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“¿Unión aduaqué?” Un Brexit a la turca que mantiene lazos con la UE para salvar el problema de Irlanda

La primera ministra británica, Theresa May.

Andrés Gil

Corresponsal en Bruselas —

¿Qué quieres ser de mayor? Es la típica pregunta que se hace a los críos, y suelen responder cualquier cosa. Ahora, ninguno, seguramente, responderá “unión aduanera”. Y ese es el problema de Reino Unido, que no suena nada sexy y, además, lleva incluido el término “unión”, lo cual es bastante incompatible con el del divorcio, que es lo que es el Brexit en realidad. 

Pero el problema no es sólo pasar del divorcio a la unión, que ya de por sí parece un poco contradictorio. El problema es que, según lo establecido en los Acuerdos de Viernes Santo que sellaron la paz en Irlanda del Norte hace dos décadas, no puede haber una estructura fronteriza entre las dos irlandas. Es más, debe haber una frontera blanda. Incluso, si lo quisieran los ciudadanos, podría haber una unificación de Irlanda, pero lo que no está previsto es que se ponga trabas a la libre circulación de las personas y las cosas. Y una unión aduanera no resuelve eso.

De hecho, en el acuerdo del Brexit firmado por Theresa May y la Unión Europea, se establece que Reino Unido permanezca en la unión aduanera, pero Irlanda del Norte, en tanto que tendría una frontera invisible con la República de Irlanda, quedaría en buena parte del mercado único interior. Y eso son dos cosas distintas que, además, garantiza el célebre backstop, que no es más que un seguro para que no haya una frontera dura entre las irlandas mientras negocian Bruselas y Londres un acuerdo de relación futura tras haberse producido el Brexit con acuerdo.

Si hay Brexit sin acuerdo, no hay ni unión aduanera, ni mercado interior ni periodo de transición ni backstop ni nada de nada. 

La moción favorable a una unión aduanera fue rechazada este lunes por la noche en los Comunes por tan solo tres votos (276-273). El diputado que defendió esta moción, el conservador Nick Boles, dejó tras la derrota el partido en una emocionada intervención ante la Cámara: “Lo he dado todo para intentar encontrar un acuerdo. he fracasado principalmente porque mi partido rechaza comprometerse. Lamento anunciar que ya no puedo sentarme con este partido”.

La enmienda pretendía fijar el compromiso de negociar una unión aduanera “permanente y amplia” con la Unión Europea en cualquier acuerdo del Brexit.

La unión aduanera es un área de libre comercio que establece una tarifa o arancel exterior común para la misma área. Si no existe esa tarifa común, cada Estado tendría libertad para imponer la suya. Entonces, para evitar que un producto de un Estado no miembro entrara a la comunidad comercial a través del Estado con un arancel más bajo, el área de libre comercio tendría que establecer controles fronterizos.

Como explicaba Pablo Suanzes en un prolijo diccionario sobre el Brexit publicado en El Mundo, “forman parte de ella la UE, Andorra, Mónaco, San Marino y Turquía. Implica comercio sin tarifa aduaneras y aranceles, y tener unificados los costes repercutidos a los bienes que llegan desde el exterior. Los derechos de aduanas a la importación y a la exportación, así como los impuestos de efecto equivalente, están prohibidos entre los Estados miembros. Pero supone también que los miembros no pueden negociar por su cuenta tratados comerciales con terceras partes”.

En todo caso, no hay que confundir unión aduanera con mercado único interior. La unión aduanera tiene que ver con aranceles comunes para productos de terceros países que no son miembros de un área comercial, y con la ausencia de aranceles –que no de controles– interiores.

El mercado único interior es otra cosa, y supone cuatro requisitos: libertad de bienes, libertad de capitales, libertad de servicios y libertad de personas. Las cuatro libertades, the four freedoms, que dicen en Bruselas, y que son fundamentales en la Unión Europea y, por eso mismo, si no hay frontera entre las irlandas, automáticamente Irlanda del Norte quedaría incluida en ciertas partes del mercado único interior. 

Pero no Gran Bretaña –que estaría solo en la unión aduanera–, y por eso dicen en Londres que el backstop supone partir con una frontera las dos islas de Reino Unido: habría que ejercer cierto control de las mercancías que viajen entre Gran Bretaña e Irlanda del Norte. 

Otra posibilidad, que defendía Owen Jones en un artículo en The Guardian publicado en eldiario.es, es la que se ha llamado Mercado Común 2.0, o Noruega Plus, también derrotada este lunes en Westminster.

Es otra de las opciones en el menú que puede escoger Londres. Pero sería mucho más estrecha que la unión aduanera, y también más compatible con la frontera invisible en las irlandas. 

¿Cómo sería? Pues un Brexit bastante blando. El Reino Unido seguiría formando parte del mercado único europeo y entraría en una unión aduanera permanente. “Este tipo de acuerdo”, explicaba Owen Jones, “resuelve el insoluble problema de la frontera en Irlanda del Norte y, según sus defensores, deja a la Unión Europea sin jurisdicción en la justicia y en las políticas agrícola y pesquera británicas. Gran Bretaña quedaría con margen para resistirse a una mayor integración política”.

Y añadía: “Es cierto que esta alternativa no termina con la libertad de circulación (algo positivo desde mi punto de vista), pero el gobierno podría imponer controles técnicos si demuestra ”serias dificultades económicas, sociales o medioambientales“. Gran Bretaña también tendría libertad para definir sus propias normas sobre el sector financiero”.

En todo caso, el negociador jefe de la Unión Europea para el Brexit, Michel Barnier, ha afirmado que Bruselas estaría abierta a negociar un acuerdo de unión aduanera con Gran Bretaña si así lo propone Londres. Una unión aduanera, en la que el Reino Unido y la UE mantuviesen una política comercial común y aranceles externos, podría resolver el problema en la frontera de Irlanda del Norte y eliminaría uno de los principales escollos que ha llevado al Parlamento británico a rechazar el acuerdo, explicó Barnier.

En todo caso, lo fundamental, es que Reino Unido se mire al espejo y se pregunte qué relación –o de unión– quiere tener con la UE tras el Brexit. Y, en función de eso, así será el divorcio: con acuerdo o las bravas.

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