Bandera del Brasil verdi rosa, ideada por el activista Paulinho Fluxus para repensar Brasil
Mediodía. El clima futbolístico reina en la salida del Metro de Vila Madalena, en São Paulo: banderas brasileñas, camisetas amarillas, algunas caras pintadas. Gritos, risas. En una escalera, un cuerpo yace en el suelo con un balón de fútbol gigante ocultando su cabeza. Unas líneas blancas de tiza rodean al cuerpo, simulando la escena de un crimen. El performer Aquele Mário no está solo. A su lado, Jonannatan parece estrangularse con una bandera de Brasil. Y María Auip, disfraza de azafata de lujo, ostenta un cartel en inglés (Let´s toast to FIFA, brindemos por la FIFA). Saluda a los viandantes con un “Bienvenidos a la FIFA”. Marcelle Lozada, ligera de ropa, reparte plátanos. El anticlímax ant Mundial deja desconcertados a muchos.“Que lo hagan después del Mundial”, refunfuña una señora. Daiana Mendes, una ejecutiva de cuentas de las aerolíneas TAM de veintiocho años, mientras pinta su cara de verde y amarillo, simpatiza tímidamente con la intervención: “Es saludable ir con tu selección. Pero hay corrupción en la FIFA y el Gobierno. Ellos están usando bien el arte”.
La escena de la Vila Madalena de São Paulo es una metáfora del contradictorio Brasil del Mundial 2014. La imagen de Maria Auip con un plátano en la boca y el lema Fuck Fifa, que se viralizó en redes, resume bien la indignación contra la FIFA del país del fútbol. “El clima del Mundial es muy absorbente. Pero no podemos dejar de denunciar este circo”, asegura Aquele Mário, que está protestando en las calles desde junio de 2013. Su performance no es un hecho aislado. Refleja el ambiente tenso y confuso de un Brasil en el que hay ciudadanos que por primera vez en su vida no apoyan a su selección. Un estudio elaborado por YouGov y The Upshot, publicado por The New York Times, revela algo sorpredente: Brasil es el único país de los estudiados en el que una parte de su población desea que Brasil no gane el Mundial. Ante la pregunta ¿vas en contra de qué equipo?, la respuesta más común fue Argentina. Pero la segunda fue Brasil.
La poco habitual falta de pasión a la selección - en medio del magma híbrido de nacionalismo y pasión futbolística - se siente en redes y calles. Sin ser mayoritario, el sentimiento anti Canarinha hace acto de presencia por primera vez desde la dictadura, cuando la izquierda se resistía apoyar a la selección. La teoría del Gobierno de Brasil y del Partido de los Trabajadores (PT) es que quien no apoya a la selección es “coxinha” (pijo). Y de derechas. La realidad parece mucho más compleja. Tanto que muchos activistas, movimientos, redes y colectivos que se autodefinen de izquierdas están entonando el grito #NãoVaiTercopa (no va a haber copa). O han dejado, simplemente, de ser entusiastas de la Canarinha. Larissa Bery, investigadora en comunicación y cultura, confiesa que vibró con el gol de Marcelo en propia puerta, en el partido de Brasil contra Croacia: “Me pareció totalmente simbólico, un acto que materializó la metáfora de la Copa. Voy contra la selección en este Mundial, este fútbol negocio no me interesa”. Larissa, que en otros Mundiales solía vestirse de verde y amarillo, encarna la mutación subjetiva del Brasil que se indigna con los gastos desorbitados del Mundial, con la violencia policial o con los desalojos.
Anti FIFA
Anti FIFA¿Brasileños contra la Canarinha? ¿Contra la FIFA? ¿O ciudadanos indignados que no acaban de entrar en el ambiene del mundial? El relato de la editora de vídeos Raquel Diniz, que asegura que no consigue apoyar a Brasil, da algunas pistas: “De repente me reconozco otra. Y me pongo eufórica con el gol de Croacia. Las mejoras prometidas a la población brasileña se transformaron en más dinero para los mismos. Ir contra Brasil después de vibrar durante tres títulos mundiales es el mayor síntoma de mucha indignación”. Renata Gomes, doctora en comunicación, se define como una “loca por el fútbol”. Pero en este Mundial tampoco consigue apoyar a Brasil. Su motivo: indignación profunda frente a la violencia policial. “Fui a la manifestación de São Paulo el día 12 y fue imposible salir de allí, después de todos los absurdos, y vestir verde y amarillo. Tengo la impresión que no será más posible para mucha gente envolverse emocionalmente con el Mundial, algo se quebró irremediablemente”.
¿De qué habla exactamente Renata? El post que Thamyra Thâmara, una activista del movimiento Ocupa Alemão de Rio de Janeiro que critica a Dilma Rousseff aunque votará al PT por motivos estratégicos, hizo en Facebook el día de la inauguración del Mundial refleja bien la encrucijada de Brasil: “Hoy salgo a la calle vestida de negro y amarillo a apoyar a Brasil. Voy a apoyar a un Brasil que no tenga a niños en las calles, a un país en el que luchar por los derechos no sea un crimen”. El desencanto supera al odio. Lo lateral a lo frontal. La confusión es mayor que el antagonismo contra la selección. La carioca Juliana Mattar, que llegó a divulgar en redes una bandera de Uruguay, asegura que no va contra Brasil pero sí apoya a otro Brasil: “¿Como entrar en el ambiente en la actual conyuntura? Ambiente cero”. La escritora Márcia Zanelatto confiesa que “por primera vez en la vida, sin ninguna orientación política clara, por instinto, preferí México”. El fotógrafo Ricardo Beliel, amante del fútbol, afirma que apoya el fútbol pero rechaza a la FIFA: “Estoy en contra de sus dirigentes mafiosos, contra la forma predatoria con la que los patrocinadores del Mundial tratan este negocio, contra las mafias políticas asociadas al evento, contra el lenguaje alienante y ufanista de los medios de comunicación, contra la promiscuidad de las administraciones públicas con intereses privados en detrimento del interés público”. Lo pasional choca con lo racional. Gustavo Seraphim, un activista que reconoce que si Brasil es campeón pueden paralizarse los movimientos sociales, vibraba ayer en la Casa da Lua, en São Paulo, con cada aproximación de la Canarinha a la portería mexicana.
