Qué puede aprender España de cómo se informa sobre la ultraderecha en Alemania
Rocío Monasterio discutía hace unos días con Diego Losada en el programa La noche en 24 horas reclamando espacio para su partido. El presentador le mostró que Vox sí salió en la crónica del día anterior con el espacio proporcional a su representación en la Asamblea de Madrid y puso el vídeo que desmentía a Monasterio. El vídeo circuló en redes y Vox salió de nuevo en TVE con la repetición de los cortes del día anterior.
Otras veces, lo que atrae la atención mediática son sus mítines o sus campañas, como el cartel racista colocado en la estación de Puerta del Sol, Madrid. O las provocaciones en directo, como en el debate de este viernes en la SER.
El papel de los medios ante discursos racistas o machistas es uno de los debates constantes en las redacciones y fuera de ellas. La experiencia de Alemania muestra los dilemas de los medios incluso en un país con más control de los mensajes contra las minorías o negacionistas de la Historia.
El eterno debate de amplificar
“Creo que los medios de comunicación sí amplifican los discursos. Ocurre cuando los medios se dejan llevar por la lógica del clickbait”, apunta Julia Macher, colaboradora de medios alemanes como Zeit Online y Deutschlandfunk. Ella llegó a Barcelona en 2004, por lo que conoce el panorama mediático español y también el alemán. “En comparación con España, en Alemania hay una censura más marcada a los extremos, también en los medios”.
La popularidad de AfD no vive sus mejores días. En las elecciones de Renania Palatinado y Baden-Württemberg de marzo perdieron un 4,3% y un 5,4% de los votos respecto a las anteriores elecciones. “Durante la pandemia, la cuestión migratoria, una de sus mayores bazas electorales, ha pasado a segundo plano, pero es posible que con la campaña electoral a las federales vuelvan a activarse y consigan remontar en las encuestas”, analiza el politólogo Franco delle Donne, especializado en extrema derecha. Su intención de voto ha caído y las encuestas dan dos puntos menos a la formación ultra que en 2017. A finales de enero, se conoció además que AfD está siendo investigada por el Tribunal Constitucional, aunque aún no se ha pronunciado sobre el asunto.
Su punto de inflexión mediático tuvo lugar en 2020, cuando AfD votó junto a CDU para investir al candidato liberal del land de Turingia, lo que causó un revuelo nacional que se saldó con la intervención de Merkel para que dimitiese el candidato liberal y así facilitar la investidura del izquierdista Bodo Ramelow, quien había vuelto a ganar las elecciones. El semanario Der Spiegel dedicó una portada al líder de AfD en Turingia, Björn Höcke, a quien algunos medios califican de “nazi” por sus declaraciones de odio e incluso han llegado a compararlo con Goebbels. La publicación hacía un juego de palabras entre demonio y demócrata sobre un retrato de Höcke.
En un debate pre electoral en 2017, a pocos días de las últimas elecciones federales, la entonces líder de AfD, Alice Weidel, abandonó un programa de debate en la cadena ZDF. Lo hizo después de que el secretario general de CSU dijese: “para mí, usted es extrema derecha”. Tras esto, Weidel abandona el plató y la presentadora, Marietta Slomka, contesta: “ah, ¿ya se va?” para luego continuar el debate con el resto de representantes políticos.
AfD aprovechó este incidente para señalar a la periodista como “poco profesional y partidista”, exactamente igual que hizo Rocío Monasterio con Angels Barceló al espetarle que si era “activista o periodista” y sentenciar que “la dictadura de La Ser” no había dejado que hablase al romperse el debate.
CSU es el ala bávara de la CDU de Merkel y tiene posturas más conservadoras que la actual canciller de Alemania. Alguno de sus cargos públicos ha sugerido alguna vez que se debería debatir sobre si pueden pactar con AfD en el futuro, postura rechazada por la mayoría del partido, que hasta ahora cumple con el cordón sanitario puesto en todo el país a la organización ultra.
Al igual que Vox, AfD tiene aversión a ciertos medios de comunicación y los califica de “prensa mentirosa”, consigna que sus seguidores repiten a gritos en sus actos públicos. Tanto Höcke como Gauland han sido vetados en las tertulias de ZDF, según explicó su redactor jefe, Peter Frey, en el Die Zeit: “Los medios no tenemos que educar a nadie, pero sí mostrar los límites en la democracia de las ideas”. En algunos casos, el éxito de AfD es haberse construido sus propios medios de comunicación. Tiene un podcast semanal, hace directos en Facebook y Youtube y cuelga sus propias noticias sobre la formación en artículos en su web.
