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ANÁLISIS

La Argentina de Milei se condensa en un texto de gramática burda: el acta “refundacional” del Pacto de Mayo firmado en julio

El presidente de Argentina, Javier Milei, participa en la conferencia del Conservative Political Action Conference (CPAC), este domingo en Balneário Camboriú, estado de Santa Catarina (Brasil).
9 de julio de 2024 11:25 h

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Sería razonable que una Argentina que se mira al espejo de sus cuatro décadas de democracia y se concibe como una casa común para sus 46 millones de habitantes convoque a sus dirigentes políticos, sociales, sindicales y empresariales a acordar un decálogo para los próximos años.

Es cierto que la Constitución marca una senda y que existen ámbitos de acuerdo institucional avalados por mandato popular, pero un 9 de julio en Tucumán, fecha y provincia norteña en que se declaró la independencia argentina de España, siempre es una ocasión para un acto simbólico significativo, a la vista de todos.

El pasado 1 de marzo, en el discurso anual ante la Asamblea Legislativa argentina, el presidente de la república, Javier Milei, pretendió darle alguna épica a su gestión, repleta de vulgaridades y ataques de ira en las redes sociales, y llamó a la firma de un pacto el 25 de mayo —fecha que conmemora el primer Gobierno patrio en 1810—, en Córdoba, bastión electoral de la derecha argentina.

La convocatoria incluyó a expresidentes, gobernadores, jueces, diputados, senadores y representantes sectoriales. Al final, a causa del retraso en la aprobación de la ley ómnibus ultraliberal y de pretensiones refundacionales, el acuerdo fue trasladado en el espacio y en el tiempo a San Miguel de Tucumán.

Fue en la medianoche del 8 de julio, con temperaturas gélidas que afectan al cono sur de América, porque al día siguiente (9 de julio), Argentina juega la semifinal de la Copa América, cita que podría eclipsar tan solemne celebración. Y, aunque es en julio, se sigue llamando “de Mayo”, y conserva el nombre de “pacto”, pese a que sólo acudirán los partidarios y aliados más firmes de Milei.

El pacto no escrito

Un primer punto de ese hipotético acuerdo refundacional debería fijarse en la principal carencia de una democracia que creció y se desarrolló en cuanto a derechos políticos y civiles desde el fin de la peor dictadura, en 1983, pero no logró superar lastres sociales y de desigualdad acumulados en severas crisis periódicas, la última de las cuales comenzó hace casi una década y encuentra en un Gobierno ultra una aceleración premeditada, rumbo a un deterioro socioeconómico con pocos precedentes.

El acuerdo podría empezar así: “La reducción de la desigualdad de ingresos y de las condiciones de vida de los habitantes será la directriz principal de las políticas públicas”.

El objetivo de este postulado va de suyo. Que los hijos de un empresario del transporte urbano que recibió millones de dólares en subsidios y se dedicó a formar sociedades en Miami —como el padre de los Milei— tengan similares posibilidades de educación, salud y esparcimiento que los hijos de un productor de papas, un cartonero, un científico, un inmigrante de Bolivia que trabaja en un taller textil, un obrero industrial o una maestra.

El segundo punto de un Pacto de Mayo que piense a la Argentina del futuro podría rendir tributo a un logro distintivo del país. “Las políticas de Memoria, Verdad y Justicia sobre los crímenes del terrorismo de Estado son irrenunciables. Los firmantes se comprometen a garantizar los derechos humanos en la relación de las fuerzas policiales con la sociedad y en su tarea de brindar seguridad a la población, una de las deudas de las últimas décadas”.

Un segundo Nunca Más debería extenderse a que no habrá ministros de Seguridad como la actual, Patricia Bullrich, que promuevan y celebren el gatillo fácil y la represión ilegal de la protesta. No más disparos por la espalda, ni crueldad con los adolescentes, ni balas de goma en los ojos, ni cárceles inhumanas, ni un mapuche asesinado en un bosque de Bariloche (sur) ni goce ofensivo con los familiares de las víctimas de violencia institucional.

El decálogo podría continuar con la prohibición de incurrir en experiencias lacerantes de deuda externa, el respeto irrestricto por el equilibrio fiscal, un sistema impositivo que contribuya a la equidad, la vocación por los vínculos con los países y los pueblos de América Latina, la calidad y gratuidad de la salud y la educación públicas, el desarrollo científico y tecnológico nacional, el fomento de la independencia y la deselitización del Poder Judicial y la instrumentación de prácticas de eficacia y transparencia en la administración del Estado.

Un segundo Nunca Más debería extenderse a que no habrá ministros de Seguridad que promuevan y celebren el gatillo fácil y la represión ilegal de la protesta.

Algunos de esos ejes serían toda una novedad en la historia argentina, pero otros encontrarían eco en un arco que va desde liberales y conservadores, a peronistas y radicales de centroizquierda.

