Entrevista Experto en Estudios Árabes e Islámicos

Bernabé López, experto en el Magreb: “Si EEUU y Francia actúan al unísono, todo está perdido en el Sáhara Occidental”

Con la vuelta de Donald Trump a la Casa Blanca, Marruecos tendrá un poderoso aliado en el Sáhara Occidental, ya que el expresidente fue el primer líder occidental en reconocer la marroquinidad de ese territorio en diciembre de 2020. Recientemente, el presidente francés, Emmanuel Macron, apoyó el plan de autonomía de Rabat. Durante su visita al reino alauí, aseguró que “Francia estará del lado de Marruecos en todas sus cuestiones existenciales”, incluyendo, “por supuesto”, el futuro del Sáhara Occidental.

Para el catedrático y profesor honorario de Estudios Árabes e Islámicos en la Universidad Autónoma de Madrid, Bernabé López, “se trata de un auténtico espaldarazo a la visión marroquí”. El especialista en historia y movimientos sociales del mundo árabe y Magreb contemporáneo habla con elDiario.es sobre una posible solución al conflicto. En su opinión, lo importante es buscar “una fórmula en la que ninguna de las dos partes está de acuerdo para empezar de cero”.

¿Qué implicaciones puede tener una nueva presidencia de Trump para el conflicto en el Sahara Occidental?

La carta presidencial de Donald Trump del 10 de diciembre de 2020, a punto de salir de la Casa Blanca, reconociendo la marroquinidad del Sahara abrió el camino para que países clave en el dosier como España, Alemania y recientemente Francia se acercaran a las tesis de Marruecos. La victoria electoral de Donald Trump permite pensar a Marruecos que el ya presidente electo culminará la política que él inició, haciendo realidad lo que quedó en suspenso durante el mandato del presidente Biden: la apertura de un consulado en la ciudad sahariana de Dajla, la antigua Villa Cisneros. 

Pero las imprevisibilidades de la personalidad de Trump, con otros frentes en política internacional mucho más urgentes, y otros riesgos que pueden surgir en los nuevos partenariados de Marruecos con países incómodos como China, obligan a ser cautos. Después de la victoria de Trumop, Mohamed VI envió su telegrama de felicitación diciendo lo que era evidente.

Durante su visita a Marruecos, Emmanuel Macron reconoció que el Sáhara Occidental “se encuentra en el marco de la soberanía marroquí” ¿Es un punto de no retorno?

Francia, lo que vino a decir textualmente es que “la autonomía bajo soberanía marroquí es el marco en el que esta cuestión debe ser resuelta” y que “el plan de autonomía de 2007 constituye la única base para llegar a una solución política justa y negociada conforme a las resoluciones del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas”.

Esto, evidentemente, no deja lugar a dudas de que es un espaldarazo pleno a la visión marroquí. Solo deja sobreentendido que la cuestión no está resuelta, pero que debe resolverse como Marruecos quiere, sin precisar qué quiere decir autonomía. Es un punto que se acerca al reconocimiento de la marroquinidad del Sáhara que el presidente Trump dio en 2020, un mes antes de su salida de la presidencia.

En ese sentido, si Estados Unidos y Francia actúan al unísono, todo está perdido desde el punto de vista de una resolución que pueda conciliar los intereses de las dos partes. Porque el problema es ese. Es decir, no hay que dar la razón a uno u otro, sino encontrar una fórmula en la que ninguna de las dos partes está de acuerdo y que es entrar en una discusión partiendo desde cero.

Lo que también me llamó la atención es que en la página del Ministerio de Exteriores de Francia, en la entrada Marruecos aparece el mapa sin puntitos de separación con el Sáhara y con 400.000 kilómetros cuadrados de extensión para el reino de Marruecos. Eso es el reconocimiento efectivo de la incorporación del Sáhara. Es decir, el mapa completo, con el Sáhara incluido y los kilómetros.

Pero, en definitiva, el derecho de veto de Francia hace casi imposible una resolución del Consejo de Seguridad y demuestra, en ese sentido, una inoperatividad absoluta de esta institución.

