“Los supervisores nos pegaban frente a otros trabajadores para presionarnos y para que trabajáramos más rápido. Este abuso físico nunca se abordó. Se podía denunciar, pero no pasaba nada porque los que lo hacían eran nuestros supervisores”, cuenta un trabajador migrante de Kenia empleado para levantar el icónico Estadio de Lusail, que albergará la final del Mundial que arranca este domingo en Qatar.
Desde que el país del Golfo ganó en 2010 una votación rodeada de polémica para acoger el Mundial de 2022, Qatar ha invertido alrededor de 200.000 millones de dólares en infraestructuras que no han logrado acallar las críticas por las condiciones laborales de los trabajadores, las acusaciones de corrupción, la persecución de la comunidad LGTBI, la discriminación de las mujeres y la falta derechos como la libertad de expresión y asociación.
“Trabajaba 14 horas al día, desde las seis de la mañana a las ocho, y no recibí compensación por las horas extra. Trabajaba siete días a la semana y cada vez que me llamaban tenía que ir”, cuenta otro trabajador migrante de Bangladesh. Los testimonios, recogidos por la organización Equidem, forman parte de una reciente investigación para la que han hablado con 982 trabajadores contratados para construir las instalaciones necesarias para el Mundial –incluidas 60 entrevistas en profundidad realizadas en persona de manera confidencial–.
Menos democracia a veces es mejor para organizar un Mundial
Los testimonios denuncian turnos de 14 horas con un solo descanso de 30 minutos, abuso físico y verbal de sus superiores, amenazas, salarios no pagados, trabajo forzado, alimentación escasa… Un trabajador nepalí empleado también en el Estadio de Lusail cuenta que cuando llegaban los inspectores de la FIFA “la empresa hacía sonar la alarma de incendios”. “Todos salían a un lugar previamente acordado y la empresa traía autobuses para llevarse a los trabajadores”, cuenta. “Cuando se repitió tres o cuatro veces, la gente dejó de salir y los trabajadores empezaron a esconderse para tener la oportunidad de quejarse al grupo de la FIFA. Entonces la empresa empezó a revisar si alguien se quedaba”, añade.
Oficialmente solo han muerto tres trabajadores en la preparación de la competición, pero el número real se desconoce. The Guardian publicó una investigación que revelaba la muerte de 6.500 migrantes procedentes de India, Pakistán, Nepal, Bangladesh y Sri Lanka desde la concesión del Mundial. Los datos, obtenidos de fuentes oficiales de estos países, no están categorizados por ocupación o causa de muerte, pero es probable que muchos de ellos estuviesen trabajando en infraestructuras para el Mundial, sostiene el medio británico. “Las autoridades qataríes no han investigado las causas de la muerte de miles de trabajadores migrantes, muchas de ellas atribuidas a causas naturales”, ha denunciado Human Rights Watch.
Estratificación para la paz social
El país se ha transformado desde aquella elección en 2010 y la población prácticamente se ha duplicado. “El 85% son extranjeros y, buena parte de ellos, trabajadores sobre todo del sector de la construcción que han padecido unas condiciones claras de explotación laboral”, dice Ignacio Álvarez-Ossorio, catedrático de estudios árabes e islámicos en la Universidad Complutense de Madrid y coautor de ‘Qatar: la perla del Golfo’ (Península). Un solo colectivo extranjero, el indio, supera en número a los qataríes en su propia tierra.
Qatar es uno de los países que alberga el menor número de individuos con nacionalidad en todo el mundo. Apenas un 12,5% (330.000) son qataríes ¿Cómo ha logrado mantener una relativa paz social un país donde existe una pequeñísima minoría muy privilegiada y una inmensa cantidad de trabajadores con condiciones pésimas?
