No es la primera vez que a Jens le mandan a reponer la estantería de las bebidas en el supermercado de la calle Möllendorf en Berlín. “La verdad es que esto cansa”, dice sonrojándose y encogiendo sus esqueléticos hombros. Jens tiene quince años y está haciendo unas prácticas en una conocida cadena de almacenes. Como él, cada año, los alumnos de su edad en Alemania tienen que escoger una empresa, mandar su currículo y realizar un periodo de prácticas.
La idea es que tengan un contacto con la realidad más allá de los libros. Durante las tres semanas de prácticas que ya van a terminar podía vérsele ir y venir con cajas recorriendo una y otra vez las hileras de la tienda. ¿Su tarea? “Reponer donde haya huecos”. A él le parece bien hacer prácticas “para saber lo que es trabajar y si este es el trabajo que te gusta de verdad”.
Sin embargo, una vez que acaban la etapa escolar, el comienzo de una formación profesional no supone para algunos mayor diferencia. En un reportaje de la radiotelevisión bávara una joven explicaba que acababa de terminar una formación profesional de minorista y que no había aprendido nada más que en las clases teóricas. Aparte de sentarse en la caja y limpiar, no hizo otra cosa durante los tres años que le llevó sacar el título.
Según un estudio de la confederación alemana de sindicatos, el Deutsche Gewerkschaftsbund (DGB), publicado en 2010, uno de cada diez jóvenes era forzado durante su periodo de formación profesional a realizar tareas que no tenían relación alguna con lo que estaban aprendiendo. Sobre todo en profesiones ligadas a la gastronomía, asegura dicho estudio, hasta un 40% de los jóvenes que se encontraban en una formación profesional se veían obligados a realizar horas extra no remuneradas.
Por unos 500 euros al mes trabajan los jóvenes en la empresa y en paralelo reciben la teoría. Para muchos resulta imposible vivir con dicho salario, por lo que se ven obligados a tener un segundo e incluso un tercer trabajo para vivir. De ese modo, pueden llegar a superar las 60 horas semanales de trabajo, entre práctica y teoría, en confrontación con las leyes laborales y de educación.
Hay suficientes ejemplos en la prensa alemana de malas prácticas en empresas que se aprovechan del miedo de los jóvenes en periodo de formación. Jornadas de 12, 17 horas de trabajo con pocas pausas y en ocasiones sin comer ni beber cuentan los casos más dramáticos. Los jóvenes tratan de aguantar el chaparrón porque sin un título creen que les será más complicado encontrar un empleo. Después de completar la formación profesional, sin embargo, nade les garantiza que encuentren un trabajo.
Es lo que le pasó a Marten. El joven berlinés de 25 años estuvo dos estudiando una FP dual en la industria alimentaria. Hoy está en paro. Sus trabajos hasta la fecha han sido todos en empresas de trabajo temporal. Durante un año y medio estuvo haciendo prácticas por 500 euros al mes. “Me di cuenta de que era mentira que me quisieran contratar al final”, asegura. “La excusa que ponen es que hay momentos en que han de bajar la producción y si tienen empleados fijos les es complicado despedirlos”. De media asegura haber ganado unos cuatro euros menos por hora que los trabajadores contratados directamente por la empresa.
Según la teoría oficial, este modelo conecta de forma mas exitosa la formación con la integración en el mundo laboral. Es por ello que el gobierno de Merkel ha ofrecido a varios miles de jóvenes españoles venir a Alemania a realizar una formación profesional dual. Unas 33.000 plazas asegura Merkel a sus colegas europeos, se quedaron sin estudiante el año pasado. Lo que no cuenta es que hasta dos millones de jóvenes alemanes carecen de formación alguna. El ministro de economía y vicecanciller alemán Philipp Rösler, obviando a todos esos jóvenes alemanes sin título, escenificaba una pantomima el pasado domingo al exhortar en el semanario alemán Welt am Sonntag “¡Vengan a Alemania!”
Berlín celebró el miércoles la cumbre europea contra el desempleo juvenil llevando por bandera su mercado laboral, el conocido como “modelo alemán”. La Unión Europea se ha puesto por meta el que los jóvenes desempleados que no estudian vuelvan al mercado laboral en cuatro meses, ya sea a través de prácticas, ya a través de formación profesional. Para ello, han anunciado que se destinarán unos 6.000 millones de euros. Andrea Nahles, la secretaria general del partido socialdemócrata alemán, el SPD, ha instado a la Unión Europea a que haga algo más allá de lo propuesto por Merkel: Las medidas que se van a tomar “no son más que un chiste en comparación con el gigantesco problema del desempleo juvenil”.
“Yo lo que creo es que quieren que vengan jóvenes a Alemania porque la población está envejecida”, comenta un alemán cualquiera, a cualquier hora, en cualquier lugar.