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Bélgica se aproxima al centenar de detenciones con solo ocho sospechosos aún en prisión

Nueva operación policial en Bélgica relacionada con los atentados de París

Pablo García

Cerca de 90 detenciones y subiendo desde el 14 de noviembre, al día siguiente de los atentados de París, y apenas ocho detenidos, esto último un dato aportado por la Fiscalía. Esa misma institución se ha negado a dar el número total de apresados desde los ataques terroristas a preguntas de este diario, que ha realizado una estimación mediante los comunicados de prensa que envía el Ministerio de Justicia periódicamente. “Es muy complicado contarlos a todos”, aducen en la Fiscalía.

La impunidad policial es un hecho en Francia y en Bélgica, con distintas variantes. En Francia está en vigor el estado de emergencia hasta el 26 de febrero de 2016 (que impide realizar derechos como manifestarse). Apenas diez días después de los atentados, ya se habían producido más de 150 detenciones. En Bélgica todo es mucho más caótico: al declararse el nivel 4 de máximo riesgo el 20 de noviembre, policías y militares salieron a las calles, apostándose en los puntos neurálgicos con tanquetas y metralletas. Rebajado el riesgo al nivel 3, el Ejército sigue ahí y los turistas se toman selfies con los soldados pero LAS detenciones continúan y la sociedad se hace cada vez más preguntas.

El caso de Montasser AlDe'emeh es sintomático. Investigador y experto en islamismo radical, AlDe'emeh salió el 1 de diciembre del Parlamento Federal en Bruselas tras una conferencia sobre el fundamentalismo y fue interceptado en su coche en el céntrico bulevar de Anspach. Tras indicar a los agentes que hablaba francés, inglés, neerlandés y árabe, estos le respondieron: “Aquí no se habla árabe”. Le quitaron la tarjeta SIM del móvil y él presentó una denuncia en una comisaría cercana. La misma suerte corrió el actor de Gante de origen foráneo Zouzou Ben Chikha, que sufrió intimidaciones.

Las asociaciones de derechos humanos ya han tomado la iniciativa tras un mes de cierta pasividad asistiendo a un despliegue sin precedentes motivado por un periodo de psicosis, durante el cual el presidente Charles Michel ha intentado aprobar una durísima ley antiterrorista que no está claro que vaya a ser aprobada por la Cámara Baja. “Retener a un sospechoso, supuestamente inocente, durante tres días en una comisaría o poner al mismo sospechoso bajo vigilancia electrónica son tareas de un juez. No de un Ejecutivo o una Administración”, ha criticado el activista Alexis Deswaef al diario francés La Croix.

La actuación del socio de Gobierno N-VA (independentistas flamencos) y partido más votado solo ha inflamado los ánimos. El ministro del Interior Jan Jambon, del N-VA, anunció que iban a “limpiar Molenbeek” tras los atentados. Preguntado por los abusos poco antes de la Navidad, Jambon ha declarado que la policía busca a personas “de origen extranjero” por lo que es lógico “que si hay gente que corresponde a ese perfil y actúa de forma sospechosa” las autoridades deban detenerla.

Los comunicados de prensa de la Fiscalía son ese sentido un compendio de fallos garrafales abonados a la coletilla “ningún arrestado ha pasado a disposición judicial”, lo que viene a decir que los detenidos son puestos en libertad a continuación al no haber pruebas contra ellos. En los barrios más pobres de Bruselas (Molenbeek, Anderlecht, Jette, Laeken) se realizan operaciones malogradas con frecuencia. También es habitual en los comunicados decir que se encuentran “armas”, para luego especificar que éstas no son de fuego y que tampoco hay explosivos o cinturones suicidas.

Entre los ocho detenidos, que la Fiscalía no ha querido detallar individualmente, aparecen Hamza Attou y Mohamed Amri (que condujeron al terrorista prófugo Saleh Abdeslam desde París hasta Bruselas), pero también Ali O. y Lazez A., supuestamente también relacionados con Saleh. O Samir Z. y Pierre N., por la misma razón.

El más buscado es Abdeslam Saleh, cuyo hermano Mohamed fue detenido casi tres días después de los atentados de París. Saleh pudo fugarse ante las narices de la policía en Molenbeek el 16 de noviembre, un detalle que está aún por esclarecerse. Lo mismo que Mohamed Abrini, otro presunto cómplice de los terroristas. En una grabación difundida recientemente por Le Soir, Saleh Abdeslam confiesa ser el autor de crímenes por disparos de kalashnikov en el 11º distrito parisino y amenaza a sus conductores Attou y Hamri (detenidos) con estallar su cinturón en el coche con ellos dentro.

Peor han sido las respuestas gubernamentales, que no se han producido, de acuerdo con un editorial de La Libre Belgique. A la tradicional permisividad belga con las religiones, se le une una nueva polémica por la ineficacia de las autoridades que ha puesto en jaque al Gobierno conservador, si bien este parece que sobrevivirá a la llegada de 2016. Por si fuera poco, el alcalde del distrito Centro de Bruselas ha cuestionado el cierre de colegios e institutos durante dos días en medio del nivel cuatro de alerta. Y la oposición también ha cargado contra la clausura de centros comerciales, cines, gimnasios o mercados.

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