En la década de 1960, unos científicos norteamericanos que trabajaban en la base militar secreta de Camp Century, en Groenlandia, lograron un descubrimiento que cambiaría por completo el estudio de los modelos climáticos: el hielo almacena memoria de miles de años atrás. Los científicos habían perforado el hielo ártico a unos 1,5 kilómetros de profundidad desde la superficie, y encontraron unas finas líneas claras y oscuras en las muestras que extrajeron. Recurrieron a Willi Dansgaard, un reconocido y famoso climatólogo danés que unos años antes había ideado un método para poner fecha al hielo midiendo la densidad de isótopos en la nieve. De esta forma, Dansgaard dedujo que las finas líneas claras y oscuras del hielo actuaban como un calendario y mostraban que este hielo extraído en Groenlandia se había formado tras una nevada que había caído 100.000 años atrás.
Las muestras extraídas a partir de la perforación del hielo también revelan otro aspecto que, desde entonces, ha ayudado a los científicos a estudiar cómo fue el clima de la tierra y cómo puede ser en el futuro. A medida que la nieve cae y se solidifica formando el hielo, atrapa burbujas microscópicas de aire junto con otras impurezas como polen, polvo o cenizas de antiguos incendios forestales. Estas partículas microscópicas han quedado congeladas durante miles de años, y analizándolas, ayudan a reconstruir cómo era la atmosfera en la Tierra miles de años atrás. De esta forma, los científicos han determinado que los lugares helados del mundo, como Groenlandia o la Antártida, actúan como una inmensa biblioteca de la historia de nuestro planeta.
Un archivo de hielo en Copenhague
Una zona industrial a las afueras de la capital danesa custodia el archivo de hielo más grande de Europa. La instalación forma parte del proyecto Ice Core Archive, en el que participa el Instituto Niels Bohr de la Universidad de Copenhague. En el interior de una nave industrial que actúa como un congelador gigante se atesoran hasta 40.000 cilindros de hielo con un decímetro de diámetro, lo que representa unos 25 kilómetros. La mayoría de muestras han sido extraídas de la capa helada de un punto remoto en el centro de Groenlandia, pero también de otros glaciares en el mundo. Algunas de las muestras de hielo que se pueden encontrar aquí fueron extraídas entre los años 1960 y 1970 en la base americana de Camp Century y tienen hasta 200.000 años de antigüedad. Para preservarlas, el hielo se guarda en unas cajas numeradas y apiladas en unos estrechos pasillos, lo que recuerda los estantes de una biblioteca.
Para entrar en el archivo de hielo hace falta enfundarse un traje térmico, unas botas y guantes, ya que la temperatura es de -30 °C. Sin embargo, la sensación térmica dentro del archivo se desploma hasta los -50 °C cuando, cada cinco minutos, se encienden unos ventiladores gigantes que sirven para remover el aire dentro del almacén. En la parte del archivo donde trabajan los científicos cortando y manipulando las muestras de hielo, la llamada “sala de lectura”, la temperatura es de -18 °C.
Anders Svensson, físico y climatólogo en la Universidad de Copenhague, lleva casi 30 años estudiando las muestras de hielo que se almacenan en el archivo. “Aparte del hielo, no hay ningún otro lugar donde se guarde la composición de la atmósfera, con el hielo podemos saber la cantidad de CO2 o de otros gases que había en la tierra miles de años atrás”, dice Svensson a elDiario.es. “Cuanto más profundo perforamos en el hielo, más podemos retroceder (en miles de años) para estudiar el clima. Por esto decimos que trabajamos en una biblioteca”.
Un clima variable
El estudio de los núcleos de hielo almacenados en Copenhague ha ayudado a demostrar a los científicos cómo la actividad humana, y no tanto los ciclos naturales, está provocando el cambio climático en la actualidad y qué consecuencias para el planeta puede conllevar el aumento de las temperaturas. Este grupo de expertos ha ayudado a descifrar que en el último período glacial (comprendido entre 20.000 y 120.000 años atrás) se produjeron 25 cambios climáticos repentinos en que la temperatura de la tierra se calentó entre 10 y 15 grados en pocas décadas.
Este descubrimiento revela que el clima tiene la capacidad de sufrir cambios pronunciados. De hecho, 400.000 años atrás en Groenlandia las temperaturas eran más altas que actualmente y se ha encontrado que había robles, abetos, mariposas y arañas en la isla ártica. A partir de estos cambios climáticos anteriores tan rápidos, los científicos pueden realizar análisis de probabilidad sobre qué puede ocurrir en el futuro.
“Podemos comparar el impacto del aumento entre 2 y 3 °C de la temperatura media del planeta con el final de la última era glacial, donde las temperaturas aumentaron 6 °C respecto a la era preindustrial, y vemos que las consecuencias del calentamiento global son muy serias”, dice Svensson. “Con el final de la última era glacial, el nivel del mar aumentó 120 metros. Por supuesto esto ocurrió en un período de 10.000 años, pero en el futuro, si se derrite todo el hielo del planeta, el nivel del mar subirá más de 65 metros, será un proceso lento, pero aun así es muy grave”.
Extraer un auténtico tesoro
Dentro de la “sala de lectura” donde se manipulan los cilindros de hielo, las luces fluorescentes del techo del almacén pueden dañar las muestras, por lo que los científicos deben trabajar completamente a oscuras, iluminados solamente por unas pequeñas luces rojas que llevan como frontales. El frío de la sala, la oscuridad y el silencio solamente roto por el zumbido de los ventiladores añade un punto surrealista a la experiencia de visitar el archivo.
A principios de noviembre, unos científicos franceses estudiaban una muestra de hielo y barro helado con fecha de 200.000 años atrás. “Esta muestra forma parte del lecho de roca que se encuentra tras perforar el hielo”, explicaba con emoción Svensson. Por primera vez este verano, los científicos del proyecto Ice Core Archive consiguieron perforar toda la capa de hielo de Groenlandia, que tiene tres kilómetros de profundidad. Este logro les ha llevado ocho años en conseguirlo, ya que en cada perforación hecha con una estructura de un taladro gigante (similar al empleado en la construcción de túneles) solo se puede agujerear tres metros de profundidad.
Las extracciones del hielo que luego ocupan las estanterías del archivo solo se pueden realizar en Groenlandia durante los meses de verano, cuando las temperaturas pueden variar entre -40 y 0 °C y hay luz solar durante todo el día. Durante estos meses, Anders Svensson forma parte de un grupo de 15 y 30 científicos que trabajan sobre el terreno. “Cada tres semanas un avión Hércules nos trae el material y la comida que necesitamos, pero en el campamento hay otros riesgos, si uno enferma es casi imposible evacuarlo”, dice Svensson. “También nos hemos encontrado con osos polares que vienen a por nuestra comida”.
Pero, a pesar de las inclemencias y la dureza de una zona tan remota de Groenlandia, Svensson espera con ganas la expedición en el próximo verano. “Con los años, el estudio de los núcleos de hielo para saber cómo era el clima en el pasado se ha vuelto más y más relevante”, dice. Svensson también asegura que, tras cada verano, los efectos del calentamiento global son más evidentes en este punto de Groenlandia: “El año pasado pudimos jugar a vóley en el campamento, porque el clima era más cálido y agradable, e incluso en otoño, tenemos olas de calor en el ártico que producen mucho más deshielo”.