Perpiñán, el bastión que la extrema derecha francesa ha construido sobre la pobreza y la inseguridad
“Aliot no es racista. ¿Extrema derecha? Simplemente quiere acabar con los que se aprovechan del sistema”. Christine Chillinger, de 43 años, aguarda sentada en una de las cuatro mesitas de su snack-bar, en la calle Fusterie, a que entren los primeros clientes del miércoles. Se muestra satisfecha con la victoria el pasado domingo de Louis Aliot en las elecciones municipales, la primera vez que Rassemblement National (el nuevo nombre del ultraderechista FN de Marine Le Pen) logra la alcaldía en Perpiñán. “Hace demasiado que tenemos problemas de insalubridad y de delincuencia”, opina esta mujer, originaria de Madagascar.
Perpiñán es desde el domingo el principal bastión de la extrema derecha en Francia, la única ciudad de más de 100.000 habitantes en la que gobiernan después de unos comicios en los que, de forma generalizada, han obtenido unos resultados más bien mediocres. En la capital de los Pirineos Orientales, sin embargo, el RN logró arrebatar a Los Republicanos (LR) un poder local que la derecha ostentaba desde 1993. Bajo una apariencia moderada y sin estridencias extremistas, Aliot ha alimentado el debate de la inseguridad en una ciudad sumida como pocas en la pobreza y el paro hasta lograr en la segunda vuelta de las elecciones el 53% de los sufragios.
A Christine, que no votó en 2014, la ha convencido el discurso de la mano dura de Aliot. Cuenta que regentaba otro bar hasta hace poco, en el barrio norteño de Vernet, hasta que un día sufrió un intento de robo y le cogió miedo. “Al cabo de poco cerré y lo vendí. Ahora he abierto este”, explica, orgullosa. “Esta calle al menos es más tranquila por las mañanas, espero que las cosas vayan a mejor”, conjura.
La apertura de su local, coincidiendo con el fin del confinamiento, resulta un acontecimiento poco usual en una calle como Fusterie, considerada por muchos el símbolo de la pérdida de vitalidad de algunas zonas céntricas en beneficio de las grandes superficies comerciales que circundan la ciudad.
A diferencia de otras calles paralelas llenas de terrazas y escaparates, en esta apenas había este miércoles algunas persianas levantadas mientras la atravesaban peatones y ciclistas en busca de la plaza Yacinthe Rigaud, nombrada por el retratista de Luís XIV nacido en Perpiñán en 1659. El mismo año clave en que se firmó el Tratado de los Pirineos y toda la región pasó a quedar definitivamente bajo el dominio de París.
Tres siglos y medio después, la herencia catalana sobre Perpiñán apenas se reduce a la nomenclatura de las calles, a la institucionalidad de la 'senyera' y al minoritario uso del catalán, al que contribuye más que nadie la numerosa comunidad gitana de la ciudad. Unas 4.000 personas que habitan en el barrio de Saint-Jacques, uno de los más degradados de la ciudad debido en parte al mal estado de sus viviendas. Hace dos años, el gobierno de Macron inició un plan para sanear el vecindario demoliendo y rehabilitando viviendas, pero la comunidad lo vio como un intento de gentrificación y lo acabó paralizando a base de protestas.
Nick Giménez, uno de los patriarcas, se sienta en un banco de la plaza Puig, en la que abundan las tertulias entre jóvenes del barrio, y explica por qué el domingo la mitad de su comunidad optó por votar a Aliot, un apoyo muy superior al 25% que estima que respaldó al ultraderechista en 2014. “Es la inseguridad, nosotros hacemos mucha vida en la calle y nos inquieta la presencia de traficantes”, sostiene. “No queremos que vuelva a ocurrir lo de 2005”, aventura. Se refiere al grave conflicto que enfrentó durante varios días a la comunidad gitana con la magrebí.
Saint-Jacques es uno de los 10 distritos designados de acción social prioritaria en la región de los Pirineos Orientales. Nueve de ellos están en Perpiñán. “Es una de las ciudades más pobres de Francia”, sostiene Julien Marion, periodista del diario local L'indépendant. El 32% de sus 120.000 habitantes viven bajo el umbral de la pobreza, con una tasa de paro del 25% un 15,2% de las viviendas vacías. Estos dos últimos datos suponen el doble de la media del país y se disparan en barrios como Saint-Jacques. “Aquí el 80% no tiene trabajo”, asegura Giménez.
Las (muchas) razones de la victoria de Aliot
“Las desigualdades suelen ser terreno abonado para el Frente Nacional, que sabe jugar con los sentimientos de aquellos que tienen miedo a perder su modo de vida, a menudo señalando a otras personas como responsables”, sostiene Christele Lagier, profesora y politóloga de la Universidad de Avignon. La pobreza y las tensiones entre comunidades le han colgado en más de una ocasión a la ciudad la etiqueta de laboratorio social durante la crisis económica de la última década.
