro vecino, un buen vecino y no se puede elegir a los vecinos”, decía el líder ruso. 

“Nuestra cooperación fue bastante expansiva en el pasado, sigue siendo hoy y probablemente seguirá siendo la misma en el futuro”.

Desde aquel encuentro, Putin y Rouhaní mantuvieron al menos tres reuniones especiales, y cada una colocó la relación en un peldaño más alto. En noviembre de 2015, el presidente ruso arribó a Teherán después de su primera visita a Irán en el 2007. En esta oportunidad se reunió con Rouhaní pero también con el Ayatolá, quien en definitiva es el que decide qué se hace y qué no en el país.

Esa primera reunión, marcó el relanzamiento de las relaciones. Putin ya había firmado una serie de decretos para cancelar las restricciones que existían para que Moscú cooperará con Teherán, incluyendo el envío del poderoso sistema de misiles antiaéreo S-300, que Medvedev había vetado en 2010 a coro con las sanciones internacionales.

En esa visita de noviembre, Rusia acordó un préstamo millonario y avanzó en proyectos hidrocarburíferos.

El segundo encuentro sucedió el ocho de agosto de 2016 en Bakú, capital de Azerbaiyán, por iniciativa del presidente de este país que planificó un encuentro con la presencia de Rusia e Irán para abordar asuntos de la región. Sin embargo, aquel encuentro habría servido más para un acuerdo militar de alto impacto entre Putin y Rouhaní.

Una semana después, dos bombarderos Tu-22M3 de la fuerza aérea rusa despegaron de la base militar aérea de Irán en Hamadán, para atacar posiciones del ISIS (por sus siglas en inglés).

El gesto fue más simbólico que operativo. Rusia realizó un par de despegues, bombardeó posiciones terroristas y se despidió sin mayor gloria, debido a la polvareda que levantó el acuerdo. Sin embargo, reafirmó la alianza, por ahora indivisible, entre Moscú, Teherán y Damasco, como un frente en la guerra siria.

Otra decisión simbólica pero significativa fue la intervención de Putin ante la OPEC en defensa de Irán. Cuando en septiembre de 2016, los países productores de petróleo discutían un corte en la producción, el presidente ruso dijo que “sería muy injusto” dejar a Irán en el nivel actual de producción. Señaló que el país persa estaba “empezando desde una posición muy baja, a raíz de las ‘conocidas’ sanciones” que había sufrido.

El último encuentro entre ambos mandatarios sucedió hace unos meses, en marzo de 2017. Rouhaní vistió Moscú por dos días. 

“Rusia e Irán comparten muchos años, sino siglos, de cooperación bilateral. Hemos mantenido relaciones diplomáticas por más de 500 años”, dijo Putin para darle la bienvenida.

Detrás del abanico de proyectos económicos que firmaron, Rusia señaló que Irán era un jugador clave en Medio Oriente. En cuanto a Rouhaní, Putin señaló que bajo su liderazgo, el país persa era un actor “estable” y “confiable”.

El senador ruso Konstantin Kosachev fue más gráfico y concreto. “El éxito de la cooperación antiterrorista entre Rusia e Irán se ha convertido en la base para el desarrollo de las relaciones bilaterales en varias aéreas”. 

Con Irán, Putin ha forjado una alianza política, militar y económica con beneficios variados; sobre todo desde que Rouhaní es presidente. No hay razones para pensar que vaya a sacrificar bajo ningún aspecto, ni siquiera un acercamiento con Washington, una relación tan especial y estratégica.

El “Estado terrorista número 1”, según Donald Trump

Durante una entrevista con Fox News, el único medio en el que Donald Trump cree que se practica el periodismo, el presidente de Estados Unidos afirmó que Irán era “el Estado terrorista número 1”.

En general, fue simplemente una más de las tantas intervenciones que realizó, la mayoría en Twitter, despotricando contra el país persa. Por ejemplo, cuando después de que Irán realizara un test balístico en enero de este año, afirmó que estaba “jugando con fuego” y que no sería tan “amable” como lo fue Obama.

