Ha sido anunciada como la peor reunión de Zoom del mundo, pero la 75ª Asamblea General de la ONU podría convertirse en algo incluso peor que eso.
Se la llama “el debate general”, pero –a diferencia de las reuniones de Zoom comunes– no habrá debate alguno. Será una procesión de una semana de mensajes de vídeos de los líderes mundiales, grabados con anterioridad, en los que expondrán sus posturas pensando mayormente en el público de sus propios países. Los vídeos tendrían que haber llegado a finales de la semana pasada, pero el lunes de esta semana solo habían llegado la mitad.
El secretario general de la ONU, António Guterres, espera que el 75º aniversario de la organización sirva para que los Estados miembros se vuelvan a comprometer con los principios fundacionales de la organización, pero parece que tanto la ONU como el multilateralismo en sí nunca han estado tan asediados.
“El problema es que gran parte del planeta se está planteando si, después de 75 años, la ONU sigue siendo relevante”, afirma Sherine Tadros, directora de la oficina de Amnistía Internacional en la ONU. “Haciendo analogía con la COVID-19, la cuestión es si tiene muchas patologías preexistentes como para sobrevivir y llegar al próximo período”.
Según el último orden establecido, 50 hombres darán su discurso a la Asamblea antes de que pueda hablar una mujer, y la primera será Zuzana Äaputová, de Eslovaquia. Este martes ha inaugurado la sesión el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, seguido de Donald Trump. Posteriormente han intervenido Recep Tayyip ErdoÄan, de Turquía y a Xi Jinping, de China.
Cada discurso es presentado por un representante de cada país, que estará sentado en su sitio en el enorme Salón de la Asamblea General, y luego se emite en una pantalla gigante el discurso del líder de ese país. La pantalla está ubicada detrás del famoso podio de mármol verde donde se han dado los discursos de las 74 asambleas previas, en tiempos prepandemia. Los oradores tienen permitido utilizar recursos gráficos de vídeo y algunos han aprovechado esta oportunidad, según informan diplomáticos de la ONU.
Como la cumbre no implica el engorro de viajar a Nueva York, participarán más jefes de Estado de lo habitual (Putin y Xi generalmente faltan a la cita), pero no habrá oportunidad de verlos relacionarse entre ellos.
Quedará en evidencia lo peor de los eventos de la ONU, entre ellos las eternas peroratas, pero no se verá nada de lo que hace imprescindible a la Asamblea General: la oportunidad de reuniones en persona y conversaciones no planificadas.
“Creo que algo que se perderá es que cuando se dan los discursos en el Salón de la Asamblea General, los oradores hablan a otros líderes mundiales, pero con estos discursos grabados, se dirigirán a su público interno”, dice Ashish Pradhan, analista especializado en la ONU del International Crisis Group.
“Aparte de algunas excepciones, como el discurso de Trump y otros que escucharán el discurso de sus adversarios, me pregunto cuántos líderes mundiales escucharán los otros discursos”.
Este es un momento especialmente malo para que falte la creatividad que existe en la diplomacia presencial. Al mismo tiempo que la pandemia del coronavirus, el conflicto entre Estados Unidos y China ha acaparado la política mundial y ha contribuido a la parálisis del Consejo de Seguridad de la ONU como organismo crucial en la toma de decisiones en crisis internacionales. De hecho, Donald Trump ha dedicado buena parte de su discurso a criticar a Pekín.
El lunes, en un intento por levantar los ánimos, Guterres señaló: “Nunca en la historia moderna del mundo habíamos pasado tantos años sin ninguna confrontación militar entre las grandes potencias”. Sin embargo, incluso ese logro está en peligro, ya que soldados chinos e indios están peleando por una disputada franja de la frontera en el Himalaya.
A menudo el Consejo se ha visto dividido en cuanto a políticas, pero ahora está dividido respecto a la realidad. Estados Unidos insiste en que ha provocado la reimposición de las sanciones de la ONU a Irán. Casi todos los otros países miembros, incluidos 13 de los 15 miembros del Consejo de Seguridad, dicen que esto no es lo que ha ocurrido e ignoran deliberadamente los pronunciamientos que está haciendo Washington sobre este tema.
La embajadora de Estados Unidos ante la ONU, Kelly Craft, rse encoge de hombres ante el aislamiento de su país: “No necesitamos que nos aplaudan para validar nuestra brújula morales”. En mayo, Trump anunció que se retiraba de la OMS, organización a la que quiere utilizar como chivo expiatorio de la pandemia.
Un objetivo concreto de la cumbre virtual que Guterres espera lograr es darle mayor impulso a Covax, la coalición internacional para el desarrollo de la vacuna contra la COVID-19. “Creo que los discursos pueden ofrecer una oportunidad para que los gobiernos expresen su apoyo a Covax”, dijo Mark Leon Goldberg, editor del blog UN Dispatch y presentador del podcast Global Dispatches. El lunes ya había 156 países que han llegado a un acuerdo para que la futura vacuna se distribuya de una forma justa.
Es probable que la iniciativa de Covax sea un punto relativamente brillante en lo que seguramente será una semana oscura. El gobierno de Trump ya ha advertido de que no participará en el proyecto de Covax y su amplio ataque contra el multilateralismo, que compite con el habitual papel de Rusia y China como saboteadores de los esfuerzos conjuntos de la ONU contra desastres y atrocidades, provoque daños permanentes.
“Al fin y al cabo, la ONU es un microcosmos del mundo”, dijo Tadros. “Así que cuando decimos que la ONU se tambalea, no nos referimos al edificio. No nos referimos a vigas y tornillos. Sino que es un reflejo de lo que está pasando en el mundo”.
Traducido por Lucía Balducci