En la calle Hausman, en el barrio de Greenpoint en Brooklyn, todo el mundo se conoce por nombre y apellido; la mayoría de vecinos han crecido en esta manzana de poco más de 300 metros con casas de dos o tres pisos en ambos lados de la acera. Por eso la muerte de Catherine Fagan, quien trabajaba en el distrito financiero, en los atentados del 11S marcó a esta comunidad tanto que decidió rendir homenaje a la víctima y apoyar a su familia recubriendo la calle con banderas de Estados Unidos.
“Catherine Fagan era mi abuela. Ver las banderas me da un verdadero sentimiento de comunidad, todos nos unimos después (del ataque), fue como mostrar todo nuestro apoyo hacia ella”, dice Cori-Anne Fagan, quien ahora tiene 26 años, es profesora de preescolar y ha crecido en la misma calle en la que vivió su abuela, ya que sus padres compraron también una casa en la manzana al casarse. Además de con las banderas, recuerda a su antecesora cada vez que ve el tatuaje de su brazo. “Es el perfil de la ciudad cuando aún estaban en pie las Torres Gemelas y debajo hay gotas de pintura porque ella era una artista”.
Eric Blickhahn y Vinny Pedota recuerdan cómo pusieron la primera bandera después de los atentados. Cogieron una bandera de Estados Unidos gigantesca y la colgaron desde el tejado. Cubría la tercera planta e iba del tejado a la mitad de la segunda planta. Lo cuentan los vecinos con una cerveza en la mano, imagen usual en el barrio, ya que todas las tardes se suelen juntar con otras personas del bloque para tomar algo frente a sus casas.
El 11 de septiembre de 2001 esta calle se convirtió en la “sede” donde todos los vecinos dejaron a sus hijos tras sacarlos del colegio para asegurarse de que estuvieran a salvo. “Nos sentamos en la calle, se veían los aviones de reacción sobrevolar la zona, todo estaba gris”, recuerda Pedota. Para la familia de Eric Blickhahn fue un día particularmente duro ya que su hermana, quien ahora tiene 45 años, trabajaba en una de las torres. Por cuestiones del azar ese día tuvo que volver a casa porque había olvidado unas zapatillas, por lo que llegó tarde al trabajo y cuando el primer avión se estrelló ella aún estaba en el vestíbulo y pudo escapar.
“En el aniversario del 11S siempre se va de la ciudad, ya que es muy duro para ella”, anota su hermano, quien también tiene tatuado las Torres Gemelas en su brazo, pero en su caso con una bandera estadounidense de fondo. Cada año en el 11S, cuenta que él sube a su tejado con su hija a sacar una foto del Tribute in Light, un homenaje de Nueva York a las víctimas que consiste en la proyección hacia el cielo de dos brillantes rayos de luz azul, cerca del sitio que ocupaban las Torres Gemelas.
Pese a tapar ventanas, esa primera gran bandera se quedó colgada un año y hasta la rodearon de luces azules. “Así es como todos empezamos con las banderas”, señala Pedota. Cada año esta manzana, expone unas 280 banderas, según el presidente de la asociación de la zona, Robert McErlean, pues las cambian entre cuatro a tres veces al año. En 2006, los vecinos consiguieron rebautizar parte de la calle como Catherine Fagan Street.
“Los vecinos pagan una pequeña tarifa (cinco dólares, es decir, algo más de cuatro euros) por el cambio de la bandera. El año pasado nadie pagó nada, fue mi forma de decir: 'gracias'”, dice McErlean, conocido en el barrio como “el alcalde de la calle”. También cuenta que la iniciativa recibe donaciones de negocios de la zona para comprar las banderas.
En los barrios residenciales de Estados Unidos es normal ver a banderas colgadas de los porches o clavadas en los verdes céspedes, pero es muy inusual ver esta imagen en Nueva York, ya que la bandera nacional suele colgar de las fachadas de negocios o edificios gubernamentales y no tanto de casas o pisos.
En las dos décadas de patriotismo vecinal solo han tenido un incidente: fue hace 18 años cuando el bloque amaneció con unas 18 banderas “destrozadas por vandalismo”. Tras enterarse de lo sucedido el Ayuntamiento donó a la calle 21 grandes banderas dobladas en un triángulo, como las que se dieron a los familiares de las víctimas de los atentados. Como eran demasiado grandes para colgarlas de las vallas de las casas, el vecindario decidió donarlas a bomberos y otros trabajadores de los servicios de emergencia.
Desde hace años, y también antes de los atentados, cada segundo sábado de septiembre los vecinos se reúnen para hacer una gran fiesta en la que hay comida, atracciones para los más pequeños y mucha cerveza para los adultos. Este año coincide exactamente con el 20 aniversario de los atentados, por lo que el 11-S estará muy presente.
En 20 años en Hausman ha habido varias mudanzas y, según McErlean, los nuevos inquilinos suelen participar en la iniciativa. “Hay dos casas de la manzana que no tienen una bandera. ¿Por qué razón? No lo sé. Eso depende de ellos”, dice.