Biden y Lula buscan blindar la protección ambiental ante la llegada de Trump mientras Milei arrastra los pies en la lucha contra el hambre

El pasado domingo, un día antes de participar en el G20, Joe Biden se convirtió en el primer presidente de Estados Unidos en visitar la Amazonia. Tras reunirse con representantes de pueblos indígenas y  sobrevolar la Amazonia en el helicóptero presidencial, Biden pronunció en la ciudad de Manaos, capital del estado de Amazonas, un discurso ambientalista histórico: “Estoy orgulloso de estar aquí. El primer presidente en ejercicio de Estados Unidos en visitar la selva, comprometido a salvar las selvas”. 

Joe Biden lanzó un paquete de donaciones sin parangón destinadas a frenar el cambio climático desde diferentes órganos públicos y agencias gubernamentales. Especialmente voluminosas serán las donaciones de la Corporación Financiera de Desarrollo Internacional de Estados Unidos (DFC, 3.710 millones de dólares) y el Banco de Exportación e Importación de Estados Unidos (Exin, 1.600 millones).

La USAID, la agencia de cooperación internacional de Estados Unidos, financiará numerosos proyectos de conservación ambiental y prevención de incendios, entre otras cosas. Además, Biden anunció financiación directa para reforestación (180 millones), comunidades indígenas, investigación científica y bioeconomía. También aumentó en cincuenta millones de dólares el aporte estadounidense al Fondo Amazonia de Brasil (completando un total de cien), históricamente financiado por Noruega y Alemania. 

Previamente a la visita de Biden, la Casa Blanca emitió un comunicado informando que el Gobierno de Estados Unidos cumplió su promesa de aportar 11.000 millones de dólares para financiar iniciativas contra el cambio climático. Biden redondeó su estrategia con un gesto simbólico: la declaración del 17 de noviembre como Día Internacional de la Conservación.  

Aunque la donación del Fondo Amazonia puede ser revocada por el congreso estadounidense, la diversificación legal de las donaciones e inversiones garantizan su ejecución, aunque Donald Trump quisiera revocarlas durante su mandato. 

Desinformación climática

La estratégica visita de Jose Biden a la Amazonia supone un balón de oxígeno para Lula, presidente de Brasil y anfitrión de la cumbre del G20. Lula pretende consolidar durante la cumbre de Río de Janeiro medidas concretas contra el cambio climático. Ante la perspectiva de un futuro gobierno Trump crítico contra el combate a la desinformación, receloso del multilateralismo y escéptico ante el cambio climático, el tándem de Biden y Lula está desplegando una planeada estrategia envolvente para implicar al resto del mundo. Una de las grandes apuestas de Lula es el lanzamiento de un fondo para combatir la desinformación climática, en colaboración con la ONU y la Unesco. Anticipada por la Folha de São Paulo, el fondo dirigirá recursos para investigaciones sobre desinformación, campañas denunciando fake news y acciones diplomáticas. La propuesta ya cuenta con el apoyo de Reino Unido, Francia, Chile, Marruecos, Portugal y Suecia.

La iniciativa brasileña, que se usará para allanar el camino de la COP30 de Belém en 2025, choca de frente con Donald Trump. “Necesitamos destruir a la tóxica industria de la censura que surgió disfrazada de combate a la información”, aseguró Trump en un vídeo en la red social X hace unos días. Trump ya ha anunciado que va a cortar la financiación para proyectos de combate a la desinformación e incluso bloquear recursos para universidades que investigan al respecto. 

Rechazo inicial de Milei a la Alianza Global contra el Hambre y la pobreza

La cumbre de presidentes del G20, que se celebrada en el Museo de Arte Moderna (MAM) de Río de Janeiro, arrancó la mañana del lunes con el esperadísimo primer encuentro entre Lula y Javier Milei, presidente de Argentina. La fría recepción de Lula a Milei, apenas un aprieto de manos, contrastó con la cercanía con la que saludó a Joe Biden o Gustavo Petro, presidente de Colombia. Antes de la sesión inaugural del G20, la ex presidenta brasileña Dilma Rousseff, se dejó ver cuchicheando al oído de Lula. La presencia privilegiada de Rousseff, actual presidenta de los bancos de los BRICS, también era un recado para Argentina, que rechazó recientemente entrar en dicho bloque político.

Lula inauguró la cumbre de presidentes presentando la Alianza Global contra el Hambre y la Pobreza. En un breve discurso, el presidente brasileño afirmó que el hambre, “en un mundo que produce casi seis mil millones de toneladas alimentos por año”, es inadmisible. “El hambre y la pobreza no son resultado de la escasez o de fenómenos naturales. El hambre es la expresión biológica de los males sociales. Es producto de decisiones políticas, que perpetúan la exclusión de gran parte de la humanidad”, aseguró el presidente brasileño. 

Lula informó que la Alianza contra el Hambre y la Pobreza ya cuenta con la adhesión de 81 países, la Unión Europea y la Unión Africana, 26 organizaciones internacionales, nueve instituciones financieras y 31 fundaciones filantrópicas y organizaciones no gubernamentales. España, invitado permanente del grupo, es uno de los miembros fundadores. Tras el rechazo inicial a sumarse a la iniciativa de Lula, Argentina se sumó, aumentando a 82 el número de países fundadores. 

El gobierno brasileño defiende que los compromisos anunciados van a crear transferencia de renta para quinientos millones de personas, programas de alimentación escolar para 150 millones de niños y proyectos de salud para 200 millones de mujeres y niños. Aunque los compromisos de la Alianza implican que los países firmantes desarrollen políticas en el ámbito nacional, también se crearán mecanismos de implementación de políticas públicas en países en vías de desarrollo.  

Cuando Lula anunció la Alianza Global contra el Hambre y la Pobreza a finales de 2023 fue recibida con cierto recelo. Algunos países demostraron resistencia a la idea, alegando que ya existían otros mecanismos de combate al hambre. Apenas en la ONU, existe dos mecanismos en esa dirección: la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y Agricultura) y el PMA (Programa Mundial de Alimentos). Por otro lado, en 2012, el G8 creó la Nueva Iniciativa para Seguridad Alimentaria y Nutrición, aunque fracasó estrepitosamente. En 2017, el hambre afectaba a 541 millones de personas en el mundo, según la FAO. La cifra ascendió hasta los 733 millones en en 2024. “La Alianza prioriza el combate al hambre y la pobreza en la agenda internacional. Es la posibilidad de cooperar en un mundo que ya no coopera. Un suspiro para ese multilateralismo que está ahogándose”, defiende Laura Waisbich, directora de Articulação Sul, antigua directora del Centro de Estudos Brasileiros de Oxford. 

La expectativa de Brasil es que, a medio plazo, el número final de países firmante de la Alianza Global contra el Hambre y la Pobreza se acerque a cien. 

La adhesión de Argentina da un respiro a la delegación brasileña, que ya había aireado en prensa el veto de Javier Milei a numerosos puntos de la declaración final del G20.