Seis años después, los recuerdos de la violencia sufrida siguen frescos en la memoria de la comunidad: decenas de activistas por los derechos de la comunidad LGTBI fueron golpeados en las calles de Tiflis por sacerdotes y hombres de extrema derecha, algunos con porras y otras armas. Este pogromo moderno ocurrido en 2013 parecía una advertencia: si Georgia logra entrar a la Unión Europea, su comunidad LGTBI será relegada.
Sin embargo, los activistas están planificando para esta semana los primeros eventos de celebración del orgullo LGTBI en un intento por convertir la movida underground en un cambio político. Organizados en su contra están los activistas conservadores y cristianos y una fuerza policial que dice que no puede garantizar la seguridad de los participantes en la marcha. Muchas personas temen que se repita la violencia de 2013.
“Siempre es polémico celebrar el Orgullo”, afirma Giorgi Tabagari, uno de los organizadores de los eventos de este año, que concluirán con una “marcha de la dignidad”. “¿Pero cuánto tiempo más nos podemos esconder? Si viéramos que el Gobierno luchara contra la homofobia y marcara otro rumbo, quizá no tendríamos que tomar una decisión tan arriesgada como celebrar el Orgullo. Pero tenemos que decidir si vamos a aceptar el status quo o intentarlo con más fuerzas”.
Este antiguo Estado soviético acunado por las montañas del Cáucaso suele llegar a los titulares por su permanente conflicto con Rusia o, últimamente, como un paraíso turístico con un mundillo culinario en ebullición. La iglesia ortodoxa georgiana, la institución en la que la población más confía según los sondeos, tiene un poder enorme y pretende que el país sea un bastión del conservadurismo.
“Es un poco como una teocracia”, señala una persona cercana al Gobierno, que pide permanecer en el anonimato. El Patriarca georgiano pidió la semana pasada a las autoridades que prohibiesen la marcha del Orgullo, acusando a los grupos que luchan contra la homofobia de promover “el pecado de Sodoma”. El viernes, la policía arrestó a nueve personas después de que activistas conservadores atacaran a manifestantes a favor de los derechos LGTBI en el centro de Tiflis.
Los preparativos de la marcha del Orgullo han desatado debates a nivel nacional y una polémica dentro de la comunidad LGTBI. El grupo difundió vídeos que muestran a jóvenes gays, lesbianas y trans afirmando públicamente que apoyan el evento, un acto temerario que los pone en peligro, junto a sus familias, de ser humillados públicamente o sufrir ciberacoso.
“Salir del armario es algo muy valiente aquí”, afirma Tabagari, que ha calculado que medio millón de personas han visto los vídeos, en un país con 3,5 millones de habitantes. “Cuando uno habla en primera persona, despierta empatía. Es más fácil sumar apoyos. Esperamos que la mayoría de la población se acostumbre a la idea de que los miembros de la comunidad LGTBI vivimos a su alrededor”.
Un joven de 17 años que se hace llamar Drago Flowers suele hacer fila para coger el autobús en Rustavi hacia Tiflis, un viaje de media hora. Delgado como un alambre y con el pelo teñido, con los ojos pintados y las piernas tatuadas, a menudo recibe insultos homófobos y lo han atacado tantas veces que ya lo conocen en la comisaría de la zona. “Prefiero que me golpeen a vivir escondido por ser quien soy”, afirma Flowers. “Esconderme sería una tortura”.
Flowers es bloguero y sueña con vivir en Nueva York algún día, pero por ahora se enfoca en su trabajo como maquillador y sus shows como drag queen en los clubes de la comunidad LGTBI en Tiflis, donde alega ser el único capaz de realizar una “caída mortal”, un paso acrobático popular en el estilo de baile conocido como Vogue.
Él asegura que asistirá a la marcha del Orgullo. ¿Pero está preparado el país para la marcha? “Quizá en unos 100 años”, bromea Flowers.
