Bloqueo total. Los líderes de la UE son incapaces de alcanzar un acuerdo para renovar los principales cargos. Después de llevar todo el domingo negociando, después de arrancar el Consejo Europeo a las 20.00 horas, Donald Tusk ha decidido, pasado el mediodía, suspender la reunión y posponerla hasta el martes a las 11.00 horas.
“Tengo una sensación de frustración enorme, por haber estado mucho tiempo reunidos y no haber logrado un acuerdo. Es una enorme frustración por ver que hay una disparidad de criterios de intereses en el Consejo que hace muy difícil tener una posición muy constructiva”, ha reconocido el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.
Sánchez, conegociador de la familia socialdemócrata, ha reconocido que “había un acuerdo entre Manfred Weber y Frans Timmermans para salvar el proceso del spitzenkandidaten, con Timmermans en la presidencia de la Comisión y Weber, en el la del Parlamento Europeo. Pero cuando llegamos al Consejo hemos visto que el acuerdo no contaba con el apoyo del Partido Popular Europeo y lo hemos intentado durante 30 horas”.
“Las dos personas que han sido presentadas por los dos partidos, se reunieron, dieron una salida al bloqueo, y ese acuerdo contó con nuestro respaldo, con el del partido liberal, con Angela Merkel, pero no con el Partido Popular Europeo”, ha explicado Sánchez: “Nosotros lo que hicimos fue validar el acuerdo de los spitzenkandidaten. Pero había una familia que nos hemos encontrado que no quería apoyar el acuerdo”.
Eso sí, se ha evitado votar la propuesta para no evidenciar la fractura –“10-11 países”, ha dicho el italiano Giuseppe Conte– que podría alcanzar la minoría de bloqueo.
Por primera vez desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, la gran coalición entre populares y socialdemócratas no tenía fuerza suficiente para repartirse los cargos. Es decir, hay más familias políticas con las que negociar y, también, hay otras vías de conseguir mayorías, la geometría es variable por primera vez.
Y en esa construcción de mayorías alternativas se han embarcado socialdemócratas y liberales. El librillo tradicional establecía que la familia política con más votos fuera la que ocupara la presidencia de la Comisión. Pero el proceso de los spitzenkandidaten, del intento de parlamentarizar la elección del presidente de la Comisión, abría la posibilidad de buscar un nombre que concitara más apoyos en la Eurocámara, lo cual era el caso de Frans Timmermans, el socialdemócrata holandés.
Y así se había llegado a la cumbre de Bruselas de este domingo, con un apaño entre liberales y socialistas que recibió el sorprendente apoyo de Angela Merkel, la principal líder del Partido Popular Europeo y compatriota del candidato popular a la Comisión, Manfred Weber.
Pero Merkel ya no es la que era, y la locomotora francoalemana ya no es tan potente como era, y cocinar un acuerdo entre cuatro para hacérselo tragar a 28 no ha resultado tan sencillo.
Porque si el candidato alemán, Manfred Weber, no gustaba ni a los suyos, el socialista, Frans Timmermans, generaba el rechazo frontal de los cuatro de Visegrado –Polonia, Hungría, República Checa, Eslovaquia– por su cuestionamiento del Estado de Derecho en Hungría y Polonia, además de la mayoría de los dirigentes populares, que entendían se estaba malbaratando su victoria electoral del 26 de mayo. Y, por añadidura, del Gobierno italiano de la Lega y el M5S.
Y esas posiciones no se han movido en todo el día del domingo, la noche y la madrugada del lunes. Hasta que se ha llegado a las 12.00 y el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, ha decidido suspender la reunión y retomarla el martes a las 11.00.
El principio de acuerdo con el que se llegaba este domingo por la mañana tras la cumbre del G-20 de Osaka suponía que la canciller alemana, Angela Merkel, concedía la presidencia de la Comisión Europea al socialista holandés Frans Timmermans, pensando seguramente más en el BCE que en el Ejecutivo comunitario, aunque para el BCE también ha sonado el nombre de Christine Lagarde, directora del FMI.
El miércoles, en una cena con su candidato, Manfred Weber, el exlíder socialdemócratas alemán Martin Schulz, y el líder del PPE, Joseph Daul, terminó convenciéndose de que la mejor salida al bloqueo institucional era ceder con la presidencia de la Comisión Europea.
El fin de semana se sumaron a la propuesta, en la cumbre del G-20 en Osaka, el español Pedro Sánchez; el francés Emmanuel Macron; y el holandés Mark Rutte. Todo parecía atado y bien atado antes del comienzo de la cumbre de este domingo en Bruselas. Pero a medida que pasaban las horas se atascaba el plan.
