Nico Cué (Partido de la Izquierda Europea): “El movimiento feminista nos ha dado una lección magistral al movimiento obrero”
Nico Cué es el candidato del Partido de la Izquierda Europea a presidir el Ejecutivo comunitario. Pero, sobre todo, es un obrero del metal, sindicalista metalúrgico de Lieja (Bélgica) a quien sus compañeros han llamado para dar voz a aquellos que quieren más peso de lo público en la economía y combatir el discurso creciente de la extrema derecha. Cué tiene raíces asturianas: su padre vivió las huelgas de 1961 y 1962; estuvo en los inicios de CCOO y militó en el PCE en la clandestinidad española y también en Bélgica hasta que falleció en un accidente de tráfico en 1968.
Sindicalista del metal, sin trayectoria de partido, ¿cómo surgió que se presente como candidato del PIE a la Comisión Europea?
Milité hasta los 19 años, en la Unión de Juventudes Comunistas de España. Y después cuando he empezado a hacer sindicalismo ya no he tenido carné de partido, salvo un periodo breve en Izquierda Unida. Habría que preguntar a los compañeros que me lo propusieron. Me extrañó sinceramente cuando Maite [Mola, vicepresidenta del PIE y dirigente de IU] me lo propuso me di cuenta de que había dos o tres asuntos que me llevaron a decidirme.
Uno es la subida de la extrema derecha. Me afectó mucho la entrada de Vox en Andalucía. Y la evolución de la extrema derecha en Europa, viniendo de un país que ha sufrido una dictadura con un padre que combatió el franquismo, para mí es algo que no puede dejarnos tranquilos en casa: hay que seguir con la lucha.
Yo me habría quedado en el barrio donde creció en Lieja, con las asociaciones y hacer un trabajo de terreno. Desde hace unos cuantos años tenemos un movimiento que se llama Acteur de ton present actores ahora no el futuro.
Yo era más trabajo de barrio, pero es verdad que, desde hace un tiempo, tengo contacto con el Fórum Europeo del PIE y no me esperaba que me propusieran ese tipo de desafío.
Me han dicho que era su voluntad contar con personas que van el terreno.
A menudo los partidos de izquierdas se erigen portavoces de los trabajadores y quizá algunos de ellos hace tiempo que no tienen contacto cotidiano con el mundo del trabajo.
Es interesante porque al mismo tiempo propusieron a una artista ser cocandidata: Violeta Tomic. También me gustó, porque con el movimiento es que hemos hecho de actores somos: agricultores, campesinos, sindicalistas de la metalurgia..
Es poner al frente personas que están muy pegadas a la realidad de la gente. Yo siempre digo, tenemos ocasión de estar en reuniones, en aviones, en hoteles, en muchos lugares y no donde la gente vive. Y pienso que es una parte de la voluntad del PIE hablar con gente como yo y como Violeta para llevar la candidatura lo más lejos posible.
Estamos hablando en español porque tus raíces son españolas. ¿Cómo llegas a Bélgica?
Mi familia siempre ha sido antifranquista. Mi nombre, Nicanor, es el del hermano más joven de mi padre, que desapareció en el 34 en el Hospital de Oviedo, nunca se ha encontrado su cuerpo y mi padre me llamó Nicanor por eso.
Mi padre y su cuñado están en el desarrollo de Comisiones Obreras a partir del año 61-62, y después de las huelgas del 62, todas las noches llegaban a Barrio Santamarina, en Mieres, y sacaban a uno de casa y se lo llevaban.
Mi padre falleció muy joven, en el 68, de un accidente de coche. Y mi madre siempre nos ha dicho que fue el partido el que dijo: o sales, o te vas a encontrar en Carabanchel.
Mi padre hablaba un poco francés porque se refugió en Francia con la familia durante la Revolución del 34, y salió casi de la noche a la mañana. De la noche a la mañana, nuestro padre ya no estaba allí.
Sabíamos que pasaba algo porque cada vez que había una reunión en casa, nos encerraban en una habitación y no podíamos movernos, ni ver quién entraba y salía de casa.
Y un año después pudimos salir entonces para Bélgica, porque no tenía permiso de trabajo y no encontró trabajo directamente, porque ya tenía un poco de silicosis. Y fueron los compañeros aquí en Bélgica del sindicato en Lieja los que le arreglaron para que pudiera ir de nuevo a trabajar a la mina.
Cuando cerró la mina, él se recicló en mecánica electricista, pero se mató en el coche. Y se acabó la historia para mi padre.
Mi tío, el hermano mayor de mi madre, que estaban siempre juntos mi padre y él, lo arrestaron y estuvo en Carabanchel.
Aquí en Bélgica, hasta el año 68 que murió mi padre, no hacíamos política.
Mi padre, en casa, quería dejarnos lo más lejos posible por si acaso. Era la costumbre de la clandestinidad. Cuando mi padre murió, nosotros empezamos a enterarnos de lo que hacía: era responsable de Organización del PCE en Lieja, estaba en los clubes Federico García Lorca, que eran la fachada del Partido Comunista de España, y después, nosotros empezamos a interesarnos por lo que había hecho nuestro padre y entramos de forma casi natural en las Juventudes Comunistas, muy activos en los clubs Federico García Lorca. Y yo como responsable de Organización de la Unión de Juventudes Comunistas de España en Lieja, Bélgica y durante un poco también en Europa.
