Carlos Felipe Arturo Jorge Mountbatten-Windsor, envuelto en armiño, seda, oro y plata, fue ungido este sábado con aceite de Jerusalén con una cuchara del siglo XII, se sentó en un trono sobre una piedra medieval traída de Edimburgo y recibió varias espadas y la corona de oro y 444 diamantes y otras piedras preciosas que se han pasado los monarcas desde 1660 en su país. Después de la ceremonia religiosa, siguió siendo lo que es desde que murió su madre, el rey Carlos III. Su esposa, Camila, cambió su título de “reina consorte” a “reina”.
El elaborado rito que se celebró en la abadía de Westminster como el de sus predecesores desde hace 900 años no era necesario legalmente, ya que el rey ocupa su puesto con todos los derechos y deberes que entraña desde septiembre de 2022. Más de 2.000 personas entre presidentes, reyes, políticos, líderes religiosos y ciudadanos de todo el mundo presenciaron el servicio anglicano en el que Carlos, de 74 años, fue proclamado “defensor de la fe”. La casa real ha hecho especial énfasis en la presencia de representantes de otras religiones. El primer ministro británico, Rishi Sunak, que es hindú, leyó la epístola.
La ceremonia siguió el mismo rito que el de Isabel II en 1953, aunque con menos invitados y algunos toques del siglo XXI. Penny Mordaunt, la líder de la Cámara de los Comunes y que fue candidata a primera ministra tras la dimisión de Boris Johnson el año pasado, fue la primera mujer en llevar en alto una enorme espada de diamantes, rubíes y esmeraldas que simboliza el poder real. Tras recibir alabanzas por su fortaleza sujetando la espada, Mordaunt dijo que su trabajo era “bastante más fácil” que el de la policía, los militares y otros servidores públicos que llevaban horas sin parar.
La monarquía británica es la única europea que sigue celebrando la coronación. Algunas, como la española desde el siglo XV, la holandesa y la luxemburguesa, nunca han tenido una ceremonia así. Otras, como las monarquías escandinavas, las suprimieron hace décadas.
El coste
En un país que está sufriendo la crisis más que cualquier otra gran economía del mundo, el coste multimillonario de la coronación ha sido objeto de debate y la mayoría de la población, incluso la que apoya la monarquía, cree que el Estado no debería haber pagado por este rito (el 51%, según una encuesta de YouGov en abril). El coste de la coronación se desconoce, aunque se estima en decenas de millones de libras.
Más de un millar de personas protestaron con carteles de “Not my king” (“no es mi rey”) en Trafalgar Square, junto a la estatua de Carlos I, el rey decapitado en 1649 y cuya muerte dio lugar al único periodo republicano del país. El jefe de Republic, el grupo que había convocado la protesta, Graham Smith, fue arrestado junto a media docena de activistas antes de que empezara la ceremonia. La policía aseguró que los manifestantes tenían candados para atarse al mobiliario urbano, algo que el grupo negó.
En cualquier caso, los republicanos estaban en minoría en las calles de Londres alrededor de la abadía, las avenidas por donde pasaba el cortejo y las pantallas en parques y plazas este sábado muy lluvioso. Decenas de miles de personas se juntaron a lo largo del recorrido de las carrozas de los reyes con banderas, tocados, lentejuelas, sacos de dormir y paraguas. Muchas, la mayoría mujeres, hicieron noche a ratos bajo la lluvia, acampadas con tiendas de campaña o sentadas en sillas de jardín. A menudo, estaban a pocos pasos de otras personas que siempre duermen en la calle entre cartones o en raídos sacos de dormir en la ciudad donde se estima que más de dos millones de personas viven en condiciones de pobreza.
Quienes esperaban ver de lejos a los coronados reyes hablaban del sentido de la comunidad, el sentimiento de ser parte de un momento “histórico” y el orgullo de su país.
“Si alguien puede hacer esto bien son los británicos. Estoy contenta de gastar el dinero de mis impuestos así”, dice Lisa Brown, entrenadora de Portsmouth y que ha pasado la noche sentada en una silla y abriendo a ratos el paraguas. La acompaña Sandra Cole, farmacéutica que ha venido desde Edimburgo para estar en la coronación porque dice que en Escocia “no hay tanto ambiente” y para estar con su amiga Lisa, que no veía desde hace años. “Es algo para contarle a nuestros nietos”, comenta sonriente Cole. Las dos reconocen que no sienten la misma conexión con Carlos que con su madre, pero creen que será “un buen rey”. Enseguida la conversación cambia hacia Guillermo, que parece despertar más simpatías. “Ha tenido una educación y una vida más normal. Carlos estuvo en un internado muy duro”, explica la farmacéutica.
De noche, cerca del paseo por donde desfila unas horas después el cortejo real, los voluntarios del grupo Food for Life reparten en un camioncito comida vegetariana gratis a una larga fila de personas hambrientas, sobre todo hombres.
Al amanecer, llega a la misma esquina un camión con la edición especial de la coronación del diario The Times y trabajadores meten ejemplares y una bandera en bolsas con la cabecera y los colores británicos que venden por cinco libras (algo más de cinco euros). La revista Hello! y el diario The Sun reparten gratis banderas británicas con el nombre de su cabecera en el centro. Pese al madrugón o la noche larga, el ambiente es de fiesta.
