El opositor ruso Alexéi Navalni ha puesto en los últimos meses la política rusa patas arriba. Todo comenzó el jueves 20 de agosto con unos gritos de dolor en un vuelo entre la ciudad de Tomsk (Siberia) –donde había viajado para ayudar a los candidatos de la oposición a organizarse de cara a las elecciones locales–, y Moscú. Lo siguiente ha sido una pelea diplomática con la Organización para la Prohibición de Armas Químicas (OPAQ), una llamada telefónica trampa a un agente de los servicios secretos rusos, un arresto en el aeropuerto y una investigación sobre un misterioso palacio de más de 17.000 metros cuadrados.
El avión aterrizó de emergencia en Omsk y Navalni fue trasladado al hospital, donde se le puso en un estado de coma inducido ante la gravedad de su situación. El toxicólogo jefe del hospital, Alexander Sabaev, sospechó al principio que se trataba de un envenenamiento, según relató a Reuters, pero cambió de idea seis horas después cuando las pruebas del laboratorio no encontraron, en teoría, restos de veneno.
“El diagnóstico al que nos inclinamos es un trastorno metabólico. Puede haber sido provocado por una rápida bajada de azúcar en el avión que llevó a su desmayo”, declaró el doctor Alexander Murakhovsky, médico jefe del hospital.
La familia del opositor solicitó su traslado a Alemania, pero en un primer momento las autoridades sanitarias del hospital de Omsk lo rechazaron alegando la gravedad del paciente. Finalmente, el viernes, los médicos autorizaron el traslado de Navalni y el sábado por la mañana el paciente, que seguía en coma, fue ingresado en el hospital berlinés La Charité.
El 7 de septiembre, Navalni despertó del coma tras 19 días y empezó su recuperación. Finalmente es dado de alta el 23 de septiembre.
Diez días después del ingreso en Alemania, el portavoz del Gobierno, Steffen Seibert, anunció que, según los exámenes toxicológicos, Navalni había sido envenenado. Seibert aseguró que se habían encontrado “pruebas inequívocas de un agente nervioso de la familia novichok”. “El intento de asesinato por envenenamiento contra una figura de la oposición en Rusia es una información preocupante”, señaló entonces Angela Merkel. “Esto plantea preguntas serias que solo Rusia puede y debe responder”, añadió.
El Ministerio de Exteriores ruso señaló entonces que se trataba de “acusaciones infundadas” por parte de Alemania y denunció “el evidente uso de la situación para desacreditar a Rusia en el escenario internacional”. Moscú aseguró que había solicitado sin éxito las pruebas a Alemania. Los médicos que trataron a Navalni en Berlín publicaron en diciembre los detalles del envenenamiento en la revista médica The Lancet.
La pelea con la OPAQ
Alemania también pidió la colaboración de la Organización para la Prohibición de Armas Químicas (OPAQ) para corroborar sus resultados. Un equipo del organismo internacional se desplazó a Berlín y recogió muestras biomédicas de Navalni. Las muestras se enviaron a laboratorios autorizados por la OPAQ y los resultados confirmaron el envenenamiento.
“Esto vuelve a confirmar de manera inequívoca que Alexéi Navalni fue víctima de una ataque con un agente nervioso del grupo Novichok”, dijo entonces el portavoz alemán. Laboratorios especializados de Suecia y Francia también certificaron la misma hipótesis.
Por su parte, Rusia denuncia que ha sido excluida de todo el proceso, a pesar de haber pedido asistencia tanto a Alemania como a la OPAQ para investigar el caso en cooperación con los expertos y los análisis elaborados en un primer momento por Rusia y en los que se anunció que no se había encontrado rastro de ningún veneno.
“La cuestión fundamental sigue siendo la misma: dónde, cuándo y bajo qué circunstancias apareció el químico –detectado fuera de las fronteras de Rusia–en las muestras biológicas. Esta información es crucial para determinar un posible crimen”, señala el embajador de Rusia ante el organismo internacional en un tenso intercambio de cartas entre octubre y diciembre.
La OPAQ alega que asistió a Alemania a petición del Gobierno y que está dispuesta a hacer lo mismo y responder a la petición de Moscú siempre y cuando se cumplan las condiciones. Una de ellas, sin embargo, es el consentimiento de Navalni para que Rusia comparta con la OPAQ el historial médico y las muestras que se tomaron en Omsk. Rusia alega que Navalni se negará, bloqueando así la misión, y que su consentimiento no es necesario según la legislación nacional.
“El consentimiento de Navalni se basa en un principio ampliamente reconocido por los organismos internacionales”, sostiene el secretario general de la OPAQ en una de las cartas. La organización insiste que el consentimiento del opositor también fue necesario en la misión de asistencia solicitada por Alemania.
Si obtiene dicha autorización, el organismo dice estar dispuesto a recibir las muestras tomadas en Rusia para llevarlas a los laboratorios designados por la OPAQ y realizar un análisis independiente. Sin embargo, eso no es lo que ha solicitado Rusia, que quiere una misión conjunta para que sus científicos investiguen junto a la OPAQ las muestras que tomaron en Omsk así como las tomadas en Alemania.
