La austeridad económica no es un invento finlandés. Pero Finlandia es de esos países europeos cuyos líderes políticos han apostado al máximo, junto a la canciller alemana Angela Merkel, por que el continente entero se apriete el cinturón frente a la crisis, especialmente aquellas naciones con más problemas de deuda, como Grecia, Chipre, Italia, Portugal o España. Desde Helsinki tampoco es que se haya predicado con el ejemplo. Finlandia es de los miembros de la OCDE con mayor gasto público en políticas sociales. Aun así, la economía del país nórdico lleva ya tiempo sometida a no pocos recortes y acaba de entrar en recesión.
Puede parecer que Europa se ha reconciliado con el crecimiento económico. Según los últimos datos de Eurostat, la oficina de estadística de la Unión Europea, entre enero y marzo de este año la zona euro creció un 0,4%. Ahora bien, no en todos los países donde se ha promovido salir de la crisis a través de recortes y la reducción sistemática de los estándares sociolaborales se puede decir que la austeridad funciona. Por lo menos no en Finlandia, pues ahora mismo da la impresión de que los recortes aplicados no dan resultados positivos. Tanto es así que su economía acaba de hacer oficial su entrada en recesión. En el último trimestre, la economía se contrajo un 0,1%, después de haber terminado 2014 con una caída del PIB del 0,2%.
“Desde 2012, hemos tenido un periodo de crecimiento a la baja” ya que “las exportaciones, que venían portándose bien, han dejado de hacerlo porque hemos perdido competitividad, la producción de Nokia en Finlandia también se ha visto reducida, la industria papelera ha tenido menos producción debido a la reducción de la demanda de papel y además hemos sufrido la contracción de la economía rusa debido a la caída del precio del petroleo y en cierta medida debido a las sanciones de Occidente”, explica a eldiario.es Vesa Vihriälä, director del Instituto de Investigación de la Economía Finlandesa (ETLA, por sus siglas en finlandés).
A su entender, la caída del crecimiento en Rusia resulta clave para comprender el bajón de la economía finlandesa. “Las importaciones de Rusia cayeron un 13% el año pasado y dado que son significativas para nosotros –suponen un 8% de nuestras exportaciones– implican un bajón en nuestra economía”, aclara Vihriälä, que ha sido consejero del que fue comisario europeo de Asuntos Económicos Olli Rehn.
A éste último se le recordará por lo mucho que insistió a los países cuyas economías fueron rescatadas que no existe un Plan B a la hora de hacer frente a la crisis. Según decía el ahora miembro del grupo de vicepresidentes del Parlamento Europeo, la solución pasaba casi exclusivamente por la “consolidación fiscal”, términos que suelen preferirse a la palabra “austeridad” en los países donde se da prioridad a la lucha contra el endeudamiento a través de recortes.
En Finlandia, el déficit presupuestario es del 3,2% del PIB, dos décimas por encima de lo establecido por los tratados europeos. Por su parte, la deuda pública se ha doblado en los últimos años, alcanzando su actual nivel del 60% del PIB. Ante la decepcionante marcha de la economía, existe “un consenso según el cual tenemos que poner las cuentas públicas en orden”, explica el director del ETLA. De este modo, a la hora de hacer recortes, cuentan con el beneplácito de los electores el trío de partidos que probablemente acabe formando el nuevo Gobierno finlandés después de los comicios legislativos de abril. Se trata del Partido de Centro de Finlandia, donde milita Juha Sipilä, quien seguramente sea el próximo primer ministro; la Coalición Nacional, al que pertenece el todavía jefe del Ejecutivo, Alexander Stubb, y los nacional-populistas del Partido de los Finlandeses.
Concretamente, lo que harán estos partidos en el Ejecutivo será dar una vuelta de tuerca a las políticas de austeridad lanzadas en su día por la Coalición Nacional. El último Gobierno “promovió la austeridad, a lo mejor de forma no tan severa como en otros países europeos, pero ahora veremos más austeridad fiscal con el nuevo Gobierno de derechas”, afirma Anti Alaja, economista de la Fundación Kalevi Sorsa, un think tank de inspiración socialdemócrata con sede en Helsinki.
Según los expertos, se prevén unos recortes estimados en hasta 4.000 millones de euros. En cualquier caso, será un montante nada desdeñable para la 42ª economía del mundo, que cuenta con apenas cinco millones y medio de habitantes.
También hay sobre la mesa otras medidas: reformas en el mercado laboral para mejorar la competitividad, permitir que se trabaje más sin que haya que subir los salarios o promover la creación de start-ups. Lo seguro es que la inversión de dinero público para promover el crecimiento sólo jugará un papel marginal. “En Finlandia no hay una tradición como en Suecia, que desde los 60 y 70 siempre llevaron a cabo políticas fiscales keynesianas, de incrementar el gasto público frente a las crisis”, subraya Alaja. “En general, aquí a la gente no le gusta la deuda pública. Puede resultar paradójico, porque también gusta la idea de que exista un gran Estado de bienestar, pero gusta más que no haya deuda”, agrega este investigador.
Además, en anteriores crisis, como las sufridas en los años noventa, el país salió adelante “experimentando austeridad fiscal”, recuerda el economista Kalevi Sorsa. Sin embargo, ahora está por ver si las medidas que lleguen del nuevo Gobierno conservador servirán para salir de la recesión o si ampliarán la crisis que atraviesa la economía.