La movida nocturna es lo que ha llevado a la comunidad a este momento. Varios de los clubes underground de Tiflis se han convertido en incubadoras de movimientos que luchan por derechos y cambios políticos. Las redadas policiales contra el mayor club nocturno de la comunidad LGTBI, el Bassiani, generaron un movimiento de protestas llamado 'Ruido Blanco', una mezcla entre fiesta barrial y protesta callejera a favor de la despenalización de las drogas.
Además de las fiestas Horoom en el Bassiani, eventos LGTBI en los que los asistentes deben pasar un proceso de selección previo por internet y está prohibido tomar fotografías, Flowers también menciona el club Success como uno de los pocos sitios nuevos en los que la comunidad LGTBI se siente segura.
En el Success, un club subterráneo inspirado en los clubes gays de Berlín Roses y Barbie Deinhoff, la fiesta comienza después de la medianoche. Nia Gvatua, la dueña, ofrece una copa de champagne mientras recuerda cómo convenció a un amigo empresario para invertir en un bar gay. El hombre inmediatamente le entregó 17.500 euros en efectivo. Desde entonces, a Gvatua le han robado, ha sufrido redadas y piquetes, pero el Success no ha parado de crecer hasta convertirse en un lugar esencial para la comunidad LGTBI.
“He visto a personas que antes se escondían en un rincón del Success y ahora son más abiertas y seguras. He visto cierto progreso”, asegura Gvatua. “Desde 2013 han cambiado algunas cosas. Antes no existía el Bassiani ni el Success. No teníamos la ley contra la discriminación”.
“Esto es una guerra de verdad”
Si bien los activistas remarcan que la Georgia actual es más progresista que la de 2013, sus rivales trabajan para que sea más conservadora. Desde 2013, la iglesia denominó el 17 de mayo como “Día de los Valores Familiares”, organizando marchas el mismo día en que los grupos LGTBI organizan sus marchas contra la homofobia. Los partidos de extrema derecha, como el neonazi Georgian March, han prometido interrumpir cualquier intento de marcha del Orgullo en Tiflis, culpando por esto a George Soros.
Tabagari afirma que las personas LGTBI se han convertido en un objetivo popular para los grupos radicales que quieren ganar visibilidad.
“Esto me parece un peligro claro y evidente”, afirmó en una entrevista Levan Vasadze, un rico empresario georgiano vinculado a la iglesia. “Creo que las drogas, la perversión y el debilitamiento de la institución familiar, presentados bajo las consignas de autoexpresión, tolerancia y libertad, están destruyendo mi país. No estamos aquí para quejarnos ni es una pose. Para nosotros, esto es una guerra de verdad”.
Vasadze es portavoz del conservadurismo georgiano. Ha reforzado vínculos con conservadores de otros países, organizando en 2016 el Congreso Mundial de las Familias, al que asistió George W. Bush y que recibió la bendición del Patriarca de Georgia Ilia II. Vasadze culpa al “individualismo” occidental de corromper a los georgianos y es un convencido activista antiaborto. “El útero materno debe ser el sitio más seguro para un bebé. Y lo hemos convertido en un infierno terrenal”.
Vasadze dijo en un comunicado televisado que ha “advertido” al Gobierno de que un evento por el Orgullo LGTBI acabaría en “graves disturbios”.
A pesar de las amenazas y de una reciente advertencia del Ministerio de Interior en la que se afirma que el Gobierno no puede garantizar la seguridad en el centro de la ciudad, los organizadores de la marcha del Orgullo aseguran que no piensan suspender el evento.
Remarcan que es esencial tener visibilidad y creen que están logrando llegar a la gente, empezando por sus propias familias.
Tras anunciar públicamente que es lesbiana, los familiares de Nino Bolkvadze no le dirigieron la palabra durante siete años. Tras un problema de salud, la familia se comunicó con ella y le invitó a visitarlos junto a su novia. “Fue increíble”, cuenta Bolkvadze, que es activista y a menudo aparece en televisión. “La sociedad está mucho más abierta a aceptar a la comunidad LGTBI. Lo veo con mis propios ojos”.