Habla de la Guerra Civil, la dictadura, el exilio y la amenaza de la extrema derecha. Justo el 25 de abril se celebraban 75 años de la liberación de Italia y Salvini se negó a participar en las celebraciones.
Se están pasando todas las líneas rojas, una detrás de otra. Los comentarios de Tajani también sobre las cosas que había hecho Mussolini... Son líneas rojas que se están pasando. Y cada vez que se pasan, la gente se acostumbra.
Dicen barbaridades, en la campaña en España se han dicho barbaridades increíbles. Pero también en Bélgica con la N-VA, o lo que está pasando en Alemania con la AfD, y en los barrios periféricos de Roma, los Fratelli de Italia tienen una agresividad enorme con los homosexuales, los gitanos...
Está muy, muy tenso, muy tenso. El problema es que no tenemos que esperar a que se instale el miedo y que la gente de izquierda no se pueda expresar en los barrios sobre temas como la inmigración, la discriminación sexual, la igualdad social.
La extrema derecha es violencia física y verbal, y esto lleva a la necesidad de aumentar el nivel de lucha de la izquierda para que pueda recuperar una parte del terreno perdido en los barrios populares.
Después de todo esto, yo voy a volver al barrio, a hablar con las asociaciones, con los pensionistas, con la gente que está dudando a veces del porvenir y que piensa que es más la guerra entre los pobres que la guerra con los ricos.
A veces se hace la reflexión de cómo en la extrema derecha ha conseguido meter en la agenda sus banderas y sus temas.
En España, la extrema derecha estaba en el Partido Popular, y, poco a poco, se ha abierto la puerta a esos salvajes, a esa brutalidad verbal y agresiva.
En Francia, llevan 30 años los partidos de derechas corriendo detrás de Le Pen, porque hay resultados electorales, pero no se dan cuenta de que cuanto más corren detrás de ella, más se refuerza, porque dan legitimidad a ese tipo de discursos.
Lo hemos visto en Bélgica también con los gobiernos que hemos tenido de Charles Michel cuando su secretario de Estado, de la N-VA, colaboraba con la dictadura etíope para controlar la inmigración y lo encuentran normal.
Se están pasando las líneas rojas para aprovecharse de esa parte de la población que tiene miedo de la inmigración. Y de eso tienen la responsabilidad los partidos de derechas, pero también una parte de la socialdemocracia que abrió la puerta a ese tipo de discursos de restricción de la inmigración, de discriminación sexual.
Y la derecha no llama a la razón de la gente, llama al vientre, al corazón, a los impulsos de la gente y no han cortado eso con la fuerza necesaria para que no se extienda. Y, en vez de recortarlo, lo han abierto. L'Humanité publicaba recientemente que cuando comparas el programa electoral del FN de hace 25 años, ves hoy que una gran parte está recogida por los partidos tradicionales.
Y eso es lo que abre la puerta a los excesos de la extrema derecha: decir que ser racista no es un delito... Y esa responsabilidad está en los partidos tradicionales, y también con las políticas de austeridad que han hecho que la gente sienta el porvenir con miedo. Eso crea angustia y la extrema derecha lo tiene bastante fácil; porque las restricciones y la austeridad pone a todo el mundo muy mal.
Es interesante reconocer que hay mucha gente que tiene miedos y temores. El asunto es cómo canalizarlos no por la extrema derecha.
¿Por qué no volvemos a lo que es tradicional en la izquierda? A inventar un mundo mejor y que la gente se ilusione por ese mundo mejor. Y no decir que Lenin decía esto, que Mao decía esto, que Trotsky decía lo otro, que no podemos estar de acuerdo los unos con los otros porque los 'ismos' que nos han dividido durante 180 años nos impiden llegar a acuerdos.
Estamos en un mundo que está cambiando muy rápido, con una clase trabajadora que está explotando y nosotros seguimos con marcos teóricos que ya no tienen que ver con la situación sociológica de la gente.
Tener una base de análisis marxista es indispensable; si queremos atacar las desigualdades, hay que ir a combatir el capitalismo y sus desigualdades. Pero no podemos tener como la Biblia, un libro que nos dice cómo tenemos que hacer hoy mañana y pasado, y no tener en cuenta la realidad de la gente.
Y en ese sentido, pienso que la izquierda está renovándose, intentando crear caminos para converger con quien quiere un cambio del sistema capitalista, pero que estemos con el sentido común: cómo hacemos para disminuir esas desigualdades y cómo crear un campo un campo donde la autoridad pública, el Estado, la gente, tiene un espacio más grande.
