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La campaña de Feijóo contra Ribera, las maniobras del PP europeo y Meloni: así se logró desbloquear la Comisión Europea

La vicepresidenta tercera y ministra para la Transición Ecológica, Teresa Ribera, en el Congreso este miércoles.

Irene Castro

Corresponsal en Bruselas —
20 de noviembre de 2024 22:51 h

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“¿Se acuerda de lo que hizo el PSOE con Cañete? Nosotros no haremos eso”. Era 17 de septiembre y el portavoz del PP y mano derecha de Alberto Núñez Feijóo, Miguel Tellado, sugería el apoyo de sus eurodiputados a Teresa Ribera, a quien ese mismo día Ursula von der Leyen situó como vicepresidenta de Competencia y Transición Justa y Limpia de la nueva Comisión Europea, convirtiéndola en la española con más poder en la UE de la historia. Pero el fair play duró apenas unos minutos, los que tardó Génova en desautorizar a Tellado. A partir de ahí, los de Feijóo se lanzaron a una guerra de desgaste contra Ribera que, junto a la decisión de Von der Leyen de situar a la extrema derecha por primera vez en la cúpula del gobierno comunitario, ha provocado una de las mayores crisis políticas en la UE.

Y, en una estrategia sin precedentes, la derecha española encontró en la DANA una batalla contra la candidata española sembrando dudas sobre su gestión en la tragedia en la que murieron 220 personas con el propósito de “internacionalizar” una crisis en la que la responsabilidad estaba en manos de la Generalitat de Carlos Mazón. Uno de los primeros en apuntar a Ribera por la catástrofe fue precisamente el eurodiputado del PPE Esteban González Pons a través de la red social X (antes Twitter) diez días después de las inundaciones cuando Mazón ya estaba contra las cuerdas por sus mentiras. “No merece representar a España en la Comisión Europea”, dijo.

La jugada cortoplacista de Feijóo

El mensaje pasó prácticamente desapercibido ya que el PP de Feijóo ya había acompasado su discurso de rechazo a Ribera. Lo que nadie esperaba es que, justo cuando la vicepresidenta se enfrentaba al momento clave de su nominación en la Eurocámara, Feijóo lograra en su estrategia una alianza con el líder del Partido Popular Europeo, Manfred Weber. Génova llevó a Bruselas toda la artillería para difundir el mensaje de que su familia bloqueaba a la española. Era una verdad a medias. Weber traicionó un acuerdo alcanzado con sus homólogas socialista, Iratxe García, y liberal, Valérie Hayer, de evaluar a todos los vicepresidentes al mismo tiempo –con lo que se minimizaba el riesgo de coger a candidatos como rehenes– al decidir de forma “unilateral” retrasar la evaluación de Ribera a la semana siguiente bajo el pretexto de que antes tenía que rendir cuentas sobre la gestión de la DANA en el Congreso.

Con esa jugada, lo que conseguía el PP de Feijóo era una victoria cortoplacista: retrasar una semana la evaluación de Ribera y, con ella, de los otros cinco vicepresidentes. En Génova reconocían en el mismo momento que Ribera estaba examinándose ante las comisiones de Medio Ambiente, Economía e Industria que no lograrían tumbar a la candidata de Sánchez, pero se conformaban con que “los periódicos de toda Europa” conocieran el 'caso Ribera'. Lo cierto es que la prensa internacional hizo poco caso a la política nacional en sus análisis y la que aludió no lo hizo de buenas maneras: “delegación radical”, “campaña de la derecha” y “circo", dijeron sobre el partido de Feijóo.

Pero a Weber le vino bien echar un capote a Feijóo no solo por agradar a la segunda delegación más grande de su grupo parlamentario, sino también para dar un golpe en la mesa de Von der Leyen, a quien se la tiene jurada desde que hace cinco años fue ungida para el puesto al que él aspiraba. El mensaje de Weber a la alemana es claro después de que en el primer mandato se dedicara a seducir a los jefes de Gobierno, de los que dependía su reelección: necesita al Parlamento Europeo y, por tanto, a él, que es capaz de armar mayorías a su izquierda y ahora también con la ultraderecha.

La victoria de Weber

Y, sobre todo, le daba un mayor poder de negociación con socialistas y liberales, que seguían rechazando votar al candidato de Meloni en la parte del proceso en la que se evalúa individualmente a los nominados. En esa fase, los coordinadores de las comisiones parlamentarias dan el aprobado con dos tercios y, de no lograrse, todos los eurodiputados que forman parte de esas comisiones votan y se requiere mayoría simple. El PPE podía sacar adelante a Fitto y al húngaro con los votos de las fuerzas de extrema derecha, pero no quería esa foto y menos a las puertas de las elecciones en Alemania, uno de los pocos sitios en los que aún se respeta el cordón sanitario. Pero los aspirantes socialistas y liberales necesitaban sí o sí los votos del PPE. Weber tenía la sartén por el mango.