Pedro Sánchez tildó en una carta en 2022 de “realista y creíble” el plan de autonomía de 2007, ¿sigue siendo esta opción la única que está encima de la mesa?

Marruecos ha conseguido que numerosos países consideren su propuesta de autonomía de 2007 como “realista y creíble” como vía de resolución del problema, pero requeriría para ello que la otra parte, el Polisario, la considerase aceptable para poder ser refrendada por los habitantes del Sáhara, en el territorio, en los campamentos y en la diáspora, algo bien difícil por la falta de un censo.

Pero si se reconoce la marroquinidad del Sáhara no hace falta ni autonomía ni nada. Haría falta un plan de autonomía, pero sin consenso, discusión, debate ni negociación ninguna. Sencillamente que se aplique una autonomía cuando Marruecos quiera. Y en ese sentido es de una vaguedad absoluta.  

Marruecos también juega con la carta del control de la migración, ¿es esa su mayor baza? 

Marruecos explota su papel clave para el control de los flujos migratorios del África subsahariana o de su propio país hacia Europa, así como el control antiterrorista ejercido por sus eficaces servicios de inteligencia. Y utiliza ese papel como moneda de cambio para presionar a favor de que se reconozcan sus derechos sobre el Sáhara Occidental.

El último batacazo que se ha llevado Marruecos ha sido la sentencia del Tribunal de Justicia de la Unión Europea que anula los acuerdos de pesca en las aguas del Sáhara Occidental. Pese a ello, ¿el interés de los 27 en querer mantener relaciones estratégicas con Marruecos puede incentivar a otros países de la UE a respaldar su plan de autonomía?

Podría, pero todavía no hay países europeos que se hayan posicionado en esta dirección. Hasta el momento solo ha habido una avanzadilla en Alemania, Francia y España. Y ahora Francia se ha posicionado claramente. Sin embargo, no veo ahora mismo en el panorama a otros países que se vayan a unir a la decisión de la república gala.

Lo que sí es evidente es que Marruecos aparentó mostrar poca preocupación por la decisión del tribunal europeo diciendo que encontraría “otros mercados”. Además, Europa tiene un año de plazo para seguir con estos acuerdos. Nadie sabe lo que puede ocurrir en este tiempo.  

El enviado especial de la ONU para el Sáhara Occidental, Steffan De Mistura, planteó a mediados de octubre una “partición” del territorio para resolver el conflicto, una propuesta que no es nueva y que ya planteó su antecesor, James Baker. Aunque frente a los medios negaron la propuesta de partición, este plan consiste en que Marruecos conserve el control de la zona norte y el sur pase a ser considerado un país independiente. ¿Se trata de una medida “realista” y “pragmática”, como pide la UE?

La partición no es ni realista ni pragmática. No puede serlo en las condiciones actuales, donde la población en el Sáhara Occidental es seis o siete veces superior a la de 1975, a pesar de que su mayoría son marroquíes procedentes de regiones limítrofes o no del Sáhara.

Las enormes inversiones económicas y de infraestructuras que Marruecos ha realizado en el antiguo Río de Oro, junto con el establecimiento de una población de varios cientos miles de marroquíes en la parte sur de la región, hace impensable que Marruecos quiera abandonarla y menos a un Frente Polisario que ha demonizado durante medio siglo.  

¿Ese hipotético plan de partición puede interpretarse como un abandono por parte de Naciones Unidas de su mediación en el conflicto?

La no aceptación [de la partición] por las partes [Marruecos y el Frente Polisario], no tendría por qué suponer el abandono de la mediación de la ONU, que podría llevarse a cabo si De Mistura abandona [el cargo] en seis meses, como ha sugerido. Aunque cada vez resulta más difícil encontrar un mediador, dado el fracaso de los que han asumido esa tarea.

El fracaso de De Mistura se suma al de sus antecesores, Baker, Van Walsum, Ross y otros. Y es resultado de que las resoluciones del Consejo de Seguridad carecen de efectividad por la falta de una fuerza que pueda imponerlas. La actual composición del Consejo de Seguridad, que incluye vetos de naciones con fuertes intereses encontrados hace inviable su operatividad para la resolución de conflictos.

