En la casa más antigua del barrio berlinés de Wedding, en el número 57 de la calle Koloniestraße, viven hoy 12 adultos y cinco niños. “Cuando propusimos el proyecto nos tacharon de locos”, explica uno de sus habitantes, el filósofo Martin Hagemeier. El edificio estaba abandonado, pero no se podía derrumbar porque está protegido por la ley alemana de monumentos. En 1782 ya se mudaron los primeros colonos aquí y en 1870 se estableció un taller en el que fabricaban adhesivo.
Desde 2010 es una singular casa compartida con el nombre de PinkePanke, compuesta de tres edificios y un enorme jardín. En la mayor de las construcciones duermen y se asean las familias que aquí viven y que son propietarias y arrendatarias al mismo tiempo. En el edificio más pequeño comparten una gran cocina, una sala para hacer deporte y un salón de estar. El concepto de vivienda lo desarrollaron ellos mismos con unos arquitectos y el llamado Sindicato de Casas de Alquiler.
El Mietshäuser syndikat (la traducción del nombre al español es de la propia organización) es un marco legal que permite a grupos de personas comprar edificios y garantizar alquileres bajos al tiempo que prohíben que dicha propiedad colectiva sea vendida en el futuro. La organización ha conseguido que más de 120 grupos comprasen un bien inmobiliario por toda Alemania.
En el caso de Martin Hagemeier, el hecho determinante fue la compra en 2008 del edificio en el que vivía en el céntrico barrio de Prenzlauer Berg. El nuevo inversor del bloque de apartamentos subió el alquiler a los inquilinos. Una historia bien conocida en todas las grandes capitales, un ejemplo de la llamada gentrificación. Hagemeier conoció entonces al grupo de personas que estaban planeando comprar el antiguo edificio en Wedding y se unió a la aventura.
Una de las condiciones para que un proyecto del Sindicato de Casas de Alquiler salga adelante es que en el cálculo que realizan, el alquiler resultante sea realmente bajo. Para ello los propios inquilinos y compradores han de remangarse la camisa y trabajar en las obras de la casa. “Todos los arquitectos son capaces de construir y remodelar casas, pero trabajar para un grupo de personas es complicado”, explica.
La dificultad viene añadida por el hecho de que el Sindicato de Casas tiene una estructura difusa y todas las decisiones se toman por consenso y sin jerarquías. “En realidad siempre hay jerarquías”, responde Hagemeier a la pregunta de si entonces se trata aquí de una utopía hecha realidad. “La diferencia aquí tal vez es que se trata más bien de jerarquía de conocimientos, pero todos los arrendatarios tienen el mismo estatus legal”, matiza.
Otra de las condiciones es la “transmisión de saberes”. Las personas que forman parte de alguno de los proyectos aconsejan de forma voluntaria a nuevos interesados en sumarse a la iniciativa. No es tan fácil como sería deseable para ellos. Decenas de grupos piden asesoramiento para comprar una casa de forma colectiva cada año en Berlín a través del sistema del sindicato, pero solo una mínima parte lo consigue. “Especialmente en Berlín resulta cada vez mas difícil, porque el precio del suelo ha subido en los últimos años sobremanera”, explica el filósofo.
Reconvertir edificios en viviendas
A Wedding fueron algunos de los habitantes del proyecto WiLma a pedir consejo. En parte los mismos arquitectos remodelaron aquí, en número 19 de la calle Magdalenenstraße en el barrio de Lichtenberg, en el este de la ciudad, un antiguo edificio de la Stasi para convertirlo en viviendas compartidas y estudios individuales. En la fachada puede leerse “Haus 4” (Casa 4), e indica el número que el edificio tenía dentro del monumental complejo de la Stasi. (Por cierto, el nuevo edificio del actual Servicio Federal de Inteligencia, el Bundesnachrichtendienst, es aún más impresionante que la central de la antigua Stasi: 260.000 metros cuadrados que costarán unos 1.400 millones de euros).