La socialdemocracia ha dicho: 'Vamos a reducir desigualdades y crear una clase media que nos vote“. Y nosotros decimos: queremos una visión de Estado que tenga potencia en la economía, para vivir en común con proyectos comunes. Y eso es reducir la capacidad del capitalismo y de la propiedad del capitalismo. Hoy en día, el capitalismo nos está ganando sobre la Seguridad Social con seguros privados; en el campo industrial; en los servicios públicos con la sanidad... Tenemos que volver a recuperar ese campo porque si no la gente no va a creer en nosotros. Y tenemos que volver al terreno, al frente, a la calle, a los barrios.
Hablando de bueno de achicar el espacio del capitalismo de reducir... La potencia del movimiento feminista y la potencia del movimiento contra el cambio climático son buenos aliados para eso, porque no se puede combatir el cambio climático si no se reordena la economía. Y no puede combatirse el heteropatriarcado si no se reorganiza la vida y la economía.
“La femme est l’avenir de l’homme”, decía el poema de Louis Aragon –la mujer es el futuro de la humanidad–. Es verdad que viendo los movimientos feministas, a lo mejor el movimiento obrero clásico no nos dimos cuenta que después del 68 hemos caído en las mismas costumbres de “el hombre fuera de casa y la mujer en casa no”.
Pienso que el movimiento feminista está hoy en día dando una lección magistral al conjunto del movimiento obrero. Diciendo que están ahí y que las hemos abandonado durante un tiempo. Y eso que la lucha por un trabajo igual nos ha acompañado a todo el movimiento obrero directamente, pero no hemos cambiado esa visión patriarcal de la sociedad. Y lo que está saliendo hoy a la calle de las mujeres por las mujeres y no llevados por hombres en nombre de las mujeres es una esperanza.
Sobre el clima, pienso que el movimiento obrero también se equivocó en el sentido que el cambio climático no lo hemos visto venir, pero hemos visto la dureza de la productividad y de la utilización de una serie de productos en las fábricas. Porque en las fábricas veíamos los productos tóxicos, pero no los que se echaba fuera de la fábrica. Eso vino de la presión fuera de las fábricas.
Hay que darse cuenta de que el modelo productivo que hemos tenido hasta ahora hay que cambiarlo. El problema es cómo cambiarlo, qué hacer con los trabajadores de la nuclear, la química... No llegamos a rellenar esas preocupaciones con una visión de futuro para la izquierda. Y es una realidad, y Salvini va a hacer lo mismo y la extrema derecha va hacer lo mismo: se cargan los acuerdos de París para decir que garantizan el fin de mes.
Nosotros tenemos que construir una alternativa. Y decir simplemente que hay que hacer una transición justa no es suficiente. ¿Qué significa una transición justa? Y no puede ser un problema de dinero después de lo que ha gastado el Banco Central Europeo con la banca; está el fraude fiscal, los beneficios de las empresas... Hay dinero y está muy mal repartido. La batalla climática no la van a hacer las multinacionales porque tienen sus ojos cada tres meses mirando qué pasa con sus cuentas y accionistas.
No se cambia el clima en tres meses, así que el capital no puede responder al desafío climático. Tenemos que volver a ver el interés común del conjunto de la humanidad, de Europa, y proponer iniciativas públicas para el clima.
La iniciativa pública lanzó la CECA para evitar guerras entre Francia y Alemania; se ha hecho con Airbus y Arianne; y está Galileo, también iniciativa pública. Es investigación, desarrollo e innovación por iniciativa pública. ¿Por qué no lo podemos hacer con el clima? Hay dinero. Tenemos que volver a la iniciativa pública. En la economía y en la industria y tener programas de investigación, desarrollo e innovación para tener productos que consumen menos energía y hacer un centro para pensar cada producto que utilizamos y tener una economía circular. La izquierda en esos terrenos está un poco fría aún.
¿Esto que propone cabe en el marco de la UE? ¿Hasta qué punto es reformable la UE?
Depende de la correlación de fuerzas que sea reformable o no reformable. Si la extrema derecha llega con gran fuerza no será reformable, y la socialdemocracia me da miedo porque antes de las elecciones hacen una serie de promesas y después cuando se tiene que gestionar se quedan con posiciones de derecha.
Pienso que hoy en día es reformable. El problema es tener las correlaciones de fuerza, cómo ganar una parte de la Comisión Europea y el Parlamento, y entrar en contradicción con el Consejo para que los gobiernos de las naciones cambien su conducta para Europa.
Hay que seguir luchando por reformarla y si tenemos un día la correlación de fuerzas suficiente ver cómo se pueden reformar los tratados. En primer lugar hay que ver la independencia del Banco Central Europeo e integrar en los tratados la noción de cooperación y no competencia y que el tema social sea el futuro de Europa: que tengamos unos estándares comunes sobre una base social europea.
Para eso se necesita también ver los tratados internacionales, porque no podemos tener una serie de normas que nos imponemos nosotros mismos a escala europea y que después se nos abran las fronteras para introducir productos que no tienen en cuenta los estándares de vida europeos, hay que exportar nuestros estándares de vida, y así a lo mejor habrá más igualdad en los intercambios con los países del sur.
Cuando se creó Europa había esa visión de exportar nuestros estándares de vida, pero todo se arrasó a partir de los años 80 con la visión neoliberal.