Lo cierto es que desde que asumió la presidencia, Trump ha puesto a Irán como uno de sus peores enemigos. Quizás solo superado por los medios de comunicación de Estados Unidos, o el propio ISIS.

Aunque no desmanteló el acuerdo que lograron las seis potencias (G5+1) con la nación persa por su plan atómico, al que consideró “un desastre”, ha movido importantes fichas en su contra.

H. R. Mc Master, consejero de Seguridad Nacional de Trump mantiene un encono personal con Irán. Cuando comandó fuerzas durante la invasión estadounidense de Irak, algunos de sus soldados cayeron ante la insurgencia iraquí . Según sostiene New York Times, Mc Master culpa a los agentes iraníes que colaboraron con los insurgentes.

Otro que encontrará razones para oponerse a Irán, es Jared Kushner. El yerno y preciado consejero de Trump ha estrechado relaciones con Mohammed Bin Salman (MBS), el reciente nombrado primer sucesor a la corona en Arabia Saudi. El futuro rey es el impulsor de la nueva faceta militarista de Riad, y férreo oponente de Irán.

En mayo pasado, MBS afirmó que no había diálogo posible con Irán, y vaticinó una guerra, que no sucedería en Arabia Saudí porque se ocuparía de que existiera antes en territorio persa.

Sus antecedes, merecen tomarlo en serio. En 2015, involucró al reino en la guerra de Yemen que, al margen de los bombardeos contra civiles, es una disputa solapada contra Irán, que apoya a las milicias houthíes en ese país.

Otra ficha en contra de Teherán, corrió por cuenta del Comité de Relaciones Exteriores del senado. En mayo pasado, entre mayoría de votos republicanos y demócratas, aprobó un paquete de sanciones contra Irán tan riguroso que encuentra antecedente solo en los tiempos anteriores al acuerdo con las seis potencias. 

Los senadores, debieron encontrar un atajo para aprobarlo, pues no contaban con el argumento anterior del avance de Irán en la construcción de una bomba nuclear. Argumentaron que Teherán apoya el terrorismo y viola los derechos humanos. Un acto de cinismo elocuente, si se considera la relación con Arabia Saudí, que supera a Irán en ambas materias.

Por su parte, la C.I.A. ha puesto a cargo de las operaciones de inteligencia en Irán al “príncipe oscuro”. Michael D' Andrea, a cargo de la cacería de Osama bin Laden y supervisor del polémico programa de ataques con drones, será el encargado de lidiar con el régimen persa. 

Antiguos agentes de la inteligencia estadounidense, sostienen que aunque D' Andrea es profesional y de abordajes inteligentes, podría ser “muy agresivo”. En cualquier caso, no es bienvenido en Teherán. Está señalado como el responsable de la muerte de Imad Mugniyah, jefe de operaciones internacionales de Hezbollah.  

Una confrontación solapada por el conflicto sirio 

Las disputas entre Rusia y EEUU por el rol de Irán no suelen llegar a los titulares. Pero simplemente por una razón, la guerra en Siria se roba el protagonismo. El conflicto en este país árabe es el cruel terreno en el que las dos grandes potencias miden el pulso de su influencia, y su relación con Teherán. 

Un ejemplo considerable es el derribo de un avión de combate sirio por parte de EEUU el pasado 18 de junio. Una advertencia que realizó después de derribar diez días antes un dron de las fuerzas iraníes.

Rusia reaccionó enseguida, y advirtió que consideraría como “objetivos” a cualquier avión de combate o dron que volara al oeste del río Eufrates.  Sin embargo, eso no trajo ninguna calma. Un día después, Estados Unidos derribó un segundo dron iraní.

A estas alturas, la situación parece no llevar otro curso más que una escalada.

Un contacto entre Putin y Trump podría traer algo de certidumbre a las operaciones militares que ambas potencias despliegan en Siria , y al desarrollo de sus políticas en Oriente Medio. 

La cita del G20 en Hamburg (7 y 8 de julio), podría ser una buena oportunidad, si finalmente se concreta ese polémico y esperado encuentro.

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