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Cuando el confinamiento despierta los fantasmas del pasado: encerrados en Colonia Dignidad

Los habitantes de Villa Baviera recuerdan la historia de Colonia Dignidad. El período bajo el tiránico y criminal líder de la secta, Paul Schäfer, es minimizado como "años difíciles"

Meritxell Freixas

Santiago de Chile (Chile) —

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Las peores pesadillas de Horst Schaffrick se reavivaron cuando la pandemia del coronavirus empezó a expandirse por Chile. Su alerta, y las de varios de sus vecinos de la Parcela número 6 de la Villa Baviera, se disparó el día en que a través de un mensaje de WhatsApp le informaron de que se prohibía la entrada al recinto donde vive a visitantes, familiares y amigos de los residentes, y la salida sin autorización de los habitantes mayores de 75 años: “En vista de la situación de salud en el país, no se puede permitir el ingreso a la finca de visitas de familiares ni dueños de parcelas que vienen desde afuera”, le ordenaron.

Schaffrick es apicultor en la antigua Colonia Dignidad, conocida hoy como Villa Baviera, un asentamiento de colonos alemanes creado en 1961 por el exmilitar nazi Paul Schäfer. Ubicada 350 kilómetros al sur de Santiago, en la zona precordillerana de El Parral, región del Maule, es conocida porque operó durante décadas como una secta religiosa regida por un sistema de encierro, adoctrinamiento y esclavitud en el que se abusó sexualmente de decenas de menores. También se utilizó como centro de detención y tortura durante la dictadura de Pinochet. 

Las órdenes del inesperado mensaje de WhatsApp procedían de María Schnellenkamp, enfermera a cargo de la posta de la antigua Colonia, y Friedhelm Zeitner, antiguo guardaespaldas de Schäfer. Tras huir con él a Argentina, regresó a Chile, donde fue condenado como encubridor de cuatro delitos de violación de menores, de abusos sexuales contra 16 menores y por el secuestro de otro niño. Sin embargo, nunca llegó a entrar a la cárcel y cumplió su pena en libertad vigilada. Desde hace 9 años trabaja como supervisor de construcciones al interior del recinto, convertido hoy en un complejo turístico propiedad de un holding Villa Baviera. Casas, tierras, hoteles, tiendas y restaurantes, todo lo que existe dentro de la colonia es propiedad es propiedad del grupo empresarial.

Desde mediados de marzo, el Gobierno chileno ha implementado un sistema de cuarentenas “selectivas y dinámicas” que varían en función del aumento de contagios en cada municipio y territorio. En la zona de Parral no se ha declarado confinamiento obligatorio y, por ahora, tampoco se ha registrado ningún contagio. La única medida que allí rige es el toque de queda nacional, vigente desde las 10 de la noche hasta las 5 de la mañana, y la obligatoriedad de permanecer en casa en caso de estar infectado o de haber mantenido contacto físico con alguna persona positiva. Por eso, Horst Schaffrick y otros vecinos de la Colonia, entendieron las medidas impuestas por la enfermera y el exguardaespaldas como una “una cuarentena de facto”, impuesta e innecesaria. 

Así lo recoge el recurso de amparo (preventivo) a favor de los colonos que interpuso ante la justicia chilena el abogado Winfried Hempel, también víctima de Paul Schäfer. Hempel argumentó que Schnellenkamp y Zeitner incurrieron en actos “ilegales, arbitrarios e inconstitucionales” por tratarse de una orden “emanada de personas que no son los funcionarios públicos de la salud competentes” y por “la flagrante afectación a la libertad de desplazamiento y libertad individual”. 

“10 de mis clientes se quedaron sin poder entrar a nuestras dependencias. Para poder trabajar he tenido que salir a vender la miel a 30 km de aquí”, se queja Horst Schaffrick. También para sus hijos, de 11 y 14 años, ha sido más difícil: “Trabajan por internet y nosostros no hemos ido nunca al colegio con profesores y no entendemos la materia, menos en castellano. Pedí ayuda a personas de afuera para poder hacer las tareas, pero tampoco los dejaron entrar”, cuenta el apicultor.

