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La caída de Azovstal deja en el aire el destino de los soldados ucranianos

Tras semanas de resistencia en los laberínticos túneles de la planta metalúrgica Azovstal, sin acceso a la luz solar, sin apenas agua ni comida, más de 260 soldados ucranianos abandonaron las armas. A paso lento, magullados, con marcadas ojeras, cacheados y escoltados por las fuerzas del Kremlin o transportados en camillas, los militares dejaban atrás la acería convertida en el último reducto de la simbólica ciudad de Mariúpol que las tropas rusas no habían conseguido ocupar. Hasta ahora. 

Llega el final de una de las batallas más cruentas desde el inicio de la invasión rusa, objetivo de documentados ataques contra civiles, negados por el Kremlin. La lucha por Mariúpol concluye con una ciudad arrasada y miles de ciudadanos ucranianos fallecidos, según las estimaciones de Naciones Unidas, que las autoridades locales elevan a 20.000 víctimas mortales debido a los bombardeos y el asedio de la región. 

Del vasto complejo industrial construido en la época soviética, una de las mayores acerías de Europa, salieron este lunes alrededor de 260 militares, 53 de ellos heridos graves, según anunció el Ministerio de Defensa de Ucrania, que no ha revelado la cifra de combatientes que permanecen atrapados en la planta al tratarse de información “sensible”.

La planta, escenario de duros combates durante la invasión, se encuentra en una zona industrial que conecta con el mar de Azov y abarca más de 11 kilómetros de edificios, hornos, plantas subterráneas y vías férreas. El lugar se ha resistido durante semanas a las tropas rusas, a pesar de encontrarse rodeadas por las fuerzas de Vladímir Putin. El Kremlin exigió en distintas ocasiones la rendición de los combatientes y Kiev lo había rechazado. El Gobierno ucraniano defendía que sus militares lucharían “hasta el final”. Y ese final ha llegado.

Ucrania dio por concluida este lunes la defensa de la enorme planta siderúrgica después de asumir que Rusia ya había tomado el resto de la ciudad. El presidente, Volodímir Zelenski, afirmó que su país necesita “héroes vivos”. “Esperamos poder salvar la vida de nuestros chicos”, dijo el líder ucraniano. Los detalles de un posible acuerdo alcanzado entre Moscú y Kiev, Cruz Roja o Naciones Unidas permanecen en secreto.

Mientras Ucrania trabaja en los siguientes pasos de la operación para evacuar a sus soldados de la acería, al menos otros siete autobuses con un número desconocido de combatientes ucranianos abandonaron este martes Azovstal escoltados por fuerzas prorrusas, informó la agencia Reuters. Aunque el Gobierno ucraniano espera realizar un intercambio de prisioneros para poner a salvo a los militares que resistieron durante semanas en el subsuelo de la planta, el destino de los soldados locales aún es incierto. 

Incierto destino

El portavoz del Kremlin, Dmitry Peskov, aseguró que los militares evacuados de Azovstal serían tratados “de acuerdo con las leyes internacionales pertinentes”. “Se propuso a todos los militares que están allí que depongan las armas, se rindan, salgan bajo la garantía de que serán tratados de acuerdo con los actos del derecho internacional”, dijo en declaraciones recogidas por la agencia rusa TASS

No obstante, las autoridades rusas han acelerado distintas iniciativas que ponen en riesgo la liberación de los soldados pertenecientes al batallón Azov, el regimiento de corte ultranacionalista mayoritario en Mariúpol, horas después de su rendición. Por un lado, el Parlamento ruso debatirá la prohibición del intercambio de prisioneros de guerra rusos por miembros capturados del regimiento, informa Reuters. 

Por otro lado, la Fiscalía de Rusia también ha pedido a la Corte Suprema que clasifique como organización terrorista al batallón al que pertenecen la mayoría de los últimos militares desplegados en la planta metalúrgica. El 26 de mayo, el tribunal ruso estudiará la petición en una vista a puerta cerrada, según anunció este martes el Ministerio de Justicia del Kremlin. 

