Apurar las verduras para sobrevivir en Turquía, el país con una inflación del 80%
Mesud Yasar es un verdulero de Estambul en edad de jubilación que nunca ha trabajado tantas horas como este año. El aumento de la inflación en Turquía, que alcanzó el 80,21% de tasa anual en agosto, le obliga a dedicar más horas a la venta de verduras para poder llegar a fin de mes. “No puedo recortar más los precios porque la clientela ha bajado un poco. Hacemos malabares para poder ingresar un poco más y pagar las facturas”, explica.
Las verduras feas que antes nadie compraba ahora las vende a mitad de precio en una esquina de su barrio los sábados. Del resto hace encurtidos que su mujer vende en otro mercado. Desde hace cinco meses, sus hijos cocinan en casa menús a base de verduras y los venden a trabajadores del vecindario a través de su cuenta de Instagram. “Aún así empezamos a tener deudas. Los fertilizantes han aumentado mucho de precio y la gasolina para el transporte también. Vamos ahogados”, lamenta.
En el último año, el Gobierno turco ha aumentado en dos ocasiones el salario mínimo hasta 5.500 liras (unos 300 euros) para dar un respiro ante la galopante inflación, aunque sigue siendo insuficiente para muchas familias. Según la Asociación de Derechos del Consumidor de Turquía, más de la mitad de la población vive por debajo del umbral de pobreza. Cerca de la mitad de los trabajadores con contrato laboral en Turquía cobran el sueldo mínimo y su aumento no se ajusta al incremento de los precios en el mercado. Los alquileres, la factura del gas, electricidad y transporte han aumentado entre un 50 y un 100% en los últimos meses.
Precios que no paran de subir
Mientras que en la zona euro la inflación bate récords y ha superado el 9% debido al aumento de precios de la energía tras la invasión rusa de Ucrania, en el caso turco la subida empezó hace más de un año. En septiembre de 2021 se produjo un desplome de la lira turca provocado por un recorte en los tipos de interés por parte del Banco Central, bajo presión del presidente turco, Recep Tayyip Erdogan. El mandatario asegura que los tipos de interés son “la madre de todos los males” e insiste en bajarlos. El Banco Central ha recortado en los últimos dos meses hasta 200 puntos los tipos de interés, que han quedado en el 12%, muy por debajo de la inflación actual.
La mayoría de economistas recomiendan que los tipos se equilibren con la inflación porque de lo contrario, los intereses pasan a estar en negativo. El presidente turco ha despedido a tres jefes del Banco Central en los últimos tres años en un intento de imponer su visión de la economía. Sus intervenciones en el organismo han provocado una gran desconfianza en los mercados y la lira se ha depreciado un 28% respecto al dólar en lo que va de año y un 80% en los últimos cinco años. Sin embargo, Erdogan ha insistido esta semana en su política: “Mi batalla principal es contra los intereses. Mi principal enemigo son los intereses”.
Varios economistas creen que el Gobierno puede estar permitiendo la devaluación de la moneda para incentivar las exportaciones y el turismo en el país. Lo cierto es que en la primera mitad del año el PIB ha crecido un 7,5% y las exportaciones han aumentado un 18%. Para el economista Emre Deliveli, este aumento de las exportaciones es temporal y duda que el plan del Gobierno esté funcionando.
“Claro que con la moneda devaluada nuestros bienes son más atractivos, pero el PIB ha crecido sobre todo por el consumo nacional. La gente que puede y tiene ahorros los gasta ahora porque sabe que los precios aumentarán en los próximos meses. Pero este consumo frenará tarde o temprano. Veremos que la economía se ralentiza en el segundo semestre”, dice Deliveli.
Mientras algunos indicadores económicos son positivos, en la calle los precios no paran de aumentar. La Cámara de Comercio de Estambul ha declarado que la inflación en la ciudad ha alcanzado el 100%, mientras que el grupo de economistas independiente ENAG asegura que el Gobierno maquilla las cifras de la inflación y que el aumento de precios real podría rondar el 180%. “Un amigo es mánager en una de las cadenas de supermercado más grandes de Turquía. Ha investigado el aumento de precios en el último año y ronda el 110% en los bienes de supermercado”, cuenta Deliveli.
“Lo notamos en productos básicos como la leche. Hace un año compraba un cartón por unas 10 liras, ahora son 18 y sigue cambiando. Intento seguir las ofertas y comprar en varios supermercados. Tardo más, pero me sale a cuenta”, explica Mina Çagdas, profesora en una escuela infantil.
Una moneda estable
A principios de año, los economistas aseguraban que la devaluación de la moneda turca provocaba un aumento de precios. Desde el verano, la moneda se mantiene estable en 18 liras por euro, pero los precios no paran de subir. “Ha llegado un punto en que la moneda no es lo que provoca la inflación, si no las expectativas. Por ejemplo, un pequeño comercio de reparación de zapatos aumenta los precios porque ve que la luz, el agua y otros productos están aumentando de precio. Y así todos entran en un círculo en el que van aumentando los precios”, explica Deliveli. Por otro lado, las autoridades turcas pueden estar manteniendo la lira estable de forma artificial, gastando las reservas de divisa, una acción que muchos economistas advierten que es insostenible.
El ministro de Finanzas, Nureddin Nebati, ha intentado atajar las críticas sobre el manejo de la economía y aseguró a principios de septiembre que los precios empezarán a caer a finales de año. “Les prometo a ustedes y al presidente que veremos una caída en la inflación a finales de diciembre”, dijo Nebati. El economista Deliveli coincide en que la inflación va a caer a finales de año, pero porque se calcula en relación a los precios de hace un año, cuando Turquía ya había empezado a sufrir una grave inflación. “Es solamente una cuestión matemática. Claro que vamos a ver un poco de caída, pero de momento no mejorará la situación”.
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