Para empezar, no convencía a los dirigentes populares europeos. Desde el irlandés Leo Varadkar hasta el búlgaro Boiko Borisov pasando por el español Pablo Casado o el propio spitzenkandidat apuñalado por su valedora, Angela Merkel: creían que estaban malvendiendo la presidencia de la Comisión Europea: el principio de acuerdo establecía la presidencia de la Comisión para los socialdemócratas –Frans Timmermans–; el Parlamento Europeo para el PPE –Manfred Weber–; la presidencia del Consejo Europeo para liberales; y la jefatura de la diplomacia europea para el PPE.
Se han sucedido las reuniones paralelas entre unos y otros para concitar mayorías en torno a un plan. Porque no había más plan B que resucitar a uno de los candidatos dado por muerto hace 10 días, el holandés Timmermans. Pero eso tiene un precio para el PPE mucho mayor que el que se estaba manejando hasta el momento. Y no está claro que pueda encontrarse un precio, aunque las negociaciones llevaron a una nueva oferta para los populares: la presidencia del Consejo Europeo en manos de la búlgara Kristalina Georgieva y la presidencia compartida de la Eurocámara –Weber y el liberal Guy Verhofstadt–, lo cual llevaría a los liberales a la jefatura de la diplomacia –Charles Michel– y/o una vicepresidencia primera de la Comisión para Margrethe Vestager.
Ese reparto dibujaba una preponderancia del Benelux y una ausencia de los países del Sur, además de fallar en la paridad entre hombres y mujeres.
Antonio Tajani, presidente del Parlamento Europeo, ha defendido hasta el final al alemán Manfred Weber en línea con la posición del PPE y en contra de la mantenida por otros grupos, como socialdemócratas, liberales y verdes: “Si hay un spitzekandidat como ganador del presidente de la Comisión, ese ganador es el PPE. No es nada en contra de los socialistas o contra de Timmermans, que es un buen hombre. Para nosotros, el spitzenkandidat es el del partido político que ha ganado las elecciones, de acuerdo con los precedentes de Jean-Claude Juncker y Martin Schulz”.
“Como PPE”, ha insistido el irlandés Leo Varadkar, “no hemos aceptado el paquete que se negoció en Osaka. Desde el punto de vista del PPE, la gran mayoría de los primeros ministros pensamos que no deberíamos renunciar a la presidencia de la Comisión tan fácilmente sin dar la batalla. Creo que la noche será larga y no es seguro que encontremos una solución”.
En la línea de los líderes del PPE se han manifestado los gobiernos ultraconservadores. Giuseppe Conte, primer ministro de Italia –Gobierno Lega-M5S–, ha afirmado: “El criterio del spitzenkandidat no debe ser el único criterio, solo tiene en cuenta la lógica de las afiliaciones políticas. Y estamos en contra del llamado acuerdo de Osaka, que en realidad es un acuerdo que se trabajó el día anterior, y nos ha dejado perplejos: viene de fuera del mandato del presidente Tusk, elaborado por líderes de partidos y precocinado”.
En ese sentido, los países de Visegrado, Polonia, Hungría, República Checa y Eslovaquia han mostrado una oposición frontal. “Timmermans no es la persona correcta para unificar Europea, no ha sido positivo con nuestra región”, ha zanjado el checo Andrej Babis, de familia liberal. En la misma línea se ha manifestado el ultraconservador polaco Mateusz Morawiecki: “Timmermans no es un candidato de compromiso, divide Europa y no entiende los problemas de Europa Central, no entiende a los países que están lidiando con la crisis postcomunista”. Y, por supuesto, Orbán, quien incluso ha escrito una dura carta contra la propuesta de Timmermans, en la que calificaba el acuerdo de “error histórico humillante”.
El problema es que los que se están oponiendo tampoco tienen un plan B. Y el bloqueo tiene varias consecuencias. La primera, que si no se llega a un acuerdo para todo el paquete antes del 2 de julio, el Parlamento Europeo votará el miércoles un presidente imprevisible que puede ejercer de efecto dominó en el resto de decisiones: familia política, género, país... Es el único cargo que se escapa al control del Consejo, de los gobiernos, porque tanto la propuesta como la decisión es competencia de la Eurocámara. Salvo que se tome la decisión sin precedentes de mover toda la agenda del Parlamento Europeo, incluida su constitución, al siguiente plenario, previsto para la semana del 15 de julio.
A partir de ahí: la Comisión Europea vigente decae el 31 de octubre, como el Banco Central Europeo. El presidente del Consejo Europeo, el 31 de diciembre. Y sólo la presidencia del Banco Central Europeo es improrrogable, por lo que ese plazo, si se deja para después del verano seguir las negociaciones –como sugieren fuentes populares–, empezaría a entrar en zona de riesgo político y económico.