La llegada a la Casa Blanca de Estados Unidos de un presidente que ondea la bandera de la xenofobia ha hecho sonar las alarmas en Europa. Con elecciones a la vuelta de la esquina en varios países del continente y tras la victoria del Brexit en referéndum, muchos analistas se preguntan cuánto poder alcanzará la ultraderecha en los próximos meses. Y si hay una ultraderechista conocida en Europa es la francesa Marine Le Pen.
La líder del Frente Nacional tiene muchas posibilidades de ganar la primera vuelta en las elecciones presidenciales de la próxima primavera. Que su éxito se consolide o fracase en la segunda votación depende en gran medida del partido hasta ahora hegemónico del centroderecha francés, Los Republicanos, entre otras cosas por la profunda impopularidad que el presidente Hollande ha provocado al Partido Socialista.
Los Republicanos, formación que se llamaba Unión por un Movimiento Popular (UMP) hasta que Sarkozy la rebautizó el año pasado, deciden ahora quién dará la batalla en las presidenciales, y lo hacen por primera vez en la historia a través de unas primarias abiertas. Cualquier ciudadano con derecho a voto en las presidenciales que pague dos euros y que declare compartir “los valores de la derecha y del centro” puede participar en el proceso.
A mediodía de este domingo, 1,1 millón de personas habían acudido a votar, según los datos que han ofrecido los organizadores. “Creo que pasaremos de los 3 millones de votantes”, ha anunciado el presidente de la comisión de organización de las primarias, Thierry Solère, según informa el diario Libération. Hasta esa hora, 4 millones de personas habían buscado en la web del partido qué mesa de votación les correspondía.
Estos datos de participación no se pueden comparar con el pasado porque es la primera vez que la formación de centroderecha elige a su candidato en primarias. En 2011, el Partido Socialista movilizó a 2,66 millones de votantes en la primera vuelta de un proceso similar.
La primera vuelta se celebra este domingo. La segunda, a la que solo pasarán los dos candidatos más votados, será una semana después, el 27 de noviembre, salvo que en la primera votación alguien se haga con la mayoría absoluta.
Es una batalla reñida cuyo resultado es poco predecible, debido en parte a la falta de precedentes de un proceso como este. Se presentan siete candidatos, entre los que solo hay una mujer. Tres de ellos tienen posibilidades reales de ganar: Alain Juppé, Nicolas Sarkozy y François Fillon.
Juppé: el mensaje de la moderación
El que fuera primer ministro bajo la presidencia de Jacques Chirac ha encabezado las encuestas durante meses, aunque en las últimas semanas ha sufrido un descenso notable. De acuerdo con el último sondeo del diario Le Monde, publicado este viernes, la intención de voto de Alain Juppé ha pasado del 41% que lo colocaba como gran favorito en octubre al 29% de los últimos días.
“No quiero levantar a una parte de Francia frente a otra, a las élites contra el pueblo. Dividir por dividir es un juego de politiqueo peligroso”, dijo hace unos días este candidato que desde 1995 es alcalde de Burdeos, menos el periodo 2004-2006. Representa un papel moderado que lo podría convertir en alternativa a Marine Le Pen: según otra encuesta de Le Monde, si Juppé fuera el candidato de Los Republicanos a las presidenciales, quedaría entre cuatro y siete puntos por encima de la ultraderechista, mientras que Sarkozy se colocaría siete puntos por detrás de ella.
En su campaña Juppé ha transmitido una imagen de experimentado hombre de Estado en quien se puede confiar. Sus posturas sobre religión e inmigración son más conciliadoras que las de otros candidatos. Quiere dejar tal y como está ahora la ley que regula los símbolos religiosos, sin prohibir el velo ni el burkini. No obstante, sí se muestra beligerante con el hacinamiento de inmigrantes en Calais y quiere que Reino Unido se haga cargo de ellos. Aunque no le gusta el matrimonio entre personas del mismo sexo –porque “las parejas homosexuales y heterosexuales no son lo mismo en absoluto”–, no quiere ilegalizarlo, ni vetar que puedan adoptar niños.
Su popularidad actual contrasta con el rechazo que cosechaba entre los franceses hace 20 años, cuando dos millones de personas tomaron las calles contra la reforma de las pensiones que ejecutó como primer ministro. En 2004 fue condenado a un año de inhabilitación por una trama de corrupción de los años 80, pero la sentencia no ha pasado factura a su apoyo social actual porque muchos creen que solo fue un cabeza de turco. A sus 71 años, es el mayor de todos los candidatos.
Sarkozy: el déjà-vu que corteja a la ultraderecha
déjà-vuEn 2012, poco antes de que el socialista François Hollande lo expulsara de la presidencia en las urnas, Nicolas Sarkozy dijo que si perdía la batalla por la reelección, abandonaría la política. Dos años después, ya parecía haber olvidado su promesa, cuando se presentó a presidente de su partido y ganó. Su mandato como presidente de Francia entre 2007 y 2012 le supo a poco y el pasado agosto presentó su candidatura para reconquistar el Elíseo.