“El mundo es tan oscuro, con el coste de la vida, el Brexit, la pandemia, que mejor tener algo alegre. Hemos pasado mucho en los últimos dos años, ha sido muy triste. Así que vamos a gastar un poco de dinero y juntarnos todos”, dice Nicola Hayley, directora de ventas de una empresa de aguas en Yorkshire. Está sentada en el suelo con la amiga de Londres a la que ha convencido para estar allí, Fiona, que le está contando por videollamada el ambiente a su madre, que estuvo en la coronación de Isabel II en 1953. Hayley dice que no está preocupada por el coste de la coronación porque cree que compensa al país: “Todos los hoteles de Londres y las afueras están llenos. Mucha gente ha comprado banderas… Los reyes ponen mucho dinero en la economía. Seríamos un país mucho más pobre sin ellos porque perderíamos el hecho de que todo el mundo venga para lo que nos hace únicos”.
Unidad en un mundo dividido
La idea de la unión frente a la crisis se repite entre quienes esperan en la multitud. “En un momento como ahora, con tantas divisiones en el mundo, cualquier evento que junte a dignatarios, diplomáticos y gente de todo el mundo es una buena manera de celebrar los valores no sólo británicos, sino los que todos compartimos como humanidad”, explica Maria Ocampo-Hafalla, científica londinense de 46 años y subdirectora académica en una escuela de la ciudad. Ocampo-Hafalla reconoce que sí ha pensado en el coste de la coronación “especialmente cuando hay tantos asuntos de justicia social en el mundo a nuestro alrededor, la pobreza y la crisis del coste de vida”, pero cree que el gasto se compensará por el día de voluntariado convocado para este lunes como parte de los festejos. “Espero que este evento, pese a su coste, anime a la nación y al mundo entero a una vida de servicio, que creo que nuestro rey ha demostrado”, dice, sentada en una silla y envuelta en una bandera británica que hace las veces de chal. También cuenta que recuerda con cariño a Isabel II, que sentía “como una abuela”.
La mayoría de los ciudadanos en Reino Unido sigue prefiriendo una monarquía a otra forma de gobierno, sobre todo las personas mayores de 55 años, las que viven en Inglaterra y las que son mujeres. El aprecio a la reina Isabel II y el papel que jugó en la pandemia acallaron las voces críticas. Pero la monarquía británica ha perdido apoyo en las últimas décadas y Carlos es más impopular que su madre.
“Era más difícil protestar contra la reina, era un símbolo de la guerra. Mi padre luchó en la guerra. Pero en el caso de Carlos, que tiene tanto dinero… o en el príncipe Andrés…”, explica Graham Wright, ingeniero de software jubilado y que protesta con el grupo Republic por primera vez con la esperanza de que algo se mueva. “Creo que primero se empezarán a ir los países del Caribe de la Commonwealth, luego Canadá, y eso empujará el debate aquí”, dice.
Los republicanos
Cerca del 25% de los ciudadanos dicen ahora que querrían una república, pero sobre todo hay un creciente porcentaje que no presta atención a la institución. La mayoría de los ciudadanos aseguraban hace unas semanas que no seguirían los ritos de la coronación. El porcentaje de las personas que consideran la monarquía “muy importante”, el 29%, está en su nivel más bajo en los 40 años que el centro nacional de estadística lleva preguntando por ello, según los últimos datos publicados.
En la protesta de Trafalgar Square, hay carteles amarillos, el color oficial de la causa republicana, y pancartas que recuerdan a Virginia Giuffre, que denunció al príncipe Andrés por abusos sexuales cuando ella era menor (Andrés llegó a un acuerdo extrajudicial con ella y fue apartado de su papel en la familia real). El príncipe fue abucheado cuando llegaba en coche a la abadía.
Rose Maloney, escritora e historiadora escocesa, sujeta una enorme foto de Diana de Gales que sobresale por encima de las demás pancartas. “Carlos la utilizó para tener un heredero. Ella salvó a la familia real. Después le quitaron su título. No ha sido mencionada para nada en la coronación, como si nunca hubiera existido. Incluso sus hijos no hablan de ella, como si la hubieran borrado”, explica en la plaza junto a los republicanos. “Carlos ha conseguido todo lo que quería ahora, y podría ser generoso y darle las gracias. Así que estoy muy enfadada en nombre de Diana”. Maloney, que ha venido desde Inverness, en el norte de Escocia, para mostrar la imagen de la princesa fallecida, no se define como republicana y dice que apoyaría a Guillermo “si da parte del dinero” porque cree que se parece a su madre y “hará su papel”. Más que la monarquía, dice que quiere “abolir a Carlos”.
No hay debate en el Parlamento ni apenas en los partidos tradicionalmente republicanos sobre un cambio institucional. En la abadía este sábado había representantes de los republicanos de Irlanda del Norte y del partido nacionalista escocés, que son los que han defendido la república, además de los más tradicionales líderes conservadores y laboristas.
“Los políticos siempre hacen lo que creen que la gente quiere que hagan porque quieren salir elegidos. Ahora lo que tenemos que hacer es que crezca el movimiento republicano”, dice James Shwerin, que ha venido con su mujer Janet desde Newcastle, ambos vestidos de amarillo. Están ahora jubilados y creen que es más fácil protestar para ellos que para los jóvenes porque tienen “menos que perder”. “Si trabajas en un puesto público o algo así no quieres protestar y que te etiqueten”, dice él. Ambos comentan que es parte de “las clases” que siguen marcando la sociedad británica. “Francia es una sociedad más igualitaria, y estoy segura de que España también”, dice Janet. “La desigualdad aquí es más y más cada año. Y eso está mal”.