Lectura Política
Lectura PolíticaLa teoría gobernista de la Derecha Que Desea Que Brasil Pierda el Mundial no es del todo disparatada. El sector más conservador de Brasil intenta canalizar las diferentes indignaciones contra el Gobierno de Dilma Rousseff. Grupos como A Verdade Nua e Crua o Movimento Contra a Corrupção fustigan al Gobierno y critican insistentemente los gastos superlativos del Mundial. Y quizá por eso el mismísimo Lula da Silva, ex presidente de Brasil, aprovechó los silbidos contra Dilma en el partido inaugural del Mundial para lanzar una guerra contra la derecha. Lula, criticando a la “blancos de clase media”, equiparó los silbidos a la presidenta a un silbido contra el pueblo. Y el ecosistema de las redes favorables al gobierno reforzó su teoría de identificar a los anti mundial con coxinhas conservadores. La campaña electoral - las elecciones presidenciales se celebran en octubre - parece haber comenzado. Y el futuro político de Brasil puede estarse jugando durante el Mundial. El periodista Fabiano Moreau piensa que muchos no apoyan a la selección talvez “por la ideia de que una victoria en el Mundial despeje la situación”. Si gana Brasil, la reelección de Dilma parece inevitable. “La historia reciente nos muestra - continúa Fabiano - ”una transición del Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB) al Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB) en el 94 (año de Mundial), y del PSDB al PT (en 2002)“. ¿Se decidirán las elecciones durante el Mundial de fútbol?
Los intentos del Gobierno de controlar la situación anti Mundial han fracasado. Su lógica binaria no funciona. En enero, el Gobierno intentó reaccionar al grito de “Não vai ter Copa”, surgido espontáneamente en las calles, con la campaña #VaiTerCopa (va a haber Mundial). Y llegó a calificar de poco patriotas a quienes no apoyasen el Mundial, lo que provocó que se comparase al PT con la dictadura, que usó el eslógan Brasil, ame-o ou deixe-o (Basil ámelo o déjelo). La arenga de Lula contra los blancos que silbaron a Dilma ha provocado la ira de muchos. Isabela Raposeiras, propietaria de una cafetería de São Paulo, blanca descendiente de europeos, lanzó una durísima crítica contra “el racismo de Lula”, que se transformó en un viral en las redes. Personas a la izquierda del PT, como la urbanista Natacha Renna, despedazan a diario el modelo neodesarrollista de Dilma: “Hace unas seis mundiales que voy contra Brasil. El Mundial es un problema para la lucha por los derechos en un país con tantas desigualdades. No voy a votar en la falsa izquierda socialista con su base religiosa, ruralista, neodesarrollista, conservadora, reaccionaria”.
Desde Canarana, cerca del amazónico Parque Nacional de Xingú, la indígena Kaiulu Yawalapiti Kamaíurá torce contra Dilma y contra Brasil en el Mundial: “Cuando el pueblo grita es masacrado por el Gobierno, tenemos a nuestros parientes sin tener la tierra demarcada”. Y desde las periferias de Brasil llegan vídeos de personas absolutamente indignadas contra el Gobierno. Y desde Madrid, la paulistana Suzana Leoni muestra su disgusto con el Mundial y la política brasileña en general: “Veo al brasileño muy perdido. Muchos brasileños me insultan estos días. Agresión verbal, expresiones prejuiciosas, racistas, homófobas. Fea esa mezcla de fútbol y política. No apoyo a Brasil y a ningún equipo”. Mientras muchos brasileños discuten de política durante el Mundial, las tropas de choque continúan violando los derechos humanos, como ocurrió ayer en el brutal desalojo de la ocupación Estelita, en Recife. Y el desencanto contra el fútbol, la FIFA y/o la Canarinha crece de forma proporcional a la violencia policial.
Puede que el misterio del creciente desencanto por la Canarainha tenga motivos más subjetivos que objetivos. Algo que va más allá de la política. Tal vez haya que buscar la respuesta en las banderas brasileñas quemadas desde las jornadas de junio de 2013 en algunas ciudades, por primera vez en décadas, en un país donde hasta los izquierdistas y las clases populares pueden declararse nacionalistas sin complejos. O en la bandera verdi rosa que el ARTivista Paulinho Fluxus ha creado para reinventar el símbolo nacional, una especie imagen en negativo de la bandera real. Tal vez baste leer en clave metafórica y política el recado que ayer dejaron los manifestantes de Belo Horizonte en el acto 17J Copa sem Povo, tô na Rua de novo, sutilmente retratado por el colectivo de medios libres BHnasRuas: BHnasRuas“No estamos en contra del fútbol. Estamos contra las reglas sucias de la FIFA. UnFair Players. FIFA, Policía, Estado”.