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La candidatura de Biden, al borde del abismo

El presidente estadounidense, Joe Biden, camina fuera del ala oeste en la Casa Blanca el 15 de julio de 2024.

Antònia Crespí Ferrer

Washington (EEUU) —

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Hace tan solo dos semanas el presidente Joe Biden aseguró que solo renunciaría por intervención divina. Dios aún no ha hecho acto de presencia, pero casi todo el santoral del Partido Demócrata le ha pedido, pública o privadamente, que abandone. El expresidente Barack Obama ya no se esconde de expresar sus dudas sobre Biden entre los miembros del partido y la antigua speaker de la Cámara de los Representantes, Nancy Pelosi, ha dicho a los congresistas que cree que puede persuadir “pronto” al presidente para que renuncie a encabezar la papeleta electoral. Este sábado, la senadora Elizabeth Warren ha declarado en MSNBC que la vicepresidenta Kamala Harris “está lista” y el congresista Mark Takano ha añadido que Biden debe cederle el mando porque “hay demasiado en juego como para fracasar”, según informa AP.

A unos 1.500 kilómetros de Milwaukee, donde el jueves por la noche Trump estaba siendo arropado por las bases y la plana mayor de su partido, Biden continuaba en cuarentena por Covid en su casa de playa en Delaware. El aislamiento del presidente no solo es de carácter sanitario. Diversos medios norteamericanos publicaban el jueves que se espera que Biden acabe anunciando su renuncia este fin de semana. Pero el equipo de campaña del presidente ya ha anunciado que Biden retomará su agenda la semana que viene. Aunque este parece ser el único que insiste en que el demócrata continúa en la carrera electoral.

Incluso la familia de Biden ya ha comenzado a discutir un plan de “salida”, según publica NBC News. Desde finales de junio, el círculo íntimo del presidente ha jugado un papel fundamental en la pelea de Biden con las voces críticas que le piden que renuncie. Las horas posteriores a la “mala noche” que el demócrata tuvo en el debate de la CNN contra Trump las pasó en Camp David rodeado de sus seres queridos, los cuales aseguran que el presidente seguía en “la lucha de su vida política”. Su esposa, Jill Biden ha sido una de las figuras que durante este tiempo lo ha animado a seguir en la carrera.

Que ahora los suyos estén planteándose cómo debe ser la renuncia de Biden para garantizar que “sea digna de los más de cinco décadas que ha servido al país” refleja hasta que punto está herida de muerte la candidatura del mandatario. Igual que con las informaciones sobre la posible renuncia este fin de semana, la Casa Blanca también ha negado que este plan familiar “esté sucediendo”. 

Biden lleva en constante caída libre desde que Trump lo arrolló entre falsedades ante todo el país. Durante estas tres últimas semanas el presidente lo ha intentado todo para mitigar el impacto: conceder entrevistas televisivas, aumentar los actos de campaña, escribir una carta a sus congresistas llamando a la unidad, reunirse con los gobernadores, mostrarse más enérgico durante momentos clave como la cumbre de la OTAN. Pero nada ha funcionado, a cada aparición pública de Biden se sumaba un nuevo congresista a la lista de legisladores que le han pedido renunciar, o salían figuras como George Clooney para pedirle que se fuera. Incluso los donantes han tomado medidas y el mayor súper PAC que tiene el partido tras de sí, Future Forward, anunció que congelaba la donación de 90.000 millones de dólares mientras Biden continue siendo el candidato. 

Visto con la perspectiva de las críticas recibidas por sus declaraciones y por los lapsus que ha sufrido en momentos clave (como cuando presentó el presidente ucraniano Volodímir Zelenski como el ruso Vladímir Putin), la estrategia de llenar la agenda del presidente de actos se lee distinta: poner en evidencia a Biden tantas veces como hiciera falta hasta que el presidente llegará a la misma conclusión que el resto de críticos del partido. Después de las equivocaciones de Biden en la OTAN, el diario The New York Times publicaba cómo miembros de su propio equipo ya estaban pidiendo que el presidente renunciara a la nominación. Las caras del secretario de Estado, Antony Blinken, y el consejero de Seguridad Nacional, Jack Sullivan, cuando Biden llamó a Kamala Harris “vicepresidente Trump” hablaban en ese momento más del futuro de Biden que la actuación del propio presidente.

Seis días después de la rueda de prensa en solitario de la OTAN, y cuatro después del atentado contra Trump en Butler (que ha dado un empujón más a la campaña republicana), Biden ya no aludía a la intervención divina para dejar la carrera: “[Renunciaría] si un médico me dijera que tengo tal o cual problema”, decía Biden en una entrevista televisada. De este modo, el candidato abría tímidamente la puerta a retirarse. Al día siguiente daba positivo por Covid. 

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