Del mismo modo que no es lo mismo que la reforma laboral la diseñe Luis de Guindos que Yolanda Díaz, por ejemplo, quién ocupe la cancillería alemana y quién asuma su silla en el Eurogrupo tendrá consecuencias directas en el resto de Europa y en España. Las políticas expansivas de gasto público para hacer frente a la crisis económica de la pandemia –gracias a que Bruselas activó la cláusula de escape de las reglas de deuda y de déficit– van a llevar a muchas economías a niveles de déficit y deuda muy por encima de los límites.
A partir de ahí, ¿cómo se recuperan los niveles macroeconómicos? ¿Qué camino se coge? ¿El de la austeridad y los recortes como en la anterior crisis? ¿O hay alternativa? Lo que ocurra, el rumbo que tome la Unión Europea, dependerá muchísimo del Gobierno de la principal economía europea.
Si durante la crisis anterior Angela Merkel se negó a los eurobonos, apostó duro por la austeridad y su ministro Wolfgan Schäuble fue implacable con la Grecia de Alexis Tsipras en el Eurogrupo, la gestión de la crisis actual está siendo muy diferente. La gran coalición, con Merkel en la cancillería y el candidato socialdemócrata, Olaf Scholz, al frente de las Finanzas, ha posibilitado los fondos de recuperación y la emisión de deuda conjunta.
Pero, ¿qué puede pasar a partir del domingo? Depende. Depende de cómo salgan los números. Si los números dieran para un Gobierno de gran coalición semejante, pero cambiando la correlación de fuerzas, quizá el rumbo no viraría mucho en los grandes asuntos. Y eso, en todo caso, puede tardar: nunca unas negociaciones para formar una coalición de Gobierno son sencillas, y menos si pueden involucrar a más de dos partidos. Se tardará meses en saber quiénes sucederán al Gobierno de Merkel.
Las piezas de la coalición
Ahora bien, las dudas vienen con las posibles coaliciones que se abren, en función de si el ganador, como dicen las encuestas, será el candidato del SPD o el de la CDU, Armin Laschet, que podría suponer mayor continuidad con lo conocido hasta ahora. Eso sí, si el pacto pasa por el FDP, el partido liberal, y su líder, Christian Lindner, tiene un papel relevante en la política económica, tendrá consecuencias para España. Lindner tiene sintonía con el club de los autodenominados frugales –Holanda, Austria, Dinamarca, Suecia–; es decir, comparte la fe ordoliberal de la contención presupuestaria, la austeridad y la desconfianza en los países del sur.
De momento, ya ha anunciado que no quiere que se modifiquen las reglas fiscales –que también ha alabado el propio Scholz, por cierto–, algo que sí están pidiendo otros Gobiernos, como el español, y otros partidos alemanes, como los Verdes y Die Linke.
En efecto, si Scholz ganara, no será lo mismo que gobierne con el FDP a que haya un Gobierno rojiverde en el que pueda incluirse, además, Die Linke, un partido a la izquierda de la socialdemocracia y que defiende la reforma de la gobernanza económica “neoliberal” europea.
De hecho, algunas personas de las filas socialistas en Bruselas alertan sobre las consecuencias de un pacto con el FDP al tiempo que pueda pasar la CDU a la oposición, lo cual sería un escenario en el que los liberales tendrían cuota de gobierno y pondrían el freno a las políticas expansivas en la UE, mientras los democristianos se encontrarían presionando desde fuera, tanto en el Parlamento alemán como en las instituciones europeas.
Pero no es solo el debate económico el que se encuentra en pausa en Europa a la espera del color –o de los colores, más bien– del Gobierno alemán.
La relación con otra alemana
En Bruselas todo el mundo recuerda que los eurodiputados del SPD, el partido de Scholz, votaron en contra de Ursula von der Leyen, ex ministra de Defensa de Merkel, para la presidencia de la Comisión Europea hace dos años. Y esa falta de sintonía entre el previsible nuevo canciller alemán y la presidenta alemana del Ejecutivo comunitario tendrá consecuencias.
Sobre todo si se tiene en cuenta la gran fluidez de la relación actual entre Von der Leyen y Merkel, que se ha visto en asuntos tan relevantes como el diseño de la campaña de vacunación comunitaria, por ejemplo. O en el hecho de cómo prioriza Von der Leyen su comunicación en medios alemanes. La marcha de Merkel tendrá también para la presidenta de la Comisión Europa un impulso emancipador y un efecto dominó, como el hecho de que anunciara en el último debate del estado de la Unión su apuesta por una UE de la defensa que sería presentada en sociedad en 2022 en un acto con Emmanuel Macron.
Ahora bien, que esa UE de la defensa avance más o menos dependerá, una vez más, del nuevo Gobierno alemán, de si están dentro los liberales del FDP, por ejemplo, muy atlantistas, o Die Linke, opuestos a la OTAN y antimilitaristas. Si de eso depende el acento de las nuevas reglas fiscales europeas –más o menos rigoristas o flexibles–, también dependerá la futura relación de la UE con la OTAN y el diseño de su propio mecanismo de defensa.
En efecto, el carácter geopolítico que se le quiere dar a esta Comisión Europea, el debate sobre la autonomía estratégica –en relación a la producción de artículos sensibles, pero también en el refuerzo del euro o tener un papel propio en las relaciones internacionales– está pendiente también de la futura cancillería.
El acento de la vinculación con la Casa Blanca y la gestión de las diferencias con Rusia y China, por ejemplo, se verá influido por el nuevo Gobierno alemán: el último canciller del SPD, Gerhard Schröder, tiene una relación estrecha con Vladímir Putin, está a sueldo de Gazprom y preside la sociedad del Nord Stream 2, el gasoducto que conecta Rusia con Alemania.
¿Cómo será la relación con EEUU? ¿Cómo se avanzará en la defensa europea? ¿Se volverá a la austeridad y los recortes? Las grandes decisiones en la UE y su repercusión en España dependerán de lo que ocurra este domingo en las urnas alemanas.
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