“A los trabajadores que llegan como mano de obra no se les permite la reagrupación familiar y tienen siempre la temporalidad como espada de Damocles. Saben que cualquier movimiento extraño puede dar lugar a que no se les renueve el contrato y se les eche”, explica Ignacio Gutiérrez de Terán, profesor de Estudios Árabes e Islámicos en la Universidad Autónoma de Madrid y autor del libro junto a Álvarez-Ossorio. Esa política de no reagrupación familiar para favorecer la temporalidad resulta en que el 70% de la población del país es masculina.
La temporalidad planificada dificulta que se genere un sentimiento de rechazo a las políticas de exclusión laboral, explica Gutiérrez de Terán. La política migratoria cambió a partir de la invasión iraquí de Kuwait: “Entonces los países del Golfo se dieron cuenta de que tenían una población árabe hostil que estaba influida por corrientes nacionalistas árabes, izquierdistas y contraria a EEUU –se asociaba a los países del Golfo con el imperialismo estadounidense– y empezaron a favorecer una migración de países asiáticos o con población poco politizada y donde no había una tendencia hostil hacia ellos”.
“La atención mediática de la sociedad, de la afición e incluso de los protagonistas del Mundial como jugadores y seleccionadores ha contribuido a poner el foco en algo más que el torneo”, señala Carlos de las Heras, responsable de la campaña sobre Qatar y experto sobre deporte y derechos humanos en Amnistía Internacional. “Esta presión ha desembocado en algunos avances y reformas legislativas mejorando las condiciones de los trabajadores. Sin embargo, muchas personas trabajadoras migrantes aún no se han beneficiado de estos cambios y seguirán atrapadas en el círculo vicioso de explotación por la falta de implementación”. Álvarez-Ossorio coincide con esa visión.
Respecto al 12,5% de los qataríes, la paz social se consigue gracias a que conforman una élite privilegiada con multitud de subsidios. “No hay una demanda de democratización porque es un Estado protector y rentista que garantiza servicios como sanidad, educación, vivienda e incluso acceso al mercado laboral”, dice Álvarez-Ossorio. De hecho, en septiembre de 2020 las autoridades acabaron con la kafala, un sistema que facilitaba la explotación laboral que impedía a los trabajadores, entre otras cosas, cambiarse de trabajo sin el permiso de sus empleadores. La kafala está en vigor en varios países árabes, siendo Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos los más duros.
Homofobia y machismo
Aunque las autoridades qataríes han asegurado que los aficionados LGTBI también son bienvenidos y que se podrán ondear banderas arcoíris durante los partidos, la homosexualidad está prohibida en el país y el embajador de Qatar para el Mundial, Khalid Salman, ha asegurado recientemente que la homosexualidad es un “daño mental”.
“La sugerencia de las autoridades de que Qatar haría una excepción respecto a sus leyes y prácticas abusivas para los visitantes recuerda que las mismas autoridades no creen que sus ciudadanos y residentes LGTBI se merezcan derechos básicos”, ha denunciado Human Rights Watch. La organización asegura que incluso en septiembre, mientras terminaban los preparativos para el Mundial, el Departamento de Seguridad ha detenido de forma arbitraria a personas LGTBI. La organización de defensa de los derechos humanos ha documentado seis casos de palizas y cinco de acoso sexual bajo custodia policial entre 2019 y 2022. “Como condición para su liberación, las fuerzas de seguridad han obligado a mujeres trans a asistir a terapias de conversión en un centro de ”salud conductual“ apoyado por el Gobierno”, dice la ONG.
Qatar no es el país de la zona, ni mucho menos, en el que más se violan los derechos humanos comparado con Egipto, Arabia Saudí o Emiratos Árabes Unidos
El doctor y activista LGTBI qatarí Nasser Mohamed ha contado recientemente a The Guardian que cuando las autoridades cogen a una persona, le prometen que no será torturada a cambio de colaborar con ellos para identificar y localizar más miembros de la comunidad LGTBI. “Ahora hay agentes en la comunidad gay a los que les prometieron no ser torturados a cambio de trabajar con el departamento de seguridad preventiva”. “Muchos homosexuales [qataríes] no se conocen unos a otros y eso es más seguro porque cuando encuentran a uno intentan localizar a toda su red”.