Ambas medidas llegan después de que el presidente de la Duma llamase “criminales nazis” a los soldados que abandonaron esta semana el complejo industrial. “Son criminales de guerra y debemos hacer todo lo posible para llevarlos ante la justicia”, dijo el líder del Parlamento ruso. El diputado Leonid Slutski ha dado un paso más y ha pedido la pena de muerte para estos prisioneros. “No merecen vivir tras los monstruosos crímenes contra la humanidad que han cometido y que se cometen continuamente contra nuestros prisioneros”, aseguró en su canal de Telegram.

Los familiares de los militares que han pasado las últimas semanas atrapados en la planta metalurgia aún no descansan. “Hay muchas preocupaciones sobre cómo serán tratados y si lograrán sobrevivir hasta que [suceda] un intercambio”, dijo a la BBC Anna, hermana de uno de los combatientes que resistió en la planta. 

“Es muy preocupante para mí y para otros que fueron evacuados solo al territorio controlado por Rusia”, añadió a la BBC Oksana, mujer de un combatiente ucraniano que permanecía este martes en Azovstal. “Nos asusta mucho, porque no está claro dónde estarán. Estamos muy, muy preocupados por las cosas que les pueden pasar”, dijo.

El duro asedio

Desde principios de marzo, los civiles de Mariúpol se refugiaron en sótanos de los feroces bombardeos constantes sin apenas acceso a comida, agua dulce o calefacción. Durante meses, sus residentes solo podían huir en coches privados, puesto que los corredores humanitarios negociados no llegaron a funcionar hasta contadas ocasiones a finales de abril y principios de mayo, aunque sí se establecieron rutas desde ciudades como Berdiansk rumbo a Zaporiyia.

Varias fechas han quedado marcadas en el calendario de la lucha por la ciudad porteña y han convertido a Mariúpol en símbolo de los ataques rusos contra infraestructuras civiles. El 9 de marzo las tropas de Vladímir Putin atacaron un hospital infantil y centro de maternidad de la ciudad. Las imágenes captadas por los dos únicos periodistas que trabajaban para un medio internacional, la agencia de noticias AP, en Mariúpol lograron documentar los restos del hospital y las mujeres embarazadas heridas durante el ataque.

El 16 de marzo, Rusia bombardeó un teatro en Mariúpol donde se refugiaban cientos de civiles, según las autoridades ucranianas. En vídeos previos al ataque, se podía observar a cientos de personas a cubierto en los sótanos del teatro, aguardando de pie y a oscuras. Cuatro días después, las autoridades locales de Mariúpol denunciaron que el Ejército ruso había bombardeado una escuela de arte en la que se refugiaban otros 400 ciudadanos, la mayoría mujeres y niños. Se estima que miles de civiles han sido enterrados por sus propios vecinos en fosas comunes o pozos improvisados ​​en patios particulares. Algunas de ellas ya han sido fotografiadas por fotógrafos de la agencia AP.

Desde hace semanas, solo varios centenares de soldados ofrecían resistencia a las tropas rusas atrincheradas en las instalaciones del complejo siderúrgico de Azovstal, donde también se refugiaron miles civiles que fueron evacuados el pasado 7 de mayo, tras numerosos intentos fallidos.

El control completo de Mariúpol le dará al Kremlin una de sus primeras victorias desde el inicio de la invasión en Ucrania, después de haber tenido que retroceder sus posiciones en distintos puntos del país. La aparente toma de la ciudad sureña permite a Putin crear un puente terrestre desde Rusia y áreas del este bajo control de separatistas prorrusos hasta la península de Crimea, anexionada por Moscú en 2014.

Tras la caída de Azovstal, Ucrania ha celebrado la resistencia de los militares ucranianos durante 82 días pues, a juicio del Gobierno ucraniano, forzó a Rusia a acumular tropas en la ciudad sureña y reducir así la presión por otros puntos del país. “Debido a que Mariúpol atrajo a las fuerzas de la Federación Rusa durante 82 días, la operación para apoderarse del este y el sur (de Ucrania) se detuvo. Cambió el curso de la guerra”, defendió este martes el asesor presidencial, Mykhailo Podolyak. Los últimos de Mariúpol son, en palabras del presidente Zelenski, “héroes de nuestro tiempo”.