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Argentina empieza a perfilar mediante unas elecciones primarias quién será su nuevo presidente

Javier Borelli

Periodista en Tiempo Argentino —

En Argentina no hacen falta redes sociales ni algortitmos para polarizar una elección. Cuando sus habitantes comiencen a decidir este domingo quién será su presidente por los próximos cuatro años, la pregunta girará en torno a una figura: Cristina Fernández de Kirchner, la ex mandaaria que dejó la Casa Rosada hace cuatro años pero nunca abandonó el centro de la escena política.

Mauricio Macri tiene serias chances de lograr la reelección pese a que los principales indicadores de la economía empeoraron durante su gestión. Las encuestas igual lo muestran segundo detrás de Alberto Fernández, el candidato que logró encolumnar a casi todo el peronismo en un solo frente con el objetivo de volver a la Casa Rosada. Pero es Cristina, que no compite por el bastón de mando, la que despierta las mayores pasiones. Ningún candidato presidencial la supera en imagen positiva, y por eso integra la fórmula opositora con mayores chances. Pero nadie tampoco tiene una imagen negativa tan alta, y en eso se apoya el gobierno para conquistar el voto de los sectores históricamente antiperonistas.

El resultado de este domingo no será vinculante, pero en un país donde todo se vive como una final no parece haber diferencia.

¿Qué son las PASO y qué se puede esperar de los resultados?

En Argentina, el poder ejecutivo está a cargo de un presidente que es elegido de manera directa. Para alcanzar el poder es necesario que el candidato alcance más del 45% de los votos o, en su defecto, llegue al 40% con diez puntos de diferencia. Si nadie lo logra, entonces hay un balotaje entre los dos partidos con mayor cantidad de votos.

En 2009 a este esquema se le sumaron las elecciones Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO), una instancia que permite que cualquiera participe de la elección de los candidatos de un partido sin necesidad de estar afiliado.

En esta década hubo apenas tres partidos que abrieron esa decisión. Uno fue Cambiemos, la alianza con la que Macri llegó a la Casa Rosada en 2015. Aquella vez, sumando las tres listas internas, su coalición sumó un 30% de los votos contra un 38% de Daniel Scioli, el candidato peronista. En la elección general Macri subió al 34% y Sciolí cayó al 37%. Finalmente en el balotaje se impuso con el 51%. Un comportamiento similar es el que ilusiona al entorno de Macri, que incluso especula con una derrota por pocos puntos mañana y hasta en primera vuelta para retener el bastón presidencial.

Para apuntalar ese camino, el presidente visitó los cuatro distritos de mayor cantidad de votantes (las provincias de Córdoba, Santa Fé, Buenos Aires y la Capital Federal). Los últimos dos están además gobernados por Cambiemos. En la capital del país incluso decidieron modificar la fecha de la votación del Jefe de Gobierno para hacerla coincidir con las presidenciales y así arrastrar en votos.

En la Provincia de Buenos Aires, finalmente, es donde todos posan sus ojos. Allí reside el 37% del padrón nacional e históricamente fue un bastión peronista. Pero eso cambió en 2015 con María Eugenia Vidal, la figura de Cambiemos con mayor imagen positiva, que también va por la reelección.

El desafío de reelegirse sin resultados para mostrar

“Quiero que se me juzgue por si pude o no reducir al pobreza”, pidió Macri en septiembre de 2016, unos diez meses después de asumir la presidencia y tras un apagón estadístico oficial de casi tres años. Lo volvió a repetir en diciembre de 2017, pero en los últimos meses de campaña decidió omitir la referencia por propia conveniencia. En sus cuatro años al mando sumó unos cuatro millones de pobres, llevando de 26,9% a 35% la población en esa condición, según estimaciones basadas en la Encuesta Permanente de Hogares.

Al Macri de hoy tampoco le gustaría escuchar al Macri candidato de 2015. Entonces aseguraba que la inflación “es la demostración de la incapacidad de una gestión”. En su primer año de gobierno rondó el 40%, en el segundo logró bajarla a 24%, pero en el tercero trepó hasta el 47,6% transformándose en la más alta en 28 años. En los últimos doce meses el acumulado llega al 55,8%.

Durante su gobierno el peso argentino se devaluó un 473% respecto del dólar (de 9,84 a 46,59). Esa devaluación , sin embargo, no benefició a la economía. El PIB se redujo en tres de los cuatro años de gestión y tomando las proyecciones realizadas por el Banco Central, la caída en su mandato será de un 3,2%.

Lo más preocupante es que en ese período la Argentina incrementó su deuda externa hasta el 80% de su PIB, eso es 27 puntos porcentuales más de lo que recibió. Y entre los nuevos acreedores el más resonante es el FMI, con quien Argentina firmó el préstamo más grande en la historia del organismo por 57 mil millones de dólares. De esa cifra el Fondo ya desembolsó el 80%, con lo cual casi la mitad de su cartera esta comprometida con el volátil país sudamericano. Por eso no extraña que en las últimas semanas sus funcionarios hayan hecho público su respaldo al plan económico de Macri.

El candidato opositor y el cierre de campañas

En este contexto hablar de una reelección como algo posible suena extraño. Sin embargo, da cuenta de la mala imagen que dejó el último gobierno de Cristina Kirchner por los resultados económicos de esos últimos años, los peores de los 12 años kirchneristas, y por las denuncias de corrupción que se acumularon desde entonces y que se mantuvieron en la cima de la agenda informativa de los medios masivos.

La elección de Alberto Fernández como candidato tiene que ver con eso. Fue Jefe de Gabinete de Néstor Kirchner, pero se peleó con Cristina al poco tiempo que asumió la presidencia. Luego la criticó públicamente varias veces. Eso le dio autonomía para marcar distancia durante la campaña y reconquistar votos perdidos, aunque muchos todavía ven estos gestos como forzados. Suena entendible si se recuerda que fue la misma Cristina quien lo nominó para el cargo en mayo de este año mediante un video en Youtube.

El peronismo fue pragmático y decidió aglutinarse detrás de él para volver al Ejecutivo. Se sumaron también organizaciones sociales y sindicales que se enfrentaron estos años al gobierno de Macri. De ahí que su alianza electoral lleve el nombre Frente de Todxs.

El oficialismo, mientras tanto, apuesta a la efectividad de su marketing político. “Sabemos que falta, pero hemos logrado recuperar la autoestima. Los cambios de raíz cuestan, llevan tiempo, y en el medio tenés las dudas y las angustias. Pero no es en vano. Hemos construido bases para nuestro futuro”, aseguró Macri el jueves en un cierre de campaña lleno de apelaciones emocionales.

Mientras el presidente hablaba, #YoVotoMM se hizo Trending Topic global. Macri lo había incentivado desde Twitter diciendo que “no se necesitan argumentos, no es necesario dar explicaciones” para apoyarlo. La estrategia resultó, pero pronto se probó que un ejército de bots había hecho de las suyas, como lo mostró el especialista en comunicación Luciano Galup. Un tercio de los tuits fueron generados por el 1,8% de las cuentas que participaron del tema. Y si ampliamos al 10% de las cuentas llegamos a los dos tercios de los tuits.

Como demostró un estudio del MIT, las noticias falsas se viralizan más rápido que las verdaderas y estas tardan seis veces más en llegar a la misma cantidad de gente. La pregunta es ¿cuánta gente se enterará lo que realmente pasó antes de las elecciones generales?