Aunque la situación de las mujeres ha progresado en los últimos años –a nivel educativo hay más mujeres graduadas que hombres–, Qatar también tiene en funcionamiento el sistema de tutela, que otorga a los hombres decisiones clave sobre sus vidas. La Ley de Familia establece que la esposa puede ser declarada “desobediente” si no obtiene el permiso del marido para trabajar y viajar o si se niega a tener relaciones sexuales con él sin una razón “legítima”, señala Human Rights Watch en un informe sobre los derechos de la mujer. El sistema de tutela es más estricto para las mujeres solteras menores de 25 años, que por ejemplo no pueden viajar al extranjero sin el permiso de un hombre.
“Orientalismo y prejuicios”
Amnistía Internacional recuerda también que el Gobierno “coarta la libertad de expresión utilizando leyes abusivas para reprimir las voces críticas”. Álvarez-Ossorio dice que “Qatar es un Estado muy conservador, con un gobierno autoritario, donde los partidos políticos y los sindicatos están prohibidos”. Para la FIFA eso es una ventaja: “Diré una cosa loca, pero menos democracia a veces es mejor para orgranizar un Mundial”, dijo en 2013 el entonces secretario general de la FIFA, Jerome Valcke.
Sin embargo, el catedrático insiste en que “no es el país de la zona, ni mucho menos, en el que más se violan los derechos humanos comparado con Egipto, Arabia Saudí o Emiratos Árabes Unidos”.
Álvarez-Ossorio opina que buena parte de la campaña contra Qatar está fomentada por sus rivales regionales y se basa, además, en un argumento “muy orientalista”. “No se hizo lo mismo con el Mundial de Rusia en el año 2018, cuando ya había invadido Crimea, había encarcelado a todos los opositores políticos y cerrado las organizaciones de sociedad civil. Tampoco hicieron lo mismo con los juegos olímpicos de invierno de China y la situación de los uigures. Hay bastante hipocresía”.
“Es la población mejor formada de todo el mundo árabe, tienen el hospital más importante de todo el Golfo para luchar contra el cáncer, el que más invierte en energías renovables… centrarse únicamente en lo negativo es sugerir que los árabes no están capacitados para organizar un Mundial, que son unos terroristas, unos sanguinarios y unos esclavistas”, añade. “Debería valorarse también hasta qué punto la concesión del Mundial ha servido para cambiar alguna de las dinámicas de Qatar”.
“Respecto al dinero, otros países se lo gastan en proyectos faraónicos que no tienen ningún sentido, pero aquí hay una visión de futuro para desarrollar el país. Como es un mundo muy complejo y diferente, mucha gente se queda con la simplificación y prejuicios que sirven para cualquier país del Golfo”, dice Álvarez-Ossorio.
“Es cierto que este Mundial está teniendo una visibilidad excepcional en relación a la situación de derechos humanos”, dice De las Heras, de Amnistía Internacional. “Además, tenemos que añadir que hay cuestiones extradeportivas que han rodeado de oscuridad este Mundial desde su concesión, como las acusaciones de corrupción”, añade. El experto afirma que durante los juegos olímpicos de China apenas se habló de derechos humanos, pero dice que Amnistía Internacional “sí que estuvo denunciando esas situaciones”.
En un discurso a finales de octubre ante el Consejo de la Shura, el órgano legislativo del Estado, el gobernante de Qatar, el jeque Tamim bin Hamad Al Thani, dijo: “Desde que obtuvimos el honor de organizar el Mundial, Qatar ha sido objeto de una campaña sin precedentes a la que ningún país anfitrión se ha enfrentado jamás”. “Al principio tratamos el asunto de buena fe e incluso consideramos que algunas críticas eran positivas, útiles y nos ayudaban a desarrollar aspectos que debían ser desarrollados, pero pronto nos quedó claro que la campaña continuaba, se ampliaba e incluía la fabricación y el doble rasero”.