Pero la desigualdad es solo uno de los muchos ingredientes que han acabado por formar el cóctel victorioso de Aliot. Algunos tienen que ver con los factores clásicos del crecimiento de la ultraderecha en el país: el sentimiento de abandono respecto de la capital (el sur de Francia suele ser un buen granero de votos del FN), la amplia presencia de la comunidad pied-noir –los franceses que abandonaron Argelia en tras la guerra 1962– y un insistente discurso de mano dura contra la delincuencia.
Otras razones responden a la dinámica política local. En una ciudad que ha votado históricamente a las derechas, Aliot ha logrado convencer a una parte del electorado no extremista con un discurso menos beligerante que el de su partido –de hecho, concurrió sin las siglas del RN– y ha capitalizado el desgaste del anterior alcalde, Jean Marc-Pujol (LR), acusado de hacer una política clientelista que se remonta a décadas atrás, a la dinastía de Alduy de la que él ha sido heredero. Primero Paul Alduy y luego su hijo Jean-Paul Alduy gobernaron la ciudad entre 1959 y 2009, pasando entonces el testigo a Pujol hasta el pasado domingo.
El actual alcalde Louis Aliot, abogado nacido en Toulouse en 1969, llegó a Perpiñán como un “paracaídista” desde la organización central del FN, en palabras del periodista Marion. Pese a su voluntad durante los años de cultivar un perfil propio, ha sido miembro del partido ultraderechista desde 1990, colaborador del fundador Jean Marie Le Pen y ha sido uno de los máximos dirigentes del partido bajo el liderazgo de Marine Le Pen (de la que fue pareja sentimental). Con ella tuvo un papel destacado en la llamada desdemonización del partido, el proceso por el que el FN trató de alejarse de la imagen antisemita de Le Pen padre para conseguir penetrar en segmentos más amplios de la población.
Esta ha sido la estrategia de Aliot en Perpiñán. Por un lado, apunta Marion, “ha alimentado el debate de la inseguridad y ha insistido mucho en la droga”, pero a la vez, añade, “ha evitado atacar directamente al islam o a la inmigración”. “Ha optado por no estigmatizar abiertamente a ciertos colectivos para no ahuyentar a parte del electorado, con lo que ha logrado captar un votante más moderado sin ahuyentar a los puros”, resume el escritor Joan Lluís-Luís.
Poco a poco y comicios tras comicios, Aliot ha ido afianzándose en la político local. Si en 2008 obtuvo el 12% de los votos, en 2014 ya alcanzó el 45% y se quedó a un paso de destronar a Pujol. En 2017 fue escogido diputado en la Asamblea Nacional por la circunscripción de los Pirineos Orientales. Y esta vez no ha dejado escapar la oportunidad y se ha hecho con la alcaldía.
El fracaso del Frente Republicano
Una de las grandes diferencias respecto a 2014 es que entonces, en la segunda ronda de las elecciones, el resto de partidos consiguieron congregar a sus votantes en torno a Pujol para evitar que ganase la extrema derecha. Es lo que en Francia se llama el Frente Republicano, una suerte de cordón sanitario contra el FN. Esta vez no valió.
“Perpiñán está debilitada por un sistema que ha favorecido los amiguismos y por un alcalde que llevaba demasiados años. En este contexto, el frente republicano no es efectivo”, asegura la politóloga Lagier. Una prueba de la debilidad de este frente anti-FN es que dos miembros de la lista de En Marche, liderada por Romain Grau, pidieron el voto por el ultraderechista, en vez de hacerlo por Pujol.
La abstención se disparó hasta el 53% y entre los analistas sugieren que hubo votantes de izquierdas se quedaron en casa. “La actitud de una parte de la izquierda ha sido muy displicente, diciendo que no se querían ensuciar las manos votando por ninguna de las dos derechas. Algunos ya tienen remordimientos”, aventura Lluís.
Sonia Le Mouroux encarna esta opción, que ella defiende. Empleada comercial que antes tuvo una peluquería canina en el centro de Perpiñán, vive en el pueblo de Saint-Laurent-De-Cerdans. Ahora con su marido, que está jubilado, se están mudando de nuevo a un apartamento en la ciudad. “Estos días andamos arreglándolo”, comenta, y señala un brazo lleno de rasguños y magulladuras.
A ella no la convence el discurso sobre la degradación de la ciudad y el aumento de la criminalidad. “Me parece que se exagera y se habla mucho en los periódicos, pero a mi no me da esta sensación”, valora. Aunque no pudo votar por no estar todavía empadronada en la ciudad, esta mujer asegura que en primera vuelta hubiese optado por los Ecologistas (quedaron terceros con un 15% de voto). ¿Y en la segunda vuelta? “Abstención. No hubiese votado. Creo que Pujol arrastra demasiados escándalos”, concluye.
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