Los tiempos andan y las revoluciones ahora no necesitan de honrosos símbolos que aludan al trabajo, al esfuerzo y al poder de la clase obrera. En Hamburgo un movimiento ciudadano contrario al desalojo de un mítico centro cultural ha protagonizado una protesta con escobillas de váter por bandera. Y ha vencido.
El centro cultural de Hamburgo Rote Flora va a sobrevivir al menos hasta las siguientes elecciones (en 2015). Las autoridades del SPD han decidido pacificar un conflicto que dura desde diciembre. El dueño del edificio, Klausmartin Kretschmer quiere construir en el espacio un centro de eventos, pero el Senado de Hamburgo no le ha aprobado el plan de edificación, con lo cual ni siquiera podrá recurrir ante el tribunal.
A cambio, los socialdemócratas le han ofrecido 1,1 millones de euros para recomprar el edificio. El inversor adquirió dicho inmueble en 2001 con la condición de mantener el centro cultural y de dejar abierta la opción de recompra a la ciudad hasta diez años. En aquel entonces pagó por el edificio 190.000 euros. Kretschmer ha rechazado la oferta y según el semanario Der Spiegel reclama cinco millones de euros de las arcas públicas.
El centro cultural Rote Flora es una leyenda en Hamburgo que incluso aparece en varias guías turísticas. En noviembre de 1989 se mudaron varios okupas al edificio, que en otros tiempos había sido una sala de bailes y un cine, en protesta por los planes de reconvertirlo en un gran teatro para musicales. En los 90 firmaron un contrato de uso del edificio con la ciudad de Hamburgo.
La disputa entre los activistas y habitantes del centro, situado en el barrio de Altona, y el poseedor de sus escrituras, que les dio un ultimátum para desalojar el edificio hasta el día 20 de diciembre, se convirtió en un dolor de cabeza para los socialdemócratas, ya que tras la primera manifestación contra el desalojo se produjeron graves disturbios en la ciudad.
Una de las cuestiones más polémicas en la gestión de esta crisis fue la decisión tomada por la policía de Hamburgo el 3 de enero de declarar el centro de la ciudad como “zona de peligro”. Ello le permitía detener, cachear, registrar y tomar los datos personales a cualquier persona que se encontrase dentro de dicha zona sin necesidad de ser sospechoso. La medida fue muy criticada tanto dentro como fuera de Alemania, ya que se trata de una excepción legal que normalmente solo se usa en casos puntuales como partidos de fútbol. En este caso duró casi tres semanas; hasta el pasado lunes.
“Una medida absurda”, aseguraron vecinos y manifestantes. Y por ello, por la arbitrariedad de la supuesta peligrosidad que la policía veía en todo el barrio y en todos los sujetos que saliesen a la calle más alla de las seis de la tarde, decidieron tomar un símbolo para su protesta también absurdo: una escobilla de váter. Cuando los policías registraban las mochilas o las ropas de las personas lo que encontraban era el utensilio del lavabo. En las manifestaciones, las escobillas eran la bandera de la protesta.
Fotograma de un vídeo de la primera cadena pública alemana (die Eins) en el que un policía registra a un joven y encuentra una escobilla del váter escondida entre la ropa.