Los nombres de Domingo Faustino Sarmiento, Julio Argentino Roca (liberal-conservadores del siglo XIX), Hipólito Yrigoyen (de la UCR), Juan y Eva Perón, Raúl Alfonsín (UCR), Arturo Illia (UCR) y Néstor Kirchner (peronista) podrían ser citados, con todas las polémicas que suscitan, como ejemplos a seguir en alguna de esas materias. Sería todo un gesto en favor de la unidad nacional.

La realidad es muy distinta.

La letra distópica

El Pacto de Mayo que redactó Milei y obligó a sus aliados a abrigarse bien el lunes por la noche ofrece una gramática de una Argentina odiante, improvisada e inculta.

El texto pinta de cuerpo entero a los ultras a cargo del Ejecutivo y a un cúmulo de gobernadores, a los que se suman dirigentes en su mayoría de menor valía, que no se quieren perder el tren de la historia, aunque conlleve la deshonra.

Los hermanos Milei son afectos a la simbología. No podría ser de otra manera si una de ellos fue tarotista hasta hace poco, por lo tanto, experta en símbolos. Ese plantel infinito de secretarios, subsecretarios, directores y asesores dedicados a la comunicación gubernamental buscó en Google un tipo de letra que se asemejara al del acta de la Independencia de 1816.

Salió un archivo en Twitter con tipografía tan pequeña que se tornó casi ilegible.

Superada esa dificultad visual, el texto permite saber que unos 17 de 24 gobernadores, incluidos los del PRO y la UCR, aliados de Milei, y algunos peronistas que se pasaron de bando una vez que el ultra asumió la presidencia, como el tucumano Osvaldo Jaldo, pondrán su rúbrica “bajo la mirada del Eterno”, e implorarán el éxito a “las fuerzas del cielo”, según rezan la primera y la última línea, respectivamente.

Ese plantel infinito de secretarios, subsecretarios, directores y asesores dedicados a la comunicación gubernamental buscó en Google un tipo de letra que se asemejara al del acta de la Independencia de 1816. Salió como resultado un archivo ilegible

Se puede tomar esa retórica celestial como un capricho de los Milei y atender con más detalle el contenido del pacto propuesto.

En su parte más programática, el acuerdo propone reducir el gasto público al 25% del Producto Interior Bruto (tercer punto del Acta).

Para varios de los gobernadores de provincias pobres del Norte, que dependen en más del 80% de su presupuesto anual de la coparticipación federal de impuestos y las transferencias discrecionales de la Casa Rosada, tal meta de gasto, equivalente a unos diez puntos porcentuales menos que en la actualidad, significa un suicidio económico.

Si se cumple tamaño dislate, Argentina quedaría con un Estado raquítico, a enorme distancia de los países europeos y de vecinos como Uruguay y Brasil. Así las cosas, las provincias más pobres deberán enfrentar las necesidades de la población sin asignación universal por hijo, o sin jubilaciones, o sin escuelas, o sin programas alimentarios. Habrá que elegir.

Parece más lógica la rúbrica del alcalde de la ciudad de Buenos Aires, Jorge Macri (PRO), el gobernador de Santa Fe, Maximiliano Pullaro (UCR), y el de la petrolera Neuquén, Rolando Figueroa. Ellos llaman a redistribuir la coparticipación de impuestos y “poner fin al modelo extorsivo actual” (punto 6 del acuerdo), que en su prédica ya conocida equivale a que le toque a cada distrito lo suyo, sin repartir a provincias con menos recursos.

Así, Jorge Macri podría exhibir una capital tan deslumbrante como París, hasta con más recursos, aunque siempre con metros calamitosos. Pullaro verá crecer más rascacielos en el Puerto Norte de Rosario de los exportadores de soja y otros productos menos legales, y Figueroa coronará su Neuquén saudita, para beneplácito de la industria con la que tan bien se lleva.

El gesto de Macri

Las fuerzas de cielo oficialista celebraban en las últimas horas la presencia de Mauricio Macri en la noche tucumana. El expresidente pagará el precio de suspender su gira y acaso perderse la final de la Eurocopa en Alemania, el próximo domingo.

Sin la presencia de los expresidentes Cristina Fernández de Kirchner y Alberto Fernández, los jueces de la Corte, seis gobernadores (Buenos Aires, Tierra del Fuego, La Pampa, La Rioja, Santa Cruz y Formosa), varios referentes de la oposición del bloque “Déjese ayudar, presidente” que también desistieron, así como los dirigentes sindicales, una eventual ausencia del expresidente Macri habría permitido la pregunta de si no era más sencillo hacer un acto solemne en un estudio del canal de televisión La Nación + que en la medianoche del Jardín de la República, como se la conoce a Tucumán.  

La letra, la redacción, la grandilocuencia y el contenido del Pacto de Mayo entrarán pronto en el olvido. Quedará la postal del presidente, su hermana y los gobernadores emponchados todo lo posible para soportar el frío.

Y al final del acto, Milei repitió su palabra favorita en la noche de la Casa de Tucumán, “carajo”, y mientras el resto disimulaba su incomodidad ante un mandatario cada vez más grosero. 

SL/DTC

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