“Creo que los medios en Alemania han entendido, en gran medida, que AfD es un partido fascista que difunde contenido de extrema derecha y no simplemente populista”, cuenta Sarah Ulrich, corresponsal del periódico TAZ en Sajonia. “Aun así, hay medios que todavía los invitan y tratan como interlocutores legítimos a pesar de algunas de sus declaraciones. Esto tiene consecuencias fatales, porque este discurso de derecha extrema moldea la opinión pública e influye en ella”, señala.
Stephan Anpalagan, fundador de la organización Democracia en el Trabajo, una asesoría que se dedica a luchar contra la discriminación racista en entornos laborales, piensa que es “irrelevante” que no se les invite a ciertos programas televisivos si luego se habla en esos programas de su discurso. “Al final, se reproduce lo que dicen aunque no sean ellos quienes lo defiendan en la televisión”.
En la hemeroteca han quedado registradas declaraciones de líderes de AfD diciendo cosas como que “hay que disparar a los refugiados para que no lleguen a Alemania”, “Berlín es la única capital de Europa con un monumento a la vergüenza en su centro histórico (el monumento a las víctimas del Holocausto)” o “el nazismo fue una cagada de pájaro” y “hay que alabar el papel del ejército alemán en la II Guerra Mundial”, en referencia al ejército nazi de Hitler. Las dos últimas son frases del líder actual de AfD, Alexander Gauland.
“Es tarea de los medios señalar que las ideas de Gauland son enemigas de la democracia porque la prensa es el cuarto poder y no debe participar del odio, la agitación y la propaganda de estos partidos”, opina Ulrich.
Máquinas de opinar
“Vivimos en la sociedad de la opinión permanente, nos hemos convertido en máquinas de opinar”, recuerda Carmela Ríos, analista de medios y experta en redes sociales. “Esta es la gasolina viral sobre la que gran parte de los partidos populistas y de la derecha radical basan su estrategia de comunicación, lo que les permite marcar agenda y alterar la percepción que los ciudadanos tienen sobre determinadas cuestiones”. Ella cree que Vox se beneficia aún de su categoría de fuerza política nueva y atractiva para la prensa y las audiencias.
“Ese efecto sorpresa ya no se da en otros países como Francia, donde la extrema derecha coexiste con otras fuerzas políticas desde hace décadas y los medios no le dedican una atención preferente”, dice. Aunque tampoco pasan por alto comentarios ofensivos de los responsables ultras.
“Hay cuestiones sensibles allí, como la laicidad, la integración y la diversidad religiosa y cultural”, dice Ríos. Un debate que, según ella, aún está algo verde en España. “Parte de los medios españoles tienen una reflexión pendiente sobre dónde se sitúa el nivel de tolerancia en una democracia hacia cuestiones que afectan a derechos esenciales del ser humano”.
Miquel Ramos, periodista especializado en extrema derecha, cree que el auge de Vox se explica desde la conversión de la información en espectáculo. “Este altavoz se puede minimizar abandonando sus marcos. Pero a los medios les gustan mucho los sucesos y el sensacionalismo”. Otro punto fuerte, según él es la inversión que el partido de Abascal ha hecho en redes sociales. “Han sido hábiles en eso, usando a influencers que refuerzan estos discursos antifeministas, racistas o antiizquierdistas, aunque no militen abiertamente en Vox”.
Esos marcos son los que Ramos piensa que hacen fuerte al partido. “Sobre todo la ruptura de consensos en temas como derechos humanos y atacar a los colectivos vulnerables haciendo creer que eso les hace políticamente incorrectos”.
AfD no ha sabido capitalizar el descontento con el gobierno por la pandemia
¿Qué ha ocurrido en Alemania para que AfD se haya estancado en las encuestas a pesar de la pandemia? El politólogo Franco delle Donne lo tiene claro: “No han hecho ninguna propuesta relevante en un contexto de crisis sanitaria y social, por tanto no han capitalizado el descontento con el actual gobierno y además se han aliado con los negacionistas”.
La tendencia al alza en los sondeos ahora es el voto verde y su nueva líder, Annalena Baerbock, podría incluso llegar a conseguir la cancillería en septiembre si logra superar a la Unión Democristiana (CDU), el partido del gobierno. “Aun así AfD, para ser un partido con solo una legislatura de vida, ha conseguido un suelo firme del 10% de los votos”. Esta actual detención electoral también ha influido en las veces que aparecen en los medios de comunicación y cómo aparecen.
Julia Macher cree que una de las claves del triunfo del discurso de Vox en España es que “no se ha convertido en un tabú el pasado dictatorial ni se han hecho políticas de memoria rupturistas”. También la asimilación del discurso de odio como algo normal y acorde a la democracia. “Se es bastante tolerante con discursos extremistas. Creo que eso ha llevado a banalizar a Vox”.
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