Hubo un tiempo en que los gobiernos de Europa y Estados Unidos prometían ayuda militar a Ucrania para que pudiera derrotar a Rusia en el campo de batalla. Esa ilusión desapareció hace tiempo. El objetivo se ha hecho más realista: consiste en impedir que Kiev sea derrotada en 2024. Se trata de ganar tiempo hasta que supuestamente en 2025 Ucrania pueda estar en condiciones de contraatacar. Evidentemente, nadie sabe si este pronóstico terminará convirtiéndose en otra ilusión.
La visita de Volodímir Zelenski a España de este lunes venía acompañada de la mayor ayuda militar concedida por España a un país extranjero, calculada en un total de 1.000 millones de euros para este año. Es casi seguro que la noticia no era desconocida por el presidente ucraniano, que debe racionar sus viajes al extranjero, pero sí para el Congreso y por tanto para Sumar, aliado del PSOE en el Gobierno de coalición. El montante de la ayuda fue aprobado por el Consejo de Ministros del 16 de abril, pero fue definido de forma genérica para que pareciera que se trataba de un aumento presupuestario destinado a las Fuerzas Armadas españolas.
El engaño, porque parece difícil definirlo de otra manera, está en la línea de la falta de transparencia habitual en todos los gobiernos sobre la política de Defensa. En marzo, Margarita Robles hizo “una llamada de atención a la sociedad española”, porque los ciudadanos no son “conscientes” de los peligros a los que se enfrenta Europa por la amenaza rusa. Esos mismos gobiernos se ocupan de que el gasto militar aprobado en los presupuestos del Estado nunca coincida con el gasto real al final del año.
“Algo tan relevante como la política de Defensa, el envío de armamento a una zona en conflicto, no puede darse así, sin transparencia y sin el Congreso”, dijo el lunes el ministro Ernest Urtasun, de Sumar. Ione Belarra, de Podemos, la calificó de decisión “unilateral y antidemocrática”.
Esquerra, EH Bildu, Podemos y BNG no asistieron a la reunión de los grupos parlamentarios en el Congreso con Zelenski. “Reforzar la vía bélica y el envío de armas solo logrará prolongar la guerra. La solución vendrá por vías diplomáticas y pacíficas, siempre”, dijo el portavoz de EH Bildu, Oskar Matute.
Pedro Sánchez compareció en el Congreso la semana pasada para rendir cuentas de varios asuntos de política internacional. Podría haber hablado de esta ayuda, pero decidió reservar la noticia para la visita de Zelenski, que se produce en plena campaña electoral. Si el Gobierno reclama el apoyo de los españoles en la solidaridad con Ucrania frente a la invasión rusa, lo lógico es que asuma ciertas responsabilidades a la hora de mantenerlos informados, a ellos y a sus representantes en el Congreso.
El presidente afirma que el acuerdo consiste en un “memorándum de entendimiento”, un compromiso entre gobiernos que no es necesario votar en el Congreso al no ser un tratado. Una cosa es que no se vote y otra que no se hable de él, una vez que ha sido aprobado por el Consejo de Ministros.
Hay un segundo beneficiado en este paquete de ayuda militar. La industria de defensa española será la encargada de ocuparse de la producción de la mayor parte del armamento enviado que se pagará con fondos públicos españoles, aunque cabe la posibilidad de que parte de la factura corra a cargo de la Unión Europea. Una de las aportaciones más relevantes será la producción de proyectiles de artillería de 155 milímetros, un campo esencial en esta guerra de desgaste en el que los rusos gozan de una ventaja clara.
Mayo ha sido el mes en que se han confirmado algunos de los peores augurios para Kiev sobre la capacidad rusa de superar las defensas ucranianas. Después de tomar en febrero la ciudad de Avdivka, su avance se ralentizó en los meses posteriores. En mayo, las fuerzas rusas sorprendieron a los ucranianos en la provincia de Járkov, en el norte del país.
Las fortificaciones defensivas eran muy vulnerables y no estaban protegidas por el número necesario de soldados, lo que resumía dos de las mayores dificultades del bando ucraniano: las decisiones discutibles de sus mandos militares y el retraso en aprobar una mayor movilización de tropas.
Los rusos han ampliado hasta el máximo las zonas en las que se producen sus ofensivas. No todas consiguen su objetivo, pero obligan a los ucranianos a asumir que deben defender una línea de más de mil kilómetros sin los soldados suficientes. Cuando iniciaron su avance en Járkov, Ucrania tuvo que enviar a soldados que tenían asignadas otras zonas del frente en vez de desplegar las reservas, básicamente porque no cuenta con muchas fuerzas en las reservas, según contaron fuentes ucranianas a The New York Times.
El retraso de varios meses del Congreso de EEUU en aprobar los 60.000 millones de dólares prometidos por Joe Biden agravó la falta de armamento que sufre Ucrania, en especial en artillería y en defensa antiaérea. Pero no es sólo un caso de falta de medios. Los rusos continúan aprovechándose de su superioridad demográfica que les permite continuar enviando tropas al frente, aunque el precio, como se vio en Avdivka, sea un muy alto número de bajas.
Rusia suma 30.000 nuevos soldados al mes. Mientras mantenga este nivel de reclutamiento, será entre muy difícil o imposible que Ucrania pueda pensar en recuperar el territorio que ha perdido desde el inicio de la guerra.
Sobre la posibilidad de una negociación entre ambos bandos, ninguno parece realmente interesado. Los ucranianos, no desde luego, al menos hasta que no empiecen a recuperar territorio, una alternativa que parece imposible este año.
El general Vadim Skibitski, número dos de la inteligencia militar ucraniana, situó ese horizonte en un punto muy lejano en una entrevista reciente con The Economist. No cree que esas negociaciones serán viables hasta la segunda mitad de 2025 como muy pronto, porque la producción militar rusa no dejará de crecer hasta principios de 2026. Es un punto de vista que los gobiernos europeos no están muy interesados en que se extienda en la opinión pública de sus países.