No hay muchos aeropuertos donde el café cueste mas barato que en el centro de la ciudad. En la cafetería del aeropuerto de Kasel-Calden, un pueblo de 7.500 almas en el corazón de Alemania, no solamente se ven obligados a hacer descuentos para atraer clientes, sino que también celebran banquetes festivos como bodas o cumpleaños. Estas celebraciones no perturban la marcha del aeropuerto, ya que el mismo no contempla ningún vuelo durante toda la temporada de invierno, desde noviembre a abril de 2014. La última vez que el aeropuerto pareció tener vida fue en la celebración de una feria de viajes parecida a un mercadillo navideño. Sus trabajadores, sin embargo, van cada día al tajo, como si no ocurriese nada.
El aeropuerto, inaugurado en abril, ha costado al estado de Hesse 271 millones de euros y cerrará el 2013 con unas pérdidas aproximadas de 4,7 millones de euros. La empresa pública que lo gestiona pertenece al estado de Hessen y a la ciudad de Kassel. Mientras que se esperaban unos 100.000 pasajeros este año, no pasaron por el aeropuerto mas de 30.000. Las razones para el error en las previsiones son de lo más variado. La baja demanda obligó a cancelar numerosos. Una compañía aérea que tenía varias líneas programadas se declaró en bancarrota. La cercanía y competencia de otros aeropuertos juega un papel determinante, así como la mala conexión del mismo: para llegar al aeropuerto hay que conducir por una carretera comarcal que pasa por el centro del pueblo.
La federación de contribuidores de Hessen explica una y otra vez a la prensa local y nacional que “este aeropuerto no era necesario”, y que su construcción supone “un derroche de recursos procedentes de los impuestos”. En 2008 ya hubo varias protestas ciudadanas en contra de los planes del aeropuerto, pero los mismos fueron aprobados por el parlamento regional y acabó construyéndose.
Kassel-Calden es un caso extremo. Sin embargo, muchos de los aeropuertos regionales alemanes, casi todos en manos públicas, escriben números rojos: Dortmund, Padeborn, Friedrichshafen, Saarbrücken, Zweibrücken, Hahn, Erfurt, Dresden, Bremershafen, Braunschweig-Wolsfburg o el aeropuerto de Münster son solo algunos ejemplos. Algunos están situados a tan solo 60 kilómetros del siguiente aeropuerto. En el aeropuerto de Rostock-Laag las pérdidas son tales que es posible que el próximo febrero se declare en suspensión de pagos. En Lübeck incluso la ciudad buscaba un comprador al que regalar el aeropuerto y pagarle además 4 millones de euros con tal de librarse de la patata caliente.
El profesor de la Universidad Técnica de Berlín Elmar Giemulla, experto en derecho aeronáutico, explica que hay dos formas de ver a los aeropuertos: como creadores de riqueza inmediata o como infraestructuras de un país. “Los políticos regionales esperan a menudo con la construcción de un aeropuerto hacer sus regiones más atractivas para atraer a inversores que instalen sus empresas junto al aeropuerto”. En base a estas expectativas se realizan planes de rentabilidad que contemplan no solo las cuentas del aeropuerto a corto plazo, sino que estas construcciones se llevan a cabo con una mirada mas amplia y pensando en el futuro de la región. “Un inversor privado nunca habría construido el aeropuerto de Kassel-Calden”, asegura. Y cree que en ocasiones es posible que la región desarrolle un tejido empresarial que a la larga amortice el esfuerzo económico.
Otra de los argumentos a favor de subvencionar los aeropuertos regionales es evitar que la población se aglomere en unas pocas grandes ciudades y las personas puedan tener acceso a infraestructuras en las mismas condiciones que quien vive en la capital. “En Alemania, de hecho, la población y las empresas están muy repartidas por el país”, acierta. Con unos 80 millones de habitantes, la mayor ciudad en número de habitantes es Berlín, con 3,5 millones, poco más de la población de Madrid.
Mientras estos aeropuertos se valen por sí mismos o no, la Comisión Europea está estudiando una revisión de las directrices que regulan las ayudas a los aeropuertos y las compañías aéreas, lo que afecta especialmente a los aeropuertos regionales. Aunque también puede tener algo que decir con aeropuertos nacionales como el nuevo aeropuerto de Berlín. “El próximo gran problema de financiación lo vamos a tener con el aeropuerto de Berlín”, sentencia el profesor Giamulla. La apertura del nuevo aeropuerto “Willy Brandt” ya se ha pospuesto hasta en cuatro ocasiones y los costos iniciales se han multiplicado hasta sumar más de 3.000 millones de euros adicionales. En dicho aeropuerto ha tenido lugar un escándalo tras otro. Fallos en la construcción, en la planificación, bancarrota de pymes que habían planeado un negocio en el aeropuerto. Una vergüenza nacional, pero sobre todo un sobrecoste que difícilmente será rentable.