Después de la caída del muro, el monótono edificio, típico de la época, fue durante un tiempo una oficina de empleo, en parte para los miles de trabajadores de la propia Stasi que quedaron desempleados. Durante casi una década el edificio estuvo vacío. El grupo de personas que decidió comprarlo a la ciudad y remodelarlo ha invertido 1,5 millones de euros en la obra. Y ninguno de ellos es millonario. ¿De dónde sacaron el dinero, sin avales ni otras propiedades?
Un tercio de lo invertido fueron créditos concedidos por personas particulares. “A no ser que quieras hacer dinero y especular, el sistema del Sindicato de Casas ofrece bastantes garantías para los ahorros, ya que los cálculos se realizan de forma pormenorizada y el dinero se devuelve en caso de solicitarlo el inversor”, explica Nils, uno de los habitantes de la planta baja, que comparten 12 personas. Una vez recaudada dicha suma y con un proyecto viable en las manos, acudieron a un banco ético que les concedió el resto del crédito.
En el medio de las dos hectáreas de jardín hay un parque infantil que han construido, y junto a éste una caseta que en tiempos de la RDA servía para almacenar el papel. En su interior tienen una sala en la que realizan sus plenos y hacen deporte. En este lugar ofrece asimismo asistencia la iniciativa Oficina Precaria, que aconseja a españoles y otros inmigrantes en Berlín.
El Sindicato de Casas de Alquiler ha reconvertido con este sistema muchos edificios. En el barrio de Wedding otro grupo ha comenzado a reconvertir un instituto en desuso construido en los 70 en el que planean albergar a 150 familias. Dentro del proyecto, llamado PS Wedding, contemplan asimismo la creación de una sala de actos, una biblioteca, un jardín comunitario y una guardería.
Pero no solo se benefician personas privadas de un alquiler barato. En Brandenburgo una estación de tren abandonada ahora es un centro juvenil y en Hamburgo un grupo de artesanos se unió para comprar un edificio en el centro de la ciudad en el que han montado sus talleres. Sin la colaboración pública y política de los ayuntamientos, ya sea en forma de créditos o de puesta a disposición de los edificios por un precio algo menor al del mercado, algunos de estos proyectos no habrían sido posibles.
Una idea de futuro con un largo pasado
Comprar o alquilar son las transacciones más comunes en el mercado inmobiliario. También existen cooperativas de arrendatarios. Sin embargo, el Sindicato de Casas de Alquiler plantea una lógica diferente, ya que su estructura legal está diseñada para que ninguno de sus miembros pueda tener un gran número de acciones que le permita cooptar la organización.
El Sindicato tiene su origen en Freiburgo, en el llamado GretherGelände, en el que viven y trabajan un centenar de personas. Esta antigua fábrica que data de 1888 tiene una larga historia de lucha vecinal que se cristalizó en los 90 en la creación de la figura legal del Sindicato. Mediante una empresa y una asociación, los fundadores de este modelo pensaron ya entonces en extender su idea más allá de sus propias paredes.
Los fondos sociales del Sindicato son una de las piezas clave del puzle, ya que una vez finalizados los pagos de los créditos de los diferentes proyectos, el dinero restante se dedica al mantenimiento de los edificios y a la financiación de nuevos proyectos que entren dentro del sistema. No hay duda de que el Sindicato de Casas de Alquiler es un proyecto político. Nadie debe quedarse fuera, independientemente de sus ingresos o trabajo. En las casas encontramos a jóvenes profesionales independientes que viven junto a estudiantes o parados que reciben ayudas sociales.
El único trabajador del sindicato, que además solo está contratado a media jornada, se encarga de calcular los balances financieros de los 120 proyectos en los que viven más de 1.800 personas. El resto del trabajo se realiza de forma voluntaria. En el Sindicato de Casas reciben además consultas de otros países y hay otros grupos que han comenzado a seguir su ejemplo, como la iniciativa Le Clip en Francia o Habitat en Holanda. En su web tienen una sección en español en la que por desgracia aún no hay mucha información.