No solo su vida está en riesgo por las bombas que el ejército israelí lanza incesantemente contra Gaza desde el pasado 7 de octubre. Hay quienes dependen de un tratamiento médico para sobrevivir y están viendo cómo la posibilidad de acceder a él de forma sostenida y segura, que ya antes era un auténtico vía crucis dentro de la Franja, se aleja cada vez más. Las personas con enfermedades no transmisibles son víctimas del conflicto, que ha entrado en una nueva fase esta semana, por partida doble y la escasez de suministros, fundamentalmente medicamentos y electricidad, sumada al colapso de los hospitales supone para ellas un peligro añadido.
Así lo denuncia la Organización Mundial de la Salud (OMS), que en sus informes periódicos de situación pone el foco en cómo está impactando la ofensiva de Israel en este grupo de población. Según sus datos, hasta 350.000 gazatíes sufren enfermedades no transmisibles como cáncer, diabetes o dolencias cardiovasculares y respiratorias cuyos tratamientos están en riesgo.
1.000 personas, entre ellas 30 menores, padecen problemas renales que requieren diálisis; 20.000 tienen problemas de salud mental y 9.000 algún tipo de cáncer para los que acceder a la quimioterapia, radioterapia, medicación pautada o consultas de seguimiento se ha vuelto todavía más difícil. Hasta 95 pacientes por día no pueden acceder a la atención sanitaria especializada que normalmente recibirían fuera de la Franja de Gaza, cifra la organización sanitaria.
“Tememos un aumento de las tasas de mortalidad en personas con enfermedades crónicas” porque “cada vez tienen más dificultades para encontrar los servicios que necesitan”, ha advertido recientemente al respecto el director de emergencias de la OMS para Oriente Medio, Rick Brennan. Según la agencia de la ONU para los refugiados palestinos, el cáncer está entre las causas de muerte más frecuentes en Palestina y debido a la escasez de equipos y medicinas la atención sanitaria brindada a los pacientes distaba mucho de ser plenamente adecuada. Ahora su situación es límite.
Salidas suspendidas
Previamente a la escalada de la violencia, las personas a las que se les diagnosticaba un tumor ya vivían con la incertidumbre de saber si iban a poder ser tratadas. Muchas de ellas salían del territorio palestino para ser atendidas en hospitales equipados de Jerusalén Este o Israel, para lo que debían obtener un permiso israelí que en ocasiones no se concedía, lo que en sí mismo ya supone un riesgo elevado para enfermedades en las que el tiempo es vital para detener su expansión. Sin embargo, ahora estos traslados se han visto interrumpidos, ha informado Naciones Unidas.
La situación de los pacientes oncológicos la está denunciando directamente la organización Aid and Hope de apoyo a enfermos de cáncer. “El 70% de ellos solía salir de Gaza para conseguir sus medicamentos. ¿Qué pasará con ellos? Si el cáncer no les mata, les matará la guerra [...] Pensaban que sobrevivirían después de terminar el tratamiento, pero ahora, después de cerrar todas las fronteras, ¿qué pasará?”, se preguntaba Eman Shanan por la ONG Oxfam.
“Las vidas de los pacientes con cáncer ya pendían de un fino hilo antes del 7 de octubre como resultado del bloqueo israelí”, pero el bloqueo total y “la inminente catástrofe de salud pública” en Gaza debido a los bombardeos, desplazamientos masivos, hacinamientos y daños en las infraestructuras de agua y saneamiento al que se suma “el grave agotamiento de los medicamentos que necesitan” hace que los pacientes con cáncer “corran un alto riesgo”, explica Pepe Fernández, presidente de Médicos del Mundo, que cuenta con personal sobre el terreno.