De Mistrura también planteó la posibilidad de la retirada de la Misión de Naciones Unidas para el Referéndum en el Sáhara Occidental (MINURSO).

La retirada de la MINURSO sería el reconocimiento de que lo que da nombre a la misión, la “R” de referéndum de autodeterminación, ha perdido su sentido, sobre todo por las dificultades materiales de realización, con un censo incompleto y no consensuado, aparte de obsoleto, puesto que fue realizado hace tiempo. Más aun, desde hace años las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU insisten sobre todo en la necesidad de lograr un acuerdo entre las partes estable y duradero. De lograrse algún día, ese podría ser lo que se votase en un referéndum. 

¿Por qué hasta el día de hoy esta misión no ha supervisado los derechos humanos en el Sáhara? ¿Qué peso ha tenido en esto Marruecos?

Otras misiones de Naciones Unidas tienen competencia en el control de los derechos humanos en la zona correspondiente, pero el de la MINURSO no lo ha incorporado en sus tareas a pesar de la propuesta fallida por parte de la Administración de [Barack] Obama a la que Marruecos, con el apoyo del veto de Francia, se opuso.

La política marroquí en el Sáhara Occidental ha sido intransigente y represiva con las reivindicaciones de la minoría saharaui partidaria de la independencia y no ha querido nunca que pudiera fiscalizarse ni por la MINURSO ni por otras instancias.

¿Cuál cree que tendría que ser (o tendría que haber sido) el papel de la comunidad internacional ante esta situación?

España no descolonizó a su tiempo. Ahí está su responsabilidad que evidentemente hoy no puede recuperar. Cuando se decidió a descolonizar, tan a destiempo, tan tardíamente (entre 1973-74), optó por seguir en abstracto las directrices de la ONU de proceder a un referéndum de autodeterminación sin tener en cuenta que existían reivindicaciones históricas planteadas por Marruecos y reclamaciones territoriales más recientes de Mauritania. Y que Argelia, sin expresar reivindicaciones territoriales, mantenía unas relaciones tirantes con ambos países limítrofes y escondía intereses estratégicos de hegemonía sobre la región.

Diez años antes, todo hubiera resultado más fácil, si las relaciones entre España y Marruecos hubieran sido más fluidas y si la proposición de Marruecos de un acuerdo con España para ceder el Sáhara Occidental en 1963 se hubiera llevado a término, puesto que en aquel momento aún no existía un sentimiento nacionalista en el Sáhara. De ser así, se habrían ahorrado problemas y, hasta probablemente una guerra, la de las Arenas, que acabó envenenando las relaciones entre Argelia y Marruecos.

Sin embargo, se optó por la realización de un referéndum...

Sí. Con el fin de evitar la precipitación de un referéndum organizado por España, del que temía resultados adversos, Marruecos decidió, junto con Mauritania, someter la cuestión al juicio del Tribunal de La Haya creyendo en la fortaleza de su dosier.

Sin embargo, la sentencia de este tribunal fue ambigua: reconocía los derechos de las partes y concluía –con la lógica descolonizadora en boga– que era necesario un referéndum de autodeterminación de la población, sin tener en cuenta las especificidades de un territorio tan extenso y poco poblado, con los riesgos de acabar permitiendo el establecimiento de un nuevo Estado fallido. 

¿Qué papel juega Argelia?

En la medida en que Argelia da su apoyo al Frente Polisario, esgrimiendo el principio abstracto del derecho a la autodeterminación de los pueblos, acogiendo en su tierra a los refugiados saharauis, ayudando al mantenimiento diplomático de la RASD (República Árabe Saharaui Democrática), encuadrando a la cúpula dirigente del movimiento de liberación, convierte a este en rehén de su política, controlando muy de cerca su acción. La vieja rivalidad con Marruecos está detrás del conflicto y parece imposible lograr una solución sin un cambio de actitud de Argelia.