El colono relata que mientras a ellos se les imponían restricciones, las empresas –excepto el complejo turístico– seguían en marcha y no se impidió el acceso a los trabajadores procedentes del exterior del fundo, de municipios como Parral, donde se han detectado 9 contagios. “Ha habido una doble vara para medir esta situación”, critica Schaffrick.

Apenas se conoció la denuncia de los colonos, Zeitner ofreció su versión a la prensa: “Son calumnias, acá nadie está encerrado”, dijo. Argumentó que la población de la colonia corre mayor riesgo porque en gran parte son ancianos y que las medidas fueron tomadas por un directorio que decidió “tomar precauciones” para cuidar a los residentes. “Acá no hay imposición, hay sugerencias”, sentenció. 

“Retraumatizados”

La justicia no ha respondido como los colonos esperaban y el recurso no prosperó. Para la Corte Suprema no ha sido más que un mero “conflicto doméstico o vecinal”. Sin embargo, hacer ruido en los tribunales, que resolvieron sin unanimidad, ha servido para que se eliminaran las restricciones en la Colonia y los colonos recuperaran la normalidad.

“Vivimos esclavitud y encierro toda nuestra vida, no podíamos aceptar este tipo de medidas retrictivas otra vez, como si tuviéramos un gobierno interno”, expresa Horst Schaffrick, que lleva 59 años en el enclave. Él llegó a Chile desde Alemania, en barco, cuando tenía tres años y trabajó sin descanso desde los cinco. 

El abogado Winfried Hempel recalca en su recurso de amparo “lo que significa en la frágil y traumada psique de un colono de la ex Colonia Dignidad” que nuevamente existan los controles de acceso y salida como en la época de Schäfer. La presidenta de la Asociación por la Memoria y los Derechos Humanos Colonia Dignidad, Margarita Romero, asegura que los colonos han vivido una “retraumatización” y que, por unos días, volvió “la sensación de persecución, hostigamiento y vigilancia” que vivieron años atrás.

Califica lo sucedido como “un golpe de poder autoritario de los jerarcas” de Paul Schäfer y sus hijos, los verdaderos herederos del poder dentro de la colonia. Vinculados estrechamente con Zeinter, como él, algunos fueron acusados de cómplices del exmilitar alemán. 

“Los fallos van en contra de los esperado”, opina Romero. “Se piensa que los colonos continuan viviendo allí porque quieren, pero muchos no tienen dónde ir”, añade. Dice que no tuvieron otra salida que permanecer adentro: manejan muy poco el español, no tienen estudios, ni han cotizado nunca para su jubilación. “Han sufrido severos problemas de salud física y mental y ni siquiera han recibido ayuda psicológica”, apunta también la coordinadora de las agrupaciones de familiares de detenidos desaparecidos y ejecutados políticos en la Región del Maule, Myrna Troncoso. “Comenzar una nueva vida independiente al exterior era muy complicado para ellos”, agrega. 

Víctimas, victimarios y sus hijos juntos

Los colonos que fueron víctimas de Schäfer y que tras su arresto, en 2005, decidieron quedarse en la Colonia conviven hoy con sus victimarios y sus descendientes en Villa Baviera. Son pequeños agricultores de trozos de tierra de la que no son dueños. Hijos de familias que llegaron a Chile en los años 60 y entregaron sus ahorros, su trabajo y el de sus hijos a una comunidad que hoy no pueden gestionar.

Casi todos son accionistas de las empresas de Villa Baviera, pero reclaman que no reciben dividendos y que han sido apartados de la administración de su patrimonio. “Después de todo el maltrato y esclavitud que sufrimos, no hemos recibido ni un peso, todo pertenece a las empresas”, protesta Schaffrick. 

15 años después del fin de la era Schäfer, Horst Schaffrick y las demás víctimas siguen esperando alguna muestra de reparación por todo lo vivido y lo sufrido dentro de la ex Colonia Dignidad. Ni siquiera han cobrado la indemnización que hace un año les prometió el Gobierno alemán. En marcha hay una demanda de 117 víctimas contra el Estado chileno, pero en un año no han tenido noticias de avances en la investigación.

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