La amenaza de los socialistas de tumbar el conjunto de la Comisión Europea en la votación del Pleno de la Eurocámara si Ribera no salía adelante no era suficiente. El complejo proceso parlamentario permitía en última instancia al PPE mantener el bloqueo de la española hasta las últimas consecuencias. No era algo con lo que contara García, que no había pronosticado la jugada y había dado por hecho que contaba con los apoyos de Ribera hasta el día de su examen en la Eurocámara.

La delicada situación de los socialistas

Cuando todo saltó por los aires la semana pasada, los socialistas se fueron a casa convencidos de que mantendrían su veto a la extrema derecha y que la nueva Comisión Europea se asomaba al abismo.

Sin embargo, los decibelios bajaron sustancialmente el lunes. Los socialistas, a través del Gobierno español, se abrieron a dejar pasar a Fitto. Al día siguiente, el propio Pedro Sánchez reafirmó ese mensaje desde Río de Janeiro, donde participaba en el G-20 y abordó la crisis desatada en la UE con Von der Leyen y el resto de líderes presentes: “Todos los países tienen derecho a un comisario”. Nadie lo había puesto en duda, pero a lo que se oponían en sus filas era a darle la vicepresidencia a la Italia de Meloni.

En paralelo, las negociaciones entre populares, socialistas y liberales en Bruselas se habían intensificado. Los tres portavoces se reunieron en dos ocasiones el martes, aunque no cerraron el acuerdo. Antes tenían que preparar el terreno con sus correspondientes grupos parlamentarios a los que habían llevado al choque total.

García se enfrentó a una reunión complicada con los eurodiputados socialistas, que llevaban meses rechazando aprobar a Fitto. Los franceses se desahogaron y, de hecho, han anunciado que votarán en contra del conjunto del Colegio de Comisarios. Pero ellos ya se opusieron a la elección de Von der Leyen en julio y no se juegan nada porque el comisario francés es liberal. Los socialistas alemanes, a las puertas de las elecciones con un Olaf Scholz en horas bajas, también pusieron pegas. Sin un visto bueno definitivo del grupo, García rubricó el acuerdo con Weber y Hayer.

La socialista y la liberal presionaron para tener un texto del acuerdo que les sirviera como pista de aterrizaje ante los suyos. Pero no lograron arrancar a Weber el compromiso de no acordar con la extrema derecha en lo que queda de legislatura después de haber roto el cordón sanitario ya varias veces en los últimos meses. “El estado de derecho, una postura favorable a Ucrania y un enfoque proeuropeo son aspectos fundamentales de nuestra cooperación”, recoge el documento, que básicamente resume las líneas políticas que Von der Leyen presentó en julio.

Weber, por su parte, trasladó a los suyos que aceptarían a Ribera. Según la Agencia EFE, contó con el respaldo de todas las delegaciones, a excepción del PP de Feijóo. La decisión se produjo a primera hora, saltándose las exigencias que el propio Weber impuso a la evaluación de Ribera: esperar a sus explicaciones en el Congreso, que no habían comenzado aún, y el compromiso de que dimitiría en caso de ser procesada por la gestión de la DANA.

“Creo que todo el mundo debe respetar el código de conducta de la Comisión Europea”, se limitó a decir Weber tras rubricar el acuerdo. Ese es precisamente el argumento de Ribera, que se acogerá a ese texto que solo prevé las renuncias de los comisarios en caso de que lo solicite la presidenta. Aún así, el PP europeo ha presionado hasta el último momento para incluir ese asunto en la carta de evaluación de Ribera que la Eurocámara enviará a Von der Leyen. El empeño provocó el retraso en la evaluación de la española, el italiano y la finlandesa Henna Virkkunen (del PPE), que se quedaron bloqueados hasta que llegó la solución. Finalmente, se incluye un anexo sin ningún efecto jurídico en el que la derecha pide a Von der Leyen que haga dimitir a Ribera si es procesada por la gestión de la DANA. Socialistas y liberales incluyeron una opinión del mismo tipo en el caso de Fitto, de quien dicen que no debería ser vicepresidente.

Tras un día de idas, venidas y reuniones, el asunto se resolvió al filo de las 23 horas. Ahora la situación entra de nuevo en modo reposo hasta la próxima semana, cuando los 719 eurodiputados tendrán avalar al conjunto de la Comisión Europea, con Ribera, con Fitto, con Varhely, y los otros 23 candidatos nombrados por los estados miembros. Después de tanto ruido, es una de las primeras veces en la que la propuesta inicial del gobierno comunitario supera el trámite del Parlamento Europeo sin cambios.

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