Las primarias demócratas y republicanas de Iowa han abierto la carrera electoral a la presidencia –quedan nueve meses para las elecciones de noviembre de 2020– y los demócratas se han tropezado en la línea de salida con los fallos en el recuento. Mientras tanto, Donald Trump ha llegando haciendo una demostración de fuerza en unas elecciones internas en las que no tenía rival, con un discurso del Estado de la Unión para presumir de logros y con una inminente absolución en el impeachment.
Llega a este punto, que debería ser crítico para él, con un apoyo del 49% del electorado, según una encuesta de Gallup, lo que supone la cifra más alta desde que fue elegido presidente.
Este miércoles, el Senado anunciará el veredicto del juicio político contra el presidente y los demócratas no han conseguido ganar los votos republicanos suficientes para declarar culpable y destituir al presidente. Trump, que no ha estado presente en todo el proceso, ha tenido además este martes una oportunidad de oro para defender su reelección durante el discurso del Estado de la Unión, titulado: 'El gran regreso americano'.
El discurso del Estado de la Unión, pronunciado en la misma cámara que le llevó a juicio, es la ocasión perfecta para presumir de sus logros y de sus promesas para el segundo mandato. La economía crece de forma continua, el desempleo está en su punto más bajo desde hace medio siglo y los salarios crecen más rápido que hace tres años cuando Trump asumió la presidencia. Por ello, Trump ha intentado sacar músculo económico ante, entre otros, Nancy Pelosi, que ha roto su copia del discurso al acabar la alocución del presidente.
El expresidente Bill Clinton también pronunció un discurso del Estado de la Unión en medio del juicio político en el Senado de 1999. Ni Clinton entones ni Trump ahora pronunciaron la palabra impeachment. Richard Nixon, que no llegó a ser juzgado porque dimitió antes, sí pidió al Congreso en su discurso del Estado de la Unión de 1974 que cerrase las investigaciones por el caso Watergate.
A esto se suma la demostración de fuerza en las elecciones primarias. Mientras el Partido Demócrata se vio envuelto en una madrugada caótica del lunes al martes en la que no ha sido capaz de anunciar los resultados a tiempo –con un 70% Sanders y Buttigieg empatan en número de delegados–, Trump tardó 30 minutos en proclamarse vencedor con un 97% de apoyo. Y es que el presidente no tiene rival dentro del partido.
Varios estados han suspendido las primarias republicanas ante la falta de competitividad, pero Iowa, al ser la primera parada, no podía ser uno de ellos. Aunque el resultado estaba claro, Trump ha querido hacer una demostración de fuerza en este arranque electoral enviando a más de 80 representantes –incluido Donald Trump Jr y el jefe de gabinete del presidente– a este estado del Medio Oeste para impedir que el Partido Demócrata se llevase todo el protagonismo de la jornada.
Brad Parscale, jefe de campaña de Trump, ha explicado así la estrategia: “Desafortunadamente los medios de comunicación no dicen la verdad sobre nosotros, así que tenemos que hacer una demostración de fuerza para que tengan que escribir sobre ello”.
El presidente no ha desaprovechado la oportunidad para mofarse de la situación del Partido Demócrata. “El caucus demócrata es un desastre total. Nada funciona, igual que cuando dirigieron el país. La única persona que pudo proclamar una gran victoria en Iowa anoche fue Trump”, ha tuiteado el presidente.
“Colapso del Partido Demócrata. Ni siquiera pueden dirigir un caucus y quieren dirigir el Gobierno. No gracias”, ha señalado Parscale. “¡Trump ha roto todos los récords de participación en Iowa! ¿Cómo lo sabemos? Bueno, a diferencia de los demócratas, nosotros sabemos contar”, ha añadido.
Pero el verdadero empujón se lo darán probablemente los senadores republicanos este miércoles con la absolución en el impeachment. Los republicanos han presentado el proceso como una acusación partidista que intenta deshacer la voluntad popular en las elecciones.
Desde el primer día de impeachment en el Senado quedó claro que el partidismo iba a ser la línea general que guiaría el proceso. Mientras en el caso contra Bill Clinton en 1999 demócratas y republicanos se pusieron de acuerdo para fijar las normas del juicio y estas fueron aprobadas por unanimidad (100-0), en el caso contra Trump, los republicanos utilizaron su mayoría para imponer sus normas. La votación del paquete de normas se aprobó por 53 votos a 47 –nadie se salió del guión impuesto por su partido–.
El Partido Republicano diseñó un juicio político rápido para contener los daños. La acusación demócrata ha presentado sus argumentos en 22 horas, mientras que a la defensa solo le han hecho falta 12. El viernes pasado se celebró una sesión clave en la que, de nuevo, el Partido Republicano utilizó su mayoría para acortar el proceso e impedir el testimonio de nuevos testigos y nuevas pruebas. En esta ocasión la votación fue de 51 frente a 49, con tan solo dos senadores republicanos cambiando de bando.
Uno de esos testigos fundamentales era John Bolton, exasesor de Seguridad Nacional de Trump. Bolton afirma en un libro que el presidente le dijo que quería mantener congelada la ayuda militar a Ucrania –390 millones de dólares– hasta que el Gobierno de Volodímir Zelenski anunciase públicamente un investigación contra su rival demócrata Joe Biden y su hijo Hunter. Esta es la acusación sobre la que se basa todo el impeachment y que los republicanos no han querido escuchar.
La respuesta de Trump a las acusaciones de Bolton: “Le despedí porque si le hubiese escuchado, estaríamos ahora en la sexta guerra mundial y sale e inmediatamente publica un libro falso y despreciable”.
Sin embargo, las acusaciones de Bolton coinciden con la declaración de Gordon Sondland, embajador de EEUU ante la UE. “Ahora recuerdo hablar a solas con Yermak [asesor de Zelenski], a quien le dije que la reanudación de la ayuda estadounidense probablemente no ocurriría hasta que Ucrania hiciese la declaración anticorrupción que llevábamos discutiendo semanas”, declaró Sondland. Yermak niega estas afirmaciones.
Algunos senadores republicanos reconocen que lo que hizo Trump no estuvo bien, pero aun así van a votar por su absolución. Lamar Alexander (Tennessee) afirmó el domingo que el presidente “se pasó de la raya” en el asunto ucraniano, pero añadió que debe ser la gente la que decida qué hacer al respecto. “Lamar habla por muchos de nosotros”, añadió el senador Ben Sasse (Nebraska). El senador Rob Portman (Ohio) afirmó que aunque las acciones del presidente “no estuvieron bien y fueron inapropiadas, no llegan al nivel de sacar a un presidente elegido del cargo y eliminarlo de las papeletas en medio de unas elecciones”.
Incluso la defensa del presidente ha utilizado un argumento similar. “El día de las elecciones, como ciudadano, permitiré que eso influya en mi decisión de a quién votar, pero no es un delito que merezca un impeachment”, afirmó Alan Dershowitz, del equipo de la defensa.