En los últimos meses se ha esforzado en lanzar mensajes que atraigan a los votantes de Le Pen. Quiere reformar la ley sobre símbolos religiosos para vetar el velo musulmán en las universidades y las administraciones públicas, prohibir el burkini en todo el país, suspender la reagrupación familiar de inmigrantes, limitar el derecho a la nacionalidad de los nacidos en Francia de padres extranjeros y prohibir que los comedores escolares ofrezcan menús sin cerdo para los niños musulmanes y judíos. Su ofensiva contra la inmigración se completa con un duro discurso en seguridad e identidad nacional en lo que es una respuesta feroz a los atentados terroristas sufridos en Francia.
La mochila de Sarkozy incluye una carga pesada: el sinfín de investigaciones judiciales que lo persiguen. Hace dos meses, la fiscalía pidió llevarlo a juicio por la presunta financiación ilegal de su campaña electoral de 2012, la que perdió frente a Hollande. Le acusan de mantener un sistema de contabilidad falsa para encubrir un gasto del doble de lo permitido por la normativa electoral.
No es el único caso judicial en el que aparece. También se investiga la posible financiación ilegal con dinero del dictador libio Muamar Gadafi de otra de sus campañas, la que le llevó a la presidencia en 2007, o sus presuntos sobornos mediante ventas de armas a Pakistán para pagar otras elecciones. Si su apuesta por volver al Elíseo le saliera bien, se beneficiaría de la inmunidad presidencial.
Esa apuesta está poco asegurada. Cuatro años después de perder frente a Hollande, sigue generando gran rechazo entre los franceses, y las encuestas lo han colocado casi siempre por detrás de Juppé.
Pero no lo tiene todo perdido: mientras Alain Juppé ha sufrido un descenso constante en el último mes, Sarkozy se ha mantenido estable en torno al 30% de intención de voto, lo que los ha colocado en una posición muy igualada en los últimos días antes de la primera vuelta.
Fillon: la sorpresa de última hora
Hace tan solo un mes, había pocas dudas de que la segunda vuelta de las primarias sería un cara a cara entre Juppé y Sarkozy. Pero el diputado François Fillon ha hecho tambalear ese escenario con un ascenso rápido e imparable en las encuestas. Su aplaudida actuación en los debates televisados entre los siete aspirantes a las primarias puede ayudar a explicar esa escalada.
En octubre, la encuesta de Le Monde le daba un 12%, a una distancia que parecía inalcanzable del 30% de Sarkozy y el 41% de Juppé. Este jueves, ese mismo sondeo le daba una subida de diez puntos, hasta el 22%. Un día después, tras el último debate antes de la primera vuelta, la misma encuesta le concedía una fulgurante subida hasta el 30%. Esto lo colocaba en el primer puesto por escaso margen: Juppé y Sarkozy le seguían empatados en el 29% de intención de voto.
Fillon, al igual que Juppé, ha ocupado el cargo de primer ministro. Fue durante la presidencia de Nicolas Sarkozy, entre 2007 y 2012, pero poco queda ahora de su estrecha colaboración con el expresidente. Durante la campaña de las primarias se ha mostrado implacable contra él y ha lanzado mensajes contra la sombra de corrupción que le persigue. “No debería permitirse que se presenten aquellos que no respetan las leyes de la república. No tiene sentido hablar de autoridad cuando uno mismo no es intachable”, dijo este verano en alusión a Sarkozy.
François Fillon es un abanderado del liberalismo económico. Una de sus propuestas centrales es reducir un 10% el número de funcionarios del Estado y compensarlo con un aumento de su jornada laboral para que pasen de las 35 actuales a las 39 horas semanales. No es igual de liberal en las cuestiones sociales: de los tres candidatos con posibilidades reales de ganar, es el único que quiere limitar la adopción de niños por parejas del mismo sexo, aunque sin dar marcha atrás a su derecho al matrimonio.
Hay cuatro candidatos más
Frente a los tres aspirantes más fuertes, hay otros cuatro que pelean por hacerse un hueco en la carrera hacia el Elíseo, todos por debajo del 10% de intención de voto en las últimas encuestas. El más conocido de ellos es Bruno Le Maire, diputado y exministro que saltó a las portadas cuando se atrevió a disputar a Sarkozy la presidencia de la formación de centroderecha en 2014. Perdió con un 29% de los votos, pero se ganó cierta imagen de representar la renovación del partido.
La única mujer entre los siete aspirantes es Nathalie Kosciusko-Morizet. Sus posturas moderadas en los asuntos de seguridad e identidad nacional le colocan la etiqueta de representar el ala menos derechista del partido. Completan la lista dos candidatos que no superan el 2% en los sondeos: Jean-Frédéric Poisson, líder del Partido Cristiano-Demócrata y defensor de las posturas más conservadoras –es el único que quiere ilegalizar por completo los matrimonios homosexuales– y Jean-François Copé, presidente del partido entre 2012 y 2014 y salpicado también por uno de los casos de corrupción que afectan a Sarkozy.