Una trampa telefónica
En medio del revuelo diplomático y el intercambio de cartas, el propio Navalni comenzó después de salir del coma una carrera para intentar destapar a los autores de la operación. Desde un principio, tanto él como su equipo apuntaron al Gobierno ruso.
El 14 de diciembre el medio de investigación Bellingcat publica junto a la CNN, Der Spiegel y The Insider una investigación que señala directamente a un equipo de los servicios de inteligencia rusos, FSB, en una operación para matar a Navalni. La información cita con nombre y apellidos a varios agentes supuestamente implicados en el envenenamiento del opositor ruso.
Horas antes de la publicación, Navalni solicitó tener la oportunidad de llamar a los agentes haciéndose pasar por un alto cargo de los servicios de seguridad de Rusia para intentar extraer alguna confesión. Era importante hacerlo antes de la publicación de sus nombres para que estos no sospecharan que era una trampa. Navalni utilizó una aplicación para esconder el número de teléfono y eligió como tapadera una línea del FSB que, según las informaciones de Bellingcat, había estado en contacto en varias ocasiones con los agentes.
Navalni utilizó esta estrategia con dos agentes. El primero intento no tuvo éxito y el interlocutor afirmó antes de colgar: “Sé exactamente quién eres”, según relata Bellingcat, que estuvo presente durante las llamadas. El segundo, Konstantin Kudryavtsev, cayó en la trampa y estuvieron hablando durante 49 minutos.
“¿Por qué fracasó la operación?”, pregunta Navalni. “Bueno, aterrizaron y la situación se desarrolló de una forma que... no fue a nuestro favor, creo. Si hubiese volado durante más tiempo y no hubiese aterrizado abruptamente, tal vez todo hubiera sido diferente. Es decir, si no hubiera sido por el rápido trabajo de los médicos, los paramédicos en la pista de aterrizaje, etc”, contesta el agente.
“Calculasteis mal la dosis o las probabilidades ¿por qué?”, insiste Navalni. “Bueno eso no puedo decir por qué. Según tengo entendido, añadimos un poco más de la cuenta así que...”, responde Kudryavtsev. El agente reconoce que estuvo en Omsk [donde fue ingresado Navalni tras el aterrizaje de emergencia] el 25 de agosto y que su misión era limpiar posibles pruebas
“¿Y en qué prenda se centró su atención? ¿Qué prenda tenía el mayor factor de riesgo?”, pregunta Navalni. “Los calzoncillos”, responde.
El departamento de relaciones públicas del FSB ha afirmado que “el vídeo con la conversación telefónica es falso”. “La llamada 'investigación' es una provocación planeada para desacreditar al FSB y su implementación no habría sido posible sin la organización y apoyo técnico de servicios de inteligencia extranjeros”. El 17 de diciembre, Putin afirmó: “Por supuesto que las agencias de inteligencia tienen que tenerlo vigilado, pero eso no significa que haya que envenenarlo. Si realmente hubiesen querido, probablemente hubiesen terminado el trabajo”, ha afirmado.
La vuelta a Moscú, el arresto y el palacio secreto
El 17 de enero, Navalni regresó de Alemania a Moscú y fue detenido en el aeropuerto. Las autoridades habían emitido en diciembre una orden de búsqueda y captura contra el opositor por no personarse ante las autoridades por un antiguo caso penal. En este caso de 2014, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos acusó a Rusia de violar los derechos de Navalni y su hermano a un juicio justo, Actualmente está en prisión preventiva hasta el 15 de febrero.
Antes de volver a Rusia, Navalni y su equipo terminaron en Alemania una investigación en la que acusan al presidente Putin de tener un palacio secreto valorado en 1.400 millones de dólares. Sin embargo, el equipo de Navalni publicó la investigación tras su llegada y arresto en Moscú. La portavocía del presidente ruso ha negado que Putin tenga vínculo alguno con la propiedad en cuestión. “No es el dueño de ningún palacio”.
La existencia de esta propiedad de lujo se hizo pública aproximadamente hace una década, cuando un empresario denunció que se estaba construyendo para Putin. En 2014, Reuters publicó una investigación y acusó a dos personas cercanas al presidente de haber puesto en marcha una estafa sanitaria multimillonaria cuyas ganancias fueron transferidas a una empresa para ayudar a construir el palacio, según los documentos bancarios a los que tuvo acceso la agencia.
En 2011, un multimillonario ruso afirmó que había comprado la propiedad. Sin embargo, Navalni asegura en su investigación, publicada en forma de documental de dos horas, que no hubo ninguna venta y que el edificio ha sido siempre del presidente ruso. Según los planos publicados, el castillo tiene 17.691 metros cuadrados, 11 habitaciones, varios salones, un teatro, un cine, un casino, dos spas y un baño turco.