La sombra de la corrupción
“El Mundial es la culminación de una apuesta decidida por situar a Qatar en el mapa. Es el primer país árabe donde se va a celebrar una competición de estas características y, además, el país más pequeño en acogerlo”, dice Álvarez-Ossorio.
Se trata de una estrategia de “poder blando” para diferenciarse y posicionarse frente a otros Estados con mayor fuerza regional. Ese poder blando “le permite establecer una red de relaciones y alianzas con países que tienen intereses enfrentados entre sí, como por ejemplo Irán y EEUU”, explica Gutiérrez de Terán.
Todo comenzó en 2010 con una votación secreta en Zurich entre los 22 miembros del comité ejecutivo de la FIFA –eran 24, pero dos de ellos fueron suspendidos semanas antes tras publicarse un vídeo en el que se ofrecían a vender sus votos a cambio de dinero. Un periodista del Sunday Times se hizo pasar por un lobbista a favor de la candidatura de EEUU y ofreció dinero a cambio de su voto–. Qatar se impuso a EEUU, Corea del Sur, Japón y Australia.
Meses más tarde, el Sunday Times volvió a publicar una investigación en la que señalaban que otros dos miembros del comité habían recibido 1,5 millones de dólares cada uno por votar por Qatar. Otro miembro del comité vendió unas tierras a Qatar por 32 millones de euros, aunque dice que eso no influyó en su voto, según revela el documental ‘Los Entresijos de la FIFA’.
Los supervisores nos pegaban frente a otros trabajadores para presionarnos y para que trabajáramos más rápido
Tan solo nueve días antes de la votación, Michel Platini, entonces presidente de la UEFA, se reunió con el presidente Nicholas Sarkozy, con el actual emir de Qatar, Tamin bin Hamad al Thani, y su entonces primer ministro, Hamad bin Jassem, en el Elíseo. Sarkozy quería convencer a Platini para votar por Qatar. Platini votó por Qatar, pero asegura que aquella reunión no tuvo nada que ver. Mientras tanto, Joseph Blatter, entonces presidente de la FIFA, declaró al diario Le Monde: “Sin la intervención en el último momento de Sarkozy, Qatar no habría conseguido el Mundial”. Las autoridades interrogaron a Platini en una investigación sobre la polémica votación de Zurich.
En un email filtrado días después de la publicación del Sunday Times, el secretario general de la FIFA, Jerome Valcke, se refería al qatarí Mohamed Bin Hammam, entonces miembro del comité de la FIFA y figura fundamental en la victoria de la candidatura de Qatar: “Pensaba que se puede comprar la FIFA como compraron el Mundial”, escribió Valcke.
Bin Hammam, que era presidente de la Confederación Asiática de Fútbol y quería disputar a Blatter la presidencia de la FIFA, fue suspendido de por vida en el mundo del fútbol por intentar sobornar y comprar votos para esta elección. Hammam entregó 40.000 dólares en efectivo a varios miembros de la Confederación de Norteamérica, Centroamérica y el Caribe de Fútbol. Blatter y Platini también acabaron suspendidos del fútbol durante un periodo de ocho años.
La FIFA inició una investigación en 2012 sobre lo ocurrido en la votación y concluyó que no se habían comprado votos, pero habló de una “conducta potencialmente problemática de algunos individuos parte de la candidatura de Qatar”. Años después, en 2015, siete miembros del comité ejecutivo de la FIFA fueron detenidos en un hotel de Zurich a petición de Estados Unidos, que lanzó acusaciones de corrupción contra decenas de cargos de la FIFA. Tras años de investigación, en abril de 2020 los fiscales estadounidenses afirmaron que representantes de Qatar y Rusia sobornaron a miembros de la FIFA para conseguir el Mundial.
Hoy, 11 de los 22 miembros que participaron en la votación de 2010 han sido suspendidos, multados o imputados por diferentes casos de corrupción. Dos de ellos han sido condenados, pero no por la elección de Qatar.