Además, este lunes las autoridades sanitarias palestinas denunciaban bombardeos muy cerca del único hospital oncológico de Gaza, el Hospital de la Amistad Turco-Palestina de la ciudad, lo que causó “graves daños” en una de sus plantas y un incendio que fue controlado. Según declaraciones recogidas por Al Jazeera del director general del centro, Subhi Sukeyk, en ese momento no había pacientes ni sanitarios allí, pero el impacto “destruyó muros, ventanas, líneas de oxígeno, tuberías de agua y parte del circuito eléctrico” y “el estado de pánico se ha extendido” entre pacientes oncológicos y profesionales.
Paula Gil, presidenta de Médicos Sin Fronteras España, pone el foco en cómo los ataques a hospitales o sus alrededores por parte de bombardeos israelíes “están suponiendo una línea roja que nunca debería cruzarse” porque los centros sanitarios están protegidos por el Derecho Internacional Humanitario. Según la OMS, más de 70 instalaciones sanitarias han sido atacadas en Gaza, entre ellas 35 hospitales y centros sanitarios y 23 ambulancias. Además, 12 hospitales y casi medio centenar de clínicas de atención primaria están cerradas y ya no ofrecen atención.
“Una sentencia de muerte”
“La situación es catastrófica. Los hospitales están desbordados y apenas funcionan en estos momentos”, describe Gil. De hecho, el Hospital de la Amistad Turco-Palestina ya ha advertido hace días de que el combustible, que Israel no permite que sea incluido en la escasa ayuda humanitaria permitida hasta ahora, está a punto de agotarse, así como los medicamentos necesarios para los tratamientos con quimioterapia. La situación ha llevado a que algunos servicios, como el de radiología, usada para seguimiento y diagnóstico de los pacientes, hayan sido suspendidos.
La falta de gasolina y suministros médicos en los hospitales “es una sentencia de muerte directa para los miles de pacientes cuya supervivencia depende de la disponibilidad de electricidad”, lamenta Gil. Es el caso de las mil personas calculadas por la OMS que dependen de diálisis, que requiere de electricidad, y los 130 bebés prematuros que deben estar en incubadoras, que pueden dejar de funcionar debido a la falta de energía. “Cuando se acabe el combustible, se acabará la esperanza para miles de pacientes”, ha lamentado la Organización Mundial de la Salud.
Además, el 61% de las incubadoras y el 80% de las máquinas de diálisis se encuentran en el norte del enclave palestino costero, donde la población en general y los hospitales en particular han recibido órdenes de evacuación por parte del ejército israelí. “La vida de muchos pacientes gravemente enfermos y vulnerables está en juego: los que están en cuidados intensivos o necesitan soporte vital, los que reciben hemodiálisis, los recién nacidos en incubadoras o las mujeres con complicaciones en el embarazo se enfrentan al deterioro inminente de su afectación o la muerte si se les obliga a trasladarse y se les despoja de atención médica”, denuncia la OMS.
Estrés añadido
Pero no solo es una cuestión de riesgo por el empeoramiento de sus enfermedades. Y es que la situación impacta directamente en la salud mental de la población debido a la angustia y el estrés añadido que implica pensar, no solo en sobrevivir a los bombardeos, sino en tener controlada su enfermedad.
“Las personas que necesitan tratamiento urgente se enfrentan a un doble dilema: por un lado, si se quedan en casa, saben que su enfermedad se puede agravar. E incluso, si pasan muchos días sin recibir el tratamiento, pueden llegar a un punto de no retorno. Por otro lado, si deciden acudir a buscar tratamiento al lugar donde saben que todavía existe o puede existir, corren un mayor riesgo de quedar atrapados en el fuego cruzado o de ser víctimas de un ataque”, explica Cristina Carreño, responsable médica de salud mental de MSF.
Carreño reitera, además, que actualmente “no existe” en la Franja “ningún lugar seguro: ni los hogares de estas personas, ni los hospitales ni el norte o sur” del territorio. Este martes el secretario general de la ONU, António Guterres, volvía a pedir un alto al fuego humanitario y mostraba su preocupación por el curso de la guerra y por el nivel de asistencia humanitaria “completamente inadecuado” que permite Israel, que además impide la entrada de combustible, vital para miles de personas.